Tengo un cuervo muy metiche

Capítulo 4

El autobús avanza por la carretera, y aunque el paisaje no es nada del otro mundo, hay algo tranquilizador en la monotonía del camino. La sensación del movimiento me relaja un poco mientras recargo la cabeza contra la ventana. Mi mente sigue atrapada en una maraña de pensamientos, pero trato de no dejar que se note demasiado.

—¿Todo bien? —pregunta Lissandro con una sonrisa suave. Su tono es relajado, pero hay un destello de preocupación en sus ojos.

—No lo sé —admito, sin apartar la vista del cristal—. Desde lo que pasó en el desierto, me siento... raro. Y sé que he estado actuando de forma bastante cruel y fastidiosa.

Suspiro, tratando de aligerar el peso en mi pecho, pero parece que no funciona.

—No diría que fastidioso, pero sí que actúas raro —responde Lissandro, tomando mi mano con cuidado. Su toque es cálido, y por un momento me olvido del frío que siento por dentro. Su sonrisa sigue ahí, serena, mientras sus ojos ámbar brillan con una calidez que me desarma.

—Haces un buen trabajo, Bell —continúa—. Te aseguro que eres mejor en esto de lo que crees. Pero no tienes que exigirte tanto. No todos sabemos qué hacer, y ser semidioses no significa tener todo resuelto. Hay cosas que aprendemos sobre la marcha.

Lo miro, intentando procesar sus palabras.

—Mira a Percy y Nico —dice, señalando con un gesto sutil hacia ellos, que están sentados un par de filas más adelante—. Ellos no conocían nada de este mundo al principio, y aun así lograron grandes cosas. Pero lo hicieron porque aprendieron en el camino.

Hace una pausa, dándome tiempo para asimilarlo.

—Es verdad que tienes amigos y un hermano que saben más que tú en algunos aspectos, pero nadie lo sabe todo. Ni siquiera los dioses. Ellos, que supuestamente son perfectos, también cometen errores. Pero incluso de esos errores, aprenden lecciones importantes.

Me quedo en silencio, dejando que sus palabras hagan eco en mi mente. Hay algo reconfortante en saber que incluso los seres más poderosos tienen fallas, que no soy el único que siente que no tiene todas las respuestas.

Miro su mano sobre la mía, luego subo la vista hacia sus ojos. Hay algo en Lissandro que me da paz, aunque no sé exactamente qué es.

—Gracias —digo al final, con un pequeño suspiro.

—Para eso estamos —responde él, con una sonrisa que logra arrancarme una pequeña curva en los labios.

Tal vez, solo tal vez, no necesito tener todas las respuestas ahora.

El autobús da un pequeño salto al pasar por un bache, y el sonido de risas bajas desde la parte trasera rompe el silencio. Parece que Tommy y Malec están haciendo algún tipo de competencia absurda con las botellas de agua que compraron antes de salir. Percy y Nico están susurrando algo que los hace sonreír, mientras Will parece ocupado en un monólogo con Alex, quien responde con comentarios sarcásticos que hacen reír a medio autobús.

Pero yo no puedo despegar la vista de Lissandro. Su calma parece contagiosa, aunque solo en parte. Sus palabras siguen resonando en mi cabeza, y aunque no suelo ser de los que expresan mucho, siento que debo decir algo más.

—A veces siento que... todos esperan algo de mí, ¿sabes? Como si tuviera que tener todas las respuestas solo porque... bueno, porque soy yo. —Mis palabras salen más inseguras de lo que esperaba, y eso me frustra.

Lissandro me observa con paciencia, sin interrumpirme.

—Y no quiero decepcionarlos. Especialmente a mi padre. Sé que Morfeo no está en su mejor momento, pero... es mi padre. Y siento que si no hago esto bien, lo voy a perder para siempre.

Lissandro aprieta mi mano con un poco más de fuerza, suficiente para llamar mi atención.

