Capítulo 6; El Precio de la Rebeldía
—Este día ha sido agotador, mamá. —le dije, tomando asiento a su lado.
Ella permanecía sentada en el umbral de la casa, con la mirada perdida en el cielo y en la distancia. Me dio un ligero golpecito en la mano y luego volvió a abrazar al pequeño Benci. Se notaba que estaba realmente cansada y triste, un estado que la había acompañado durante los últimos dos años y medio.
—Deberías ir a dormir, mamá. —Le Sugerí.
Como le decía a mamá, que papá no iba a volver volando. Me sentía abrumada por la responsabilidad, pensando en todos los "si no" que me atormentaban. Si no hubiera salido a buscar a Belie esa noche, si no hubiera hablado con Can, si no hubiera compartido lo que sucedió, papá no habría abandonado nuestra casa, no habría desaparecido de nuestras vidas. La carga de la culpa pesaba sobre mí.
Mamá, ya es tarde, y Benci necesita dormir. Tú ve a dormir, yo me quedaré aquí.
Esta vez, ella me sonrió y me dio un beso de buenas noches.
—Mañana me cuentas a qué hora llegó Belie.
Asentí, sabiendo que mentiría por ella para no empeorar la situación de mamá.
A la mañana siguiente, me levanté muy temprano, sin saber si el jefe del clan me recibiría. Nuestra relación ya no estaba en buenos términos. Aun así, tenía que intentar hablar con él antes de que mi tiempo se agotara.
No había nadie en pie en casa, así que fue fácil salir por mi ventana. Planeaba intentarlo y luego regresar a mi habitación de la misma forma en que había salido, sin que mamá se enterara.
Me acerqué a la casa del jefe. Podía estar segura de que aquí se levantaban más temprano que en casa porque ya había movimiento. Jamás había visto el harén como algo malo hasta que me tocó vivirlo. Ahora dudaba de si esas chicas realmente querían estar allí, si eran felices atadas a una casa. Yo no quería eso, no quería volver a pasar por lo mismo.
—Me dijeron que era urgente, así que vamos, chica, habla. —dijo alguien al verme llegar.
Recordaba al jefe del clan como alguien más agradable, más paternal. Pero comenzaba a entender de dónde Can había sacado esa arrogancia innecesaria. Aunque quizás también tenía que ver con el hecho de que mi padre había venido aquí antes de desaparecer, y luego habíamos sido excluidas y vetadas de todo.
—Sobre mi ingreso al clan de escarcha en el norte, el tiempo se acaba. No iré. Necesito más tiempo aquí con mi madre, mi hermana y mi pequeño hermano.
—Está todo listo, niña. En un par de semanas irás allí.
—Como le he dicho, no iré. ¿Es consciente del trato que me dieron? Mi padre se lo hizo saber, y luego de eso, desapareció. —Apreté los puños con rabia.
Quería golpearlo, quería destruir todo a mi paso. Quería hacerles y devolver el daño que nos habían hecho. Pero no hice nada. Solo éramos miembros de un clan que eran rechazadas.
—No tienes poder para solicitar nada, Alanys, menos de esa forma. Pensé que te quedarías allí. No entiendo por qué volviste. No perteneces aquí. —dijo él, con una frialdad que aumentaba mi desesperación.
Durante los dos últimos años, el peso de la exclusión y la amargura se habían asentado en mi pecho. Había soportado la indiferencia y la hostilidad de aquellos que antes llamaba amigos. Sentía la mirada de desconfianza y el rechazo en cada rincón del clan. Pero, a pesar de la rabia que ardía en mí.
—Ese tipo quería violarme...
—Es jefe de clan, y se llama cumplir con tus obligaciones.
—¿Obligaciones? Nadie puede obligarme a hacer algo que no quiero. No pueden exigirme nada.
—Te irás, a menos que encuentres otro clan, y dudo que en tu condición alguien te acepte. Además, ya hemos aceptado oro por ti.
Mis piernas se sentían inestables, pero mi mente estaba en llamas. No podía aceptar este destino impuesto, y una chispa de rebeldía se encendió en mi interior.
—Dije que no iré. Hablaré con el consejo si es necesario.
—Eso es desacato a las órdenes de un jefe —gritó.
