𝔘́𝔫𝔦𝔠𝔬 𝔠𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬
El bote iza sus velas. Con un gran impulso hace camino por las temibles aguas del océano. Toda su majestuosa madera brillando con orgullo y la vela negra con símbolo de carabela se agita gustoso. La brisa es increíble, el sonido de los mares es hermoso, y cuando estás en un bote donde miles de personas te seguirían hasta el fin del mundo; te sientes imparable.
Saquear, navegar, sentir la libertad ¡Se siente todo tan genial!
Eso siente el Capitán Perth quién anda manejando el enorme timón que fuerza requiere. Ese hombre de tez dorada vistiendo una camisa blanca abierta en el tórax, unos pantalones marrones súper ajustados y botas negras de bordes caídos en el tope.
Sus dedos llenos de anillos y mugre bajo las uñas, su cabello desenredado como puercoespín a excepción de sus flequillos en cascadas sobre las cejas. No es tosco de cuerpo a pesar de sus amplios hombros. De hecho su rostro es bastante delgado únicamente que sus cachetes parecen dos almohadas, su nariz es tan ancha como la mitad de una y tiene unos labios carnosos sin cornisas largas. Ojos pequeños rasgados fijos en el mar que hay delante suyo. El timón se mueve de lado a lado en sus manos, gentilmente.
—La princesa ha de tener hambre ¿no cree, capitán? — Uno de sus tripulantes se asoma a las escaleras que dan con el timón, reposando un codo en el borde y sonriendole desdentado. Caderas para un lado. Cualquiera diría que es todo un coqueto. O en el peor de los casos: un gigoló. Sin embargo nada de eso se viene el caso. Los piratas son tres cosas: desordenados, alocados y amistosos.
—Así que la princesa secuestrada de Bartraàs tiene hambre. Me veo obligado a tener que alimentarla entonces — Supone el capitán soltando el timón con una despreocupada sonrisa curvando manos a los lados de sus hombros.
Baja los escalones a toda prisa pareciendo que brinca sus rodillas por ejercicio. —Ah, capitán — Llama el pirata cuando Perth iba pasando por su lado. Saca una manzana roja de uno de sus bolsillos. La ofrece al capitán. —esto le será bueno.
—Jum — El capitán toma la manzana. La escanea de lado a lado. —Gracias.— Le da un enorme mordisco antes de seguir el camino con su boca bien minúscula y los rebotantes cachetes llenos.
—¡Capitán! ¡Eso era para...! — Iba diciendo el tripulante, pero al notar cómo el capitán lo sigue de largo. Tal baja escalones para ir a lo profundo del bote. En lo profundo solo hay cañones. Al igual hamacas colgando del tejado. Pasando de esas cosas, poco más adelante, acompañada por la danzante luz de velas colgando de garfios metálicos cerca al techo, una hermosa mujer cuelga entre medio de todos los cañones.
Sus dos muñecas delgadas cuelgan del techo. Ella está cabizbaja con su sedoso cabello de risos cayendo como cascada tanto por los discos de su espalda como por sus hombros. Viste su mísera prenda de dormir: una túnica blanca bastante transparente.
Se reflejan sus senos de gran volumen. Las oscuras aureolas que tienen estos y bajando de ahí, su delicada intimidad que depilada parece estar.
El capitán se acerca a ella con pasos felinos. Cruzando pie frente a pie con un ritmo tambaleante. Solo emitiendo su confianza. Se detiene frente a la dama y le ofrece la manzana mordida.
—Princesa, ¿estás bien?
Él pregunta en un tono juguetón con la sonrisa más burlona de todas. Guiña un ojo para reírse él solito.
La dama va alzando su cabeza con el mentón bien echado para enfrente, sus carnosos labios magullados con un sereno enojo, y ojos delineados en negro entrecerrados. Cejas enarcando una "V".
—¿A quién llamas " princesa"? — Ella escupe un gargajo a la izquierda. Perth observa el gargajo. Alza sus cejitas.
—Bueno, esos no son modales de una princesa. — Él confiesa despreocupado volviendo a mirarla como un borrachito.
—Esa princesa murió en el momento en que me secuestraron. Así que dime — Ella resopla echando su cabeza para atrás queriendo coger un respiro de todos los risos que le caen a la cara. —¿cuándo empezaré a hurtar con ustedes?
Perth bufa una risa sin creer su actitud. —Qué, ¿hurtar?
—¿Para qué me tienes secuestrada por una semana entonces? — Ella respira hondo mirándolo igual de despreocupada. Alza sus cejas expectativa.
