Mi primer viaje por carretera incluye monstruos, promesas y mucha confusión

Capítulo 2

Yo no entendía qué estaba sucediendo, pero papá me había dicho que teníamos que empacar todo rápido e irnos juntos a una cabaña que estaba cerca de Long Island. No sabía qué era todo esto, pero por el rostro de mi padre y mi tío entendía que todo era malo, y eso me daba bastante miedo.

Nico y Percy estaban hablando a solas, un poco apartados. No entendía lo que decían, pero escuché una sola frase que me heló la sangre: "es solo un niño". ¿Para qué soy solo un niño? ¿Por qué dicen eso? Parecían mirarme con lástima, y eso me hacía sentir aún más inquieta.

- ¿Todo bien? -me acerqué a ambos, tratando de sonar valiente-. Algo está pasando y nadie me está diciendo nada. Tío Nico, ¿Qué sucede?

- No es nada, Bell. ¿Ya tienes todo? -tocó mis cabellos con una dulzura muy agradable. Solo asentí, sintiendo una mezcla de confusión y preocupación-. Bien, en ese caso, lo mejor será irnos.

No pude evitar notar que le dedicó una última mirada a Percy, una que no parecía muy buena.

- Sube al auto con Erick -dijo Percy mientras me miraba, apretando un bolígrafo en su mano.

¿Quién carajos tiene un bolígrafo en esta situación? Eso es raro, pero bueno.

Sin más opciones, me dirigí hacia la entrada del edificio, donde Erick me esperaba. Me senté en el auto, el estómago revuelto por la incertidumbre. Desde la ventana, no podía ver a Nico ni a Percy, pero sentía que había algo grave que no me estaban diciendo.

- ¿Tío Erick? -pregunté tímidamente-. ¿Por qué estamos yendo a la cabaña?

Erick me miró a través del espejo retrovisor y, aunque intentó sonreír, no me convenció.

- Solo es un viaje rápido, Bell. Todo estará bien, te lo prometo.

Sus palabras sonaban vacías, y una sensación de incomodidad se instaló en mi pecho. La incertidumbre me devoraba, y sabía que algo serio estaba pasando.

El motor del auto rugía suavemente mientras avanzábamos por la carretera hacia Long Island. El paisaje urbano se desvanecía lentamente, dando paso a la vegetación espesa y al aire más fresco del campo. Pero en el auto, el ambiente era denso, cargado con una tensión palpable que me mantenía en alerta.

Papá conducía en silencio, con la mandíbula apretada y los nudillos blancos sobre el volante. A su lado, tío Nico y Percy también guardaban silencio, intercambiando miradas que parecían esconder mil palabras. Algo grave estaba pasando, y nadie quería decirme nada.

Finalmente, después de varios minutos de un incómodo silencio, papá habló.

-Oribell...- comenzó, sin apartar los ojos de la carretera-. Hay algo que creo que debes saber.

Lo miré, algo sorprendido. Había una seriedad en su voz que no reconocía, algo más profundo que el miedo que sentía. No entendía por qué, pero sentí que lo que iba a decir era importante.

-Te he contado sobre tu padre antes, pero nunca de esta manera -continuó, mientras sus ojos, llenos de una melancolía difícil de esconder, se cruzaban brevemente con los míos en el espejo retrovisor-. Lo conocí hace dieciséis años. Fue... un accidente. Lo atropellé con mi auto, y eso cambió todo.

Nico y Percy permanecieron en silencio, casi como si hubieran acordado previamente que no intervendrían. Sus ojos estaban fijos en el paisaje, pero yo podía notar que estaban escuchando cada palabra.

-Al principio, era... una persona bastante altanera, egoísta incluso. No le importaba mucho el mundo a su alrededor -prosiguió papá-. Pero con el tiempo, cambió. Descubrí que detrás de esa fachada había alguien... increíblemente especial.

Sus palabras me desconcertaban. Nunca había escuchado a papá hablar así de alguien, y menos de él. Sabía que era un tema complicado para él, algo de lo que evitaba hablar. Así que, ¿por qué ahora?

-Papá, ¿por qué me cuentas esto ahora? -pregunté, intentando sonar más seguro de lo que me sentía.

Papá soltó un suspiro profundo, como si estuviera liberando un peso que llevaba cargando por años.

-Porque tu padre... tenía algo que muy pocas personas tienen, Oribell. Tenía un aura brillante, algo que hacía que todos los que lo rodeaban se sintieran... vivos, completos.

Hubo un momento de silencio, y fue entonces cuando Percy, que había estado escuchando atentamente, soltó un comentario que parecía sacado de un pensamiento descuidado.

-Sí, claro, todos brillan.

