El Despertar de los Sueños
Capítulo 1
No pedí nacer como hijo de un dios. Si estás leyendo esto pensando que podrías ser como yo, te aconsejo que reconsideres. Tener un padre divino no es tan emocionante como suena. A menos que te guste vivir con sueños que son más que sueños, y que criaturas de mitología te persigan sin descanso. Soy Oribell Prince Park, hijo de Morfeo, el dios de los sueños. Mi vida siempre ha sido todo menos normal.
Desde que tengo memoria, he sentido que el mundo es un lugar extraño. Siempre he tenido una forma diferente de ver las cosas, como si estuviera atrapado en un sueño en el que otros no podían entrar. A veces veo sombras moverse en los rincones, o escucho susurros que desaparecen cuando intento concentrarme. Mis amigos me dicen que estoy loco, y, sinceramente, a veces lo creo. Es difícil no hacerlo, especialmente cuando mis días están llenos de distracciones debido a mi TDAH y mi dislexia. La escuela es un laberinto de palabras que se mezclan en mi cabeza, y las lecciones parecen flotar lejos de mí como nubes pasajeras.
A pesar de todo, hay cosas buenas en mi vida. Tengo a mi padre, Thomas, que siempre ha estado a mi lado. Y mi tío Erick, quien, aunque es un poco extraño, se preocupa por mí de una manera que no puedo explicar. También tengo amigos increíbles, como Percy y Nico. Son adultos agradables, casi como héroes de las historias que me cuentan antes de dormir. Siempre tienen una sonrisa lista y parecen entenderme de una manera que los demás no pueden. En su compañía, siento que el mundo es un lugar menos aterrador, aunque todavía hay momentos en los que me asusto.
La mayoría de los días son como cualquier otro. Me levanto, lucho por entender los deberes escolares, y trato de no distraerme demasiado. Sin embargo, algo siempre me ha atormentado en el fondo de mi mente, una sensación persistente de que hay algo más grande en juego. ¿Por qué puedo ver cosas que otros no? ¿Por qué siento que estoy destinado a algo más?
A veces, en medio de mis luchas diarias, me encuentro con las mismas pesadillas recurrentes. En mis sueños, hay un lugar oscuro y nebuloso donde Morfeo se encuentra. Él se ve cansado, como si estuviera atrapado en una batalla que no puede ganar. Me llama, y aunque nunca puedo ver su rostro claramente, sé que me está pidiendo ayuda. Pero al despertar, solo tengo la confusión y el miedo. ¿Estoy loco? ¿O hay algo más?
Esos sueños han estado cambiando últimamente. En lugar de ser solo fragmentos borrosos, parecen volverse más vívidos y más inquietantes. A veces, siento que estoy en el borde de descubrir algo, algo que cambiará todo lo que sé sobre mí mismo. Pero cuando intento pensar en ello, las sombras de la incertidumbre me rodean, y me quedo paralizado por el miedo.
Mis días se deslizaban en una rutina de normalidad, hasta que una noche, mientras el viento soplaba contra la ventana y la luna iluminaba la habitación, el sueño llegó de nuevo. Esta vez, la llamada de mi padre era más fuerte, más desesperada. "Oribell, necesito que me ayudes", resonó en mi mente mientras me despertaba, con el corazón latiendo frenéticamente. Me sentí atrapado, como si estuviera siendo empujado hacia un abismo del que no podía escapar. Dejé escapar un suspiro, resignado a la extrañeza de mi vida. ¿Qué se suponía que debía hacer? Mientras me preparaba para otro día en la escuela, sabía que tenía que averiguar la verdad. No podía seguir ignorando estas visiones. A veces, creo que hay un destino esperándome, y que mi vida está a punto de cambiar de una manera que nunca podría haber imaginado.
✩⊱
Era el día de mi cumpleaños, y la emoción estaba en el aire. Las decoraciones de colores brillantes adornaban el departamento, y el aroma de pastel recién horneado inundaba el lugar. A pesar de la alegría que me rodeaba, una sensación extraña persistía en el fondo de mi mente. Aquel hombre de mis sueños volvía a atormentarme, y sabía que no podía ignorarlo por más tiempo.
Estaba sentado en la mesa de la cocina, jugando con una servilleta mientras mi papá y mi tío Erick preparaban todo. La risa de Erick era contagiosa, y la forma en que papá sonreía mientras interactuaba con él me hacía sentir afortunado. Pero había algo en mi interior que me hacía sentir inquieto.
Decidí compartir mis pensamientos.
