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CAPÍTULO DIECISÉIS

Encontrar,

Yune tomó asiento sobre unas vigas, al lado de Manjiro. En el sitio se reunían todos los líderes de la Tokyo Manji.

— No sabía que Hakkai era el hermano menor del líder de los Black Dragons. — Comentó Smiley, siempre tan sonriente.

—Mitsuya ¿Ya lo sabías? — El mencionado no respondió.

— ¿Están todos los líderes aquí? — Preguntó Ryuguji, Yune giró su rostro a la entrada.

— Entren. — Ordenó Mikey, a los segundos dos personas entraron al sitio: Hakkai y Hanagaki.

— Ya todos deben saber qué hace cuatro días, el líder de los Black Dragons golpeó a Takemicchi, aun sabiendo que es nuestro líder de la primera división, lo que quiere decir que es una declaración de guerra por parte de los Black Dragons.

— Esas mierdas andantes realmente tienen bolas para hacer algo como eso. — Habló Haitani mientras sonreía.

— No fue culpa de Takemicchi no saber que era el territorio de los Black Dragons... Así que ¿Por qué diablos lo llevaste, Hakkai?

— Hakkai ¿Acaso eres un espía de los Black Dragons? — El acusado no respondió.

— Esperen un momento, Hakkai no-

— Cierra tu maldita boca, Takemicchi. — Ordenó la peligris, cortando las palabras del menor.

— No me excusaré, como hermano menor, tomaré la responsabilidad. — Shiba se arrodilló. — Comandante, yo Hakkai Shiba, vicecapitán del segundo escuadrón de la Tokyo Manji Gang, solicito su permiso para abandonar Toman.

— ¿Eso es lo que quieres? — Preguntó Sano.

— ¡Alto! — Exclamó Hanagaki, Yune sonrió, llevando una paleta a su boca.

— Esto será divertido. — Murmuró, atenta a las acciones del menor.

— Me opongo. — El chico suspiró. — Mikey, toma un momento para relajarte y considerarlo con un bocadillo.

Yune elevó sus cejas con diversión, intentando aguantar una carcajada amenazante con salir. Mikey miró el empaque en manos de Takemichi por unos segundos antes de darle un manotazo y lanzarlo lejos.

— No lo quiero. No interrumpas.

— Oye, Hanagaki. — Haitani se puso de pie, mirando al chico desde arriba. — ¿Crees que esto es una broma?

— ¿Eh?

[...]

La chica de cabellos teñidos bajó de su motocicleta, entrando junto a dos rubios al local de comida rápida. Draken les guio a una mesa, sentándose los tres en la espera de ser atendidos.

— Entonces... ¿Mitsuya fue a hablar con el hermano mayor de Hakkai? ¿Líder de los Black Dragons? — Ryuguji asintió.

— Qué rápido se corre la voz, me sorprende que ya lo sepas. — Haitani sonrió con arrogancia.

— Draken, siempre me entero de las cosas. — La chica sacó su teléfono. — Muchos contactos.

— Su pedido. — Un hombre se acercó, dejando frente a Manjiro y Yune lo que habían pedido. Los ojos de Sano brillaron por unos segundos al ver la pequeña banderita sobre la pila de comida.

Yune pidió una simple tarta de red velvet, la cual devoró en tan solo segundos. Draken mantenía sus ojos cerrados, esperando a que ambos chicos frente a él terminaran de comer sus órdenes. Yune limpió sus labios con una servilleta, colocándose de pie.

— Ya vuelvo, iré al baño. — Avisó Haitani, Draken asintió sin abrir sus ojos, mientras Mikey siguió concentrado en comer sin prestar atención.

Su viaje al baño fue rápido, simplemente hizo lo necesario y acomodó un poco sus grisáceos cabellos antes de salir del sitio. Una descuidada joven de cabellos negros y un notable mechón marrón claro a la derecha se golpeó contra el pecho de Yune al no verla salir del lugar, provocando que el ceño de la mayor se frunciera levemente.

— Fíjate por donde vas. — Se quejó la más alta.

— ¡Lo siento mucho! ¡No era mi intención golpearte! — La más baja ni siquiera le observó, Haitani rodó los ojos, girándose y volviendo a la mesa con sus dos amigos. Manjiro recién acababa con su comida, y unas pocas migajas de comida aún continuaban en las comisuras de sus labios.