—Disculpa, preciosa, ¿no se supone que deberías estar gritando a por ayuda o suplicando a que vengan tus damas a salir de aquí?
—No — Ella brinca sus hombros simplona. Él se queda atónito aunque lo resume mostrándose fruncido y mirandola extrañado. La chica asoma su rostro a la manzana para tomar un mordisco. Ejerciendo mucha fuerza para arrancar un pedazo de manzana. Perth se le queda viendo en todo momento. Sintiendo muchos de sus rizos acariciar la mano que sostiene esa apetecible fruta. Ella aleja su rostro comiendo justo igual o más ignorante que él. Ambos mirándose. —no me importa que hayas matado a mi esposo, ni que me sacarás del Palacio: estaba aburrida allí. — Ella desvía la mirada con un suspiro dramático. Ojos cerrados como doncella. Él permanece viéndola.
—Así que. Qué van a hacer conmigo ¿Dejarme en una isla o dejarme saquear con ustedes?
—Realmente — Él dice fascinado. Ella sonríe con sus labios mientras mastica la manzana. —Eres un caso que jamás había visto. Huh. Pensé que molestar a la esposa de un noble bastardo me daría satisfacción pero me parece que he sido jugado.
Ella sigue con su sonrisa de labios sin dejar de masticar.
—¿Entonces? — Ella pregunta. —Me dejarás navegar con tu tripulación ¿Capitancito?
—Ciertamente — Él comienza acortando más el espacio con ella. Ella alza su mentón por inercia sin dejar de mirar fijo sus labios. Coqueta ella con esos párpados naturales de larga extension. Su cuerpo correspondiendo antes de tiempo.
Él muestra una llave entre los labios de ambos. Una delgada llave de cabeza circular. Dorada esta. Ambos miran la llave.
—Ya que tanto insistes te liberaré. Más vale no intentes trucos sucios.
—Nada de eso, Capitancito.
—Deja eso.
—No, señor.
—Jum — Él exhala fuertemente llevando la llave a los grilletes arriba de la morena. Aquella chica de color también mira mientras el moreno introduce la llave por ese hueco obsoleto. La penetra y gira rápidamente a la derecha. Sus grilletes abren y la chica queda en suspensión. Siendo jalada hacia abajo por la gravedad.
Antes de que ella pueda caer y lastimarse, él la atrapa en sus manos. Ella queda sujetada a sus hombros mientras él la sostiene de las caderas. Ambos vuelven a mirarse intensamente.
Los pies de ella al fin tocando suelo. Incluso los tobillos tienen grilletes. Estos, a excepción, no tienen cadena.
Se miran bonito. Él siendo delicado porque ella es mujer. Una vez la tiene cerca puede apreciar sus rasgos hermosos como mujer de color que es. Sobre todo esos ojos negros grandes de arco redondo.
—Huh, huh — Escucha sus exhalaciones como algo distante pero aún cerca. Simplemente se ha perdido en esos ojos abismales.
—Te deberé enseñar a usar una espada. — Él dice.
—Enseñarme a usar todas, pero ya yo sé usar una.
—¿Cuál, bella dama? O es decir — Carraspea intencionalmente. — ¿Bella pirata?
Ella baja una mano. Usa esa para plasmarla encima de la "espada" justo entre ellos, abajo de sus abdomenes. Cuando Perth mira abajo su mano se mueve de abajo a arriba sobre la tela del pantalón.
—Bella pirata, ¿eres estúpida? — Agarra aquella pequeña muñeca para entrarla en sus pantalones y hacer que ella agarre su paquete fuerte. —Dijiste que sabias usar esta espada. Deberías saber que con esta vas directo al objetivo.
Mel, la mujer, se le queda viendo coqueta. Ella comienza a sonreír grata que él le siga el juego. Un torpe juego, sí, pero para ella todo esto es una aventura. Jamás había experienciado algo como así.
Ella alza su mentón y toma la mano derecha de él para adentrarla bajo su túnica e posarla en su coño. Dedos justo en el clítoris. Ambos sin quitarse la mirada.
—Entonces, Capitancito, ¿por qué usted no me da placer a la vez? — Juega ella sin dejar de masturbar.
—Respetaba el dicho, ¿Cómo era? “Las damas primero”.
—Para ser un pirata usted tiene modales-- ¡Ah!
Él comienza a masturbar su coño. Frotando círculos en esos labios íntimos y húmedos. Casi adentrando los dedos entre ellos. Sus dedos empapandose.
