Una excursión nocturna... sin permiso, claro
Capitulo 14
Todo está oscuro, como si hubiera caído en un lugar sin salida. No me gusta esta sensación; es extraño, pesado, como si algo invisible me aplastara el pecho, dificultándome la respiración.
La oscuridad me envuelve, densa y pesada, como si me estuviera ahogando en un mar profundo sin fondo. Es una sensación que nunca había experimentado, y no me gusta. Siento como si algo invisible me aplastara el pecho, robándome el aire poco a poco.
De repente, una figura sombría aparece frente a mí. Apenas distingo su forma, pero sus ojos vacíos y oscuros me observan con una intensidad aterradora. Algo en él me resulta familiar y extraño a la vez, como un eco que he escuchado antes.
—Vaya, el niño de Morfeo… o al menos uno de ellos, ¿no es así? —su voz es profunda, burlona, y suena como la que escuché en el museo, solo que más oscura y cercana. —¿Qué sucede, querido sobrino? ¿El miedo te hace más débil? —continúa con una sonrisa que apenas es perceptible en la penumbra.
Intento retroceder, pero mis piernas se sienten atrapadas, pesadas. No entiendo qué está pasando, y el terror me congela. No tengo idea de cómo defenderme o salir de aquí.
—¿Qué… qué quieres? —logro preguntar, aunque mi voz tiembla.
Él solo ríe, y el sonido es un escalofrío que se arrastra por mi espalda. —Quiero ver de qué estás hecho, hijo de Morfeo. No eres más que un soñador perdido en la oscuridad. ¿Realmente crees que puedes enfrentar lo que aún no comprendes?
La presión sobre mi pecho aumenta, como si las sombras mismas me rodearan y apretaran más. Estoy atrapado, y cada intento por calmarme falla. Cierro los ojos, intentando buscar alguna fuerza dentro de mí, algo que me ayude a despertarme o a salir de esta pesadilla… pero nada sucede.
—Oh, ¿crees que cerrar los ojos te salvará? —se burla de nuevo—. Esto es solo el principio. ¿De qué sirve tu linaje si no puedes controlar ni el sueño ni la pesadilla?
Sus palabras me asustan más. ¿De qué habla? ¿Y por qué me siento tan perdido? La oscuridad sigue presionándome, y el terror en mi pecho crece, ahogándome, haciéndome sentir más solo y vulnerable que nunca. No sé qué hacer, y por primera vez, tengo la horrible certeza de que esta pesadilla es más real de lo que jamás imaginé.
Unos susurros y un leve sacudón me arrancan del abismo de esa pesadilla. Abro los ojos de golpe, respirando agitadamente mientras la realidad vuelve a tomar forma a mi alrededor. Estoy de vuelta en el autobús, rodeado de rostros preocupados.
—¡Oribell! —dice Malec, mirándome con el ceño fruncido mientras me sostiene por los hombros. A su lado están Percy y Nico, ambos con la misma expresión inquieta—. Nos asustaste, parecías atrapado en algo muy malo.
—¿Estás bien? —pregunta Percy, observándome con atención.
—Sí… sí, estoy bien —respondo, aunque mi voz suena extraña, como si no fuera mía. Paso una mano por mi cara, tratando de borrar la sensación de esa figura oscura y los ojos vacíos que aún siento clavados en mi mente—. Solo… un mal sueño.
Intento sonreír para que dejen de mirarme con tanta preocupación, pero no puedo evitar que el recuerdo de esa pesadilla me siga persiguiendo. Algo en mí me dice que no fue un sueño normal, pero prefiero no decir nada. No quiero preocuparlos ni parecer más perdido de lo que ya me siento.
Con el pasar de las horas, el autobús finalmente nos lleva a nuestro destino. La noche cae sobre California, y el aire se vuelve frío y tranquilo cuando llegamos al desierto de las dunas de Algodones. La vista de las enormes colinas de arena bajo la luna es impresionante, y por un momento el paisaje me ayuda a olvidar el miedo que sentí hace poco.
—Bienvenidos a las dunas —dice Percy, bajando del autobús y estirándose—. Ahora, solo falta buscar un hotel para descansar un poco.
—Sí, porque no pienso dormir en un lugar donde la arena entre a todos lados —bromea Nico, sacudiendo la mochila como si ya estuviera llena de polvo. Aunque su intento de alivianar el ambiente me hace reír un poco, no puedo sacarme la sensación extraña que me quedó tras la pesadilla.
