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Narra Victoria

Caminamos hasta las orillas del mar, pequeños puestos y juegos se encontraban en la arena.

Caminamos hasta estar en el ambiente, luces alumbraban alegremente sin evitar una sonrisa se dibujo en mis labios, nos detuvimos al llegar a un puesto de tiros.

Victoria: ¿Eres bueno en el baloncesto?
José: soy un experto (sonríe arrogante)
Victoria: está bien (finjo no verlo) quiero el peluche más grande.
José: lo tendrás (toma el balón), ¿Cuántas canastas?
Xx: seis canastas y el peluche es suyo.
José: está bien.

No pude evitar ver los intentos de canasta de José, en el penúltimo tiro aventó demasiado fuerte la pelota que rebotó y fue a parar en su rostro, solté una carcajada mientras su cara estaba roja, nuestros dos guardias intentaron disimular la sonrisa en sus labios.

Victoria: trae aquí (le quitó el balón y lo empujó) aprende de esta maestra.
José: ya veremos.
Victoria: te tragaras tus palabras.

Desde mi infancia mis padres nos inculcaron en el camino de los deportes, cuando di las siete canastas el hombre encargado del puesto me dio a escoger mi peluche.

Xx: escoga señorita (señala los ojos gigantes)
Victoria: quiero el panda por favor.
Xx: claro señorita.

En lo que el hombre bajaba el peluche voltee hasta José donde su cara era un poema, una sonrisa burlona se formó en mis labios.

Victoria: ¿Sigues dudando de tu esposa?
José: no lo creo.
Victoria: más te vale.
Xx: aquí tiene señorita.
Victoria: gracias.

Recibí aquel peluche gigante un poco más alto que yo, uno de los guardias los tomo para luego entregárselo a otro y este se lo llevará a la camioneta, José pago las dos rondas del juego y seguimos con nuestro recorrido, nos acercamos a uno de los puestos dónde está ves se jugaba con dardos.

Victoria: dardos (jalo su brazo) ¿Jugamos?
José: claro.
Victoria: juego para dos (extiendo el dinero)
Xx: claro señorita.
José: gracias (recibimos los dardos)
Xx: explico brevemente, el que obtenga más puntos se llevará los mejores premios.
Victoria: entendido.
José: te ganaré.
Victoria: eso crees (me burló)

Comenzamos a tirar hasta que los cinco dardos estaban en el tablero, Jose se ganó un pato de peluche y yo una linda almohada en forma de Bob esponja.

Seguimos jugando en pequeños puestos, llegamos a los juegos mecánicos y nos subimos a uno llamado "Hice", consistía en que se elevaba hasta una altura de alrededor de 245 metros y al llegar al límite este daba un gran bajón.

Nos subimos a las sillas que formaban parte del juego, uno de los encargados  coloco los seguros de las sillas e hizo lo mismo con los demás, minutos más tarde el juego comenzó a moverse y el aro donde estábamos comenzó a subir, observe a José el cual tenía su cara pálida y sus ojos cerrados.

Victoria: cariño, mira que hermosa vista.
José: si,si,si,si claro amor (dice sin abrir los ojos)
Victoria: ¿Por qué tienes los ojos cerrados?
José: por nada, solo me arden (se excusa)
Victoria: ¿Tienes miedo?
José: no,no (habla rápido).
Victoria: ¿Por qué no abres los ojos?
José: ¿Contenta? (Abre los ojos de golpe)
Victoria: claro, ¿Te sientes bien cariño? Estas pálido.
José: si,si, solo un poco mareaaaaaa.

No termino de decir la oración ya que el juego ascendió de golpe haciendo que diéramos un movimiento brusco, ascendió un poco más lento hasta bajar del juego José corrió hasta uno de los botes de basura vomitando las papas que antes habíamos comido, camine hasta el y uno de los guardias me entrego una botella de agua.

Cuando José terminó de vomitar le di la botella con agua, se enjuago la boca y luego se seco con un poco de papel.

Victoria: ¿Estas mejor?
José: si, gracias.
Victoria: podemos irnos si no te sientes bien.
José: estoy mejor (me sonríe), ¿Vamos a los caballitos?
Victoria: no lo creo (me río), vamos a los carritos chocones.
José: claro amor. (Se adelanta un poco)
Victoria: dime qué has grabado todo (miro a Dante)
Dante: claro que sí jefa.
Victoria: gracias (chocamos palmas)

Nuestra noche recurrió así, entre bromas nuestros guardias se incluyeron, no estaban como escoltas si no como dos amigos más, del lugar llevamos muchos regalos que ganamos en los pequeños puestos, cenamos unas ricas amburguesas con una coca cola fría, ya era tarde y el frío comenzo a manifestarse, José se quitó el suéter y me lo dio, me lo puse sintiendo su perfume embriagarme.

Nos montamos a la camioneta para irnos de regreso a casa, coloque mi cara en el hombro de José cerré mis ojos quedando profundamente dormida, hoy había sido un gran día, el mejor día.

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