Nico le lanzó una mirada asesina, como si intentara frenarlo antes de que dijera algo más. Pero era demasiado tarde. Yo no entendía del todo el comentario, pero algo en él me molestó. No por el comentario en sí, sino por lo que implicaba. Como si hubiera algo que todos sabían menos yo.

-¿Papá? -insistí-. ¿Qué estás tratando de decirme?

Papá apretó el volante con más fuerza, y por un segundo pensé que iba a retroceder, que se iba a cerrar de nuevo. Pero en lugar de eso, me miró con una mezcla de amor y tristeza que no había visto antes.

-Solo quiero que sepas, hijo, que tu padre... es alguien muy especial, y aunque no está aquí ahora, su luz sigue brillando a través de ti. Eso es lo más importante que debes recordar.

No supe qué decir. Mi mente daba vueltas, intentando procesar lo que acababa de escuchar. Papá nunca había hablado así de mi padre. No entendía qué estaba pasando, pero una cosa era clara: algo en nuestra vida estaba a punto de cambiar para siempre.

El silencio volvió a llenar el auto mientras continuábamos nuestro camino hacia la cabaña. Pero ya no era solo silencio. Era la antesala de algo mucho más grande, algo que yo apenas comenzaba a vislumbrar.

~★~

Llevábamos ya un buen rato en el auto, dejando atrás la ciudad y adentrándonos en lo que parecía una oscuridad sin fin. Percy y Nico intercambiaban miradas rápidas, y aunque no decían nada, podía sentir que estaban alerta, como si esperaran que algo malo sucediera en cualquier momento. Yo no entendía nada de lo que estaba pasando, pero algo dentro de mí sabía que esto no era solo un simple viaje.

De repente, algo cambió en el ambiente. La oscuridad exterior se volvió más densa, y una niebla extraña comenzó a envolvernos. No era una niebla normal; esta se movía de manera antinatural, casi como si estuviera viva.

-¿Qué es eso? -murmuré, intentando no sonar asustado.

Papá frunció el ceño y aceleró un poco más. Percy y Nico se inclinaron hacia adelante, mirando con preocupación por las ventanas. Yo podía sentir la tensión en el aire, y una sensación de miedo comenzó a instalarse en mi pecho.

Entonces, sin previo aviso, un auto salió de la niebla a toda velocidad, cruzando la carretera justo frente a nosotros. Papá giró bruscamente el volante, y sentí cómo el auto se tambaleaba antes de recuperar el equilibrio.

-¡Cuidado! -gritó Nico, abriendo la ventana de su lado para asomarse y ver qué estaba pasando.

Yo estaba paralizado por el miedo. No entendía qué estaba ocurriendo, pero sabía que no era algo bueno. La neblina se hacía más espesa, y de repente, pude ver algo moverse en ella. Algo grande.

Nico se asomó más por la ventana, y lo que vio hizo que su cara se pusiera pálida.

-¡Hay algo ahí! -dijo, y aunque no podía ver bien, el miedo en su voz era evidente.

De la neblina emergió una criatura aterradora, algo que jamás había visto. Parecía un perro gigante, pero con dos cabezas enormes, y sus ojos brillaban de un rojo intenso. Sus dientes, afilados como cuchillas, destellaban bajo la poca luz que nos rodeaba.

-¡Papá, ¿Qué es eso?! -grité, sintiendo que el pánico me invadía.

Papá me miró por el retrovisor, intentando mantener la calma.

-Oribell, quédate abajo, ¿de acuerdo? -me dijo con una voz firme, aunque podía notar que estaba tan asustado como yo.

No entendía nada. ¿Qué era esa cosa? ¿Por qué nos estaba persiguiendo?

Percy apretó los dientes y sacó algo de su bolsillo, pero antes de que pudiera hacer algo, la bestia estaba casi sobre nosotros. Erick gritó algo, pero el sonido del monstruo rugiendo lo ahogó. Su aliento era caliente y apestoso, llenando el auto de un olor a podredumbre.

-¡Nico, haz algo! -gritó Percy, desesperado.

Nico extendió su mano hacia la criatura, y de sus dedos salió una sombra oscura que se envolvió alrededor del monstruo, cubriéndolo por completo. La bestia pareció confundida por un momento, tambaleándose mientras intentaba sacudirse la oscuridad.

-¡Papá, acelera! -grité, sin poder contener el terror que sentía.

Papá no necesitó que se lo dijera dos veces. Pisó el acelerador a fondo, y el auto salió disparado, dejando atrás la criatura y la niebla. Pero el miedo no me abandonaba. Sentía que algo terrible estaba por venir, algo que ni siquiera esos monstruos podían igualar.

Nos alejamos a toda velocidad, pero yo no podía dejar de pensar en lo que había visto. ¿Qué era esa criatura? ¿Y por qué sentía que todos, excepto yo, sabían exactamente lo que estaba pasando? Miré a Nico y Percy, quienes ahora guardaban silencio, como si lo que acababa de suceder fuera normal para ellos.

