𝑪𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 𝒖́𝒏𝒊𝒄𝒐
Los Geto, no era la mejor familia, pero tampoco una disfuncional, o al punto de considerarse la peor. Vivían en una casa cómoda y lo suficiente espaciosa, y grande para que vivan cinco personas, y un gato. Dos padres, que a pesar de las diferencias de sus personalidades se aman y logren soportarse, y respetarse; dos niñas que a pesar no ser de sangre eran tratadas como se deben, como princesas en esa casa y por último el menor de la familia, quien si era el único biológico.
Sin embargo, como dije antes, para formar parte de una familia, siempre debe existir la oveja negra.
Y Geto Hiroki era la oveja negra.
—¡Ese niño, cuando lo vea, lo golpearé!
La casa era ambientada por los gritos llena de frustración y enojo provenientes de Tamara. La mujer de cabello violeta y ojos de mismo color se estiraba el rostro, en signo de frustración mientras caminaba de un lado a otro en su habitación. Pues no quería que sus hijas la vieran así, no le gusta que presenciaran sus ataques de enojo.
Al otro lado de la habitación, en la sala estaban Mimiko y Hanako, sentadas en el suelo mientras hacían sus deberes con la compañía del felino de pelaje oscuro acostado en el sofá, ignorando los gritos de su mamá. Escuchan el ruido de la puerta cerrarse haciendo que levantarán sus cabezas y alegría aparecen en sus rostros al ver que el pelinegro ya regresó.
—¡Papá!
—Mis princesas.
Suguru con una sonrisa gentil, se hinca al suelo para recibir gustosos los abrazos de sus niñas, corresponde los gestos ajenos, dejando un beso en la coronilla de ambas, quienes la miran. Pero es obvio que sus oídos captan los gritos de Tamara en la habitación donde dormían y nota la ausencia de su hijo.
—¿De nuevo peleó?
Ambas asienten con las cabezas.
—¿Con el mismo niño?
—Con el mismo niño.
Suguru deja salir un suspiro, pero sonríe con gentileza, dejando suaves caricias en las cabezas de las menores antes de pedirle que siguieran con sus deberes, quienes obedecen de inmediato. Él se levanta del piso, deja sus cosas en la mesa, se dirige al sofá para cariciar el lomo del felino que solamente estira sus patitas.
Sube por las escaleras hasta dirigirse a la habitación, a medida que se acercaba oía la voz frustrada de su esposa. Sabe cual fue su pasado, su vida y lo que tuvo que pasar, desde que planearon tener hijos sabía que Tamara no era muy buena con los niños por el maltrato de su abuela, no era una madre tan cariñosa, pero tampoco fría. Sólo intentaba no explotar con sus hijos y desquitarse, pero Hiroki a veces llegaba a sacarle de sus cabales.
Abre la puerta despacio, viéndola caminar de un lado a otro, estirando sus mejillas y mirando al techo, era una especie de manía que hacia cuando estaba frustrada. Cierra la puerta detrás de su espalda y puede ver como ella se separa las manos de la cara para verlo, su mirada reflejaba enojo.
—No entiendo porque sigue teniendo problemas con el mismo niño de su aula.
—Ya, ya.—Intenta calmar su enojo, sujetando su muñeca mientras la atraía a él. Ella apoya su frente en el hombro ajeno sintiendo sus caricias en su cabeza y al mismo tiempo el dedo pulgar cariciar su dorso.—Si quieres yo lo busco en el colegio y hablo con él.
—Per-
Un corto beso la hace callar.
—Yo solucionaré el problema, ¿vale?
Tamara duda, entrecerrando sus ojos, pero su esposo cierra sus párpados sin dejar de sonreírle gentilmente, aquella sonrisa hace que deje salir un pequeño e inaudible suspiro de rendición
—Está bien.—Forma una leve mueca en los labios al sentir sus labios en su coronilla.—Pero sino funciona, lo golpearé.
Una gotita de sudor baja en la frente del pelinegro.
—Que no siempre tienes que estar golpeando al muchacho con la sandalia.
—Él se lo busca y te lo vas a buscar también tú, si tús discursos filosóficos no funcionan.
—Está bien, Rayito.