Nos dirigimos a un hotel cercano que encontramos en la zona, algo sencillo, pero lo suficientemente cómodo para pasar la noche. Los chicos siguen hablando de lo que nos espera en las dunas al día siguiente, pero yo me quedo en silencio, perdido en mis pensamientos, tratando de entender lo que vi y escuché.
¿Esa figura oscura era real? ¿O simplemente fue una ilusión creada por mis nervios? De una cosa estoy seguro: esta noche, será difícil pegar ojo.
☆゜・。。・゜゜・。。・゜★
El agua fría del lavabo me ayuda a salir del estado de pesadez que me dejó esa pesadilla. Pero al ver mi reflejo en el espejo, la imagen es preocupante. Mis ojos están rodeados de sombras oscuras, un claro recordatorio de lo poco que he descansado. Me pregunto qué diría papá, Thomas, si me viera en este estado. Seguramente me pediría que descansara más y que dejara de preocuparme por cosas que no puedo controlar… Pero, ¿cómo explicarle que cada vez que cierro los ojos, esa figura oscura me espera en la profundidad de mis sueños?
Observo mi cabello, despeinado y cayendo desordenado sobre mi rostro, y mis ojos inevitablemente se posan en el mechón naranja que resalta entre el resto. Es la marca de los hijos de Morfeo, aunque el significado de todo esto todavía me resulta confuso. Malec tiene su propio mechón blanco, algo que nos hace ver a cada uno diferente. Me pregunto qué color tendrá el mechón de Elizabeth; quizás eso le daría un toque especial, como el que mi mechón naranja parece darme, aunque ahora mismo lo vea más como una carga.
Tomo aire y me alejo del espejo. La imagen que veo no es la de alguien preparado para enfrentar criaturas mitológicas ni pesadillas vivas. Soy solo yo, cansado y confundido, intentando encontrar el sentido de todo esto mientras la voz de esa figura sigue resonando en el fondo de mi mente.
Suelto un quejido cuando una punzada de dolor atraviesa mi cabeza. Instintivamente llevo la mano a mi sien, tratando de aliviar la presión, aunque sé que solo es otra secuela de esa pesadilla. Miro mi reflejo en el espejo una vez más: estoy agotado, y eso es evidente. No puedo seguir aquí encerrado.
Salgo del baño y regreso a la habitación, donde los chicos están sentados en el suelo alfombrado, inmersos en una acalorada discusión. Hablan en voz baja, pero sus gestos denotan la preocupación de todos. Al parecer, intentan descifrar la mejor forma de encontrar el saco de arena de Morfeo, el cual será clave en nuestro siguiente paso.
Me acerco en silencio, sin querer interrumpir. Malec me lanza una rápida mirada y levanta una ceja al verme. No dice nada, pero la preocupación en sus ojos es evidente. Me siento junto a ellos, intentando concentrarme en la conversación, aunque el cansancio parece arrastrarme de nuevo al abismo de mis pensamientos.
—¿Todo bien? —pregunta Percy, mirándome de reojo.
—Sí… solo un poco cansado —respondo, restándole importancia. Pero al ver la mirada preocupada de Nico, sé que no logro engañar a nadie. Aún así, prefiero concentrarme en nuestra misión y no en la pesadilla que aún parece perseguirme en cada rincón de mi mente.
Nico asiente, recitando en voz baja lo que parece un acertijo hecho para hacernos perder la cabeza:
—"Aquellos que buscan en la vasta calma del sueño hallarán su reflejo en las dunas de la noche pálida, donde el velo de la oscuridad yace en paz" —repitió, como si estuviera intentando desentrañar cada palabra.
Lissandro frunce el ceño, visiblemente confundido.
—Pero la profecía también decía que "la arena dorada, guardiana del tiempo. En un antiguo templo, su esencia se oculta". No recuerdo haber oído que se levantaran templos a Morfeo… —se queda pensativo—. En los mitos, no se habla de templos como tales.
Tommy, quien había estado callado hasta ahora, parece encontrarle otro sentido.
—¿Y si no se refiere a una construcción física? —propone mientras nos mira, captando nuestra atención—. En ningún momento se menciona que sea algo hecho por manos humanas.
—¿Entonces de qué clase de lugar estaríamos hablando? —pregunto, sin terminar de entender su idea.
