🕸 𝑫í𝒂 1: 𝑨𝒖 𝑯𝒖𝒎𝒂𝒏𝒐𝒔
01 "Detención"
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Anthony corría frenéticamente, su respiración irregular era acompañada por el sonido de los lápices chocando dentro de su estuche, iba tarde a clases, de nuevo.
Divisó finalmente la puerta principal y de igual forma, al chico castaño de lentes.
Alastor, era esa clase de estudiante que podría denominarse "la mascota del profesor" pues tenía un comportamiento responsable, organizado y ciertamente quisquilloso con respecto al cumplimiento de las reglas de la institución.
—¡Espera! –Gritó el rubio al ver como el otro estaba por cerrar la puerta–
Los ojos rubíes del mayor se posaron en el chico de tez pálida que anteriormente le había dirigido la palabra.
—Anthony D’angelo –Canturreó con cierto aire de superioridad–
El sonriente adolescente era el presidente de la clase de tercer año, un grado mayor que el rubio.
Debido a su posición académica, él era responsable de ciertos registros estudiantiles, como por ejemplo, aquellos que llegaban tarde, y Anthony llevaba ya más de tres registros.
—¿Sabes lo que te espera si sigues con tu impuntualidad, mi afeminado compañero? –Cuestionó al tener de frente al agotado joven–
—La verdad, no me interesa saberlo, como ves; estoy retrasado ¡Así que déjame pasar de una maldita vez!
–Su voz poseía un tono exasperardo y cansado a partes iguales, cosa que al contrario no le importó–
—Te sugiero cuidar tu vocabulario, querido; estás frente a un miembro del consejo estudiantil y...
—Si, si a la mierda con tu discurso –le interrumpió– escucha, sé que no tengo justificación para mis retrasos pero no es culpa mía que...
—¡Ja! Ahórrate las excusas, niño –Interrumpió esta vez, ignorando las palabras del más alto– Tienes cuatro retrasos ¡Te espero en detención esta tarde! –Dijo burlón mientras le extendía una nota–
Y el albino sólo pudo soltar un quejido de frustración, para seguidamente escuchar el timbre que daba inicio a la segunda hora de clases.
—¡Maldición! –Masculló, yendo a su salón correspondiente–
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Abrió la puerta de un empujón, lanzó su mochila y se sentó en su sitio asignado, ese día no estaba de humor y tampoco iba a disimular.
Obviamente por su actuar recibió muchas miradas, unas curiosas, otras molestas, pero ninguna le importó realmente.
—¿Qué? ¿Se les perdió algo, imbéciles?
—Cálmate, Angie –Habló con voz queda Cherri, su mejor amiga–
Él al escucharla, volteó ligeramente su cabeza, ya que ella se sentaba detrás suyo.
Hablaron por un breve momento, hasta que el profesor se hizo presente.
—¡Buenos días jóvenes! –Saludó una voz grave y autoritaria–
—Buenos días profesor Oscar –Devolvieron el saludo de forma automática los alumnos–
¡Ah, el viejo Oscar! Un hombre mayor y malhumorado, pero estricto en su materia.
Matemática, era la clase que él impartía, clase en la que el joven rubio no era muy bueno.
—El día de hoy veremos un tema simple, El Teorema de Pitágoras.
La clase daba inicio y el chico de ojos rosados recordó la nota que Alastor le dió en la entrada, la desdobló sobre su cuaderno, leyendola mentalmente:
La detención inicia a la 3:00, no llegues tarde.
—Alastor.
—Será un largo día. –Suspiró–
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El reloj marcaba ya la una de la tarde, lo que a su vez significaba el final de la jornada de estudio y los alumnos abandonaban la escuela con rapidez, a excepción de los que participaban en un evento extracurricular y claro, los castigados.
Anthony no contaba con su estadía hasta tarde en la institución, así que no poseía alimentos sin contar el que nutría su vicio.
Tomó su única posesión deseada, una caja de cigarrillos e inició su camino hacia los baños más solitarios.
Ya en su destino, entró a un cubículo, procediendo a encender el tubo de nicotina.
El adictivo aroma característico se hacía presente con intensidad, Anthony dió la primera calada.
Sus pulmones eran llenados con el nocivo humo, hasta soltarlo con lentitud en un suspiro pausado.
Permaneció de esa forma hasta acabar su segundo cigarro, al consumirse este, lo apagó y depositó en un basurero de forma discreta.
Una sonrisa se le escapó al recordar a un idiota que incendió la basura por tirar uno que seguía encendiendo.
Se lavó las manos, enjuagó su rostro y cepilló sus dientes, el aroma que desprendía era inconfundible; mas no pensaba ocultarlo en vano.
Por último, abandonó los baños, comenzando a vagar por los pasillos.
Se encontraba cercano a los salones, pasando por el que sería su prisión durante las próximas 3 horas.
