Cuando los sueños se convierten en misión

Capítulo 7

Todo este tiempo fui hijo de Morfeo... ¿Por eso me dio a Alex?
Hay tantas cosas que no tienen sentido para mí en estos momentos. Me siento molesto. Molesto por saber esto ahora, por haber tenido a mi padre tan cerca y que jamás me lo haya dicho. ¡Tuve que enterarme de la peor manera posible! Y para colmo, justo cuando casi mato a una campista... aunque esa chica nunca me cayó bien que digamos, pero aun así, casi la mato.

Percy y Nico están cerca de mí, pero yo solo me mantengo tirado en el césped del bosque. No quiero hablar con nadie. 

— Oribell —Nico me llama y se acerca con cautela—. ¿Todo bien?

—¡No, nada está bien, todo está de la mierda! Esto es una porquería, no puedo creer que durante 16 años no estuvo presente en mi vida y ahora, por sus estúpidos asuntos de quién sabe qué, me vino a buscar. ¡Es una porquería!

—Hey, no hables así de Morfeo —Percy me reprende, y no entiendo por qué lo hace—. Él te ama muchísimo, pero no puede quedarse. Ellos tienen responsabilidades que cumplir, y te aseguro que le hubiera encantado quedarse contigo, pero el destino de un héroe es siempre cruel. A veces ellos ya saben lo que nos espera. ¿Por qué crees que no quiso traerte antes al campamento?

Sus palabras me toman por sorpresa, aunque eso no justifica nada.

— ¡No me importa el destino de los héroes! —grito, incapaz de contener mi frustración—. Yo no pedí ser parte de esto. No pedí que él fuera mi padre, ni que me dejara solo durante tantos años. ¡No es justo!

Percy frunce el ceño, pero guarda silencio. Nico me observa con una mezcla de preocupación y comprensión, como si entendiera cada palabra que estoy diciendo. Tal vez él también ha sentido algo parecido.

— Entiendo que estés enojado —dice Nico en voz baja—. No es fácil cargar con el legado de un dios, mucho menos cuando no has tenido la oportunidad de decidir por ti mismo. Pero él te busca porque te ama, Oribell. Y sé que eso no cambia lo que pasó... pero quizás aún hay tiempo para que puedas hablar con él y aclarar las cosas.

Lo miro, intentando procesar sus palabras, pero todo dentro de mí sigue siendo un caos. Aún siento esa rabia hirviendo en mi pecho, mezclada con la confusión y la tristeza que no he podido dejar salir.

— ¿Y qué sentido tiene hablar con él ahora? —pregunto, dejando que el resentimiento salga con cada palabra—. ¿De qué sirve todo esto, si ya no se quedó cuando más lo necesitaba?

— No siempre entendemos el por qué —continúa Percy, en un tono más suave—, pero te prometo que lo que siente por ti no ha cambiado. Quizás no estuvo cuando eras más joven, pero está aquí ahora. Y tal vez sea tu oportunidad de encontrar algo de paz.

Quiero responder, quiero gritarles que no entienden nada, pero al mirarlos, algo dentro de mí se quiebra. No tienen por qué estar aquí, pero lo están. No tienen que escucharme ni intentar ayudarme, pero lo hacen.

Dejo escapar un suspiro, sintiéndome agotado.

— No sé si quiero hablar con él... —admito en voz baja, mirando el suelo.

Nico se sienta a mi lado, y por un momento, todo se queda en silencio. Los sonidos del bosque nos rodean, pero aquí, entre los árboles y la hierba, la rabia parece disiparse poco a poco.

— No tienes que decidir nada ahora —dice Nico finalmente—. Pero cuando estés listo, estaré aquí. Y Percy también.

Percy asiente, ofreciéndome una pequeña sonrisa de apoyo.

No respondo, pero algo en mi interior empieza a calmarse. Tal vez Nico tiene razón. Tal vez, eventualmente, podré enfrentarme a Morfeo y decirle todo lo que siento. Pero por ahora, solo quiero quedarme aquí, en el bosque, intentando procesar lo que acabo de descubrir. Alex se ve algo lastimado, eso me preocupa.

— ¿Hay algún médico o veterinario aquí? —pregunto, sin saber a dónde carajos llevar a Alex.

— Iré por Will. Cuida del niño —dice Nico a Percy antes de retirarse, dejándonos en silencio.

