𝕂𝕦𝕣𝕠𝕠 𝕋𝕖𝕥𝕤𝕦𝕣ō: 𝔽𝕠𝕠𝕝

Fool

Palabras: 2107

Advertencias: ninguna.

Desde el primer momento en que me di cuenta de que estaba desarrollando pequeños sentimientos hacia el capitán del equipo de volleyball de la preparatoria supe que estaba acabada. No solo yo pensé eso, pues cuando se lo comenté a Yaku, mi mejor amigo, opinó exactamente lo mismo que yo. En muchas ocasiones había intentado acercarme al número uno del equipo, pero siempre terminaba siendo ignorada cuando lo apoyaba desde la banca o cuando intentaba entablar una conversación con él siempre se terminaba yendo a los pocos segundos debido a algún pendiente escolar o del club.
Yaku me aconsejó acercarme primero al armador, recordaba perfectamente sus palabras.

"Quizá tu llave maestra sea agradarle a Kenma primero".

Por supuesto que no hice caso a sus palabras. Con el tiempo comencé a rendirme y mis intentos por ser el centro de atención del capitán fueron desapareciendo. Pasaron semanas, meses e incluso años hasta encontrarme en ese momento de mi vida en el que mi mente pasaba más tiempo pensando en qué sería de mi futuro en vez de pensar en mi fallido romance adolescente. Cursaba mi tercer año junto a Kuroo y a lo largo del tiempo lo vi crecer como jugador hasta llegar a su actual rol de líder del equipo; sin embargo, aquellos sentimientos aún permanecían en lo más profundo de mí a pesar de los constantes intentos por reprimirlos y olvidarme del azabache.

— ¡Hey, ___!

Me giré observando a mi mejor amigo acercarse con un pelota de volleyball en sus manos, detuve mi mano que escribía en un cuaderno para poderle atención notando que detrás suyo también lo acompañaban otros jugadores de los cuales muy probablemente me habría olvidado el nombre.

— Hola, Yaku. — Sonreí a la vez que empezaba a guardar mis cosas. — ¿Terminaste el entrenamiento?

— Así es. — Él estiró una de sus manos hacia mí, con su ayuda me puse de pie y tomé mi mochila colgándola sobre uno de mis hombros. — Los chicos quieren ir a comer a un restaurante cercano y me ofrecieron invitarte ¿Vienes?

— No quiero molestarlos. — Yaku arrugó el entrecejo en desacuerdo. Lo pensé por unos segundos. — Uhm... No ando mucho dinero en el bolsillo.

— Yo invito, no te preocupes.

Ni bien había terminado de hablar, el líbero ya había tomado mi muñeca para arrastrarme consigo a aquel restaurante en el que comeríamos. Los otros jugadores que iban tras nosotros estaban demasiado concentrados en la charla que llevaban teniendo desde que Yaku había llegado por mí, por lo que después de un cortés saludo no volvimos a intercambiar palabras.

— Esta podría ser tu oportunidad, ___. — Yaku sonrió mientras subía y bajaba sus cejas en repetidas ocasiones. Solté una carcajada por su divertida expresión.

— Creí haber dejado en claro que ya no estoy interesada en él, me esforcé lo suficientemente durante dos años, no sumaré un año más.

— Oh, vamos~... Sé que aún hay algo dentro de ese duro corazón tuyo. — Habíamos llegado al restaurante, su insistencia se detuvo para abrir la puerta y señalar el interior invitándome a pasar. — Aprovéchalo al máximo, ___.

Susurró a lo último, le agradecí por su actitud caballerosa ignorando el resto de sus palabras.
Nos dirigimos a la mesa en la que estaban los demás miembros del equipo, no fue difícil encontrarla ya que era la más ruidosa del lugar.
Mis pies se pegaron al suelo por un segundo observando al azabache quien reía fuertemente contagiando a los que se encontraban a su alrededor.

— ¡Llegamos! — Yaku saludó a todos con la mano.

— Oh, trajiste a ___. — Nobuyuki saludó cortésmente hacia mí, devolví el saludo.

— Por supuesto que mi chica favorita no podía faltar. — Yaku tomó mi mano guiándome hasta la mesa e invitándome a tomar asiento junto a él.

A su lado y casualmente al lado de cierto jugador de azabaches cabellos.

Saludé al resto de los chicos intercambiando algunas palabras en la espera de que la comida llegara. La mesa de encontraba lo suficientemente alegre y animada como para aburrirse, por lo que no pasó mucho para que comenzara a seguirles la corriente.

