ᴛꜱᴜᴋɪɢᴜɴɪ ʏᴏʀĪᴄʜɪ: ꜱᴀᴠɪᴏʀ + ꜱᴍᴜᴛ
Tsugikuni Yorīchi: Savior
Palabras: 2551
Advertencias: demonios, asesinato, relaciones sexuales, sexo sin protección.
El olor a madera quemada y comida recién hecha inundaba toda la casa mientras la delicada mano diestra de la mujer presente revolvía el contenido dentro de aquella cacerola terminando de cocinar la cena para esa noche. La brisa fresca de la noche se colaba por toda la casa generando escalofríos una que otra vez por la espalda de la fémina quien no podía esperar más para cenar y acurrucarse entre sus calentitas sábanas. Nunca era conocedora de si pasaría la noche acompañada o sola, sin embargo, siempre se aseguraba de hacer comida para dos por si repentinamente su esposo llegaba tarde por la noche hambriento y con frío.
Inclinando su torno de manera ligera inhaló el aroma de la comida para seguido dar una probada al caldo con una pequeña cuchara asintiendo al asegurarse de que todo estaba en orden y su sabor era perfecto. Con su diestra tomó un tazón y con la zurda se sirvió un poco de aquel caldo que calentaría su cuerpo un poco para pasar la noche de una mejor manera. Una vez servida la cena, se dirigió a la pequeña mesa que había en la sala de estar y se sentó dando inicio a la hora de cenar, aun cuando solo era ella en ese lugar. Incluso si sonaba presumida no podía evitar halagar su cuchara, desde que su madre le había enseñado a cocinar se destacó por hacerlo de la mejor manera, preparando las mejores comidas de su familia. Lamentablemente, estando en sus veinte años ya no había ningún familiar a su lado que fuera capaz de probar sus nuevas recetas perfeccionadas, pues todos ellos habían terminado por ser víctimas de los dueños de la noche.
Los pensamientos nostálgicos amenazaban con hacerse presentes en su cabeza, sin embargo, el crujir de las ramas fuera de su casa le pusieron en alerta de manera inmediata. Su primera reacción fue quedarse inmóvil, intentando no llamar la atención de nada ni nadie, pero cuando una ventana fue repentinamente rota en cientos de pedazos y un cuerpo extraño entró por aquel orificio empezó a correr hacia su habitación.
"Toma la espada y corta su cabeza".
"Toma la espada y corta su cabeza".
"Toma la espada y corta su cabeza".
Las palabras de su esposo resonaban por su mente una y otra vez mientras corría con el único objetivo de tomar aquella vieja espada, pues en ese momento era su única salvación contra el demonio que había irrumpido en su hogar. La brisa que entraba a su casa se había intensificado al igual que la adrenalina que recorría su cuerpo en tan solo segundos mientras escuchaba y sentía como aquel monstruo la perseguía con gran agilidad escalando paredes y techos.
Una vez estuvo frente a su habitación abrió la puerta con todas sus fuerzas y se acercó a su armario, abriendo las puertas y sacando de este una espada vieja que se pintaba de negro por los años. Su cuerpo se giró hacia la entrada esperando por aquel ser y en pocos segundos su cabeza hizo su aparición desde arriba, una enorme sonrisa de filosos dientes decoraba el rostro de aquel demonio que se acercaba a la fémina desde el techo. El sudor recorría todo el cuerpo femenino, sin embargo, su respiración se hacía más lenta debido a su concentración para atacar en el momento exacto o prepararse para morir. Ser asesinada y devorada por un demonio no sería nada nuevo entre su familia, por lo que no se extrañaría si su destino fuera perecer de la misma manera que todos sus parientes. Sus ojos siguieron cada movimiento del demonio y cuando creyó que este atacaría lanzó su espada hacia el frente en dirección a la cabeza del monstruo. Para su mala suerte, no sería más que una estrategia del enemigo quien fácilmente esquivó el ataque abalanzándose sobre la mujer con los brazos estirados hacia ella dispuesto a desgarrar su cuello de la manera más dolorosa.