Dentro de una aula completamente vacía, excepto la presencia de un niño de cabello corto hasta la altura de sus orejas y cuello de color añil (azul con contraste de tonos violáceos) al igual que sus ojos se encontraba sentado en la mesa de la fila del medio con algunas curitas decorar en su delicado rostro. Este estaba entre aburrido y concentrado en jugar en su pequeña consola que tenía sujetando sus prótesis.
La puerta se abre, gira su cuello en dirección a esta, viendo en el umbral de la puerta el director, que era más bien un viejo calvo que le acordaba a su bisabuela por sus arrugas y su cara de amargado.
—Geto, tú padre vino a buscarte.
Hiroki rueda sus ojos, se levanta de la silla, tomando su mochila de color azul y colgarla en su hombro derecho, dirigiéndose hacía el anciano, quien cierra la puerta cuando sale, negando con la cabeza al ver como este vuelve su concentración a su consola. Por otra parte, en la entrada del colegio de primaria estaba Suguru resistiendo en fumarse un cigarro hasta que sus ojos marrones visualizan a su único hijo varón con un semblante serio caminar con pasos extremadamente vagos y a su lado el director de la escuela, con su característica expresión amargada.
—Buenas tardes, director. Gracias por cuidarlo.
Con respeto inclina su espalda y vuelve a su postura anterior, fijando su atención a su pequeño retoño que había rodado los ojos.
—Lo que necesito es que Hiroki cambie de actitud y deje pelear con Yuuji o sino tendré que expulsarlo. Porque sino mal recuerdo sus brazos y piernas son prótesis.—Suguru frunce un poco el ceño.—Ya estoy harto de las quejas de su familia, así que espero que busquen la manera de arreglarlo.
—Entiendo.
Dicho eso el hombre regresa por el pasillo principal. Suguru deja salir un suspiro dejando de sonreír, para bajar su mirada a Hiroki con su delicado rostro lleno de curitas, cruza sus brazos a la altura de su pecho, viéndolo interrogante.
—¿Qué?—Suelta el pequeño ante la mirada de su primogenitor, este alza su ceja por su brusquedad.
—¿"Qué"?—Repite su pregunta.—Sabes muy bien que vas a estar castigado cuando llegues a casa.
—Bien.
Mira indignado como el pequeño se encamina hacia el auto, abre la puerta y se sube en la parte trasera, cerrando esta. El de ojos rasgados deja salir un suspiro, frotando su dedo pulgar en el medio de su frente por la actitud del pequeño que antes no era así, era más cariñoso y alegre, ahora estaba más serio y frío. Ese cambio drástico ocurrió por un grave error de la bisabuela, haciendo que su retoño perdiera sus extremidades, pero por un milagro logró sobrevivir y fue muy difícil para la familia al ver a su pequeño deprimido al tener ahora brazos y piernas roboticas.
《Al menos la anciana se está pudriendo en la cárcel.》
Se sube al auto, se pone el cinturón de seguridad y acomoda el retrovisor para apuntar hacia su hijo, quien apoya su cabeza en el respaldar de su asiento y sus hermosos ojos azules con contraste violeta miran a través de la ventana.
《Tamara hace lo mismo.》
A pesar que sus rasgos físicos habían salido de una rara combinación genética de su abuelo materno con la de su madre, puede notar las similitudes de su esposa en él, como estirar sus mejillas cuando está frustrado o brillarle los ojos al probar algo nuevo, cosas suyas como achinar sus ojos y al ponerse pensativo tocarse la barbilla, muchas cosas más que podía mencionar, pero ahora no era ese el caso.
Empieza a manejar de vuelta a casa, pero no pensaba tener la conversación al estar allá.
—¿En serio, Hiroki? ¿Qué tienes con ese niño?
Habla en un tono tranquilo, pues a pesar de querer regañarlo, no era capaz de elevar su voz a su hijo o una de sus hijas. El niño no contesta, por el reflejo del retrovisor puede notar como rueda los ojos, de nuevo. Parecía que estaba tratando con un adolescente dentro del cuerpo de un niño de seis años.
—Vamos, hijo. Dime cual es la razón por la cual peleas con tú compañero de clase.—Pide con la mayor tranquilidad posible.—Puedes contarme lo que sea, porque sé que él no te molesta, además tienes que dejar de pelear, porque tús prótesis provocan mucho daño. ¿Te cae mal acaso?
—Es ruidoso y un poco revoltoso, como un simio.—Suguru evita sonreír orgullo, eso lo sacó él.—Pero no me cae mal.
《Eso es algo.》
—¿Entonces?