—No lo soy tanto. — Perth sonríe mezquino.
—¡Ah! Ah.— Mel comienza a recibir contracciones en el pecho. Cada vez siente que va a caer al suelo, pero se mantiene de pie. Sus piernas quieren cerrarse, trata de no ceder a ese deseo tan mezquino.
La mano del capitán solo frota más rápido. Llevandola a la locura. Hasta que Mel agarra su brazo con la mano libre. Masturbando al moreno pero gimiendo fuerte con los dedos exquisitos del pirata.
—Siento que tu vagina no deja de mojarse con mis dedos — Él sigue masturbando. Detiene los dedos para encorvar su muñeca y entrar el dedo medio en ese apretado lugar. Eso fue la gota que colmo el vaso. Mitad del rostro de Mel cae sobre el pecho contrario. Su boca en una gimoteante "O". Ojos entrecerrados sintiendo el absoluto éxtasis.
Perth le acaricia la cabellera con una mano metiendo otro dedo en su interior. Ese la hace temblar.
—Aún no, preciosa. — Perth saca sus dedos. Ella gime anhelosa. Quería más. Él saca la mano que ella tenía hundida en sus pantalones. Todo con suavidad. Tratandola como un verdadero caballero; a pesar de lo que es. Un pirata podrá ser muchas cosas dentro de lo que cabe en “despiadado”, pero una vez encuentran una mujer o una familia en la cual apoyarse... La protegen con su maldita vida.
Mel observa como aquel Capitán desata los cordones de la túnica sobre el tórax. Una vez desatados posa sus manos sobre las telas en los hombros. Sin apartar su mirada de la mujer, desliza las mangas hacia abajo.
Esos hombros color chocolate se revelan junto con las clavículas. Hasta que ya las manos del capitán no deben remover nada más: la túnica cae por completo de su cuerpo.
Ella queda expuesta. Su cabello cubriendo la aureola de sus senos.
Perth se sienta sobre una rodilla. Acaricia los bordes de ambos senos con sus manos. Sintiendolos sedosos ante el toque. Agarra estos y los une. Rozandose el uno al otro. Solo así es que "come" suavemente de ambas aureolas. Abriendo su boca grande para pasarle la lengua.
—¡Oh! — Mel agarra el cabello de Perth con ambas manos. —Mm... Ah.— Él ladea su cabeza de lado a lado moviendo su lengua en ambos senos. Vuelve a "comer" de ellos, esta vez mirandola a la cara. Y los mantiene dentro de su boca para pasarles la lengua incontables veces. Mojandolas con saliva. Puramente empapadas.
Deja de "comer" para deslizar los besos bajo su abdomen. Trazando todo de este, incluso pasando el ombligo. Sube de nuevo a pararse en ambos pies. Se miran una vez más.
Ella pausadamente mueve sus manos a las mejillas contrarias. Tomándose su tiempo en mirarlo. Tiempo en tocarlo. Sentir su sedosa piel bajo la de ella. Acercan sus rostros pausadamente.
Entonces se besan. Cerrando sus ojos al instante. Dejándose sentir. Ambos sintiendo ese rayo electrificante que conlleva un primer beso. Se siente bien, demasiado bien.
Su conforte en el beso se refleja cuando ambos relajan sus hombros. Él rodea su pequeña espalda con sus manos grandes. Acceden a un segundo beso. Mastican sus labios sin usar los dientes. Suave. Frondosito. Como si estuvieran en un paseo de nubes.
Él abre los cordones de su pantalón. Tirando de ellos con suavidad hasta que los pantalones se aflojan y caen arrugados a las botas. Mel le abre la camisa.
Entre ambos la quitan. Tirando el pedazo de prenda por alguna esquina.
⚘☠︎
𝓟𝓻𝓸𝓷𝓽𝓸, ella está acostada en el suelo de madera con él encima mientras las velas los acompañan. Él despliega besos por el lateral de su cuello. Ella gime rozando sus dedos en el cuello contrario. Tira para atrás su cabeza con los ojos cerrados. Un suave gemido abandona esa pequeña boca.
—¿Estás lista? — Gruñe entre los incontables besos a su cuello.
—No deberías ni preguntarlo, Capitán.
—Uno trata de ser amable con ustedes las mujeres y este es el pago. — Se queja alzando su rostro para que se vean a los ojos.
—Así nos gustan. — Ella se muerde el labio inferior coqueta.
