ᴋʏŌᴊᴜʀŌ ʀᴇɴɢᴏᴋᴜ: ᴀᴄᴄᴇᴘᴛᴀɴᴄᴇ

Acceptance

Palabras: 2852

Advertencias: matrimonio por conveniencia.

Podía sentir dos pares de ojos sobre mí, un par emanaba curiosidad, mientras el otro emanaba algún tipo de superioridad o imposición. No estaba allí porque quería, sin embargo, tampoco podía negarme, después de todo nacer en una familia "importante" no era tan bueno como algunas personas lo pintaban. 

Había nacido en la casa Takahashi, una importante familia de leñadores y herreros, de la cual yo era la única hija entre otros ocho varones... Mis padres habían disfrutado bastante los últimos años. Lamentablemente, al ser la única mujer entre tantos hombres el peso de conseguir un buen marido que me arrancara de mis raíces era peor que si hubiera aunque sea otra mujer a mi lado, desde que nací hasta que cumplí mis dieciseis años fui criada para ser una buena esposa, aprendí a limpiar, cocinar, lavar y ordenar la ropa... Sabía hacer todo lo que una buena ama de casa debía conocer y ahora me encontraba allí, observando al que sería mi futuro esposo.

No lo conocía, entonces ¿cómo podía estar tan segura de que sería mi esposo?, pues la razón era sencilla, nuestros padres nos habían comprometido, desde hacía unos años atrás, cuando esto se me dijo recuerdo haber hecho un desastre, me negué rotundamente a aceptar casarme con un hombre quien probablemente sería un viejo que moriría cuando yo apenas cumpliera mis veinte años, pero no tuve opción de elegir, mi familia comenzaba a sufrir pérdidas en el trabajo, lo que los hacía querer emparejarme con otra familia que tuviera el más mínimo reconocimiento y en un pueblo lleno de personas humildes no había nada mejor que el hijo de un viejo cazador de demonios. No tenía esperanzas de encontrarme con algo bueno, pero cuando llegué a esa gran casa y tomé asiento en la pequeña mesa del té mis mejillas tomaron un leve color rojizo al conocer finalmente al hijo de aquel viejo que me había enlazado con alguien más junto a mi padre. 

— Padre. Me gustaría saber para qué me citó aquí. — La voz de mi prometido resonó con fuerza por toda la sala, seguido del ruido de un golpe al impactar un libro contra el hombro del chico. 

— Ten más respeto. — Me encogí en mi sitio al reconocer de inmediato el tipo de actitud que mi futuro suegro poseía, eso generaba un temor dentro de mí, pues qué me aseguraba que su hijo no sería igual. — Iré directo al grano. Kyōjurō, ellos son el señor Takahashi y su hija, la señorita ___, tu prometida. 

Mis ojos se desplazaron hacia el tal Kyōjurō, me incliné hacia el frente en una reverencia como señal de respeto, enderezándome segundos más tarde para observarle al rostro. Esperaba ver sorpresa en su rostro, pero no fue así, en cambio me encontré con una expresión de seriedad y lo que parecía ser una pizca de molestia.
He de admitirlo, mi corazón dolió por un momento al ver esa reacción en él, pero no podía culparlo, es decir... Yo tampoco reaccioné bien cuando me enteré de este matrimonio arreglado ¿Por qué él tendría que hacerlo? 

Kyōjurō no reprochó, ni siquiera pronunció algo, tan solo se dignó a asentir sin mirar a su progenitor, mi padre o a mí. Bajé la mirada guardando silencio, en ese momento pude sentir la mano de mi padre posarse sobre mi espalda dando un par de palmaditas. 

— Ahora, nosotros tenemos que arreglar los asuntos de su matrimonio. — Pronunció el señor Rengoku sin mirar a su hijo, mi padre giró su rostro para observarme dándome una pequeña sonrisa. — Ustedes dos, vayan a caminar por los alrededores. Kyōjurō, cuida de la señorita Takahashi y aprovecha el tiempo para conocerla. 

— Sí, padre. — Respondió Kyōjurō. 

Me puse de pie lentamente y miré al hijo del señor Rengoku, él elevó la mirada y me miró antes de señalar con su mano la salida, invitándome a salir primero. Di una pequeña sonrisa y así lo hice, haciendo antes una pequeña reverencia hacia los dos mayores. 
Mi mente se imaginó un maravilloso escenario en el que los futuros esposos se conocían, pero borré esos pensamientos rápidamente de mi cabeza, era obvio que no sucedería nada como eso, éramos tan solo unos extraños que se enteraban de su compromiso por primera vez.