Mira por un momento el retrovisor, nota el pequeño reflejar duda en su expresión, pues Hiroki era bastante expresivo tanto en sus rostros como en sus gestos. Decide fijar sus ojos nuevamente en la calle para no tener un accidente.
—Venga, dime la razón.
Escucha por su parte un suspiro exesperado.
—Porque me gusta.
Hiroki suelta un pequeño grito de dolor cuando su frente choca contra la ventana al decir esas tres palabras. Sus dos manos roboticas las sube a la zona golpeada, viendo con un atisbo de arrepentimiento a su padre, quien había frenado de golpe.
Las crueles palabras de su bisabuela pasan en su mente cuando le dijo que se le hacía muy lindo al niño de su aula. Siente su pulso acelerarse cuando su padre voltea a verlo con una mirada seria, empieza a creer que esta mal sentir esas mariposas revolotear en su estómago por el niño de cabello rosado y ojos marrones.
—No, Hiroki.—Baja su mirada, arrepentido.—No puedes golpear a la persona que te gusta.—Él lo mira con sorpresa y Suguru como si nada vuelve a manejar, ya que ante la confesión de su hijo por poco se pasa una señal.
—¿No me vas a regañar?
—¿Por qué te regañaría?
—Por...gustarme a un niño.
—No, hijo. ¿Por qué te regañaría por gustarte a tú compañero? A veces a tú edad puedes tener tú primer amor, puede ser una experiencia bonita y-
—Es que la bisabuela Sadashi dijo que si un chico le gusta a un chico o si una chica le gusta a una chica, era un pecado y que íbamos ir al infierno y-
《Esa anciana no pierde tiempo en traumar a uno》
—No le hagas caso a tú bisabuela que está loca.—Ni él ni Tamara quieren endulzar a sus hijos con esa señora, además estaba ahora en la cárcel porque se descubrieron más cosas turbias que realizó.—No vas a ir al infierno por gustarte un niño, el amor no es un pecado.
—¿Por qué no lo puedo golpear?—Suguru abre un poco sus labios, sorprendido de que aún así quisiera seguir peleando con su compañero.
—¿Pero que manía tienes de golpearlo?—Él se encoge de hombros, con una mirada de desinterés.—Si te gusta, quieres que se te acerque, tienes que tratarlo bien. No golpearlo, o no querrá estar contigo.
—Cuando dices que lo trate bien, ¿te refieres a darle besos en la boca como lo haces tú y mamá?—Apenado el pelinegro sonríe con la boca cerrada.
—No tienes que besarlo en la boca, eres muy pequeño para eso.—Ya se imagina a su hijo dandole un piquito inocente a su compañero de aula.—Solo no sigas tratándolo mal, verás que querrá ser tú amigo.
—Pero es un niño, no mi esposa.
《Esto va ser difícil.》
—Tú dices que quieres al tío Satoru, pero siempre se están pegando...aunque mamá también lo golpea y a veces con el sartén.
《Si, difícil.》
Durante todo el trayecto del viaje, Suguru explicó muchas veces que no importaba el género, no debía usar violencia con nadie.
Después de tres días de expulsion, regresa a la primaria. Hiroki observa a sus hermanas despedirse de sus padres, que esta vez lo llevan a la primaria con la familia completa. Iba a ir junto a ellas, pero su madre apretujar suavemente mejillas se lo impide.
—Si me llaman de nuevo porque te peleastes con el mismo compañero, te juro que no te daré con la sandalia, sino con el sartén.
—Ya, mamá.—El pequeño tenía sus ojos achinados e intentaba alejar las manos de su mamá de su rostro, sin usar fuerza en sus dedos porque no quería herirlo, como muchas veces hacia cuando antes no sabia controlar sus prótesis.
—Tami, deja al niño.
Rendida ante el apodo que le puso su marido le deja un beso en la frente a su pequeño malcriado antes de soltarle las mejillas y pararse del suelo. Hiroki se frota los pómulos antes de mirar a sus padres y dirigirse a la entrada junto a los demás niños.
—¡Hiro–kun!—Él se detiene, volteando a ver a su mamá que tenía un semblante serio y luego a su papá, quien tenía una sonrisa gentil.—No lo trates mal.
Él asiente a medias su cabeza, entrando a la escuela al escuchar el timbre que daba inicio a las clases, mientras los adultos lo miraban alejarse.
