𝑳𝒆𝒋𝒐𝒔 𝒅𝒆 𝒄𝒂𝒔𝒂

Advertencias: Ninguna.

¿Quién es ucraniano y albino?

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
-Pablo Neruda
~•~
Un mes y medio desde el inicio


La ojiverde trotaba, la ajustada falda no le favorecía en absoluto. Estaba en las calles de Ucrania.

Su plan era sencillo, sabía que había información confidencial de los perros cazadores en las oficinas del gobierno, entrar era imposible, por lo que esperó unos días más para el festival que simbolizaba el termino de la gran guerra. Puso la bomba en la calle principal donde desfilaban los militares, si había un día donde podía robar la información era ese.

Se perdió entre la multitud hasta llegar a las puertas del palacio presidencial, agitaba una banderita siguiendo la corriente de las personas. Justo enfrente del próximo cráter, en primera fila para disfrutar el espectáculo.

Accionó el detonante, y el piso tembló estruendosamente al mismo tiempo que guardias salía del edificio, aprovechó la conmoción del ataque para entrar. No habría muertos, no puso una cantidad que fuera masiva, pero les daría problemas al menos por unas horas.

Vestía el uniforme de las secretarias, que para conseguir tuvo que dejar inconsciente a una trabajadora del lugar, también hurto su identificación.

—¡Corran!— gritó el dirigente de los guardias —Bárbara escondete.

Asintió para después ir en dirección contraria. Bajo hasta el piso subterráneo donde estaban los documentos —"Recientes acuerdos de habilidades militares"— encontró las hojas llenas de información.

En su mayoría eran formalidades de trámites, tenía poco tiempo para perderlo en eso.

~Ōkura Teruko vicecomandante~ repetía cada pedazo en su cabeza para asegurarse de retenerla ~Logró la captura del sujeto AF108, con su habilidad Jadeo del alma~

Escondió su cara lo mejor que pudo de las cámara ~Alterar la edad de terceros y ella misma~ hojeo más papeles pero no había nada relevante.

La información era muy general, pero al menos pudo llenar ese espacio en blanco.
Se enteró de su existencia gracias a qué las televisoras ucranianas informaron la detención de un usuario de habilidades altamente peligroso, capturado por un miembro de la élite.

Guardó los papeles, seguramente nadie veía los vídeos, pero para confirmar su seguridad salió del piso subterráneo para llegar hasta la sala de vigilancia. Estaba vacía, naturalmente todos huyeron del ataque terrorista, sonrió victoriosa para después borrar todas las grabaciones de los últimos tres días.

Quitó la corbata de su cuello dejando ver parte del collar dorado que siempre traía. Y al salir cubrió su rostro lo mejor que pudo, tratando de caminar por los puntos ciegos que días antes memorizó.

Llegó hasta dónde dejó el cuerpo de Bárbara, ese era el nombre en el gafete, quitó las prendas con rapidez, y las colocó a su lado. Sacó un arma de la mochila escondida en el basurero, no podía dejar alguna pista. Dudó unos minutos, al final decidió dejarla así, pero rompió su ropa interior y despeinó un poco su cabello.

Dió un último vistazo al caos que dejó atrás, no sintió que estuviera mal porque hasta ahora era la operación con ningún deceso.

Detuvo sus pasos al sentir una presencia, pero tan rápido como volteó está se esfumó. Sonrió de lado para el desconocido, si se acercaba nuevamente lo mataría, podría jurar que logró ver una cabellera blanca.

~•~

En Japón se escuchaba el ruido de las pisadas dadas por el pelinaranja, llegó de una misión nuevamente exitosa.

—Akutagawa— habló ganando su atención —El jefe quiere verte.

—Gracias Chuuya-san— dió una reverencia saliendo de la bodega.

La rubia compañera del más alto lo miró atentamente, recién formaba parte de la élite, al ser tan habilidosa fué ascendida como guardaespaldas de Akutagawa.

—Buenas tardes— lo saludó formalmente.

—Buenas— Murmuro por lo bajo para salir también.

No tenía un día apurado, pero no perdería el tiempo charlando. Su jornada laboral paso como de costumbre, revisando papeles, llenando informes, cuidando negocios.

—¿Me llamó?— el anciano del monóculo apareció frente a su oficina.