Fue de esa manera como nos conocimos Kyōjurō y yo.

Al regresar de nuestro pequeño recorrido, en el que no hicimos más que presentarnos y guardar silencio el resto del tiempo, volvimos a casa. Nuestros padres anunciaron que la boda sería dentro de seis meses, lo cual nos sorprendió tanto a mí como a Kyōjurō, pues no esperábamos tener que contraer matrimono en tan poco tiempo, en realidad, después de esa caminata parecía que ninguno tenía esperanza de que el matrimonio fuera exitoso. 

Las semanas comenzaron a pasar, fui obligada a salir todos los fines de semana con el hijo del señor Rengoku para "fortalecer" nuestros lazos, entonces de esa manera las cosas no serían tan incómodas para nosotros el día que nos casáramos y empezáramos nuestra vida como pareja. 

— Siento mucho que tengas que pasar por esto, Kyōjurō. — Pronuncié. Sus ojos se posaron sobre mí mirándome con curiosidad y sorpresa. Era nuestra vigésima cita y ya teníamos la confianza para mantener largas conversaciones, pero sin sentir nada por el otro... O al menos, él no sentía nada por mí. 

— ¿A qué se refiere, señorita ___? — Preguntó él, yo solté un largo suspiro mientras movía el abanico cerca de mi rostro. 

— Te dije que dejaras las formalidades, no nos servirán de nada. — Detuve mis movimientos al cerrar el abanico, bajé la mirada mirando las sandalias que utilizaba, él me las había obsequiado en nuestra cita número no se qué, aunque algo me hacía sospechar que había sido obligado a hacerlo. Elevé la mirada una vez más para observar su rostro, sus ojos seguían sobre mí esperando a que respondiera su pregunta. — Mi familia está en un momento crítico, si no fuera así o... Si ni siquiera hubiera nacido como mujer no tendrías que ser obligado a casarte con una desconocida.

Sus ojos continuaron sobre mí, pero por alguna razón su mirada se volvía más intensa y penetrante con cada segundo que pasaba. Aparte mi mirada de él, no esperaba que respondiera, solo quería que el ambiente tensó que se formó a nuestro alrededor desapareciera. Afortunadamente, el ruido de pisadas llamó mi atención y al elevar la mirada observé a unos metros a quien podía llamar mi hermano mayor, él movía su mano de un lado a otro, saludándome para que fuera consciente de su presencia allí. 

— Oh, creo que han venido por mí. — Miré a Kyōjurō una vez más forzando una pequeña sonrisa. — Es hora de irme. Muchas gracias por lo de hoy, Kyōjurō, la comida estaba deliciosa y fue agradable hablar contigo. 

Me puse de pie, haciendo una pequeña reverencia hacia él. Faltaban menos de cuatro semanas para que llegara el día de nuestra boda y jamás fui capaz de observar un progreso. Esa tarde finalmente me había rendido, era así de simple, me habían condenado a un matrimonio que no funcionaría.
Me giré y caminé hacia mi hermano quien observó a mi prometido una última vez antes de dar una caricia en mi cabeza y comenzar a guiarme de regreso a nuestra casa. La brisa se volvía más fresca anunciando que pronto anochecería. 


Había llegado el día de nuestra última cita antes de la boda, solté un suspiro antes de sentarme sobre uno de los cómodos cojines de aquella casa del té, los ojos de mi prometido me miraron antes de bajar la mirada a mis manos observando los pequeños cortes y raspones que había en mis dedos y palmas, ignoré aquello y mis ojos no se elevaron para mirar al hijo del señor Rengoku nuevamente, solo me dediqué a permanecer en silencio por los siguientes minutos hasta que la voz de Kyōjurō resonó por toda la habitación.

— Señorita ___, me preocupa su silencio ¿Ha sucedido algo? — Sus palabras dirigidas a mí hicieron que mi piel se erizara, sin embargo, continué en la misma posición.

— No ha sucedido nada... No debe preocuparse. 

La pequeña taza de té que se enfriaba frente a mí reflejó una mueca de preocupación en mi acompañante, o eso pareció, quizá comenzaba a alucinar por la presión que sentía sobre mis hombros debido al matrimonio. Tomé la misma taza y le di un suave sorbo, cerrando los ojos para degustar el amargo sabor de la bebida.