—Así las amamos. — Perth dice mirandola honesto a los ojos con una pequeña sonrisa de labios. Su respuesta le robó el aliento a Mel quién se le quedó viendo anonada.
Él lleva una mano a sus intimidades que, en la oscuridad no se veían, y se introduce dentro de ella poco a poco. Una vez dentro ambos gruñen fuertemente. La mano con la que acomodó su pene regresa a un lado de la chica. Mel tiene esas piernas suyas bien abiertas. Rodillas de tales a los lados de los glúteos expuestos.
Ya hundido, comienza a menear sus caderas de adelante a atrás. Haciéndolos rebotar. Lento. Tortuosamente lento.
Así es como comienza todo: lento. Por precaución a la chica. Además de que, una parte de él no puede evitar tratarla como una dama.
—Capitán — Ella gime desviando la mirada durante los suaves rebotes.
—¿Dónde está el "-cito"? — Se burla Perth con una sonrisa.
—Durante el sexo, te llamaré por cómo es.— Gime.
Ambos siguen así. En ese ritmo lento. Mel clava lo poco de sus uñas en sus amasados brazos. Rasgando un poco. —Más.— Ella gime.
Perth acelera las embestidas llevando sus fuerzas a su parte baja para moverse cómo lo ha Estado reteniendo. Ella gime tirando para atrás su cabeza mientras sumisamente deja su cuerpo rebotar. Siendo dominada por él. Disfrutandolo, sobretodo.
—¡Ah! ¡Ugh!— Ella se abraza a su cuello.
Perth sigue embistiendola rítmico. Él restaura su espalda quedando sentado de rodillas, alza las piernas de ella (sin soltarlas) sobre caderas, alzando así la parte baja de ella, y embiste así.
—¡Ah! ¡Ah! — Ella arquea su espalda cerrando sus manos en puños. Simplemente gimiendo sin más opción. Las cornisas de su boca se arrugan con el dolor del placer. Él no deja de embestirla y rodea la parte baja de ella (arriba de sus glúteos) para embestir sin distancia alguna.
Los senos de ella rebotando con más libertad. —¡Capitán, me voy a correr--! — Ella gime.
Él deja de rodear su parte baja y baja delicadamente sus piernas a cómo de lugar para volver a acostarse encima de ella y embestir sin fallos algunos. Rodea su cabeza con un brazo protegiendola de no golpearse contra el suelo por las embestidas.
Mantiene sus rostros cerca sin fallo alguno.
Hasta que se corren, Mel con una lágrimas bajando de uno de sus ojos. Perth viendola anonado aunque consternado. Gime pausadamente mientras sueltan sus fluidos.
—Ugh... Huh. — Gime él con gruñidos. —¿Estás bien? — Él limpia su lágrima con el dedo pulgar.
—Sí, es solo que presiento — Ella sonríe con los ojos vidriosos. —que vas a hacerme vivir muchas aventuras desde hoy.
Él comienza a sonreír feliz de que ella tenga vibras positivas.
𝓐𝓵 𝓭í𝓪 𝓼𝓲𝓰𝓾𝓲𝓮𝓷𝓽𝓮, cuando el sol está en lo más alto de los cielos, sombrea la silueta de una genial mujer que cuelga por las velas del bote pirata. Está se balancea hacia la derecha en los vientos. Su cabello risos flotando con ella.
Brinca soltandose de la cuerda y cae en el área del timón acuclillada. Botas puestas, pantalones ajustados negros, una chaqueta azúl pirata y camisa blanca de cordones en el pecho. Ojos delineados como pirata y una espada colgando de su cinturón.
Ella restaura su espalda con una sonrisa y camina hacia el Capitán que bien relajado va manejando el timón.
—¿Estás lista para los peligros de los mares? — Él pregunta con una sonrisa de labios sobre uno de sus hombros.
—¡Ja! ¿Yo? — Ella saca su espada y apunta delante de ellos, más allá de los mares y hacia lo desconocido. —Siento que eres mi brújula a seguir. — Dice girando su seductor rostro hacia él.
Él también la mira. Ahora ambos sonriendose con sus labios.
—Entonces nunca dejaré que te pierdas.
Promete él. —Capitancito.— Dice ella en una tierna voz burlona antes de besarlo. Los ojos del hombre se cierran, durante el beso se nota que él también está sonriendo.
Irían a lo desconocido, navegarían por lo peligroso, pero sobretodo; lo harían juntos.
Aventurado será el Capitán pero salvaje su reina.
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