— ¿Tendré que mudarme de cabaña? —susurro, casi sin querer.

— Sí, estarás en la cabaña 15, la de los dioses oníricos. No estarás solo, tienes a Malec —responde Percy, mientras acomoda mi cabello con una suavidad que no esperaba.

— ¿Malec? —repito, confundido. Nunca había escuchado ese nombre—. ¿De quién es hijo?

— De Morfeo. De hecho, tienes dos hermanos. La mayor se llama Elizabeth, y el que sigue es Malec. Tú eres el menor de los tres.

El aire se siente denso a mi alrededor, como si cada revelación añadiera más peso a todo lo que ya llevo encima. Dos hermanos... Nunca imaginé que habría más personas en mi vida que compartieran mi misma sangre, o algo así.

— No sabía que tenía hermanos —murmuro, más para mí que para Percy.

— No muchos lo saben —responde Percy, su tono es tranquilo, como si entendiera lo abrumador que esto es para mí—. Elizabeth y Malec no hablan mucho de su padre, pero están aquí, en el campamento. Ellos te ayudarán a adaptarte... si lo permites.

No respondo de inmediato, perdido en mis propios pensamientos. He pasado tanto tiempo solo, creyendo que no tenía a nadie, que ahora no sé cómo sentirme. Una parte de mí está furiosa con Morfeo, por haberme mantenido en la oscuridad durante tanto tiempo, pero otra... se siente curiosa. ¿Cómo serán Elizabeth y Malec? ¿Serán como yo? ¿O diferentes en todo sentido?

Percy se sienta a mi lado, dejándome espacio para procesar.

— No tienes que hacerlo todo ahora, Oribell —dice después de un rato—. Nadie espera que todo tenga sentido de inmediato. Will llegará pronto, y cuidaremos de Alex. Después de eso... podrás tomar las cosas a tu ritmo.

Asiento, aunque las palabras se sienten lejanas. Mi mente sigue girando en torno a la idea de tener hermanos, de pertenecer a algo que nunca supe que existía.

— ¿Cómo son ellos? —pregunto finalmente, rompiendo el silencio.

Percy sonríe ligeramente, como si hubiera estado esperando esa pregunta.

— Elizabeth es fuerte, decidida, y tiene un sentido de la responsabilidad que a veces asusta, pero en el fondo tiene un gran corazón. Malec es... más callado, un poco misterioso, pero muy protector con aquellos a los que ama. No siempre muestra sus emociones, pero cuando lo hace, es alguien en quien puedes confiar.

Sus palabras pintan una imagen de ellos en mi mente, aunque aún no puedo imaginarme siendo parte de su mundo.

— Es mucho... —digo, frotando mis manos nerviosamente—. No sé cómo voy a encajar en todo esto.

Percy me mira, sus ojos llenos de comprensión.

— No tienes que encajar de inmediato. Solo... da un paso a la vez.

Sus palabras son simples, pero me dan un pequeño consuelo. Aunque el peso de la situación sigue ahí, algo en mí comienza a aceptar que tal vez, solo tal vez, no estoy tan solo como pensaba.

En ese momento, veo a Will aparecer entre los árboles, seguido de Nico. Su presencia me devuelve un poco de esperanza.

~★~

Will me dijo que Alex está algo lastimado, y aunque no sabe de veterinaria, me prometió conseguir medicina para que se sienta mejor. Ese simple gesto me alivia un poco, aunque no puedo evitar sentirme preocupado por mi pequeño compañero.

Han llevado mis cosas a la cabaña 15, y cuando entro, no puedo evitar quedarme impresionado. El área de Morfeo es simplemente hermosa. Los colores son oscuros, pero no sombríos; hay algo reconfortante en ellos. Las estrellas decorativas en el techo brillan suavemente, como si todo el lugar estuviera cubierto por un cielo nocturno. Hay juguetes para los cuervos en un rincón, y todo el ambiente es acogedor y llamativo, como si Morfeo hubiera pensado en cada detalle para asegurarse de que sus hijos se sientan cómodos.

Me gusta cómo se ve todo. Es un lugar que, a pesar de todo lo que ha pasado, me hace sentir que aquí podría encontrar algo de paz. Sin embargo, no hay rastros de Malec. No sé si eso es algo bueno o malo. Tampoco he visto nada que pertenezca a alguna chica, lo que me hace pensar que Elizabeth tampoco está aquí.