Lo había enojado. Me di cuenta de que a él le molestaba que una niña o alguien de menos rango que él lo desafiara, sabiendo que teníamos razón.
—No lo es. Soy un wyverno llamando a una reunión de consejo para que expongan mi caso, y no solo se trata de mi, también de saber donde esta mi padre.
—Tu familia pagará —ladro.
—Mi hermana se iba a casar con su hijo, íbamos a ser parte de su familia, mis padres aceptaron esa unión que usted planteo y así es como les ha pagado —le recordé, pensando que podría interferir en algo. La conexión familiar, aunque fragmentada, aún podía ser un punto de presión.
—¿Y tú crees que quise eso, niña? Ella ni siquiera es un buen ejemplar, pero no hay muchas opciones en estos días. Tú hubieras sido una mejor opción, pero no puedes volar, además de que eres una dragona de escarcha. ¿Quién sabe si le darás esa enfermedad a los bebés que puedan tener? Y ya no eres virgen. Es imposible que pueda emparejar a alguien así con mi sangre.
Él se veía hastiado por la decisión que había tenido que tomar. Ni siquiera quise corregir lo de mi virginidad; prefería que el asunto quedara así, perdía valor para ellos.
—Beltaine es hermosa e inteligente. Cualquier dragón sería afortunado de tenerla.
En estos días, era la única forma en la que podía defender a mi hermana.
—¿Eso es todo lo que tenías para decir?
Me di cuenta de que no había nada más que decir. Las palabras eran inútiles frente a la cerrazón de aquel jefe de clan. Mis esperanzas se desvanecieron, y la desesperación se apoderó de mí.
—¡Dígame donde esta mi padre, que paso con él!
—Debió huir, es un cobarde —se rio —No le importo dejar a su mujer e hijos solos.
Yo sabia que mi padre jamás haría algo así queriendo, sabíamos que algo había pasado. Pero nadie lo decía.
—¡Llamo a consejo! —grité con fuerza, asegurándome de que todos pudieran escucharme—. Y me parece muy bien que el despreciable de su hijo jamás pueda tocar a mi hermana.
El jefe del clan gruñó en respuesta.
—¡Tu desacato será atendido por el mismo emperador de fuego! —Amenazó.
—Espero que así sea. Con un poco de suerte, él será más sensato que usted.
La sala resonaba con la tensión acumulada, flotando en el aire como chispas de un fuego que amenazaba con devorarlo todo. Había desafiado al jefe del clan, cuestionando sus decisiones y exponiendo la injusticia que se cernía sobre mi familia. El llamado a consejo era mi última carta, un acto desesperado para cambiar nuestro destino. Sin embargo, también era una apuesta arriesgada, pues sabía que las consecuencias podrían ser devastadoras.
El miedo y la rabia se entrelazaban en mi pecho, formando un nudo que amenazaba con ahogarme, pero no podía retroceder. Mi familia dependía de esta jugada, y estaba dispuesta a enfrentar cualquier tormenta que se desatara.
Mi intención había sido diferente: entrar por la ventana de mi habitación y volver a dormir. Pero nada salía como lo había planeado en este último tiempo. Me dejé caer en la entrada de la casa y no pasaron tantos minutos cuando la puerta se abrió.
—Ali, te dije que no salieras sola. No puedes andar por ahí en estos tiempos. —Su voz se apagó cuando me vio. Mamá estaba muy alerta en este tiempo; habían sido más de dos años de muchas malas situaciones. —Vamos adentro.
Preparaba panqueques para el desayuno, algo tan normal. Pero que seguía sintiéndose raro después de dos años, la ausencia de mi padre, el no saber dónde estaba, consumía a esta familia.
—¿Qué pasó?
No quería preocuparla, pero se enteraría cuando los guardias vinieran para llevarme.
—Fui a hablar con el jefe, pedí hablar con el consejo. Pronto me obligaran a irme, mamá. Necesitaba ganar tiempo
Mi madre me acogió en sus brazos y acarició mi cabello.
—No sé por qué aceptamos que Beli se uniera a Can, si ellos no hubiesen roto la unión, ya lo hubiese hecho yo. —Ese era su consuelo momentáneo a toda su rabia. Ella se tomó unos minutos para volver a hablar; sus ojos estaban inyectados en sangre. —Nos iremos de aquí, al clan de la amazonia, cerca de mi familia. Nos acogerán bien allí, luego veremos qué pasa contigo.
