SERVIR
CAPÍTULO DIECIOCHO
Servir,
Yune bajó de la motocicleta del más alto, el contrario bajó segundos después tomando la mano de la chica y yendo juntos hasta una pequeña tienda de mascotas.
— Mira ese de allí. — Señaló Keisuke. — Le quedaría bien ¿No crees?
— Me gusta el azul, pero creo que a Zeus le quedaría mejor el color rojo.
— ¿Zeus? — Yune sonrió.
— Así lo nombré ¿Es muy raro? — Baji negó.
— Suena bien.
Ambos se tomaron su tiempo para escoger collares y atuendos para el nuevo compañero de la mayor. Baji no pudo evitar sonreír al notar como la chica se había tomado muy en serio el cuidar correctamente del felino, y eso le hacía feliz, después de todo él también era por naturaleza un fanático de los animales, especialmente de los gatos.
Tras pagar por lo seleccionado, ambos salieron del local, subiendo nuevamente a la motocicleta del pelinegro, quien comenzó a conducir hacia el punto de encuentro de la Toman, allí dejaría a la chica, quien debía de presentarse a la reunión de la pandilla y después se iría, para evitar inconvenientes.
— Puedes dejarme aquí, Keisuke. — Baji asintió, deteniendo la motocicleta a unos metros del sitio. Yune descendió, tomando la bolsa con las compras y girándose a mirar al menor. — Nos vemos luego.
— Yune. — La chica sonrió, inclinándose y posando suavemente sus labios sobre los contrarios. Las comisuras de los labios del menor se elevaron en señal de satisfacción, y sin evitarlo dejó un último casto beso en los belfos de la mayor al separarse, encendiendo después su motocicleta. — ¿Quieres que venga por ti?
— No quiero molestarte con eso. — Keisuke rodó los ojos.
— No lo haces. Escríbeme cuando termines, estaré aquí mismo. — Yune asintió viendo al menor irse.
A paso lento caminó hasta su destino, notando así a los muchos miembros de la pandilla esperando allí por su comandante. Yune caminó en silencio, hasta llegar junto a los demás.
— ¡Subcomandante! — Exclamaron los miembros de menor rango al verle, Yune no les miró, caminando hasta las escaleras, las cuales subió, girándose para ver a algunos de los líderes de escuadrón quienes ya se encontraban allí.
— Yune. — Mitsuya se acercó a ella, sonriente.
— ¿Mikey aún no llega? — El chico negó. — Ese niño... Se toma demasiado su tiempo.
— Subcomandante. — Sonrió Smiley quién recién llegaba junto a su hermano gemelo. — ¿Hace cuánto no te vemos?
— Solo un par de días. — La chica se sentó en las escaleras, soltando un suspiro. — ¿Algo nuevo?
Mitsuya asintió con seriedad, Yune supo casi de inmediato de qué se trataba aquello: Los Black Dragons.
— ¡Buen trabajo! — Al escuchar la exclamación grupal Yune elevó su mirada, notando a Manjiro y Ryuguji acercarse hasta donde ella se encontraba.
— Al fin ¿Se quedaron dormidos? — Draken sonrió, ayudando a la chica a colocarse de pie.
— Solo unos asuntos.
— ¿Qué es esto? — Mikey miraba el interior de la bolsa que la mayor había dejado a un lado. — ¿Collares de mascota?
— Para mi gato.
— ¿Tienes un gato? — Preguntó el comandante, Yune asintió.
— Keis- Bueno, fue un regalo de hace poco tiempo. — Prefirió omitir el nombre de quien le había obsequiado a aquel felino, después de todo aún Baji se encontraba trabajando desde las sombras, y había hecho a la chica prometer que no le diría a nadie sobre ello, aunque a veces le era difícil hacerlo.
— Ya veo. — Manjiro le dio una pequeña sonrisa. — Iré a tu casa a visitarlo.
— Claro. — Yune se acercó al lado de Mikey, en una posición más educada hacia quien tenía a su lado, mirando hacia los demás miembros.
Los ojos de Yune descendieron un poco más, hasta encontrarse con la mirada de un chico de tez morena, quien parecía mirarle y no estar muy a gusto con su presencia, Haitani no pudo evitar elevar sus comisuras levemente en una sonrisa burlona, y aunque no estaba cerca del chico, estaba segura de que este había chasqueado su lengua ante su arrogancia.
