ℝ𝕚𝕟𝕥𝕒𝕣ō 𝕊𝕦𝕟𝕒: 𝕃𝕦𝕔𝕜𝕪 𝕗𝕒𝕟
Lucky fan
Palabras: 1536
Advertencias: ninguna.
Debía admitirlo, antes de llegar a conocer al bloqueador central de Inarizaki fui tentada a cumplir la maravillosa idea de unirme a ese pequeño club de fans que los jugadores del equipo tenían en secreto. Si bien los chicos eran conscientes de su popularidad, no debían de estar totalmente conscientes de que después de las clases y un breve momento antes de las actividades de los clubes, un grupo de chicas -y uno que otro chico- se reunían para ser los mayores fanáticos de los increíbles jugadores de volleyball.
Como era de esperar, habían unos cuantos chicos más famosos que otros entre los fans, pero por supuesto los que destacaban allí siempre eran los gemelos, el capitán y cierto castaño de ojos verdosos.
Para mi buena o mala suerte, en una ocasión me vi envuelta en una discusión familiar y estaba llegando tarde al juego que entre todos habíamos acordado asistir para apoyar a los chicos y ser los que más fuerte gritaran demostrando nuestro apoyo. En resumen, mi padre le había puesto el cuerno a mi madre quien estaba realmente furiosa y amenazaba al hombre con sacarlo de la casa y obligarlo a hacerse responsable de sus hijos, pues éramos tres hermanos. Ambos progenitores creyeron que era el momento perfecto para obligar a sus hijos a decidir con quién pasarían el resto de sus días hasta volverse independientes en un momento estresante y traumático para todos los que residían en esa casa.
— "Tengo mejores cosas que hacer". — Fue lo que dije antes de tomar mis cosas y caminar hacia la puerta principal. — "Elijo a mamá".
Una vez, me libré de aquella situación tomé el siguiente autobús que se dirigía a la cancha en donde los chicos estarían jugando... O quizá ya estaría terminando el juego. Durante el viaje iba recitando una y otra vez una petición para que el juego continuara, que los chicos del equipo rival fueran lo suficientemente buenos como para que el partido se extendiera hasta el tercer set.
Vaya suerte, pues cuando llegué pude observar a muchas personas fuera de la cancha hablando entre sí. A lo lejos, el grupo de fanáticos que conocía se acercaba hacia mí con una expresión preocupada y de confusión. Fui cuestionada por mi ausencia al partido, después de todo, era una de las personas más emocionadas cuando de ver a los chicos jugar se trataba. Sus rostros decepcionados al contarles lo sucedido fue lo que vi antes de escuchar unos gritos a lo lejos.
— ¡Son los chicos! ¡Quizá los puedas ver después de todo, ___!
Bueno, no es como si no los viera diariamente en la preparatoria.
Me acerqué a la pequeña multitud solamente para observar a los chicos, o bueno... Observarlo a él en específico. Mis ojos se movían de un lado a otro intentando encontrarlo entre todos los jugadores, estudiantes y fanáticos que había en el sitio, pero no lograba hallarlo.
— ¡Oh, es la chica de ojos lindos! — Un enorme silencio se instaló en el lugar al escuchar al armador exclamar aquella frase mientras su mirada se posaba en mí y su dedo apuntaba a mi dirección.
"¿Que yo qué?"
Cientos de pares de ojos se dirigieron a mí tras escucharse el grito del gemelo rubio. Por instinto me giré hacia atrás y observé a mis lados, no había nadie a quien considerara tener ojos lindos; es más, no había nadie, pues todos habían retrocedido un par de pasos lejos de mí.
— Tú.
— ¿Yo? — Me señalé a mí misma, Atsumu asintió acercándose y tomando de mi muñeca para arrastrarme tras de sí. Giré mi rostro para observar a mis amigos quienes parecían estar alucinando tan fuerte como yo. — Espera, Atsumu... ¿Qué significa esto?
— Ya lo verás, persona que no conozco.
Fui guiada hasta llegar a un sitio con menos personas, allí habían dos jugadores más del equipo: el otro gemelo y cierto castaño de ojos claros. Miré a Atsumu quien me sonrió y guiñó un ojo intentando transmitir confianza, aunque terminó logrando todo lo contrario. Es decir, era fan de aquellos jugadores, pero aún así tomaba mis medidas de precaución por si algo se salía de control.
— ¡A que no adivinas a quién encontré, Suna! — Las miradas de Osamu y Suna fueron hacia Atsumu quien me llevó hasta estar finalmente al lado de los otros dos jugadores. — ¡Encontré a la chica de ojos bonitos de la que tanto hablas!