— Mikey. — El más bajo observó a la chica, quien tomó una servilleta y limpió su rostro como si fuese un niño desastroso que no sabía comer del todo bien. — Listo ¿Ya terminaste?

— Lo hice. — Los tres se pusieron de pie, caminando hacia la salida. Manjiro iba en la misma motocicleta que Ryuguji, mientras que Haitani se iba por su propia cuenta en su motocicleta.

— Nos vemos luego.

— Escríbeme cuando llegues a tu casa. — Yune asintió a las palabras de Sano. Los dos menores se retiraron primero, la oji-violeta caminó a su vehículo y subió, preparándose para irse.

Algo detuvo a Yune.

Su rostro se giró, observando como a unos metros de ella una chica parecía ser intimidada por otras chicas más altas, quienes pedían el dinero que llevaba con ella. Yune pudo haberse ido, pero al ver a la misma chica con la que había chocado minutos atrás sintió molestia por su debilidad y a su vez una necesidad por ir y espantar a aquellas grandulonas. Bajó de su motocicleta una vez más y caminó hasta el grupo de cuatro mujeres.

— Oigan. — Las cuatro chicas se giraron, mirando a Yune, quien les miraba desde arriba. A pesar de ser más altas que la víctima, Yune aún les llevaba unos centímetros, logrando verse mucho más grande.

— ¿Quién eres? — Quien parecía ser la que lideraba se acercó a Haitani en un intento de enfrentarla.

— No importa quién soy yo ¿Por qué molestan a esta chica? ¿Les hizo algo? — Las tres restantes rieron.

— Sí, su existencia en sí es una molestia, pero eso no te incumbe.

— Oye, chica. — La más baja elevó la mirada, observando algo aterrada a Yune. — Ven acá.

En un intento por escapar, la chica fue detenida por las otras cuatro, terminando con la poca paciencia que tenía la mayor. Haitani tomó a una de ellas por el cuello de su camisa, mirándole a los ojos con molestia.

— Escuchen bien, bola de idiotas, esa chica de ahí es mi amiga, si la molestan a ella es como si me tocasen los senos a mí y me pongo de muy mal humor si alguien se atreve a hacer algo así. — Soltando a la chica, Yune estiró su mano, tomando la muñeca de la más baja para arrastrarla consigo. — ¡Por cierto, la Tokyo Manji cuida mi espalda!

Al alejarse del grupo, Haitani guio a la menor hasta su motocicleta, deteniéndose allí y soltando un suspiro de cansancio.

— ¿Estás bien?

— Lo estoy. — La menor se inclinó en agradecimiento. — Muchas gracias... uhm...

— Haitani Yune.

— Muchas gracias, Yune, y es un placer. Yo me llamo Maeda Jin.

La más alta asintió, subiendo a su motocicleta. —¿Tienes cómo volver a tu casa?

— Puedo volver caminando.

— Conozco a las chicas de ese tipo, cuando vuelvan a verte sola no dudarán en darte una paliza. Súbete. — Jin asintió, subiendo en la parte trasera del vehículo.

Maeda guio a la mayor por varios minutos hasta señalar una casa pequeña, Yune se detuvo frente a esta, viendo bajar a la menor.

— Muchas gracias, de nuevo.

Yune asintió y sin decir nada más comenzó a conducir nuevamente. La joven de cabellos negros miró a la mayor irse antes de entrar a su hogar, sintiendo un pequeño cosquilleo en su pecho mientras recordaba a la chica.

Haitani no se detuvo en ningún otro sitio de paso, simplemente condujo hasta llegar a su hogar en donde, al llegar, sus hermanos no estaban presentes. Probablemente estarían otra vez haciendo alguna travesura y volverían antes del anochecer.
Para las seis y cuarenta y cinco de la tarde, la menor de los hermanos decidió levantarse e ir a la cocina, preparando la cena para los dos mayores, quienes aún no se presentaban.

A las siete y media, Haitani terminó de servir la mesa, o al menos lo hizo para ella, estaba lo suficientemente cansada para comer e irse a dormir de inmediato. Finalmente terminó de comer y se acostó a las ocho de la noche, sin volver a despertar de nuevo.

A las nueve de la noche la puerta de la entrada se abrió y dos hermanos entraron por ella, encontrándose casi de inmediato con una mesa preparada, con comida tibia y de buen aroma.