Mamá no había querido dejar el clan, con la esperanza de que papá volveria. Ahora, escucharla tomar esta decisión significaba mucho más que las palabras dichas.
Había pasado una semana desde que habíamos hablado con mamá. Aun no llegaba la fecha de la audiencia con el consejo del clan. Aun tenia algo de tiempo.
Mientras le servía comida a mamá la mire a hurtadillas, ella estaba en un mundo totalmente distinto a este, a veces derramaba lágrimas, y generalmente no estaba comunicativa a menos que fuera para regañarnos por algo.
En todo este tiempo, lo único que habíamos sabido es que mi padre había retado al jefe del clan, lo que significaba que si hubiese ganado, él tomaría su puesto como nuevo jefe del clan. Luego de eso, voló; lo vieron emprender vuelo, pero nadie supo a dónde había ido. Algunos comentaban que había arrancado porque sabía que perdería a manos del jefe y que la deshonra sería demasiada. Pero nosotras sabíamos que él jamás nos dejaría atrás.
El jefe del clan nunca dijo nada de lo que habían hablado, pero yo estaba segura de que sabía algo. Si yo hubiese podido volar, ya estaría volviendo del palacio del emperador de fuego, pero era inútil y mi hermana no se estaba comportando de manera coherente con nosotras.
—Iré a dar una vuelta al centro, preguntaré si alguien tiene alguna noticia sobre papá.
—No lo hagas, Alanys. Ellos tienen miedo; aunque supieran algo, nadie nos dirá nada —negó, acomodó a mi hermanito en su cunita para volver a hacerlo dormir—. Ya hice de todo, pero todos nuestros amigos nos dieron la espalda.
—Encontraré la forma de comunicarme con el imperio. Quizás, si les cuento lo que está pasando, ellos nos ayuden.
—No seas ilusa, cariño. No somos nadie; ellos no se preocupan por un dragón insubordinado. Las cosas podrían ser peores para nosotras si alguien de nuestra corte se entera. Algunos aún siguen las viejas normas, te querrán lejos de mí.
—¡Tenemos que encontrar a papá, de la forma que sea! —llevaba dos años diciendo esto, y no había hecho nada en todo este tiempo.
Me quedé a vigilar que mi madre comiera y luego la acompañé al sofá; ella se acurrucó como normalmente lo hacía y se quedó dormida. Subí a ponerme ropa deportiva que se amoldara mejor a mi cuerpo en caso de que necesitara correr o defenderme. Salté por mi ventana y caí hacia la calle, luego me dirigí hacia el centro de nuestro clan.
Me encontré con Can y mi antiguo amigo Nial. No esperé a que me saludara como si nada hubiese pasado; lo empujé contra unos muros. Ya no me quedaba mucho que hacer, lo había intentado todo.
—¿Dónde está mi padre?
—Ey, no seas brusca, te dije que no lo sé.
—Cuidado con lo que haces, Ali, o...
—Cierra la boca, Nial, o serás el próximo— lo amenace. —Dime, Can, ¿dónde está mi padre? ¡Es imposible que no lo sepas! —Estaba enloqueciendo por todo esto, y ya matar al hijo del jefe no parecía algo tan malo.
—Te dije que no lo sé, y ahora no te debo nada, Alanys. Por suerte, la unión se canceló.
Golpeé su rostro, en el pasado, siempre que había podido lo hacía. Fue el único acto que me dio algo de satisfacción, escucharlo quejarse. No perdí más tiempo con Can y me dirigí una vez más a la casa del jefe del clan, pero no fui recibida; supuestamente estaba ocupado, como toda la semana que había pasado.
Doblé en la esquina y, cuando me percaté de que nadie miraba, me colé por una de las pequeñas ventanas. Caí en una de las habitaciones vacías del personal, bufé por cómo vivían estos idiotas con el dinero del clan. Salí al pasillo y caminé en la dirección donde estaba la sala del jefe; conocía esta casa desde niña, solíamos jugar con un Can menos idiota aquí.
Escuché voces ahogadas dentro de la sala y solo pedí que no estuvieran teniendo sexo; no quería interrumpir a nadie mientras tenía relaciones, pero no dudé en abrir las puertas y saltar adentro.