El corazón de la mujer se detuvo por un segundo a la vez que cerraba sus ojos dispuesta a aceptar su destino. Todo era silencioso, hasta que una suave respiración destruyó aquel ambiente mudo y poco después se escuchó como la barrera del sonido era rota por un objeto afilado. Los ojos de la fémina se abrieron una vez más ante tal sutil ruido encontrándose con una cabeza que caía al suelo y rebotaba un par de veces antes de comenzar a pulverizarse hasta desaparecer por completo. Su mirada entonces pasó de aquel ser que había desaparecido a la persona que ahora se encontraba enfrente suyo. Un suspiro tembloroso abandonó sus labios y la espada que sus manos sostenían resbaló hasta caer al suelo, su primer pensamiento y acción fue la de correr hasta el hombre que frente a ella se encontraba envolviendo su torso con sus brazos y hundiendo su nariz en su pecho. Finalmente podía sentirse segura en aquel lugar con la fuerte presencia de su esposo allí.
- Gracias a dios estás aquí. -Susurró la mujer con voz débil sintiendo los fuertes brazos ajenos corresponder a tal abrazo acercándole más al cuerpo contrario.
- Dime ___, ¿estás bien? ¿Te ha hecho daño ese demonio? - Preguntó su esposo con voz preocupada, la mujer negó.
- Estoy bien, gracias a ti no llegó a tocarme. - Un largo suspiro de alivio salió de la boca ajena. - Creí que no vendrías hoy tampoco.
- Por el camino vi unas huellas extrañas... No pude seguir adelante sin asegurarme de tu seguridad. - Respondió a la vez que tomaba los hombros femeninos y guiaba a la mujer hacia la cama de su habitación haciendo a su mujer tomar asiento para así poder asegurarse personalmente de que estaba bien.
- Te dije que estoy bien, Yorīchi. - Recalcó ___, sin embargo, fue ignorada por el hombre. Con delicadeza su cuerpo fue examinado hasta que Yorīchi estuvo seguro de que no había daños físicos en su mujer. - ¿Acaso no te lo dije?
- Necesitaba estar seguro. - Hubo un corto silencio entre ambos. - Quédate aquí, me aseguraré de que no haya más demonios merodeando por aquí.
- Yorīchi, espera. - Los ojos de la mujer le observaron con preocupación. - No te vayas de nuevo, por favor.
Los cristalinos orbes ajenos llenos de miedo ablandaron el corazón del hombre de largos cabellos, no podía permitirse dejar a su mujer allí, sola. No podía permitirse que la historia volviera a repetirse.
- Recuéstate, iré a asegurar todas las entradas. - Un largo suspiro salió de los labios de la fémina quien asintió con una pequeña sonrisa siguiendo las órdenes dadas por su marido. Yorīchi se retiró de la habitación mientras ella se acomodaba retirando las prendas innecesarias e incómodas de su cuerpo que dejó cuidadosamente dobladas a un lado de la cama.
Desde su sitio podía escuchar como su esposo cerraba las ventanas y hacía otras cosas indescifrables hasta que minutos más tarde regresó a la habitación. Cerró la puerta detrás de sí y dejó su afilada hoja a un lado antes de comenzar a imitar la anterior acción de la fémina y retirarse las prendas de su cuerpo. Por alguna razón el cuerpo de Yorīchi solía encontrarse cálido siempre que se recostaba a su lado, por lo que era inevitable no querer acercarse y acurrucarse entre sus cómodos brazos. No se contuvo las ganas de hacerlo y apenas el hombre estuvo a su lado se acercó rodeando el cuerpo ajeno con sus brazos y piernas, como respuesta obtuvo los fuertes brazos de su esposo abrazándole también hasta lograr juntar sus cuerpos totalmente.