La reunión de aquel día se llevó con naturalidad, Mikey soltó lo de siempre y agregó nuevos detalles como posibles amenazas a la pandilla de las cuales debían estar siempre alerta.
— Eso es todo. — Aseguró el comandante, Yune le miró, notando como este se giraba y comenzaba a caminar hacia el lado contrario a las escaleras. Draken le siguió y segundos después Yune también lo hizo.
— Subcomandante. — Una voz detuvo a la chica, quien se giró asegurándose de si le buscaban a ella o al rubio más alto.
Efectivamente, los ojos azules de cierto chico le miraban a ella mientras se acercaba junto a otra persona a su lado.
— ¿Desde cuándo me llamas Subcomandante? — Preguntó la chica, mirando a Takemichi reír nervioso. — Está bien, puedes llamarme como quieras.
— Yune, hay algo que me gustaría pedirte. — La chica asintió.
Desde unos metros lejos, Mikey observaba los movimientos de aquellos tres con cuidado. Como se era de esperar, las noticias corrían a una rapidez absurda aquellos días, y no había pasado mucho tiempo para que a oídos de la Toman, y a oídos de Mikey llegase el rumor de que alguien había intentado asesinar a la chica de ojos violeta.
Sano no podía estar tranquilo al pensar en que alguien intentaba asesinar a su mejor amiga, como era lógico, y se había vuelto algo precavido desde entonces, observando a la chica con cautela cada vez que estaba cerca de ella.
— ¿Cómo estás seguro de que no era otro miembro más de ese grupo quien intentó atacar a Yune? — Draken miraba a Manjiro desde arriba, pues el menor se encontraba sentado sobre un escalón.
— Ken-chin. — Mikey elevó la mirada. — Uno de los chicos con los que los hermanos Haitani pelearon aseguró que ese sujeto no llevaba su uniforme, era similar, pero no era el suyo, y fácilmente pudo haber golpeado a Ran quien estaba más cerca de él, pero decidió lanzarse a Yune.
Mikey se puso de pie, caminando hacia su motocicleta.
— Además, no la golpeó, intentó asfixiarla. El objetivo de esa pequeña pandilla era derrotar a los hermanos, no asesinarlos.
— ¿Es por esa razón que crees que alguien intenta asesinar a Yune?
— No lo creo, estoy seguro.
[...]
La campanilla de la tienda sonó anunciando la llegada de un nuevo cliente. Yune caminó hasta el mostrador y pidió un par de donas, las cuales la amable mujer que atendía le entregó. Tras pagar por los alimentos, la peligris salió del establecimiento, acercándose a su acompañante quien se encontraba sentada en una banca fuera del local.
— ¿Es que acaso atraes solo problemas? — Haitani suspiró. — Deberías de aprender a evitar a ese tipo de chicas, no siempre llegaré a tiempo para salvarte, Jin.
— Lo siento. — La chica de cabellos castaños se disculpó avergonzada, tomando una de las donas que le extendía la más alta y llevándola a su boca. — Intenté alejarme, pero ellas me vieron.
— Debería de darte algunas clases de defensa personal. — Bromeó la mayor, notando las mejillas de la contraria pintarse de un suave tono rojizo.
— Lo siento.
— Ya deja de disculparte. — Yune le dio un gran mordisco a su dona, mirando al suelo por unos segundos.
Para entrar en contexto, hacía unas horas atrás Yune había vuelto a encontrarse con aquella castaña de unos centímetros más baja, la chica se encontraba levemente golpeada y a unos metros de ella se podía ver a un grupo de chicas quienes nuevamente acosaban a la pobre joven de mechón rubio. Yune no tuvo que hacer más que fruncir su ceño para que el grupo se marchara rápidamente de allí, dejándole sola con la menor.
— Sígueme.
Haitani se puso de pie, la contraria no dudó en obedecer a sus palabras, siguiendo a la oji-violeta hasta su motocicleta, subiendo en la parte trasera junto a la mayor. Maeda rodeó la cintura de la chica, y pocos segundos después el vehículo comenzó a moverse con rapidez hacia algún sitio desconocido por la más baja.
Al bajar de la motocicleta, Yune se giró, mirando a la chica quien se encogió en su sitio, era imposible negar que la mirada de la más alta no podría intimidar a alguien, especialmente a alguien como la castaña. Haitani se mantuvo en silencio por unos segundos antes de sonreír.