Me siento en una de las camas y dejo escapar un suspiro. No sé qué esperar de mis hermanos. No sé si quieren conocerme, o si prefieren que siga siendo un extraño. Pero, por primera vez en mucho tiempo, el lugar donde estoy no me parece tan ajeno.

Estoy acostado sobre la cama, observando el techo estrellado de la cabaña, cuando escucho el sonido de la puerta abriéndose. Me levanto de inmediato, tenso, y veo a un chico entrando. Tiene una musculatura fuerte, ojos grises que parecen analizar todo a su alrededor, y un mechón de cabello blanco que resalta entre su melena castaña. Su piel es pálida, casi como la mía, pero hay algo en su expresión que me pone nervioso.

Debe ser Malec.

No dice nada al verme, solo frunce el ceño como si estuviera calculando la situación. Sus movimientos son precisos, casi rígidos, como si llevara el peso de algo importante sobre sus hombros. Me siento un poco incómodo con su presencia, especialmente porque ni siquiera me ha dirigido una palabra.

— ¿Tú eres el nuevo? —pregunta finalmente, con voz grave y algo áspera. No parece sorprendido, pero tampoco particularmente amigable.

— Eh... sí. Soy Oribell —respondo, mi voz temblando un poco. No sé cómo reaccionar, así que simplemente me quedo de pie frente a él, sintiéndome más pequeño de lo que ya soy.

Malec no parece impresionado, se limita a asentir brevemente antes de dirigirse hacia una esquina de la cabaña, donde deja su equipo. Hay un aire de frialdad entre nosotros, como si estuviera midiendo cada palabra que dice, manteniendo una distancia emocional. No estoy seguro si eso es algo suyo o si es porque aún no me conoce.

De pronto, un suave graznido rompe el silencio. Un cuervo negro como la noche vuela hacia mí y aterriza suavemente en mi hombro. Me sobresalto un poco, pero el animal es sorprendentemente delicado. Me doy cuenta de que lleva un lazo pequeño en una de sus patas, y en su pico sostiene una pequeña ramita.

— Desiree... —dice Malec, acercándose un poco. Su tono sigue siendo serio, pero hay una ligera suavidad cuando nombra a la cuervita.

Desiree me mira fijamente y luego hace algo extraño: inclina la cabeza hacia el mechón naranja de mi cabello y lo picotea suavemente, como si intentara señalarlo. Malec, al ver la acción de su cuervita, frunce aún más el ceño, pero esta vez con algo que parece sorpresa.

— El mechón... —murmura, y por un segundo su actitud se suaviza un poco. Él levanta una mano y se toca su propio mechón blanco, mirándolo como si recordara algo.

El ambiente cambia ligeramente. Malec, aunque todavía un poco osco, parece haber notado la conexión entre nosotros. Él no dice nada más, pero su mirada gris ahora tiene algo más de curiosidad que desconfianza.

— Supongo que sí eres uno de los nuestros, después de todo —dice, esta vez en un tono menos severo.

No sé si debería sentirme aliviado o no, pero al menos ya no parece tan distante.

Nico y Percy se acercan a Malec, y yo me quedo al margen, sintiendo que el peso de la situación me aplasta. Escucho sus murmullos, las palabras "Morfeo" y "herido" se repiten, y me late el corazón con fuerza en el pecho. Me pregunto qué significa todo esto.

— Malec —dice Nico con un tono firme—. Necesitamos hablar contigo.

Malec los mira con los brazos cruzados, su expresión es como una tormenta a punto de estallar. No puedo evitar sentir un escalofrío al ver cómo su tensión se refleja en su postura.

— ¿Sobre qué? —responde Malec, su voz algo áspera.

Percy da un paso adelante, y por un momento, deseo poder esconderme detrás de un árbol. La conversación se siente como una carga pesada.

— Se trata de Morfeo. Él... él fue atacado.

Las palabras de Percy caen como un rayo en el silencio del bosque. Veo cómo Malec se tensa al instante, sus ojos se agrandan.

— ¿Qué? —pregunta, casi en un susurro, y puedo sentir su miedo y enojo a la vez.

Nico toma aire, y no puedo evitar preguntarme qué tan grave es todo esto.

— Morfeo fue herido y ha perdido algunos de los artículos de la Velación. Son esenciales para mantener el equilibrio entre los sueños y la realidad. Sin ellos, la Ensoñación corre un grave peligro.