—Quizás de un lugar donde los límites entre la realidad y el sueño se difuminan —explica Tommy, con un brillo de comprensión en sus ojos—. Piensen en el desierto de las dunas de Algodones, con la calma de la noche. Las dunas blancas pueden parecer un sueño, como si fueran el "templo". Y considerando que estamos hablando de Morfeo, un dios onírico, tiene sentido.
—"La noche pálida" y "el velo de la oscuridad" —dice Nico, dándose un leve golpe en la frente como si acabara de resolver un acertijo—. El templo solo es visible durante la noche. La profecía está hablando de algo onírico, como dijo Tommy; algo que se revela solo cuando el mundo está sumido en el sueño.
La idea empieza a tomar forma en mi cabeza. Este lugar, el "templo" al que se refiere la profecía, podría ser un fenómeno más que un edificio. Una especie de portal, una conexión entre lo real y lo onírico, donde la misma arena se convierte en el camino hacia el reino de Morfeo.
—Será mejor ir mañana. Todos estamos cansados y necesitamos dormir —dice Malec, ayudando a Tommy a ponerse de pie—. Mañana por la tarde trazaremos un plan para buscar la arena y, con suerte, al menos obtendremos uno de los elementos de la velación.
Percy asiente y se acerca a Nico, ayudándolo a levantarse también. Miro a los demás, sintiéndome algo desconectado, mientras ellos se preparan para ir a descansar. Finalmente, quedo solo ahí, sentado en silencio, con la mente aún revuelta.
—¿Todo bien? —La voz de Lissandro me saca de mis pensamientos. Ha vuelto y ahora se sienta a mi lado, observándome con cierta preocupación.
—Estoy cansado… y no me siento bien —admito, dejando escapar un suspiro. Lissandro extiende una mano y acomoda un mechón de mi cabello detrás de mi oreja, sus labios se curvan en una sonrisa cálida.
—Lo estás haciendo bien, Bell —me dice con una sinceridad en los ojos que hace que me sienta un poco mejor—. Pero no te sobreexijas.
Le devuelvo la sonrisa y, sin pensarlo mucho, lo abrazo, encontrando un poco de consuelo en su cercanía.
—Gracias, Liss —le susurro, y en ese momento, el peso que cargaba parece aligerarse, al menos por un rato.
—Descansa —dice Lissandro, acariciando suavemente mi espalda antes de retirarse y cerrar la puerta tras de sí.
Pero sé que no voy a dormir. Eso es un hecho. Me pongo de pie, y en silencio, me coloco la chaqueta y los zapatos. Alex, que me observa desde la cama, ladea la cabeza, claramente confundido.
—¿Y tú adónde vas? —pregunta, volando hacia mi cabeza y acomodándose allí con cuidado de no clavar sus garras.
—Voy a buscar la arena. Tenemos que hacerlo hoy mismo, no podemos esperar más, y tú lo sabes —digo mientras ajusto la mochila en mi hombro.
—¡Oye! Lord Morfeo me pidió cuidarte, y eso haré. No te puedes ir así nada más —gruñe Alex, moviéndose rápidamente hacia la puerta para bloquearme el paso.
—Alex, estaré bien, te lo prometo. Regresaré antes del amanecer. Por favor, no le digas a nadie que salí, ¿okay? —le pido en un susurro. No puedo enojarme con él, pero necesito hacer esto solo.
Con Alex aún protestando en la habitación, logro cerrar la puerta antes de que él pueda seguirme. Bajo las escaleras del hotel en completo silencio, sintiendo cómo la adrenalina comienza a correr por mis venas. La noche es fría y silenciosa afuera; las luces de la ciudad apenas alcanzan a iluminar las calles desiertas mientras camino hacia el borde del desierto de Algodones, el lugar donde supuestamente se encuentra la arena de Morfeo.
Cada paso se siente más pesado, y el silencio me recuerda que estoy completamente solo en esto. Mis pensamientos me llevan de nuevo a la pesadilla de antes, a esa mirada vacía de Okniton y sus palabras que parecían aún resonar en mi cabeza. Trato de sacudir esa sensación mientras cruzo la carretera desierta y me adentro en las primeras dunas.
Trago saliva, tratando de mantener la calma. Sé que lo que estoy buscando podría estar más cerca de lo que pensaba, pero también sé que este lugar, por más hermoso que parezca, no es seguro.
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