CULMINAR

CAPÍTULO TREINTA Y UNO

Culminar,

— ¿Qué puta mierda sucede ahora? — Chifuyu miró a la peligris quien llevaba una mano a su cabeza, adolorida. — Ese hijo de perra golpea demasiado duro.

Yune giró su rostro, la sorpresa fue evidente en ella cuando observó al peón más fiel de Izana cayendo de rodillas al suelo, y Kisaki a unos metros, con un arma en manos.

— Oh, mierda.

— Yune ¿Estás bien? — Matsuno le ayudó a ponerse en pie, la peligris asintió, sacudiendo su ropa.

— Algo adolorida. — La chica movió su cabeza hacia un lado, haciendo su cuello tronar. — Pero todavía puedo patearle el trasero a ese pendejo.

— Espera. — Chifuyu le detuvo. — No te acerques a él, tiene un arma.

— He sobrevivido a un puñal, a un golpe en la cabeza... ¿Qué más da un disparo?

— No seas descuidada, Yune. — La mayor suspiró, aceptando.

Juntos se acercaron al lado de Hanagaki, Haitani soltó una risa nasal, Kisaki parecía estar perdiendo la paciencia con absolutamente cualquier persona que se pusiera en frente de sus objetivos y arruinara sus planes.

— Una y otra vez, mis planes bien elaborados son arruinados por Hanagaki. —Comenzó el moreno. — Ahora que no puedo usar a Mikey, lo único que me queda es usar a Izana... Pero ahora, Kakucho, estás en mi camino.

— Esto se va a poner feo. — Susurró Yune, tomando la muñeca de Chifuyu, colocándole detrás de ella. Matsuno se sintió como un niño, aunque sabía que las intenciones de la mujer no eran malas, al contrario.

Kakucho corrió hacia Tetta, dispuesto a golpearlo con todas sus fuerzas. El moreno le apuntó nuevamente, totalmente seguro de su objetivo, tirando del gatillo y dejando salir las balas. Kakucho se desconcertó al ser empujado, y sus ojos se abrieron con sorpresa al ver quien había recibido las balas por él.

— ¿Qué mierda? — Yune estaba estupefacta ¿Realmente había visto bien?

— ¿¡Por qué, Izana!? ¿¡Por qué proteges a un siervo!? — Kisaki debía de estar tan horrorizado como todos los demás presentes, quienes observaban la sangre regándose por el sitio rápidamente.

Kakucho no podía procesar lo que sus orbes acababan de ver, giró su rostro, incrédulo, notando como Kurokawa se giraba, quedando poca arriba, mirando un punto en la nada.

— Yo no quería... — Confesó el moreno, su piel palideciendo con cada segundo. — Solo creí que eras un siervo muy valioso, mi cuerpo se movió solo.

— Aún podemos llamar a una ambulancia. — Susurró Chifuyu a su lado, la mayor negó.

— No, olvídalo. — La chica soltó un suspiro, apenada. — No tiene salvación, aunque la ambulancia llegue a tiempo.

— Carajo.

Yune se acercó unos pasos, mirando a los dos hombres caídos. Mucho soltó un estruendoso grito, pidiendo una ambulancia rápidamente, aunque la peligris sabía que aquellos tres disparos recibidos por el jefe de Tenjiku no tenían salvación alguna.

— No hay forma de ser salvado ¿Cierto...? — Preguntó Izana. — ¿Verdad... Emma?

— ¿Izana? — Kakucho observó a su jefe, quien había ya dejado de respirar.

Yune se giró, intentando ignorar los desesperados gritos del pelinegro en busca de una respuesta de su compañero de infancia, aunque no tuviese ningún lazo sentimental hacia ellos, se sentía realmente apenada por aquellos dos hombres.

— Kisaki... — Susurró Haitani, mirando un punto fijo en el suelo. — ¿Cuántas muertes más necesitas?

La peligris se giró, mirando ambos cuerpos en el suelo, entonces ¿Realmente habían muerto?

— Toman, Tenjiku. Este conflicto ha terminado. — Anunció Mikey, mirando a todos a su alrededor. — Una ambulancia y la policía llegarán pronto, me quedaré aquí y me encargaré del resto, todos ustedes márchense ¡Desaparezcan!

— Mikey. — El rubio giró su rostro, mirando a Muto quien era ayudado por su más leal vasallo.

— Nos quedaremos. — Aclaró Mochizuki.

Yune observó a su hermano mayor dirigirse hacia ambos cuerpos inertes, no le prestó atención e hizo lo que debió de hacer hacía mucho tiempo atrás.