He ahí lo vió nuevamente, a través de las ventanillas, tras la puerta.
—Llegas justo a tiempo, Anthony; pasa.
El mencionado se sorprendió al oír sus palabras, pues había perdido la noción del tiempo durante su deambulación.
Tomó el picaporte y abrió la puerta, seguidamente entró con pasos decididos, no le temía a ningún castigo y menos al chico Sonrisas, como le solía apodar.
Alastor despegó su vista de los papeles que anteriormente leía, e hizo un ademán para indicarle al contrario que tomara asiento.
Este acató la orden, más por comodidad que por obediencia.
Adoptó una posición despreocupada en su asiento, recibiendo una mirada reprobatoria del mayor.
—Eres el único presente el día de hoy, D’angelo. –Mencionó con un tono ya conocido por el rubio–
—Sabes lo que eso significa ¿No es así, dulzura? –Respondió con coquetería en su voz, acomodando sus hebras rebeldes–
—Por supuesto que lo sé ¡Tendrás una lección de matemática con uno de los mejores en el tema!
La sonrisa y gestos que el castaño le demostró al soltar esa frase, le provocaron un disgusto a tal punto que no pudo disimular una mueca.
—¡Oh vamos! –Exclamó incrédulo– ¿Por qué perder el tiempo con números y figuras cuando podemos hacer un curso de anatomía aquí mismo?
—¡Ja! No haremos nada de eso hoy, querido.
—Estás atrapado conmigo, cariño, no creo que quieras desperdiciar la oportunidad.
—Anthony, déjate de juegos y dirige tu vista a la pizarra, comenzaremos con la explicación.
Su compañero no le prestaba el más mínimo de atención a esa orden, al contrario, se levantó del pupitre y con pasos agradecidos se le acercó.
Estando Alastor de espaldas al oji-rosa, anotando ejercicios en el acrílico, sintió las manos atrevidas del más alto abrirse paso en su cintura.
—¡Anthony te dije que...!
—No te hagas de rogar, Al. –Le susurró al oído– Tenemos un trato ¿Recuerdas?
—An... –Fue silenciado abruptamente–
—Conoces las reglas, ya no más Anthony, quiero que digas mi otro nombre.
—Nuestro acuerdo es cada vez más riesgoso, Ángel, no podemos seguir así.
Ángel sabía a qué se refería. Ellos dos tenían una relación clandestina, meramente pasional en las horas de detención.
Se habían visto a inicios del ciclo escolar y desde entonces, la curiosidad de ambos por el otro incrementó a tal punto de dar un paso más para conocerse.
Pero con cada "paso" que daban su relación de conocidos alcanzaba otro nivel.
Otro nombre, otro modo de tratarse, otro mundo que se mostraba al cerrar la puerta de un salón destinado a las almas rebeldes.
Una relación cuya existencia debía permanecer oculta, porque de lo contrario la reputación de ambos se vería aniquilada.
El desprestigio no era una opción y olvidarse tampoco.
Estaban atrapados entre el deseo y el deber, lo prohibido y lo sensato, la razón y el querer.
—Al menos dame una última vez, Alastor, no podemos dejarlo morir sin más. –Esta vez, sus frases eran emitidas con tonos que denotaban la carga emocional que portaban, él no estaba dispuesto a perder, a perderlo.–
El de lentes por su parte se giró, para intentar encarar a su amante, aunque debido al acorralamiento no tenía mucho espacio para moverse, así que terminó contra el pecho ajeno.
Suspiró antes de hablar, dubitativo en qué decir.
—Si te concedo esta última vez, no podré terminar nunca con esto, Ángel; eres un vicio, una vil sustancia que me arrastró al infierno, que hizo florecer en mí los deseos más primitivos que creí inexistentes en mi ser. Si te doy esta última vez... –Lanzó la ultima frase al aire, dejándola inconclusa y perdida en sus adentros–
"Si te doy hasta el final de mi ser, temo que me habré enamorado."
El rubio comprendió su situación, porque él también llegó a cruzar los límites de lo carnal hacia lo sentimental, también temía al qué dirán.
Pero más miedo le daba alejarse.
Y supo que el destino no estaba a su favor cuando, irónicamente, en la sala de detención había hallado el peor de los castigos para su corazón.
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Día 1 completado exitosamente, supongo(?
1410 palabras sin contar la nota.
Si desean dejar sus comentarios u opiniones se los agradecería mucho.
Saben, para este día tenía planeado que tuviera una temática escolar, pero nada más. Lo que ven aquí surgió de manera espontánea, pero me gusta el resultado.
Sinceramente pensé que quedaría peor por el hecho de quedarme "en blanco" por ciertos lapsos de tiempo.
PD: Alastor pasivo me da vida (nada que ver con el One shot pero quería decirlo).
Como sea, me dejo de divagaciones y nos leemos mañana.
Bye^^
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