25- Edward y Andrómeda [1997]
Narrador Omnisciente:
Harry sentía un fuerte dolor de cabeza a causa de la fuerte caída, y por si fuera poco, había perdido la conciencia.
—Hagrid...
Con mucha dificultad abrió los ojos, y notó que se encontraba acostado sobre un sofá.
A un costado estaba su mochila llena de barro, y un hombre castaño lo miraba.
—Hagrid se encuentra bien, hijo —Dijo el desconocido—, mi mujer está con él, ¿Pero cómo te encuentras? ¿Te has roto algo más? Te he arreglado las costillas, los dientes y el brazo.
Harry miró su cuerpo.
—¡Ah, cierto! Mi nombre es Ted... Bueno, soy Edward Tonks, el padre de Dora.
Harry se incorporó rápidamente, pero se mareó en el intento.
—Voldemort...
—Tranquilo muchacho, tranquilo —El hombre depositó su mano sobre el hombro del chico y lo ayudó a recostarse—. Ha sido una caída brutal, ¿Que pasó allí arriba? ¿Algún fallo en la motocicleta? ¡Arthur Weasley y Sirius Black con sus objetos muggles!
—No, no —Justificó—. Fueron los mortífagos... Muchos a decir verdad.
—Qué extraño... Se supone que nadie sabía de tu traslado...
—Pero lo descubrieron...
—Pues ... Eso significa que nuestros hechizos protectores han funcionado —Miró el techo—. De modo que ningún mortífago podrá acercarse a un radio de 100 metros.
En ese momento, Harry entendió por qué Voldemort no pudo avanzar más.
Quiso ver al guardabosques, pero no hubo necesidad de bajarse del sofá, pues el semigigante entro por la puerta principal, seguido de una mujer pelinegra.
—¡Harry!
Hagrid literalmente corrio hacia el muchacho, y lo abrazó con mucha fuerza, recordando que hace muchos años había sido él quien lo sacó de los escombros... Y no sé perdonaría por nada del mundo haberlo perdido... No a otro de sus estudiantes... Más precisamente, al hijo de James y Lily.
—Pero... ¿Cómo lo has conseguido?
—Ni idea —Lo abrazó—.
Justo en el momento que el azabache levantó la vista, vió a la mujer, y pensó haberla visto en algún lado.
—¡Es usted! —Intentó buscar su varita, pensando que estaban en un lugar peligroso, pero no la tenía—.
—Ten —Se la tendió Ted—, estaba a unos escasos centímetros de tu cuerpo —El chico la tomó—, y esa mujer a la que gritas... Es mi esposa.
—Yo... Lo siento —Trató de disculparse—.
La mujer sólo sonrío, y Harry recordó por fin en dónde la había visto.
Tenía un gran parecido con Bellatrix Lestrange, a excepción del cabello y los ojos, que eran más claros... Y haciendo memoria, la vió en el árbol familiar de los Black.
—¿Qué le ha pasado a nuestra hija? —Preguntó con preocupación—. Hagrid me contó sobre la emboscada... ¿Cómo está Nymphadora?
—No... Lo sé...
Ambos esposos se miraron, y Harry sintió miedo.
¿Y si alguien de la orden murió?
Sería su culpa... Y de nadie más.
—¡El traslador! —Exclamó la mujer—. Deben ir a la Madriguera... Y puedo ir con ustedes...
—Segura que Dora está bien, Andrómeda —Ted trató de tranquilizar a su esposa—. Ella sabe lo que hace, además, ha hecho misiones peores para el ministerio.
Eso pareció calmarla un poco.
Así que Harry tomó el traslador junto a Hagrid, y luego de tres minutos, se aparecieron en La Madriguera.
Pero nada había salido como se planeó.
La señora Weasley saltó del susto al escuchar el estruendo, y corrió hacia ellos.
—¡Por Merlín! —Abrazó al muchacho—. ¿Están bien?
—Pudimos estar peor —Respondió el chico—. Pero... ¿Dónde está el resto?
La señora Weasley no gesticuló palabra, siendo reemplazada por Ginny.
—Estamos preocupadas... Ron y Tonks debieron llegar hace 15 minutos.
—Arthur y Fred... Debieron venir hace 10 minutos... De seguro no alcanzaron el traslador... Si eso —Trató de justificarse Molly—.
Todos en esa habitación tenían miedo.
—¿Un trago? —Le dió una botella a Hagrid—.
—Tal vez...
Ambos adultos se sirvieron licor, con el fin de que sólo les doliera la garganta, y no el corazón.
—Hace 5 minutos debieron llegar Lisseth y Sirius, y de allí vendrías tú —Continuó Ginny en voz baja—, pero eres el primero.
Un sentimiento de culpa invadió a Harry.
De pronto, un nuevo estruendo se hizo presente.