El jefe abrió los ojos como si estuviera horrorizado de que me presentara en su salón, mientras hablaba con un hombre al que no podía verle la cara.
—¡¿Dónde está mi padre y no me iré hasta que no me lo digas!?
Él llamó a los guardias, pero cuando rodeé al hombre, me quedé helada.
—Mierda... —es todo lo que pude pensar y decir.
—Hola, pastelito. Me alegra verte a ti también. Veo que te encuentro en momentos complicados —me saludó.
Dalyn estaba frente a mí cuando los guardias entraron para sacarme. Los dragones negros habían llegado al clan.
—¡Llévensela ahora! — grito en un orden el jefe del clan.
Me sorprendió ver a Dalyn levantar la mano en negación, los guardias dudaron.
—Oh no, no es necesario, es justo por lo que estoy aquí.— eso era una sorpresa para mi —¿Dónde está su padre? —preguntó.
Jamás había visto a un hombre tan horrorizado como lo estaba ahora el jefe del clan. Parecía cualquier cosa menos el hombre altanero que me había obligado a aceptar una decisión.
—Alanys, ve a tu casa, luego conversaremos —si no tuviera siglos de edad, él hubiese tartamudeado las palabras.
—¿Qué pasó con tu padre? —interrumpió Dalyn para no dejarme ir.
Estaba segura que a él no le interesaba. Pero, si podía obtener algún beneficio de la situación, lo contaría todo.
—Mi padre desapareció hace dos años y medio, justo después de venir aquí. Y nadie nos ha querido decir que paso, solo nos excluyeron, nos tienes como un numero mas.— acuse, esta era la oportunidad que tanto había pedido.
—Él me retó, perdió y luego arrancó —se defendió el jefe.
Dalyn se veía intrigado.
—¿Un miembro de tu clan desaparece y no sabes dónde está? —preguntó. Luego, volteó a mirarme—. Pensé que ya no vivías aquí. Justo Dusan me contaba que habías abandonado el clan junto a tu familia.
—Yo aún vivo aquí... —no estaba entendiendo nada. Pero, a la vez, podía imaginar hacia dónde iban las cosas.
—Ella aún no se ha marchado, pero su madre ya pidió despojarse de las obligaciones con este clan. Por eso decía que ya no viven aquí, que han abandonado al clan del Cenizal.
Él tenía miedo, y yo podía sentirlo. Esto realmente se estaba poniendo interesante, si hubiese sido en otras instancias.
—Bueno, claramente alguien está mintiendo, pero saldremos de la duda cuando mis hombres nos cuenten si encuentran a la familia de estas chicas aquí —Dalyn miró de un lado a otro.
—Eso es un error, no es lo que parece. Yo puedo explicarlo —prosiguió asustado el jefe del clan—. Beltaine, la gemela de Alanys, es la futura unión de mi hijo, por eso es complicado su baja del clan.
Eso era una mentira total.
—Entonces, pastelito, ¿qué es lo que está pasando aquí?
No iba a proteger a nadie de este clan, no era una persona de alta moral con la gente que nos había traicionado.
—Volví hace más de dos años semanas de Alaska, mi padre se enteró de todo lo que me hicieron allí y canceló mi ingreso y la unión de mi hermana con su hijo. Mi padre vino aquí y desapareció; algunos miembros dicen que lo vieron volar, pero nadie habla. Todos nos dieron la espalda, y no sé a quién recurrir. Mi madre tuvo a su bebé sin la presencia de papá.
—Tu vida sí que es un caos, pastelito. Ve a tu casa, los grandes tenemos que hablar.
—No me voy a ir hasta no saber dónde está mi padre.— insistí.
El ambiente se volvió más tenso con la presencia de Dalyn. Me esforzaba por mantener la calma mientras observaba la interacción entre él y el jefe del clan. Era evidente que Dalyn tenía cierto control sobre la situación, y eso despertaba una mezcla de esperanza y preocupación en mí.
—Alanys, ve a tu casa. Resolveremos esto de manera adecuada, pero ahora es momento de que te retires —insistió Dalyn con una expresión que no revelaba sus verdaderas intenciones.
Hice algo que nadie debería, confiar en un dragón negro.
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