—Espero que haya funcionado tús filosofías.—Siente un beso en su coronilla.
—Él no peleará más con ese niño.
《Eso espero.》
Tres horas pasan y el timbre suena dando inicio la hora de receso. Hiroki observa como los demás de sus compañeros salen del aula, emocionados, pero sus ojos índigos buscan entre ellos al niño que le gusta. Visualiza dos niños de mismas facciones junto a una niña de cabello corto y castaño, con el hijo del tío de Satoru, que es su amigo (antes de irse ee su lado, le dijo que no hiciera otra estupidez, porque no lo defenderia de nuevo de Sukuna) y por última la nueva hermana de este llamada Soraya, con un rostro neutral y un cabello más corto que la otra niña formado por rulos, pero si era de color castaño claro, y era una alumna especial por su autismo, no obstante le caía medio bien, pues ambos jugaban a la consola a veces juntos.
Sin embargo podía diferenciar cual de ambos era Yuuji y Sukuna, por el color de sus ojos.
—¡Oye, tú, simio maloliente!
El grupo se detiene, volteando a ver al niño de extremidades roboticas acercarse a ellos. Sukuna se pone en posición, poniéndose adelante de su gemelo Yuuji, quien ladea su cabeza a un lado dejando ver un parche en su mejilla, la pequeña Nobara se cruza de brazos, Megumi entrecierra sus ojos, frunciendo el ceño, como diciendole a su amigo y la pequeña Soraya parece ignorante, mirando a otro lado con unos auriculares puestos.
—¿Qué quieres de mí hermano, muñequita?—Inquiere Sukuna, viéndolo con sus ojos rubíes.
—Quiero hablar con él.
—Pues no lo va hacer.
—Que lo decida él, para algo tiene boca, tú simio.—Sukuna gruñe con molestia.
—Deja de llamarme simio, tú muñequita de porcelana.
—Sukuna, deja que hable con Yuuji.—Este mira a Megumi como si fuera tonto.
—¿Megumi eres idiota?—Al menos Nobara le acompañaba en el pensamiento y el pelinegro pone sus ojos en blanco.
—Déjame hacerlo Sukuna.—Esta vez habla Yuuji
El nombrado rueda sus ojos antes de decirle que si él niño volvía a golpearlo no iba a interferir como la última vez. Yuuji por las dudas se pone a la defensiva cuando Hiroki se para al frente de él, lo que más sorprendieron a los pequeños eran sus pómulos enrojecidos y su mirada penosa. Menos a Megumi y Soyara, el primero porque lo conocía y la segunda porque ya lo sabía, pero como nadie le pregunta, se queda calladita para verse más bonita.
—Perdón por tratarte mal. Quería llamar tú atención porque me gustabas.—Yuuji pestañea confundido.—Desde ahora te trataré como se debe, ya no serás simio, sino mi futura esposa.
—¿Eh?
Tanto Sukuna como Megumi y Nobara abren de más sus párpados, alzando sus cejas con una expresión de sorpresa, solo que el primero quedó con la boca un poco abierta al ver como el niño de extremidades parecidas a la de un maniquí junto sus labios con las de su gemelo por solo un segundo y alejarse con la cara roja.
Yuuji parecía ahora una fresita, con los ojos bien abiertos por el pequeño beso, su expresión de sorpresa cambia de inmediato a una de tristeza, tocando sus labios alarmado.
—¡No! ¡Mi primer beso lo tenía reservado para Jennifer Lawrence!
Hiroki, Sukuna, Megumi y Nobara observan como Yuuji se hace bolita en el suelo, quejándose del niño que lo golpeaba le robó su primer beso para una actriz que posiblemente nunca podrá cruzarse en su vida. Mientras Soraya forma una mueca de desagrado ante lo visto (No por ver a dos niños besarse, sino que en general detesta cualquier tipo de romance.) antes de acercarse a su amigo, agacharse y darle palmadas a su cabeza. Odia el contacto físico y los germenes , pero como Yuuji se parece a sus dos mellizos, tiene el privilegio que lo toque, los demás si en caso estuvieran en la misma situación, con un palo o un pie.
Ya se pueden imaginar al regresar a su casa y contarle a sus padres que besó al niño que le gustaba. Suguru ese día no se salvó de recibir chanclasos por parte de su esposa. Pero al menos Hiroki y Yuuji después de ese día se volvieron amigos.
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