— Mikey. — Llamó la peligris, ganando la atención del rubio quien posó sus ojos sobre ella, mostrándose sorprendido. — No digas nada, déjame hablar primero. — La chica tomó una gran bocanada de aire, pensando en cómo comenzar. — Lo siento... Quizás esto no sirva de nada, pero, realmente lo siento. No quise traicionar a Toman jamás, pero creo que todos saben lo difícil que es para mí elegir entre ustedes y mis hermanos, y estoy realmente arrepentida de lo que hice, porque manché el nombre de la pandilla por la que daría mi vida, y no te pediré que me perdones, mucho menos que me permitas volver a Toman y ser quien solía ser antes de cometer esta traición... Lo único que quiero es que escuches mis disculpas.

Manjiro observó a la mayor inclinarse frente a él en una reverencia, sus manos detrás de su espalda, mientras esperaba por su respuesta.

— Yune. — Sano se acercó a la chica, tomando su mentón, haciéndole recomponerse. — Te perdono... No podría no hacerlo de cualquier manera, eres mi mejor amiga.

— Mikey.

— Sobre lo de regresar a Toman, hablaremos de eso más tarde. — El rubio le dedicó una pequeña sonrisa, Haitani no pudo evitar abalanzarse sobre el menor, rodeándole con sus brazos en un fuerte abrazo que hizo al rubio quejarse.

— Te prometí que te seguiría a cualquier lado... — Susurró la mayor. — Esa promesa sigue en pie, puedes estar seguro de eso.

Ambos se alejaron, fue entonces que Manjiro giró su rostro, encontrándose con cierto moreno en el suelo.

— Eres la única persona a la que nunca perdonaré, Kisaki.

— ¡Kisaki! ¡Te tengo! — Un motor sorprendió a todos, segundos después el moreno fue tomado por Shuji, quien se marchó rápidamente de allí.

— No permitiré que ese bastardo escape. — Haitani se giró, corriendo hacia donde su motocicleta se encontraba estacionada.

— ¡Takemichi! ¡Sube! — El ojiazul notó a Ryuguji, quien se acercó con su motocicleta. El menor no dudó en subir al vehículo.

Yune subió a su motocicleta, encendiendo el motor de prisa. Una mano detuvo su siguiente movimiento, y al elevar la vista se encontró con su hermano mayor, Rindo.

— ¿Qué mierda crees que haces? — Preguntó la menor, apartando la mano del mayor de un manotazo.

— No vayas.

— Por escucharlos a ustedes dos no pude despedirme de mi mejor amiga. — Yune miró con evidente ira a su hermano, Rindo soltó un suspiro. — Se supone que mis hermanos mayores deben de cuidarme y entender mis sentimientos... Ustedes han hecho todo lo contrario últimamente.

— Yune, no digas eso. — Se acercó Ran, la menor solamente mostró su dedo corazón antes de marcharse del sitio velozmente, siguiendo a la motocicleta de Ryuguji.

Haitani frenó en seco al ver a aquellos dos caer, sus ojos se posaron sobre Ryuguji, quien asintió, y juntos bajaron de sus respectivos vehículos, observando a Takemichi quien enfrentaba al moreno.

— No tienes como escapar esta vez, Kisaki. — Pronunció Takemichi. Tetta se giró, comenzando a correr hacia el lado contrario. — ¡No huyas!

Ambos mayores se alarmaron al observar a Hanagaki caer al suelo, Yune miró a su superior.

— Ayúdalo, los cubriré desde atrás. — La peligris observó al otro sujeto en el sitio, Draken asintió, cargando a Hanagaki sobre su espalda, siguiendo a Kisaki rápidamente.

Yune siguió de cerca a ambos hombres, frunciendo el ceño al escuchar la extraña conversación que se llevaba a cabo entre ellos en aquel momento.

— No sé de qué puta mierda hablan. — Interrumpió la mayor. — Pero me dan miedo y espero que no seas un extraterrestre o algo similar, Hanagaki... Pero... Tienen mi apoyo.

Takemichi sonrió. Su felicidad no duró mucho al escuchar fuertes pisadas acercándose desde atrás.

— ¡Yune! ¡Detrás de ti! — La oji-violeta se giró, recibiendo un fuerte golpe que le derribó, haciéndole tropezar.

— ¿Takemichi, puedes correr? — Preguntó Ryuguji, observando la sangre descender de la cabeza de su amiga.

— ¡Correré hasta que se me rompan las piernas! — Draken sonrió.

— Entonces déjanos esto a nosotros. — Hanagaki asintió, comenzando a correr velozmente tras el moreno.

Yune se puso de pie, mirando al más alto quien sonrió.

— Te mataré ahora mismo. — Amenazó Draken, logrando hacer reír a Shuji.

— Claro, yo colocaré esa trenza en tu tumba.

Haitani se colocó a un lado de su superior, mirándole con ignominia gracias a su condición.