—Pasa— no quitó la vista del escritorio —¿Qué sabes de Jane?.

—No se ha reportado viva, o muerta— aclaró su garganta.

—¿Qué es eso de lagarto negro?— lo instintivo a hablar más —¿Para que lo hicieron?.

—El jefe creó un grupo capaz de llevar a cabo asaltos, las organizaciones que eran controladas por la señorita empiezan a ser insolentes— sentenció el canoso.

—Puedes retirarte— suspiró dejando sus papeles de lado —Dios santo, no creo soportarlo más— sacó un cigarrillo para encenderlo y fumar.

Revisó cada informe, lo único que lo distraía de los pensamientos negativos era el trabajo. El regreso a casa se volvió insoportable, no había ruidos, ni dulces. Era un martirio pues pasaba frente al departamento de la menor.

No supo de que momento a otro su rutina era así de gris, analizando bien las cosas siempre fué así.

Ella le daba sentido a su rutina.

Ella le brindó calidez y color.

Ella era su vida.

Y lo abandonó, por bastantes días se planteó la idea de que si la hubiera aceptado desde antes no se habría marchado. Descubrió ese lado masoquista por recordarla tan seguido, solo para concluir que era su culpa, y que se quedaría solo.

~•~

—Akutagawa-kun— el ojivioleta hablaba desde su escritorio.

—Digame— su voz era tan gélida.

—En el mercado negro ofrecen una gran suma de dinero por el tigre come hombres— sacó un sobre de su escritorio —¿Te gustaría hacerte cargo?.

—¿Es una orden?— tapó sus labios mientras tosiá.

—Es una pregunta— Ōgai era capaz de perdonar la insolencia de cualquier empleado que diera resultados.

—Prefiero no tomarla— bajó su mano dejando ver esa cara tan inexpresiva.

—No has tomado misiones importantes desde que Jane se fué— hizo una mueca —Es momento de avanzar.

El pelinegro no dijo nada, estaba esperando más indicaciones.

—Te puse un guardaespaldas no porque seas débil, creo que requieres compañía— estiró los papeles en su dirección —El tigre es tuyo, encuéntralo, no debe ser difícil pues lo han visto por los alrededores.

—Como usted ordené— se adueñó de los documentos para después salir.

—Jane— el azabache dejó caer su cuerpo por completo en la silla —¿Quien diría que tú presencia les haría falta?.

—Rintarō, quiero otro chocolate— la rubia que descansaba en el sofá lo llamó.

—Ya comiste muchos hoy...

Por favor.

Esas palabras hicieron que Ōgai sudara —¿Elise-chan?.





Fragmento perdido.

La azabache quitaba su sostén con pesadez. Alquiló una cabaña lejos de la civilización ucraniana para evitar su detención.

Se colocó una camisa blanca y llegó a la cocina. Su rutina cambio dramáticamente convirtiendo sus días en una locura, hace poco estaba cerca de la península, posiblemente en unos días se movería a Rusia. Intranquila apretó la joya azul mientras transcribía la información que robó.

Por muchos motivos le preocupaba pisar territorio ruso, el más importante era el demonio Fyodor. Ese hombre de ropa pulcramente blanca posiblemente la encontraría en cuestión de minutos y solo dios sabría lo que trataría de hacerle, pero después de sentir como la seguían en Ucrania prefería arriesgarse antes de ser detenida por su acosador.

Un pensamiento fugaz llegó a su mente, torpemente corrió hasta su mochila para sacar un pequeño calendario. Soltó un quejidoNo acabaré antes de su cumpleaños. Le daré un buen vino.

Regresó a terminar de llenar aquel reporte que aún tenía bastantes hojas en blanco. Se cuestiono el hecho de que Mori la quería lejos de la organización, concluyó que después de la misión pediría un cambio de puesto para no ser un miembro activo.

Keiko, yo nunca he amado a Yokohamaapretó la joya de su cuello—. Ustedes son mi hogar.

No esperaba obtener una respuesta, porque claramente jamás la tendría —No recuerdo mucho de tu cara, soy una mala hermana ¿verdad?.

Al final del día se acostó en la cama, durmió aún sujetando el zafiro.

¿Cómo podía atesorar aquello que le quitó a su hermano?.

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