Una brisa acarició mi rostro por un segundo y después un toque en mi mentón me hizo sobresaltar. Apenas logré sostener la taza en mis manos evitando derramar la bebida caliente sobre mí. 
Mis ojos se desplazaron a mi izquierda, encontrándome con los curiosos y preocupados ojos de Kyōjurō quien ahora se encontraba a mi lado y no frente a mí. 

— Nos vamos a casar, debe haber una buena conexión entre nosotros. — Pronunció, mis mejillas tomaron un suave color rojizo y esta vez la taza que sostenía sí resbaló de mis manos, pero en un rápido movimiento él la tomó en el aire evitando que el líquido se regara. — Dígame, señorita ___ ¿Qué ha sucedido para que se vea tan decaída?

Las palabras no salían de mi boca, parecía haber quedado muda cuando su cuerpo estuvo tan cerca de mí. Él lo notó y no tardó en carraspear para luego alejarse unos centímetros de mí.

— Yo... Solo estoy nerviosa por la boda. — Susurré, sus ojos seguían sobre mí. — No tenía que preocuparse por mí. 

— Lo hago. — Respondió de inmediato. — Es usted mi prometida, tengo que cuidar de usted. — Una risilla salió de mi boca, él elevó una ceja con confusión. Era la primera vez que lo escuchaba tomarse tan en serio nuestro matrimonio, hasta ese día siempre había parecido mantenerse distante y frío con el tema. 

— La boda es en dos días... — Recordé, él asintió. — Aún puedes intentar convencer a tu padre de cancelar este matrimonio... Los seis meses no han acabado del todo. 

Un silencio se instaló en el sitio, comenzaba a pensar que quizá tenía un don para comenzar con momentos incómodos. Solté otro suspiro y miré el bolso que cargaba conmigo, lo tomé y de él saqué una pequeña caja de madera que guardaba dentro un presente que había hecho personalmente para él. 
Extendí el presente, Kyōjurō me miró con curiosidad antes de tomarlo y abrir la pequeña caja. Sacó lo que dentro de ella había, dejando ver un dije de metal que me había tomado la molestia de hacer durante la última semana, su forma era la de una llama ardiente cuidadosamente pintada para que combinara con los grabados que poseía su haori. No habían sido pocas las veces que lo había visto vistiendo sus prendas de cazador, en más de una ocasión me había parecído hasta atractivo, pero no lo llegué a mencionar. Ese pequeño dije había sido la razón de mis manos maltratadas que habían tardado unos días en comenzar a sanarse.

— No soy talentosa en el arte de la herrería como mis hermanos mayores o mi padre, pero... He aprendido unas cosas a lo largo del tiempo. — Comenté sin mirarle a los ojos. — Espero que le guste, creí que combinaría con su... Vestimenta. 

Él no dijo nada, no esperé que lo hiciera y tan solo me dediqué a iniciar mi espera hasta que alguno de mis hermanos mayores se apareciera para llevarme de vuelta a casa. 

— En realidad, usted es una mujer muy talentosa. — Mis ojos sorprendidos se posaron sobre Kyōjurō, por primera vez vi una enorme y sincera sonrisa aparecer en su rostro dirigida a mí. — Estaré esperando el día de nuestra boda. 

Mi corazón palpitó con fuerza sintiendo mi rostro enrojecerse. 

Justo en ese momento uno de mis hermanos mayores apareció. 

La cita había acabado.

Aplausos, era todo lo que podía escuchar en aquel gran salón mientras mis ojos solo se fijaban en el rostro del hombre frente a mí.

La mano de Kyōjurō se estiró hasta tomar mi cintura y acercarme a él, creí que sería el típico beso que se daban las parejas al casarse, sin embargo, no fue así, en cambio recibí un dulce y cuidadoso beso en mi frente que me dejó sorprendido y estática. Al alejarse, una de sus manos dio una delicada caricia en mi mejilla para después tomar mi mano diestra y llevarme consigo a la salida de aquel sitio.

Antes de poder salir del todo, un par de cuerpos se interpusieron.

— Mucha suerte ustedes dos. — Mi padre palmeó nuestras cabezas. — Por favor, Kyōjurō, cuida a mi hija.

— Lo haré, señor Takahashi. — Asintió mi ahora esposo. — Padre...

— Hmph. No deshonres a tu familia.