-Papá -comencé, mi voz un poco temblorosa-. No he podido dormir bien últimamente. He tenido sueños nuevamente con ese hombre que siempre aparece.
Al pronunciar esas palabras, vi que la expresión de papá se tornaba tensa. Su mirada se dirigió hacia mí, como si intentara comprender lo que realmente significaban mis sueños.
-¿Qué has visto exactamente? -preguntó, su voz firme pero con un ligero temblor.
Me sentí un poco vulnerable al contarle mis inquietudes, pero sabía que tenía que hacerlo.
-Es solo... es el mismo hombre de antes, el que parece estar atrapado en la oscuridad. A veces parece que me llama, y otras veces solo me observa -respondí, sintiéndome al borde de las lágrimas-. No sé qué más decirte.
Papá se pasó una mano por el cabello, y su mirada se volvió hacia la ventana por un momento antes de regresar a mí.
-A veces, Oribell, son solo sueños. No hay nada de qué preocuparse -intentó tranquilizarme, aunque su tono no sonaba tan convencido como esperaba. La preocupación en su rostro era evidente, pero trató de sonreír mientras continuábamos con la fiesta de cumpleaños.
Los invitados comenzaron a llegar, y la emoción aumentó cuando Nico y Percy aparecieron, trayendo consigo un regalo envuelto en papel brillante. Ambos eran adultos agradables y siempre aportaban un aire de diversión a cualquier celebración. Las risas llenaban el ambiente mientras intercambiaban chistes y anécdotas.
Sin embargo, mientras intentaba disfrutar del momento, sentí que algo no estaba bien. Una corriente fría me recorrió la espalda, y no pude evitar mirar hacia la ventana. Justo en ese instante, un cuervo negro se posó en el alféizar, picoteando el cristal con su pico. Su presencia me hizo sentir raro, como si algo oscuro estuviera a punto de desatarse.
Papá y Erick intercambiaron miradas rápidas, y pude ver cómo la tensión crecía entre ellos.
-Es solo un pájaro -dije, tratando de tranquilizarme, pero las sonrisas de los adultos no me devolvieron la calma. La mirada de papá era de pura pánico, pero él solo sonrió y trató de disimular su preocupación ante mí.
-¿Quieres abrir tu regalo, Oribell? -preguntó Percy, interrumpiendo mis pensamientos oscuros.
Tragué saliva y asentí, deseando que los temores que me acechaban se desvanecieran. Mientras abría el regalo, no pude evitar sentir que el cuervo seguía vigilando desde la ventana, como un presagio de algo que estaba por venir.
Papá miró a los chicos y sonrió, tratando de ocultar la tensión que lo envolvía.
-Voy a salir un momento a comprar más leche para el pastel. ¿Podrían cuidar de Oribell mientras regreso? -preguntó, y todos asintieron al unísono.
Nico se acercó a mí con una sonrisa brillante en su rostro.
-No te preocupes, pequeño. ¡Aquí estamos para asegurarnos de que tu fiesta siga siendo increíble! -dijo, con su tono cálido y amable.
-¿Qué regalos tienes, Oribell? -preguntó Percy mientras se inclinaba un poco para mirar mis envoltorios.
-Uh, no sé... -respondí, un poco distraído-. Hay un juego de mesa y algo que parece un libro. Pero no he podido mirar mucho porque... -mi voz se desvaneció, y de repente, la inquietud de papá al salir me volvió a asaltar. No entendía por qué se sentía así.
-¡Vamos, no pienses en eso! -dijo Nico, notando mi cambio de actitud-. ¡Cuéntame cómo es el pastel! ¿Qué sabor elegiste esta vez?
No podía evitar sonreír ante su entusiasmo. Siempre había sido bueno para alegrar el ambiente.
-Es de chocolate -dije, sintiendo un poco de emoción al recordar la mezcla de sabores que se acercaba-. Y parece que tiene un glaseado de fresa.
-¡Eso suena delicioso! -exclamó Nico, haciéndose una idea de lo que estaba por venir-. Estoy seguro de que me gustaría probarlo.
Percy asintió, sonriendo mientras abría una de las cajas de mis regalos.
-Esto parece un juego de mesa, ¿quieres abrirlo? -me preguntó, y la idea de jugar con ellos me llenó de alegría.
-¡Sí! -grité, olvidando momentáneamente la preocupación que me había invadido antes.
Mientras ellos empezaban a deshacer el envoltorio del juego, el ruido de la puerta al cerrarse hizo eco en mi mente. Papá salió y, por un momento, sentí que el ambiente se llenaba de silencio, como si la casa respirara con un ligero alivio. Pero mi corazón seguía palpitando con incertidumbre.
