❁•° T R E I N T A Y U N O °•❁
El timbre de la casa sonó y el mayor no dudo en ponerse de pie para recibir a los invitados. Por otro lado, un chico nervioso estaba arreglando su vestimenta lo más pronto posible. ¿Cómo hará para presentarse sin tener que tartamudear?
—Bienvenidos, pasen.
Primero entró Jung Hee seguido por el peli-negro, este se veía muy feliz, pero Han Gil pudo deducir que también estaba ansioso; lo podía notar porque su pie no paraba de moverse.
Chocó la mirada con el rubio e hizo una reverencia, él le contestó con una pequeña sonrisa. Sin embargo, cuando Dong Sun llegó a su lado sus mejillas rápidamente se pusieron rojas.
El chico rió bajito al ver tal escena, era una imagen tan tierna.
—¿Qué tal si vamos a la sala primero? Aún falta que el postre esté listo.
—Por supuesto.
Yori y Han Gil empezaron a caminar al dichoso lugar, dejando al último a los invitados.
—Te dije que trajéramos ese pastel de chocolate. —Jung Hee le susurró a su amigo, pero este solo sonrió mientras asentía.
—¿Yo que iba a saber que ellos comían hasta el postre?
—¡Ay, por favor! Por lo menos para ofrecer nuestro agradecimiento. No todos los días somos invitados a comer.
—Pueden tomar asiento donde gusten.
Tras esto, los dos hombres detuvieron su pequeña pelea para sentarse en el sillón más grande.
Han Gil no era capaz de apartar la vista de Dong Sun, a pesar que sólo era una pequeña cena en un hogar humilde, el peli-negro había sacado la mejor ropa de su armario. Quería lucir muy presentable para la nueva familia del menor, pero lo que más le importaba era lucir atractivo para él. Y sí que lo estaba logrando.
—Han Gil me habló un poco de ustedes —comentó Yori. —Y sobre sus recuerdos.
¿Recuerdos? —Pensó Dong Sun un poco sorprendido. ¿Será que ya era capaz de recordar aquella relación?
—Yori... por favor.
—En especial los que están envueltos en usted, Baek Dong Sun. —Lo ignoró. —Es así como se llama, ¿no?
Este asintió inmediatamente. —Es un gusto conocerle.
—Igualmente. —Sonrió un poco, luego dirigió la vista a la otra persona. Jung Hee parecía muy relajado. —Me disculpará, pero... ¿Cuál es su nombre?
—¿No cree que está siendo muy serio? —Susurró Han Gil, algo nervioso.
—¡Sh!
El otro chico rió y optó por una mejor posición, viéndose un poco más alto. —Shin Jung Hee, también es un gusto conocerle. No sé si lo sabrá, pero fui un amigo cercano de Han Gil.
—Algo así me comento... Es un poco complicado, él aún no tiene muy en claro sus ideas. Sin embargo... —Lo miró. —Es sorprendente escucharlo, como si hubiera reencarnado en otra persona, hay escenas que nunca te habrías imaginado. Todo esto es... nuevo para mí.
—¿Y qué opina su abuela?
—Ella... aún no lo sabe. No podemos abrirnos a ese tema porque tenemos miedo a como reaccione, desde que llegó Han Gil, le agarró un gran cariño. Ya saben, si es que él decide irse, será como si a nuestra abuela le arrancarán su otra mitad.
Dong Sun bajo la mirada lentamente, pensando en cada una de las palabras que hasta ahora, tenían mucha razón. El castaño le fue arrebatado de su vida de un momento a otro, conocía ese sentimiento de vacío y desesperación. Ahora aplicado en una anciana, ni siquiera podía imaginárselo.
Sin embargo, había una gran diferencia. A parte de que lo llevaba conociendo desde hace mucho tiempo, él había desaparecido sin dejar una señal, nadie conocía si estaba vivo o muerto. En cambio, al presente, si él decide irse, aún podría estar en comunicación y la distancia no se sufriría tanto como él lo llego a experimentar.
Cuantas veces soñó con tenerlo cerca, las ganas de abrazarlo y decirle que no estaba solo, era tan duro; porqué Dong Sun sabía que él no lo iba a escuchar y que tal vez nunca lo vería.
Cada día viviendo con todos esos pensamientos dolorosos, lo debilitaba. Sus sueños se rompían y las esperanzas, dejaron de crecer.
Hasta que su camino volvió a iluminarse.
—Entiendo perfectamente ese sentimiento.
Han Gil lo miró y su expresión cambió a una de tristeza. El ambiente se tornó muy incómodo y Yori decidió ir a la cocina para checar lo último de la cena, Jung Hee prefirió acompañarlo para que los chicos aprovecharan en charlar un poco.
Cuando la pequeña sala se bañó en el silencio, Han Gil comenzó a mirar toda la habitación como si nunca hubiera estado ahí. Se encontraba nervioso y no sabía si era el momento adecuado para hablarle sobre esa pulsera. Que podía recordar su origen y como fue algo importante para los dos.
No obstante, su cuerpo se congeló cuando escuchó aquella voz.
—Es un gusto estar aquí, de verdad, todo esto parece ser un sueño. Fueron varias noches en las que soñé que te volvía a ver, y ahora, aún no me lo puedo creer que esto es real. No sabes lo feliz que me pone. —Sus miradas se conectaron y el joven pudo notar como sus ojos brillaban, sintió un deseo de abrazarlo, pero prefirió guardarlo para más tarde.
—Fue un tiempo muy difícil, cada vez lo voy entendiendo. —Bajó su tono de voz, sintiéndose culpable de su dolor.
—Pero ya no más. —Le sonrió, una lágrima resbaló por su mejilla izquierda y Han Gil pudo notarlo.
Lentamente elevó su brazo y lo acercó al rostro del chico, ambos guardaron silencio, pero de fondo se podía escuchar las voces provenientes de la cocina las cuales, no eran muy claras. Cuando el pulgar llegó a su mejilla, fue muy cuidadoso en retirarla. Dong Sun seguía mirándolo mientras disfrutaba el roce de la persona que más amaba. Un roce que por tanto tiempo lo deseo. Lo tomó de la mano y pudo descifrar como el castaño se ponía nervioso, quería ser delicado y cariñoso, quería... permanecer de esa manera para toda la vida.
—Dong Sun... —Pronunció bajito. El nombrado sonrió (sin mostrar los dientes). —Tengo que decirte algo importante.
—¿Qué es? —También preguntó bajito.
Se tomo su tiempo para hablar.
—Yo puedo rec...
—¡Chicos! Ya pueden pasar al comedor. —El grito de Yori hizo que los chicos despertaran de su burbuja, ambos cambiaron sus miradas a la puerta de la cocina donde vieron como Jung Hee pasaba por ella. Al notar la posición en la que se encontraban, rápidamente pidió disculpas y se volvió a meter al cuarto. Tan solo quería hacerse la idea de que no arruinó el momento.
La sala volvió a sumergirse en el silencio hasta que la risita del peli-negro comenzó a escucharse, al principio el menor lo miró confundido, pero luego fue contagiado por su acción. Cada vez se convencía que la sonrisa del contrario es una de las imágenes más bellas que podía tener el mundo, y, sobre todo, deseaba ser la razón de su felicidad.
—¿Te quedarás después de la cena? Quiero entregarte algo.
—Si tú quieres que me quede, lo haré.
HyunJack.
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