— ¿Crees que se fue a dormir? — Ran asintió, tomando la comida para volver a calentarla.

— Es seguro, nos habría esperado de no ser así. — El menor de los dos hermanos caminó hacia el pasillo, deteniéndose frente a una de las puertas y abriéndola en silencio.

Tal como había dicho el mayor de los tres hermanos, Yune se encontraba acostada sobre su cama, sus ojos cerrados y las sábanas apenas cubriendo sus tobillos. Rindo se acercó a la chica, tiró de las sábanas hasta los hombros de la menor, cubriéndola del frío de la noche.

— Rindo, ven a comer. — Llamó el chico de trenzas.

El mencionado salió de la habitación, cerrando la puerta tras de sí antes de volver al comedor y tomar asiento junto a su hermano, ambos en silencio. Ran dejó su plato a un lado antes de soltar un largo suspiro y elevar la mirada, observando a Rindo quien unos segundos después también le miró.

— Le pediré a Yune que nos acompañe uno de estos días ¿Te parece? — Preguntó el chico de trenzas con una pequeña sonrisa, el menor frunció su ceño.

— ¿Por qué preguntas?

— No lo sé, pareces más preocupado por ella estos últimos días ¿Hay algo que no sepa? — Rindo negó.

— Todo sigue igual, como siempre. — Ran asintió, comenzando a deshacer sus trenzas lentamente bajo la mirada de su menor. — Bueno, hay algo que me molesta.

— Lo sabía. — Festejó el de largos cabellos, mirando al de mechones celestes con una sonrisa. — ¿Qué es?

— Siento que Yune está diferente. — Ran elevó una ceja.

— ¿A qué te refieres con diferente? ¿Físicamente o mentalmente?

— Ambas. — El menor se quitó sus lentes, dejándolos sobre la mesa, tallando un poco sus ojos. — Después de volver del reformatorio no es igual.

— Rin ¿Me estás diciendo que prefieres a la Yune rebelde que era capaz de patear a un niño sin razón alguna?

— No la prefiero, simplemente es extraño. Antes Yune era muy arriesgada, pero aun así siempre se acercaba a nosotros por algo de ayuda, ahora parece más independiente, hace todo por sí misma, no nos pide ayuda en casi nada.

Ran soltó una risilla nasal. — Sí, nuestra querida Yune está madurando, en algún momento sucedería.

— ¿Madurando? ¿No era lo suficientemente madura antes?

— No, al menos no para mí. — Ran apoyó la cabeza sobre la palma de su mano. — Ahora es capaz de decidir y pensar mucho mejor que cómo lo hacía en el pasado, sus actitudes de hace más de un año fueron las que la llevaron a estar entre rejas ¿Lo olvidas?

— ¿No es lo mismo que nosotros?

— Bueno, Yune era terrible... En algún punto pensé que no tenía solución, pero, oh sorpresa, ahora es toda una mujer.

— No lo digas como si hace un año fuese un insecto, Ran. — Los dos sonrieron. — Sí, quizá tienes razón... Sólo... No estoy acostumbrado a esta nueva versión de ella.

— No lo pienses demasiado, olvida a la Yune del pasado y enfócate en la Yune del presente.

— Lo intentaré. — Ran se puso en pie, tomando su plato y llevándolo a la cocina. — ¿Sabes qué estuve pensando estos días?

— ¿Qué cosa?

— La motocicleta de Yune es una chatarra andante. — Ran se giró, mirando a su hermano menor con una sonrisa cómplice.

— ¿Tienes dinero?

— No, pero tú sí, además, tenemos contactos ¿No? — Rindo se puso de pie, a diferencia de su hermano, este dejó el plato sobre la mesa con la excusa de que "después lo recogería". — Sería genial comprarle una motocicleta nueva, esa cosa en cualquier momento dejará de funcionar.

— Tienes razón. — Ran salió de la cocina caminando hacia su habitación. — Busca una motocicleta que creas que le gustará, yo me encargó del resto, podríamos dársela como regalo de navidad.

— Muy bien. — Rindo caminó hacia su habitación también, ambos hermanos se separaron, yendo cada uno a su mundo desde ese momento, mientras la hermana menor continuaba en su habitación, totalmente dormida.

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