- Yorīchi. - Llamó la mujer, el hombre respondió con un simple "hmm" que solo resonó en su garganta sin salir de su boca. - Gracias por estar aquí.
- ¿Por qué me agradeces por eso? - Preguntó Yorīchi, la mujer solo sonrió acercándose a depositar un corto beso en la manzana de adán de su esposo haciendo que este se asombrara por un momento. - ¿No me dirás por qué?
La piel de todo su cuerpo se erizó al escuchar la gruesa y vibrante voz de su esposo cerca de su oído, su sonrisa no hizo más que alargarse mientras negaba.
- ¿Cuándo fue la última vez? - Preguntó el hombre en un susurro, los ojos de ___ se abrieron para observar a su marido.
- ¿La última vez de qué?
- Que nos vimos, por supuesto. - Una pequeña sonrisa apareció en el rostro de Yorīchi, la mujer rio. - ¿Hace dos o.... tres meses?
- Yo diría que hace unos cuatro. - Corrigió la fémina, el agarre alrededor de su cuerpo se volvió más fuerte.
- Eso es malo... Ha pasado mucho tiempo. - Un escalofrío recorrió la espalda de la más joven cuando las yemas de los dedos ajenos se deslizaron por su línea espinal hasta llegar a su nuca y tomarle con firmeza, obligándole a unir sus labios en un lento, pero, aun así, delicado beso. Sus labios se juntaron para danzar a la vez que sus lenguas buscaban la oportunidad perfecta para poder ser parte de la obra también.
Sin embargo, las manos de Yorīchi no se quedaron quietas y en cuanto tuvo la oportunidad comenzaron a deslizarse alrededor del cuerpo femenino acercándole y alejándole de sí mismo en una tortura sin fin para su mujer. Para su mala suerte, cuando una de sus manos rozó accidentalmente uno de los senos de su esposa logró arrancarle un corto y débil gemido que resonó por toda su cabeza una y otra vez.
El suspiro que salió de los labios masculinos dejó escapar consigo cualquier indicio de autocontrol y paciencia.
Ambas piernas de la mujer fueron tomadas antes de ser acomodados, quedando ella por debajo del cuerpo masculino que se acomodaba entre sus piernas permitiendo el roce directo entre sus sexos desesperados por unión. Sus labios continuaban bailando al unísono mientras las manos de Yorīchi eran las encargadas de retirar las pocas prendas que cubrían sus cuerpos. La respiración de la más joven ya había perdido ritmo alguno y solo podía emitir suaves gemidos y jadeos junto a respiraciones irregulares y agitadas nacidas del placer que provenía desde su vientre y se expandía por todo su cuerpo.
Su cordura se vio en riesgo cuando sus bragas fueron repentinamente retiradas y la erección ajena rozó contra el cúmulo de nervios posicionados entre sus labios.
La fémina no pudo evitar estirar sus brazos y rodear la nuca de su esposo acercándole aún más mientras sus caderas se elevaban y movían contra la erección con desesperación. Yorīchi, impaciente, llevó una de sus manos a las caderas de su esposa deteniendo sus movimientos de manera repentina para guardar un poco de control en su ser y evitar ser rudo con ella, pero la mujer no colaboraba, pues cada centímetro de ella gritaba por ser tomada una y otra vez hasta que el sol volviera a nacer del horizonte.
Los pensamientos impuros y necios se apoderaban de la mente de Yorīchi. Ya no solo debía luchar contra demonios de la noche, sino que también lo hacía con sus propios demonios internos que se burlaban de él y su necesidad.
- Yorīchi. - La voz de su mujer llamó su atención, pero se lamentó profundamente de posar sus ojos en ella y verle en aquel estado deplorable. - Hazlo ya, amor.
Un quejido escapó de la garganta del hombre cuando por fin perdió la batalla contra el mal interno. Su zurda guio su erección a la entrada húmeda y goteante de su esposa hundiendo la punta en ella. Su cuerpo entero se tensaba con cada gemido que salía de la boca de la fémina desesperada y cuando por fin terminó de adentrar su gruesa longitud en la mujer esta parecía estar más cerca de culminar en un desastroso orgasmo que él.