Una risilla nerviosa escapó de mi boca al escuchar a mi suegro, apreté suavemente la mano de Kyōjurō quien me miró, después observó a su padre y asintió en silencio.

Finalmente nos retiramos de aquel sitio. Para mi sorpresa un carruaje tirado por caballos nos esperaba afuera, Kyōjurō me ayudó a subir, subiendo después él.
Pronto, el carruaje se puso en marcha y por alguna razón no sabía qué decir o hacer, estaba nerviosa y sentía que haría algo mal en cualquier momento.
Sin embargo, el suave toque de una palma en mi cabeza hizo que mi preocupación desapareciera.

— Tengo una sorpresa. — Elevé la mirada, Kyōjurō me dedicó una pequeña sonrisa.  — Espero que le guste.

— ¿No dejarás de ser formal incluso cuando soy tu esposa?

El rio.

Su torso se inclinó hacia mí para depositar un corto beso en mi cabeza lo que me hizo sonreír.
Dentro de unos pocos minutos más el carruaje se detuvo frente a una casa, era más pequeña que la casa de los Rengoku, pero parecía espaciosa y cómoda. Miré a Kyōjurō con curiosidad, él solo asintió para después bajar del carruaje y ayudarme a hacerlo, agradeció al sujeto que tiraba de los caballos y pronto, este desapareció.

— Sígame.

Su mano se posó en mi espalda guiándome hasta la puerta, la cual abrió y me invitó a pasar. Entré al lugar y de inmediato fui a buscar fuego para encender las lámparas y velas que había en lugares específicos de la casa, pero al poco tiempo fui detenida por una mano que sostuvo mi muñeca. Elevé la mirada encontrando a Kyōjurō quien hizo un gesto con la cabeza indicándome que lo siguiera de nuevo y así lo hice, caminando juntos hacia la que sería a partir de ahora nuestra habitación matrimonial. Al entrar noté que varias lámparas habían sido encendidas, la cama se encontraba perfectamente ordenada y un aroma a incienso se esparcía por todo el lugar.

Miré a Kyōjurō con una expresión algo confusa, él sonrió y me empujó hasta llegar a la cama, allí fui obligada a tomar asiento y, sorpresivamente, sus manos separaron mis piernas para acomodar su cuerpo entre ellas. Un ligero sonrojo apareció en mi rostro ¿Qué significa ese repentino cambio de actitud en él?

— Kyōjurō, tú...

— Shh. — Una de sus manos dejó una suave caricia en mi mejilla. — No era correcto que profanara su cuerpo antes del matrimonio, así que esperé hasta ahora.

Arrugué el entrecejo con más confusión, él rio. Su rostro se acercó al mío tan solo para dejar un corto beso en una de mis comisuras, provocando un cosquilleo en mi vientre.

— No me gustó la idea de tener que casarme en un principio, pero... Después de conocerla más me di cuenta de que no sería tan malo después de todo. — Sus labios se presionaron contra mi frente. — Al final conseguí una hermosa y talentosa esposa.

Bajé la mirada algo avergonzada, sin embargo, su mano fue a mi mentón obligándome a verle de nuevo.

— ¿Me quieres...? — Pregunté, él sonrió, pero no dijo nada. Su sonrisa fue mi respuesta, al igual que el suave beso que recibí en mis labios momentos después.

Su cuerpo comenzó a inclinarse hacia el frente, obligándome a recostarme en la cama hasta quedar totalmente por debajo de él.
Un suspiro dejó mi boca cuando sentí sus besos descender por mi mandíbula hasta llegar a mi cuello, en donde sus dientes se clavaron en varias ocasiones.

— Espero que no haya malinterpretado mi silencio. — Susurró él. — No podía hacer más que disfrutar de su voz y... Apreciar su belleza.

Le miré con sorpresa, no había esperado escuchar esas palabras salir nunca de su boca, por lo que no pude evitar que unas pocas lágrimas se acumularan en mis ojos sintiendo una necesidad por llorar y soltar todo ese temor y rechazo que había acumulado hasta ahora, hasta el día de nuestra boda.
Los brazos de Kyōjurō me tomaron, alzándome para luego acomodarse él sentado en la cama. Ahora me encontraba sobre su regazo, apoyando mi cabeza en su hombro mientras sus manos dejaban suaves caricias en mi espalda.

— La cuidaré hasta el fin de mis días, señorita Rengoku.

Una risa escapó de mi garganta.

No sonaba tan mal después de todo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top