— Desde hoy serás mi sierva. — Las mejillas de Jin se coloraron. — Me servirás, a cambio yo te protegeré de ese grupo ¿De acuerdo?
Jin solamente pudo asentir. Yune volvió a girarse, caminando al interior de una construcción en donde se encontraban otros miembros de la Tokyo Manji esperando por la chica.
— Finalmente llegas. — Soltó Smiley, Yune rodó los ojos.
— No seas pesado, solo me atrasé un minuto. — Haitani se sentó en una esquina del gran asiento, Maeda se quedó de pie a su lado.
— ¿Oh? ¿Quién es tu acompañante? — Preguntó curioso Matsuno, Yune le miró.
— Mi nueva sirvienta. — Draken soltó una risa nasal. — Hablo en serio... En fin ¿Para qué querían que viniera?
Todos los presentes miraron a Takemichi, quien se removió en su sitio.
— ...Entonces ¿Quieres luchar contra los Black Dragons?
— Sí. — Afirmó Hanagaki, Yune frunció su ceño inclinándose y apoyando sus codos sobre sus rodillas.
— ¿Qué crees que dices, Takemicchi? — El oji-azul miró a la mayor, aunque el contacto visual le fue difícil de mantener tras un par de segundos.
— Rechazamos la decisión de pelear contra los Black Dragons y así evitar que Hakkai mate a Taiju.
— ¿Qué les parece, chicos? — Smiley miró a los dos subcomandantes quienes se encontraban en silencio, escuchando a los líderes de escuadrón discutir.
— Me niego.
— Rechazado. — Draken miró a Hanagaki. — Takemicchi, probablemente tienes tus consideraciones para esto, pero ¿Quieres realmente arruinar el pacto de paz en el que Mitsuya trabajó?
— No solo lo arruinarás. — Agregó Yune. — También arruinarías su reputación ¿Eso quieres?
— En fin, esta discusión ha terminado.
Haitani se puso de pie, marchándose del sitio junto a su nueva acompañante, quien aún se encontraba algo aturdida con todo lo que acababa de presenciar. ¿Black Dragons? ¿Hakkai? ¿Taiju? ¿Mitsuya? Eran demasiados nombres de personas y pandillas que la chica desconocía.
Haitani subió a su motocicleta, y la menor le siguió, subiéndose detrás de la mayor.
— Yune. — La peligris giró su rostro, mirando a Draken acercarse a ella. — Deberías de hablar con Mikey sobre esto.
La chica miró a quien se encontraba detrás de ella, después asintió con una pequeña sonrisa.
— No te preocupes, pensaba hacerlo, aunque no sé si obtendré una respuesta positiva de su parte.
— Creo que todo estará bien. — La mayor asintió, encendiendo su motocicleta y comenzando a conducir a una gran velocidad.
— Siento tener que llevarte a tantos sitios hoy, pero hay cosas que hacer. — Pronunció la oji-violeta, Jin solo asintió restándole importancia. — Jin, puedes quejarte, no hagas parecer que eres un robot.
— Es que no tengo nada de lo qué quejarme. — Yune hizo una mueca, la chica era demasiado rara y... Dócil. Sin darle demasiadas vueltas al asunto y después de llegar a su destino, la peligris comenzó a caminar hasta una residencia, y al llegar, tocó el timbre esperando que alguien abriese la puerta.
Con el paso de unos segundos, la puerta se abrió, dejando ver a una chica rubia de ojos verdes. Yune sonrió, saludando a su amiga.
— Yune ¿Qué tal? — La rubia se inclinó, observando a la acompañante de la mayor. — ¿Buscas a Mikey?
— Sí ¿Está en casa?
— Está en su habitación, adelante.
Haitani entró al sitio, siendo seguida por Maeda quien saludó cortésmente a la rubia, esta le devolvió el saludo antes de marcharse dejando a las dos chicas solas. Yune caminó hasta la habitación de Manjiro y tocó dos veces la puerta.
— Mikey.
La puerta se abrió, la chica pudo ver a un adormilado Sano, quien sonrió torpemente al verle.
— ¿Estabas durmiendo? Necesito hablar contigo.
— Recién despierto... Pasa. — Yune asintió, haciendo una seña a la menor para que entrara también. — ¿Quién es ella?
— De eso quería hablar.
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