No sé mucho sobre esos artículos, pero por la expresión en el rostro de Malec, me doy cuenta de que no se trata de algo trivial. Su frustración se mezcla con desilusión.

— ¿Por qué no me ha dicho nada? —murmura, con una mezcla de enojo y decepción—. Soy su hijo. Debió haberme comunicado algo.

Nico asiente, y por un instante, me siento un poco incómodo.

— No somos nadie para juzgar lo que Morfeo decidió hacer. Pero no hemos tenido noticias de Elizabeth, así que es posible que Morfeo no tuviera otra opción más que recurrir a Oribell.

Siento que todos los ojos están sobre mí. ¿De verdad soy la última opción? Malec me mira, la sorpresa y el escepticismo brillan en su mirada.

— ¿Oribell? ¿Ese chico nuevo? —pregunta, como si no pudiera creer que esté en el centro de todo esto.

— Sí —responde Percy—. Lo llevaron a una cabaña cercana al campamento. No estaba al tanto de su verdadera identidad hasta ahora. Morfeo necesitaba ayuda, y Oribell es su hijo.

Sus palabras resuenan en mi mente, y me doy cuenta de que este no es solo un sueño. Esto es real. Mi padre, Morfeo, me necesita. La idea es abrumadora.

— ¿Y ese chico sabe qué hacer? —Malec parece inseguro, su enojo se transforma en preocupación—. Esto es demasiado para alguien que apenas ha llegado.

Nico toma la iniciativa, su voz es firme y clara.

— Puede que sea nuevo en esto, pero es parte de nuestra familia, y todos debemos trabajar juntos. Necesitamos unir fuerzas para encontrar los artículos robados y asegurarnos de que Morfeo se recupere.

La determinación en la voz de Nico me hace sentir un poco más fuerte. No estoy solo en esto.

— Bien —dice Malec, finalmente—. Si Morfeo necesita ayuda, entonces voy a ayudar. Pero no puedo quedarme de brazos cruzados mientras él está en peligro.

Percy sonríe levemente, y por un momento, siento que hemos formado un pequeño equipo.

— Entonces, tenemos que reunirnos y hacer un plan. La Ensoñación no puede perderse, y necesitamos encontrar esos artículos antes de que sea demasiado tarde.

Mientras ellos discuten, miro a mi alrededor, sintiendo la presión de la situación. ¿Soy realmente lo suficientemente fuerte para esto? La respuesta es incierta, pero estoy dispuesto a intentarlo.

Malec me mira unos pocos segundos y suspira ligeramente.

—Iré a ver a papá. Trae a tu cuervo —dice mientras Desiree vuela hasta su hombro. Yo, aun con Alex en brazos, comienzo a seguirle.

Ambos comenzamos a caminar fuera del campamento. Sé que Malec sabe cómo llegar a la cabaña donde estábamos anteriormente. Al acercarnos, puedo notar que está tenso, y no sé a qué se debe, pero entiendo que es difícil para él. Toca la puerta, y mi papá es quien abre. Suspiro de alivio y lo abrazo con fuerza. Necesito a mi papá en estos momentos.

—Papá —digo mientras le aprieto un poco.

—Mi niño —sonríe levemente y besa mi coronilla—. Adelante, Morfeo los está esperando, niños.

Ambos entramos y caminamos hasta la habitación. Al entrar, podemos ver a nuestro padre semi-recostado en la cama. Se ve bastante tranquilo, pero al notarnos, su sonrisa se borra al ver a Alex herido.

—¿Qué le pasó? —pregunta, preocupado.

—Fue en captura la bandera —respondo, sintiéndome triste por no haberlo protegido como es debido.

—Dámelo —pide amablemente. Ambos nos acercamos y, con cuidado, lo sujeta. Usando un poco de sus poderes, logra curarlo. La luz que emite es brillante y dorada; es bonito ese color.

—Gracias, señor —dice Alex, algo apenado, y se mueve con alegría.

La expresión de Morfeo se suaviza al ver a Alex recuperado. Me siento un poco mejor al saber que está bien, aunque el ambiente sigue siendo tenso.

—Es bueno tenerte aquí, Alex. Gracias por cuidar de mi hijo —dice Morfeo, sonriendo levemente.

—Siempre, señor —responde Alex, inflando un poco su pecho, mostrando su orgullo.