— Lo siento, Draken. — Se disculpó la mujer. — No estoy en mis mejores condiciones, quizá solo sea un estorbo ahora mismo.

— Por supuesto que no serás un estorbo. — Draken le dio una sonrisa, Haitani devolvió el gesto antes de unirse en una maniobra, lanzando el primer golpe hacia el enemigo.

Para la peligris, definitivamente Hanma tenía una fuerza sorprendente, pero lograr salir victorioso contra ellos dos juntos sería una tarea difícil. No quería ser arrogante, pero Haitani podría patearle el trasero si se lo proponía, aun si terminara con algo roto en el camino.

— Maldita sea. — Shuji rio. — Ustedes son jodidamente fuertes.

— ¿Te das cuenta de eso ahora? — Yune tiró sus cabellos, ahora sueltos, hacia atrás.

— Incluso después de ser derrotada por Izana. — Hanma soltó una carcajada. — ¿Por qué no te descubrí antes, Haitani Yune?

— Porque no permito que escorias como tú se acerquen a mí. — Un fuerte puñetazo derribó al más alto, la chica se tambaleó, siendo sostenida por Ryuguji.

— Te has sobre esforzado demasiado. — Recordó el rubio, la oji-violeta suspiró asintiendo.

— Creo que mereceré un buen masaje después de esta mierda.

Ambos giraron sus rostros, observando al hombre de mechón rubio dejarse caer, recostado contra una pared. Yune y Ryuguji se acercaron a él, la chica cruzándose de brazos mientras fruncía el ceño.

— ¿Qué crees que haces?

— Qué cansado. — El más alto les observó con una sonrisa. — He perdido. Él debió de haber escapado ya.

Los dos restantes se observaron entre sí, la oji-violeta se encogió de hombros.

— Me largo. — Yune se giró, siendo seguida por Ryuguji, subiendo ambos a sus respectivas motocicletas para ir a buscar a cierto rubio de ojos azules, ambos estaban seguros de que entre Kisaki y Takemichi, no había sido el último quien había perdido.

Pero jamás ninguno esperó enterarse de aquella muerte del moreno de lentes, Yune quiso vomitar, siendo Ryuguji quien le sacó de allí junto a los demás.

[...]

En el funeral de Sano Emma

El silencio abrumador se había apoderado del sitio, todos observaban hacia el frente, cada uno recordando sus memorias con la difunta hermana de Sano Manjiro. Los ojos de Takemichi observaban a los personajes más importantes: Mikey y Draken, aunque no pudo evitar desviar su mirada hacia cierta chica de ahora rubios cabellos.

Los ojos de Yune se encontraban llenos de lágrimas mientras observaba la fotografía de su mejor amiga fijamente, intentando no dejar escapar el retenido llanto.

La rubia se puso en pie, acercándose a Manjiro y su abuelo, observando por unos segundos a la nada antes de inclinarse frente a ellos, cerrando sus ojos.

— Emma era mi mejor amiga. — Susurró la chica, apretando con fuerza la tela de sus pantalones. — Pude haber hecho más para salvarla y aun así fui inútil... Sé que mis palabras no tienen importancia ahora... Lo único que puedo hacer es mantener mis memorias con ella a mi lado... — Yune elevó la mirada, mirando a Mikey. — Perdóname, Mikey.

El rubio no respondió, la rubia ya se había retirado, volviendo a su sitio. Takemichi observó con lástima a la ex subcomandante de la Tokyo Manji Gang, nadie en ese sitio esperó ver aquella faceta vulnerable de la oji-violeta, sus ojos llenos de lágrimas y sus nudillos blancos debido a la impotencia en su ser.

Cuando aquel evento terminó, la rubia se despidió rápidamente de los familiares más cercanos de su mejor amiga, saliendo de allí lo más pronto posible. Sus ojos se encontraron con un hombre de cabellos negros esperando por ella afuera, y aunque con tristeza, una pequeña sonrisa se estiró en su rostro.

— ¿Te llevo? — Keisuke sonrió, notando a la rubia asentir, subiendo junto a él a su vehículo, retirándose ambos del sitio.

— Necesito ir a la cárcel. — Baji hizo una mueca, asintiendo. — Debo de hablar con esos imbéciles.

— Bien, sostente fuerte. — La mayor rodeó con sus brazos la cintura del contrario, apoyando su cabeza sobre la espalda del pelinegro.

Yune miró la carretera durante todo el camino, sin saber en qué pensar o qué hacer, a partir de ese momento debería de comenzar a recorrer un camino en busca de su mejora, en todos los aspectos.

Baji lo sabía perfectamente, y no dudaría en apoyar a su chica, como siempre, estaría dispuesto a hacer lo que fuera por aquella rubia de ojos violeta.

______________________________

🤺Un voto y un comentario se agradece.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top