Un corto beso fue depositado en la mandíbula de la femenina quien se retorció inconscientemente bajo el cuerpo musculoso.
La pelvis masculina comenzó entonces a moverse, golpes lentos, pero firmes que acertaban una y otra vez en el sitio perfecto para volver loca a cualquier mujer, su esposa ni siquiera parecía estar en el mismo plano que él, sus labios se mantenían entre abiertos permitiendo la salida de cualquier dulce gemido y sus ojos se mantenían en él, sin embargo, parecían perdidos en el espacio mientras lágrimas se regaban por sus mejillas.
- ___. - Yorīchi llamó, sin embargo, no hubo respuesta por parte de la mujer. El entrecejo del mayor se arrugó retirándose para pocos segundos después volver a embestir con más fuerza haciendo que la mujer gritara al sentir su límite ser rozado por el placer.
- Yorīchi... - Su nombre fue pronunciado por un suspiro, la lengua de la femenina no lograba conectarse con su cerebro y parecía pronunciar palabras al azar y sin sentido. - Más... Hazlo... Rápido.
Yorīchi se apoyó sobre sus codos a cada lado de la cabeza de su mujer acelerando el ritmo de sus movimientos mientras sus labios se pegaban a la delicada piel del cuello ajeno y succionaban la misma dejando pequeñas, pero notables marcas rojizas a lo largo de su cuello y clavícula. Insatisfecho con ello, su lengua se deslizó a lo largo de las clavículas femeninas, con sus manos tomó el torso de la contraria levantando su cuerpo y acomodándose en una posición diferente. Esta vez estaba ella sentada sobre el regazo de su marido con sus piernas a cada lado de sus caderas. Su boca volvió a descender hasta los pechos ajenos succionando y mordiendo los erectos pezones enrojecidos, su pelvis continuaba moviéndose junto a las caderas de la mujer acercándose ambos a un inevitable clímax.
El entrecejo de Yorīchi se arrugó cuando sus ojos se posaron sobre la fémina admirando una vez más sus dulces facciones, una pequeña sonrisa apareció en su rostro y sus movimientos rudos cambiaron drásticamente a movimientos lentos y delicados. Suaves besos fueron depositados por todo el rostro de la mujer tomándola desprevenida ante el repentino cambio de parecer de su esposo. Las manos femeninas se posaron en las mejillas de Yorīchi, correspondiendo a cada beso que era dejado sobre sus labios.
- Yorīchi... - Un suspiro golpeó los labios del mayor. - Te amo.
El corazón de Yorīchi se estrujó por un par de segundos y cuando quiso responder fue interrumpido por el esperado orgasmo de su esposa quien se retorció sobre su torso gimoteando por el placer, él no tardó en sufrir el mismo destino y con un último quejido se liberó dentro de su esposa llenando su interior fértil con su semilla fértil.
Con sumo cuidado depositó el cuerpo de la mujer sobre la cama, dejando un corto beso en su frente antes de dejarse caer a su lado rodeando su cintura con sus fuertes brazos. Yorīchi cerró sus ojos sintiendo su corazón palpitar alocado a la vez que suaves punzones provocados por los recuerdos del pasado buscaban atormentarle, sin embargo, el pasado no podía cambiarse y si el presente le había dado otra oportunidad debía aprovecharla cuánto pudiese.
- También te amo. - Susurró el castaño con una sonrisa, pero para cuando su respuesta salió ya era tarde, pues los ojos de la mujer se habían cerrado debido al agotamiento físico. Una sonrisa apareció en el rostro del hombre mientras apartaba los mechones húmedos y desordenados del rostro de su esposa.
No cometería el mismo error dos veces, protegería con su vida a la persona que amaba, incluso si debía dar a cambio su propia vida para salvarle.
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