Malec se queda de pie al lado de la cama, su expresión serena pero preocupada. Siento que ambos tenemos mucho que hablar.

—Papá, tenemos que hablar sobre lo que ocurrió —dice Malec, su voz firme, pero también contiene un toque de vulnerabilidad.

Morfeo asiente, su mirada se vuelve seria.

—Sé que hay muchas cosas en juego y que no hemos estado en contacto como debíamos. Pero lo más importante ahora es que estén a salvo.

—¿Qué quieres que hagamos? —pregunto, sintiendo que la situación requiere nuestra atención inmediata.

Morfeo mira a ambos, su rostro cansado pero decidido.

—Necesito que me ayuden a recuperar los artículos que me fueron robados. Sin ellos, no podré proteger a todos, y el equilibrio de la Ensoñación está en peligro.

Malec y yo intercambiamos miradas. Aunque la tarea es monumental, algo en mí se siente determinado.

—Lo haremos, papá. No podemos dejar que esto siga así —afirma Malec

—Yo también quiero ayudar —digo, sintiendo una nueva energía fluir en mí.

Morfeo sonríe, una mezcla de orgullo y gratitud.

—Gracias, pero primero, necesito que se cuiden. La situación puede ser peligrosa.

Con un renovado sentido de propósito, asentimos.

—No te preocupes, lo haremos con cuidado —dice Malec, su tono firme y decidido.

—Entonces, ¿qué hacemos ahora? —pregunto, ansioso por actuar.

Morfeo nos mira con una mezcla de preocupación y orgullo.

—Primero tendrán que ir con el Oráculo de Delfos. Esta misión es de ustedes —dice Morfeo, su voz grave llena de determinación—. Solo los hijos de los dioses oníricos pueden acercarse a los objetos de la Ensoñación. Nadie más puede tocarlos; eso causaría que esos semidioses sean consumidos. Sus sistemas no podrían soportar tal poder.

Mis pensamientos se agitan al escuchar esto. La magnitud de la misión se hace más clara, y la responsabilidad pesa sobre mis hombros. Malec, a mi lado, asiente lentamente, entendiendo la gravedad de la situación.

—¿Y cómo llegamos al Oráculo? —pregunta Malec, su mirada fija en nuestro padre.

—El Oráculo está en la Casa Grande, dentro del campamento —responde Morfeo, y puedo ver un destello de orgullo en sus ojos— Recuerden, el Oráculo puede darles respuestas, pero también advertencias. Mantengan la mente abierta y escuchen con atención.

—Lo haremos, papá —afirmamos al unísono.

Con un último vistazo a Morfeo, salimos de la habitación. El aire se siente cargado de energía y expectativa. Caminamos hacia la Casa Grande, sintiendo que cada paso nos acerca más a nuestra misión.

—¿Estás listo, Alex? —le pregunto al cuervo, que se asienta en mi brazo.

—¡Listo como un rayo! —responde Alex, su voz llena de emoción.

~★~

Al entrar al ático de la Casa Grande, el aire se vuelve pesado y denso, como si el tiempo mismo estuviera suspendido. La luz tenue ilumina un altar antiguo, donde el Oráculo de Delfos se encuentra rodeado de incienso y símbolos de los dioses. Su figura es etérea, envuelta en una neblina que parece danzar a su alrededor.

Malec y yo intercambiamos miradas nerviosas, y un escalofrío recorre mi espalda. El Oráculo comienza a hablar, y su tono se vuelve grave.

—Vengo a revelarles lo que deben buscar. Escuchen con atención, pues las palabras que les diré están impregnadas de destino.

Con una respiración profunda, el Oráculo comienza a conjurar la profecía:

En el susurro del viento, bajo cielos de fuego y arena,
Ocho valientes semidioses al destino se atreven,
Buscando los elementos de la velación,
Que la luz y la sombra a un equilibrio devuelven.

La arena dorada, guardiana del tiempo,
En un antiguo templo, su esencia se oculta,
Entre las dunas de un vasto desierto,
Quien lo posea, la primera clave obtendrá en su camino.

La acólita de Artemisa, en sueños perdidos,
Con su luz guiando, su destino ha tejido,
Sigue viva, y al peligro se asoma,
Aparecerá cuando la esperanza se agote y asome.