-¿Qué era eso? -pregunté de nuevo, esta vez con la voz temblorosa.

Nadie me respondió. Papá seguía conduciendo, con los ojos fijos en la carretera, mientras Erick miraba hacia adelante, claramente nervioso.

El auto apenas había retomado su velocidad cuando escuché otro rugido, mucho más fuerte y profundo que el anterior. Miré hacia atrás por la ventana y vi cómo la niebla volvía a espesarse, moviéndose como si tuviera vida propia. Y entonces lo vi. Era más grande que el primer monstruo, un gigante de piel grisácea con un solo ojo en el centro de su frente. Su mirada furiosa se clavó en nosotros, y su enorme garrote se alzó mientras comenzaba a correr tras el auto.

-¡Papá, ¡tenemos que irnos! -grité, mi corazón latiendo a mil por hora.

Percy y Nico intercambiaron una mirada rápida antes de abrir las puertas del auto. Percy me miró, y por primera vez vi un destello de miedo en sus ojos.

-Oribell, mantente abajo y no salgas hasta que te lo digamos, ¿entendido? -dijo con un tono firme que no dejaba espacio para dudas.

No tuve tiempo de responder antes de que ambos saltaran del auto en movimiento. Papá maldijo en voz baja, pero mantuvo el auto en marcha, acelerando mientras la bestia nos alcanzaba.

-¡Thomas, no podemos dejarlos! -dijo Erick, girándose hacia papá con los ojos muy abiertos.

-¡Saben lo que hacen! -respondió papá, pero su voz temblaba. No quería dejarlos atrás, eso era obvio, pero algo lo retenía. Entonces lo escuché murmurar algo para sí mismo-. Le hice una promesa... le prometí que lo protegería.

¿A quién le había hecho esa promesa? ¿Y por qué sentía que tenía algo que ver conmigo? El miedo me envolvía, pero también la confusión. Nada de esto tenía sentido.

El auto zigzagueó por la carretera, pero el monstruo no dejaba de seguirnos. Desde la ventana, pude ver a Percy y Nico enfrentando a la criatura, pero cada vez que Percy lanzaba un golpe con su espada, o Nico usaba sus sombras, el monstruo parecía hacerse más fuerte. Estaban perdiendo terreno, y yo no podía hacer nada para ayudarlos.

-¡Thomas, debemos llegar a la cabaña! -insistió Erick-. Si no lo hacemos, todo esto habrá sido en vano.

Papá apretó el volante con fuerza, dudando. Entonces miró el retrovisor y nuestros ojos se encontraron. Pude ver el conflicto en su mirada, pero también la determinación. Finalmente, asintió.

-Tienes razón -dijo, aunque su voz sonaba más débil-. No puedo fallarles. No puedo fallarle a... Lumina.

Ese apodo resonó en mi mente, aunque no lo entendí del todo. ¿Quién era Lumina? ¿Por qué papá había hecho una promesa tan importante? Mi mente estaba llena de preguntas, pero no había tiempo para respuestas.

El auto dio un giro brusco hacia una carretera secundaria, y mi cuerpo se tensó cuando vi cómo el monstruo estaba a punto de atraparnos. Pero justo cuando creí que todo estaba perdido, apareció una figura corriendo desde los árboles a gran velocidad. Era un chico, un poco mayor que yo, con una expresión feroz en su rostro. Llevaba una espada brillante y su ropa parecía estar hecha para la batalla.

Sin pensarlo dos veces, el chico se lanzó hacia el monstruo, golpeándolo con fuerza suficiente para hacer que retrocediera.

-¡Sigan, yo me encargo de esto! -gritó, sin apartar la vista de la bestia.

Papá apretó los dientes y aceleró aún más, alejándonos de la batalla que se estaba desatando detrás de nosotros. Miré hacia atrás y vi cómo el chico, Percy y Nico luchaban con todo lo que tenían, pero el monstruo era implacable, respondiendo a cada golpe con una fuerza descomunal.

El auto seguía avanzando, y mi corazón latía tan rápido que sentía que iba a salirse de mi pecho. No podía dejar de pensar en lo que estaba ocurriendo atrás, en la pelea que estaba librándose para protegerme, para que llegáramos a esa cabaña que parecía ser nuestro único refugio.

-Papá, ¿qué está pasando? -pregunté finalmente, mi voz apenas un susurro-. ¿Quién es Lumina? ¿Por qué prometiste protegerme?

Papá me miró a través del espejo retrovisor, y en su mirada había una mezcla de dolor y algo más, algo que no podía descifrar.

-Lo sabrás pronto, Oribell -dijo finalmente-. Te lo prometo.

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