— Hey, ___ ¿Qué tal los exámenes? ¿Aprobaste todas las asignaturas? — Hice una mueca, la mayoría de chicos rió escandalosamente.

— Me esforcé lo más que pude; sin embargo, no aprobé todas las clases... — Respondí rascando mi nuca algo avergonzada.

— Deberías poner más atención en clase, ___-chan, siempre estás distraída con otra cosa.

Mis ojos se movieron hacia mi izquierda al escuchar al capitán dirigir la palabra hacia mí. No me observaba, solo llevaba a su boca trozos de un pequeño bollo de pan en sus manos.

— Bueno... Creo que ___ se esfuerza bastante, no es su culpa que algunos exámenes sean demasiado difíciles. — Yaku saltó a defenderme. Solté un suspiro acomodándome en mi asiento antes de reír sin ganas.

— Sí... No todos somos unos cerebritos.

La mesa quedó en total silencio. Los movimientos de Kuroo se detuvieron y momentos después dejó el último trozo de aquel bollo sobre su envoltorio correspondiente.

— Ya veo. Tienes razón, no todos son buenos en la escuela. — Sus ojos se elevaron hasta encontrarse con los míos. Una sonrisa apareció de repente en su rostro. — Es por eso que te ayudaré a partir de ahora, aprobarás todas las clases.

Un suspiro grupal sonó en señal de alivio y el ambiente tenso desapareció de manera casi instantánea. Elevé una ceja sin apartar la mirada de él.

"Nadie ha pedido tu ayuda" pensé.

— ___-chan, sígueme.

Me sobresalté al escuchar su susurro cerca de mi oído, parpadeé un par de veces confundida ¿Qué era lo que planeaba hacer?
Giré mi rostro para observar a Yaku y hacerle un par de señas, él comprendió de inmediato asintiendo.

Me puse en pie y caminé detrás del capitán hasta salir del restaurante por la puerta trasera.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo, hacía demasiado frío y había dejado mi suéter adentro.

— ¿Hace mucho frío? — Él se giró observándome.

— No. — Mentí. — Al contrario, adentro hacía bastante calor.

Sus ojos se entrecerraron como si intentara ver en mi interior. Sus pies comenzaron a moverse en mi dirección, por lo que yo comencé a retroceder instintivamente.

— Dime algo, ___-chan. — Elevé mis cejas en señal para que continuara. — Desde que comenzamos a cursar nuestro tercer año te he notado algo distante, incluso podría decir que evitas a toda costa acercarte a mí.

— ¿Si? No me había dado cuenta de eso. — Mi espalda chocó con algo duro, giré mi rostro observando la pared que había detenido mi desplazamiento. — Quizá solo maduré, no soy la misma niña tonta que cuando ingresé a primer año.

— No, no es eso. — Él se detuvo. — Hay algo más, pero no logro descifrarlo.

Por supuesto que había algo más.

Después de haber estado dos años luchando por ser notada y tan solo recibir poco interés de su parte había llegado a mi límite y decidí renunciar a cualquier idea de estar con él. Muchas veces llegué a pensar que era lo suficientemente estúpido como para no darse cuenta, pero al final solo era un hombre demasiado enfocado en cosas demasiado específicas que capturaban toda su atención y no le permitían ver otros pequeños detalles de su alrededor. Sin embargo, quizá me di cuenta muy tarde de ello, pues para ese momento ya no quedaban fuerzas en mi interior para continuar luchando. O eso pensé.

— Me gustas desde primer año y me cansé de luchar por ti.

Mi cuerpo entero se heló y una de mis manos viajó a mi boca cubriéndola como si de aquella forma pudiera devolver las palabras y evitar que escaparan.
La expresión en el rostro de Kuroo no había cambiado, pero podía notar una pizca de confusión en él.

— ¿Gustas de mí?

No respondí. No sabía qué responder.

Mi corazón se hizo pequeño y empezó a doler cuando le escuché reír fuertemente, girándose y apretando su estómago como si todo aquello fuera un gran chiste.

— Debes de estar bromeando, ___-chan. — Sus risas no se detenían, solo aumentaban.

Entonces, mis ojos comenzaron a humedecerse al sentirme humillada. Aquello no era para nada gracioso, no lo era.
Kuroo se giró y sus risas de detuvieron de golpe a notar la expresión en mi rostro junto a aquellas lágrimas que descendían por mis mejillas una tras otra. Sus ojos se abrieron con gran sorpresa acercándose a mí a paso rápido.

— Carajo, espera, no llores. Déjame explicártelo. — Sus manos comenzaron a moverse con duda antes de tomar mis hombros y acercarme a su pecho.