El yelmo sombrío, en catacumbas escondido,
De un castillo olvidado que la historia ha besado,
Rodeado de lagos y montañas que murmuran,
En las sombras del castillo, su poder ha quedado.

El rubí ardiente, último legado,
En manos de un dios que la venganza desea,
Corrompido por sueños que el equilibrio retan,
Con Morfeo, el guardián, su destino se enreda.

Así la profecía, en ecos se entrelaza,
Con valentía y unión, el destino se abraza,
Los semidioses deben encontrar su camino,
O el mundo caerá en un eterno desatino.

Salimos del ático, la brisa fresca nos envolvía mientras nos dirigíamos hacia el claro donde Quirón nos esperaba. La luz del atardecer se filtraba a través de los árboles, creando un juego de sombras que parecía danzar a nuestro alrededor.

Al llegar, encontramos a Quirón en su habitual posición, con un libro antiguo abierto frente a él. Al notar nuestra llegada, levantó la vista, su expresión cambió al instante de curiosidad a preocupación.

—¿Qué ha pasado? —preguntó, cerrando el libro con un suave golpe, prestando atención a nuestra urgencia.

Malec y yo intercambiamos una mirada, y de inmediato comenzamos a contarle sobre la profecía que acabábamos de recibir. Cada palabra que pronunciábamos parecía encender la atmósfera, un electrizante recordatorio de nuestra misión. Cuando llegamos al punto donde revelamos que éramos ocho, los ojos de Quirón se abrieron con sorpresa.

—¿Ocho? —repitió, claramente aturdido—. Eso es... extraordinario. Nunca antes había habido tantos semidioses destinados a una sola búsqueda.

—No lo entendemos —dijo Malec, su voz tensa—. ¿Por qué ahora? ¿Y qué significa esto para nosotros?

Quirón respiró hondo, mirando hacia el horizonte como si pudiera vislumbrar el futuro.

—Esto significa que la Ensoñación está en mayor peligro de lo que imaginamos —dijo finalmente—. Ocho semidioses reunidos indican que la misión es más crucial y compleja. Algo en el equilibrio de los sueños se ha alterado, y ustedes son los elegidos para restaurarlo.

Un silencio se instaló entre nosotros, pesado con la gravedad de sus palabras. La responsabilidad se cernía sobre nuestros hombros como una sombra.

—¿Quiénes serán los otros seis? —pregunté, una inquietud creciendo en mi pecho.

—No lo sé —respondió Quirón—. Pero el destino tiene formas extrañas de reunir a los adecuados. Lo que es seguro es que su viaje no será fácil, y necesitarán trabajar juntos más que nunca.

Miré a Alec, la determinación reflejada en su mirada. Sabíamos que no había vuelta atrás. Con la profecía resonando en nuestras mentes, nos preparábamos para el desafío que nos esperaba.

—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Alec, un destello de coraje en su voz.

—Debemos reunir a los demás —respondí—. La Ensoñación necesita que nos unamos, y pronto.

Caminaba junto a Malec, sintiendo cómo el viento suave susurraba entre las hojas de los árboles

—Lástima que no podamos usar un teléfono o algo así para revisar si hay algún evento interesante —suspiró Malec.

Su comentario me hizo pensar.

—Recuerdo que hablé con mi papá sobre un museo que tiene una exposición sobre la mitología griega y los dioses oníricos —dije, tratando de recordar los detalles con claridad—

Malec levantó la vista, su expresión cambiando a interés genuino.

—¿En serio? ¿Cuál es el nombre del museo?

Fruncí el ceño, buscando en mi memoria.

—No estoy completamente segura, pero era un museo de historia natural o algo parecido. Me dijo que había una sección sobre cómo la mitología griega influyó en la cultura local. Dijo que entre las cosas que exhibían, había varias cosas dedicadas a Morfeo e incluso creo que un costal de arena que decían que estaba relacionado con él o algo así.

El brillo en los ojos de Malec se intensificó.

—¿Un costal de arena? Eso suena prometedor. ¿Recuerdas en qué lugar estaba ese museo?

—Creo que era en un estado del suroeste...— empecé, y de repente, un destello de comprensión iluminó mi mente—. ¡Es Arizona!

Malec se detuvo por un momento, asimilando la revelación.

—Entonces, el desierto de la profecía está en Arizona. ¡Eso es un gran avance! Si encontramos ese museo, podríamos desentrañar la primera parte de la profecía.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top