No tenía que ser demasiado inteligente para darme cuenta de que Osamu no sabía absolutamente nada de aquello y el castaño mucho menos, pues sus ojos parecieron abrirse un poco más con sorpresa por un corto segundo al verme antes de volver a ver al armador.
— ¿Qué crees que haces, Atsumu? — Osamu se acercó a nosotros apartando la mano de su hermano de un manotazo. — Disculpa a mi hermano, es un grosero sin modales.
— ¡Samu! ¡Hice lo que cualquier amigo haría!
Arrugué el entrecejo con confusión observando de a ratos a cada uno de ellos, un silencio incómodo comenzaba a instalarse en el sitio y la única solución que veía razonable era huir.
— Uhm... Chicos, creo que todo esto fue un malentendido, yo... Creo que me iré. — Hablé. Los gemelos me miraron por un momentos antes de gritar un "¡No!" al mismo tiempo.
Les observé algo confundida, después volteé a ver a Suna quien se mantenía en silencio observando la situación. Atsumu y Osamu hacían gestos y expresiones un tanto complicadas de entender para mí mientras que el bloqueador continuaba viéndolos con el mismo desinterés de siempre.
— Tú, chica. — Miré a Atsumu. — Quédate aquí.
Y como si nos conociéramos de toda la vida, los gemelos salieron huyendo del lugar dejándome totalmente a solas con el castaño quien ahora me miraba colocando toda su atención sobre mí.
— Suna, lo siento. — Me disculpé. — Esto debe ser un error de ese par de tontos.
— No, no lo es. — Lo observé adentrar las manos en los bolsillos de su pantalón y momentos después colocarse en pie correctamente, pues se encontraba apoyado con anterioridad a una pared. — No creo que no me conozcas, ___.
Le mire con sorpresa, no esperaba para nada que fuera conocedor de mi nombre, pues nunca antes habíamos entablado ninguna conversación.
— Desde que me di cuenta de que asistías a nuestros juegos no te había visto faltar a ninguno solo. — Aparté la mirada avergonzada al escuchar aquello, de seguro me vería como toda una acosadora. — Por eso me pareció raro que en el juego de hoy no estuvieras en ningún lado, te busqué en ambos lados de la cancha, pero no estabas ahí.
— Sí, bueno... Pasaron un par de cosas y no pude asistir por más que intentara llegar a tiempo al juego. — Reí con algo de decepción. — Al menos pude verlos al final.
Le miré, no decía nada más y no quería que las cosas comenzaran a ponerse incómodas. Giré mi cabeza a un lado buscando alguna excusa para poder escapar de allí y evitar que cometiera alguna tontería por mi nerviosismo.
— Hay algo más. — Su voz volvió a llamar mi atención una vez más. Su mirada parecía estar perforando mi cabeza para lograr ver lo que pensaba en ese preciso momento lo que hacía que mi cuerpo temblara en su sitio. — ¿Te apetece tomar algo?
— ¿Qué?
"¿Qué?"
Una de sus cejas se elevó. En ese momento probablemente había olvidado incluso mi nombre y apellido, estaba simplemente en blanco. Reí con evidente nerviosismo antes de rascar mi nuca y asentir.
— Bueno, creo que no estaría mal... Además, todavía me queda algo de dinero. — Respondí finalmente, él soltó una risilla nasal.
— Guarda tu dinero, yo invito.
Un revoltijo de emociones se apoderó de mí al escucharle y después observarle hacer una seña con su mano para que lo siguiera a donde fuera que me llevara. Bien, quizá las medidas preventivas se habían ido al carajo para ese punto.
De esa manera conocí entonces a quien ahora era mi oficial pareja, después de esa "primera cita" y todo el tiempo que transcurrió desde entonces me di cuenta de que quizás el bloqueador central no era como yo lo pensaba. Si bien era realmente una persona un tanto seria, cuando entraba en confianza podía ser muy carismático y gracioso, pero debía admitir que sus chistes eran malísimos. También llegaba a ser algo romántico a su manera.
Tras salir por un tiempo, Suna decidió que era el momento para quizá dar el siguiente paso a nuestra relación y su manera de pedirlo fue sencilla, pero adorable. Junto a los gemelos creó el plan perfecto para distraerme por unas horas y al final del día arrastrarme hasta una pequeña cafetería situada en lo alto de un mirador. No fue de extrañar que apenas Suna y yo nos encontramos ellos salieran corriendo del lugar para dejarnos a solas. Ese día logró entrar en mi lista de diez momentos que más apreciaba de mi vida. Observamos el atardecer y tomamos un café juntos hasta que se hizo de noche y volvimos a casa. Si tuviese la oportunidad de hablar con mi yo del pasado, definitivamente no se creería que ahora éramos las afortunadas de ser las novias de Suna Rintarō, el bloqueador central del equipo de volleyball de la preparatoria Inarizaki.
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