Cerré mis ojos, pero el llanto no cesaba.

Se sentía bien, era agradable estar entre sus brazos incluso si ya no estaba del todo segura de qué estaba pasando en ese momento.

— Yo... Cómo decirlo... Uhm...

— Solo déjame sola. — Susurré débilmente. Su agarre alrededor de mí aumentó. — No quiero escucharlo, déjame sola.

— No haré eso, tonta. — Pude sentir su nariz hundirse entre mis cabellos. — De verdad... Eres como el astato.

Alejé mi cabeza de su pecho para observarle con confusión. Sus mejillas comenzaron a tomar color antes de reír.

— Es el elemento más difícil y raro de encontrar en la tierra. — Fruncí el ceño, una mueca apareció en su rostro.

Kuroo suspiró tomando mi mano y llevándome a sentar sobre una banca que había allí afuera.

— Fue raro escuchar que gustas de mí, porque... También me gustas, ___-chan. — Su mirada esquivó la mía. — Solo que soy lo suficientemente tonto como para decírtelo, creí que no te gustaría un friki como yo.

Y como si un ratón me hubiese comido la lengua, ninguna palabra salió de mi boca. Kuroo volvió a fijar su mirada en mí con una expresión apenada.

"¿Significa que lloré por nada?".

— ___-chan, de verdad me gustas, es por eso que no podía evitar huir cuando estabas conmigo por mucho tiempo... Es decir, podría espantarte si llegaba a soltarte mis mejores chistes químicos.

— Eres un idiota. — Reí limpiando la humedad restante en mis mejillas y pestañas. — No sabes el mal rato que me hiciste pasar.

— Siento mucho eso, era demasiado bueno para ser verdad. — Su pierna derecha comenzó a moverse con rapidez en un mismo sitio, de seguro pensando en qué decir o hacer. — Pero ahora que sabemos que tú me gustas y yo te gusto.

Me sorprendí al verle inclinarse hacia el frente y sonreír rozando nuestros labios.

— ¿Puedo pedírtelo?

— ¿Pedir qué? — Pregunté observando detalladamente sus labios. Eran delgados, pero definidos y tenían un tinte rosa muy atractivo.

— Ser mi novia, por supuesto. — Mi mirada subió a sus ojos, una pequeña sonrisa apareció en mi rostro. Parecía seguro, pero esa seguridad no tardó en romperse y dar paso una vez más al nerviosismo. — Claro que si prefieres que nos conozcamos un poco más antes de formalizar podemos hacerlo.

Reí negando con mi cabeza, estiré mis manos hacia él y tomé sus mejillas sin dudar un segundo más en unir nuestros labios en un suave toque. Después de tanto tiempo por fin pude sentirlos, deleitándome con su dulce sabor y suave textura.

Pude sentir sus grandes manos en mi cintura acercarme más a él, convirtiendo aquel beso que en un inicio era inocente e inexperto en un beso más profundo y lleno de felicidad y deseo. Por mucho tiempo estuve segura de que Kuroo debía ser un tonto en el área del amor, pero aquella idea desapareció cuando sentí que me derretía ante su toque. Sus dientes tiraban de mis labios carnosos y su lengua les seguía delineando los bordes con delicadeza, la situación había pasado de ser emotiva a ser calurosa sintiendo la necesidad de acercarnos más aun cuando no era físicamente posible.

— ¡Hey, ustedes dos! ¡La comida ya está servida, si no se apuran no comerán nada! — La voz de Yaku destruyó aquella burbuja de pasión que entre ambos había.

Nuestros labios se separaron y por un segundo sentí la necesidad de volver a buscarlos, pero me contuve. Mi lengua se deslizó sobre mis labios antes de reír y ponerme en pie caminando de vuelta al restaurante.

— Espera ¡Oye, ___-chan! ¡Aún no respondes mi pregunta! — Kuroo comenzó a caminar detrás mío con rapidez. — Dime si serás mi novia o no.

Me detuve, le escuché hacer lo mismo y momentos después me giré para mirarle sonriente.

— Creí que ese beso sería suficiente respuesta para ti, capitán.

Una enorme sonrisa de estiró en su rostro acercándose hacia mí con rapidez para depositar un corto beso en mi mejilla. Su mano tomó la mía entrelazando nuestros dedos y entrando una vez más al restaurante.

Una ola de gritos y felicitaciones fue la que nos recibió por parte de los chicos al observarnos llegar tomados de la mano hasta la mesa.

— ¡El capitán ha sido gobernado!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top