A lo lejos se pudo visualizar a Remus, quién cargaba a George.
Molly salió corriendo hacia su hijo, pero se topó con una sorpresa...
Le faltaba una oreja.
Las mujeres ahogaron un grito, a medida que recostaban al pelirrojo.
Y aunque él no perdía su sonrisa, la situación era fatal.
En ese momento Remus tomó a Harry por el hombro, lo acorraló en una pared y le apuntó con su varita.
—¡Remus! —Gritó Hagrid—.
Pero el hombre lobo ya no se fiaba de nadie.
—¿Qué criatura había en el rincón de mi despacho la primera vez que fuiste a verme?
Esta vez, el licántropo no pudo camuflar su miedo, pero mantenía su varita firme.
—Un... Grindylow de agua... —Respondió el azabache—.
Remus soltó al joven, seguido de los quejidos de George.
—¿Que ocurre?
—Nos han traicionado —Se dirigió a Molly, pero esta vez, siendo amable—. Ahora, más que nunca, debemos ser precavidos.
En ese preciso instante, llegaron Kingsley y Hermione.
La chica estaba asustada por todo lo ocurrido, pero el mayor estaba orgulloso de la manera en que ella había actuado, usando hechizos verdaderamente favorables.
Y Remus hizo lo mismo, pero a diferencia de antes, no acorraló a Kingsley.
Hermione se preocupó, pero Harry la detuvo.
—¿Qué fue lo que nos dijo Albus Dumbledore la última vez que lo vimos? —Preguntó con firmeza.
—Estábamos en su despacho, y dijo que, sin importar nada, que debemos confiar en Harry... Porque es nuestra última esperanza.
El licántropo bajo su varita e inspeccionó a la muchacha, quién ahogó un grito al ver a George.
No había mucho tiempo que perder, y eso fue constatado por la llegada de Arthur y Fred.
—Lo siento... Hemos llegado tarde... Y usamos otro traslador...
Casi enseguida llegaron Ron y Tonks, seguidos de Sirius Y Lisseth.
—¿Cómo está George? —Gritó la rubia con mucha preocupación—. ¿Dónde está?
—¿Qué ocurre con George? —Preguntó Fred—.
Ni bien Lisseth se bajó de Thestrals, corrió hacia la sala.
Sirius iba detrás de ella.
—Le han tirado una maldición a tu hermano.
Esas palabras no sólo asustaron a Fred, sino también a Ron y Arthur.
Todos corrieron hacia dónde estaban, y se quedaron en silencio.
Los únicos llantos eran de Molly y Lisseth.
La segunda ya había perdido a sus dos hijos, y tuvo mucho miedo cuando vió a Severus apuntar a un 'Harry".
Molly en cambio, tenía miedo, porque la oreja de su hijo no volvería a crecer, siendo un claro recuerdo de que estuvo a escasos centímetros de morir.
—¿Quién a sido? —Preguntó Arthur—.
—Severus Snape —Respondió Lisseth con mucho odio en su voz—.
Si bien Severus estaba en el otro bando, Lisseth tenía una pequeña esperanza de verlo de vuelta... Quería ver al pequeño niño que se acercaba tímidamente a Lily... Y que le contaba sus penas durante su segundo año.
Pero ya nada era lo mismo.
Remus imitó el gesto con los mayores, preguntando a cada uno algo que sólo ellos supieran.
Llegó el turno final, y Bill, Fleur y Mundungus habían llegado.
—¿Y Moddy? —Preguntó Kingsley—.
—Ojoloco a muerto —Respondió Bill—.
Esa fue una noticia muy dura para todos, en especial para Nymphadora, puesto que Ojoloco había sido su mentor por muchos años.
Todos brindaron por él... Por Ojoloco... Los Dumbledore... Y por la guerra que estaba a la vuelta de la esquina.
Harry se sintió verdaderamente culpable esa noche, a tal punto que no logró dormir.
Lo raro de todo, fue una visión que tuvo.
En ella aparecieró un hombre de piel bastante blanca y cabello cobrizo, con ojos de diferentes colores.
Al único que reconoció en su segundo "sueño" fue a Olivander.
Lisseth, en cambio, volvió a tener aquellas pesadillas que nunca dejaron de atormentarla.
Aunque ésta vez, una nueva víctima aparecía en ellas.
Molly no pegó el ojo durante toda la noche, pues la imagen de su hijo le atormentaba, y no se podía imaginar qué hubiese paso si uno de sus hijos moría.
George se tomó todo con bromas, pero lo cierto es que estaba muy asustado... Al igual que su hermano.
Pero en los próximos días cada quien tomaría su propio rumbo...
Y la orden quedaría disuelta por un tiempo.
<<O hasta que la verdadera masacre diera inicio. >>
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