A medida que nos reíamos y disfrutábamos de los regalos, la imagen del cuervo en la ventana persistía en mi mente. No sabía por qué, pero sentía que ese pájaro significaba algo más, algo que estaba a punto de llegar.
Nico continuaba haciéndome preguntas, y mientras respondía sobre el pastel y los regalos, me sentía atrapado entre la alegría de la fiesta y la inquietud en mi pecho. Papá siempre había sido mi refugio, y ahora que él no estaba, la sombra del desconocido se hacía más grande.
-¿Qué tal si jugamos una partida después de comer el pastel? -sugirió Percy, sacándome de mis pensamientos.
Asentí, tratando de poner mis miedos a un lado, y me uní a ellos. Después de todo, era mi cumpleaños, y aunque el día parecía tener un trasfondo de misterio, decidí que era momento de disfrutarlo al máximo.
Mientras reíamos y jugábamos, la puerta del departamento se cerró tras papá, dejándome con la sensación de que, aunque todo parecía normal, había algo importante que aún no entendía.
✩⊱
Thomas
Al salir del edificio, el aire fresco de la tarde me golpeó de inmediato, pero la ansiedad que me invadía era suficiente para que no lo sintiera. Mis pensamientos estaban nublados por la preocupación, pero, de repente, algo oscuro voló sobre mí y se posó en mi hombro.
-Matthew -murmuré, reconociendo al cuervo de Morfeo.
-Es hora -dijo, su voz era grave y seria, haciendo que mi corazón se acelerara aún más.
-¿Qué está pasando? -pregunté, mi voz temblando con cada palabra.
Matthew se inclinó hacia mí, sus ojos brillando con una intensidad que me inquietó.
-Morfeo fue atacado nuevamente mientras perseguía una pesadilla. Ha sido herido de gravedad. Lo verás en la cabaña cercana al campamento mestizo -dijo, y el miedo se aferró a mí como una sombra.
-¿Herido? ¿De gravedad? -repetí, tratando de asimilar la información-. ¿Qué significa esto?
-La situación en el reino onírico es horrible, Thomas. Necesitamos salir de aquí rápidamente -me urgió, y su tono me hizo sentir la urgencia de lo que estaba sucediendo.
El pánico comenzó a apoderarse de mí. Sabía lo que esto implicaba, y la verdad que había estado ocultando a Oribell se convirtió en un peso en mi pecho. Había querido protegerlo, pero ahora se sentía como una traición. No había tenido el valor de decirle que era un semidiós, que su vida estaba entrelazada con el mundo de Morfeo.
-Matthew, no he podido decírselo -admití, mi voz temblando-. No he podido decirle nada de su verdadera herencia.
-Lo entiendo -respondió el cuervo, su mirada penetrante me dio un poco de consuelo-. Pero ahora no hay tiempo para lamentaciones. Tienes que sacar a Oribell de allí. Es crucial que esté a salvo.
Sentí una oleada de adrenalina recorriendo mi cuerpo. Tenía que actuar, y rápido. Miré hacia la puerta del departamento, donde Oribell estaba celebrando su cumpleaños, sin la menor idea del caos que se desataba en el mundo de los sueños.
-¿Percy y Nico lo saben? -pregunté, esperando que mis amigos estuvieran al tanto y pudieran ayudarme a manejar esta crisis.
-Sí. Ellos están enterados de la situación y saben qué hacer -me aseguró Matthew, lo que me dio un leve respiro. Pero aún así, el miedo por Oribell y la inminente revelación de su verdadera identidad me paralizaban.
-Está bien, entonces -respondí, apretando los dientes-. Necesito actuar rápido.
Me giré y entré de nuevo al departamento. El sonido de las risas y la alegría de Oribell contrastaba fuertemente con la oscuridad que se cernía sobre nosotros. Tenía que encontrar la manera de mantenerlo a salvo, de prepararlo para lo que estaba por venir.
Llamé a Oribell, sintiendo la urgencia en cada palabra.
-Oribell, ven aquí un momento, por favor.
Nico y Percy se dieron cuenta de que algo estaba mal. Sus sonrisas se desvanecieron y me miraron con preocupación. Oribell se acercó, la alegría en su rostro aún intacta, pero vi la confusión en sus ojos.
-¿Qué pasa, papá? -preguntó, y mi corazón se apretó.
-Es importante, hijo -dije, tratando de mantener la calma-. Necesitamos salir de aquí.
La tensión en la habitación creció, y aunque no podía revelar todo, sabía que este era solo el comienzo de algo mucho más grande.
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