—Bell, nadie está esperando que seas perfecto. Ni siquiera Morfeo. Y mucho menos nosotros. —Su voz es suave, pero firme—. Estamos en esto juntos, ¿recuerdas? No se trata de que tú cargues con todo, se trata de que trabajemos como un equipo.

Suena tan lógico cuando lo dice, pero el nudo en mi pecho aún no desaparece del todo.

—¿Cómo lo haces? —pregunto, medio en broma, medio en serio—. ¿Cómo logras ver las cosas de forma tan clara?

Lissandro ríe suavemente, un sonido bajo y cálido que me hace sentir un poco menos perdido.

—No lo sé. Supongo que es más fácil ver las cosas desde fuera. Pero te diré algo: nadie espera que seas perfecto, Bell. Solo que seas tú. Y créeme, eso es suficiente.

Sus palabras logran calmarme un poco más, y por primera vez en horas, siento que puedo respirar con más facilidad.

—Deberíamos dormir un poco —dice, soltando mi mano para acomodarse en el asiento—. Nos quedan muchas horas, y necesitarás energía cuando lleguemos.

—Sí... supongo que tienes razón.

Cierro los ojos, intentando hacerle caso. Pero aunque lo intento, el cansancio no llega del todo. Mi mente sigue dando vueltas, aunque el recuerdo de la calidez de su mano sobre la mía y sus palabras parecen desdibujar un poco la ansiedad.

El ronroneo constante del motor del autobús y el leve traqueteo del camino terminan por darme una sensación de calma que no esperaba. Aunque no logro dormirme, dejo que mi cabeza siga apoyada contra la ventana mientras observo el paisaje que pasa lentamente. No hay mucho que ver: desierto, montañas a lo lejos, y alguna que otra nube que cruza el cielo despejado.

Lissandro parece haberse quedado dormido. Su respiración es tranquila, y su cabeza se inclina ligeramente hacia mí. Por un momento, lo observo, notando los pequeños detalles de su rostro: la relajación de sus facciones, cómo sus labios se curvan ligeramente en lo que parece ser una pequeña sonrisa incluso en sueños. Hay algo tranquilizador en su presencia, como si estuviera completamente seguro de que todo estará bien.

Un graznido me saca de mis pensamientos.

—¿Qué estás mirando? —pregunta Alex, acomodándose en el respaldo del asiento frente a mí.

Lo miro con una mezcla de cansancio y fastidio.

—Nada, Alex. ¿Qué haces despierto?

—¿Yo? Siempre estoy despierto, Bell. Tengo una misión divina que cumplir: mantenerte cuerdo en esta aventura caótica. Aunque, honestamente, no sé si lo estoy logrando. —Inclina la cabeza en un gesto exagerado de preocupación falsa.

—Gracias por tu apoyo incondicional —digo con sarcasmo, rodando los ojos.

—De nada. Pero hablando en serio, deberías relajarte un poco más. No todo está bajo tu control, y eso está bien. Además, tienes un grupo bastante decente cuidándote las espaldas. —Alex agita sus alas y me da una mirada de complicidad—. Y a mí, claro, lo cual es un lujo que pocos tienen.

No puedo evitar reír entre dientes, lo cual hace que Alex se infle con orgullo.

—Bien, al menos logré sacarte una sonrisa. Mi trabajo aquí está hecho. —Se da la vuelta, preparándose para volar hacia otro asiento—. Por cierto, si te sientes tan mal como parece, tal vez deberías hablar más con ellos. Los humanos tienen esa cosa de "comunicación", ¿no?

Antes de que pueda responder, Alex se aleja, graznando algo que no logro entender, pero que seguramente es un comentario sarcástico. Me recuesto de nuevo en el asiento y dejo que las palabras de Alex resuenen en mi mente. Tal vez tenga razón, aunque sea difícil de admitir. Quizás no todo se trata de controlar el destino o cargar con el peso de las expectativas. Quizás, solo quizás, necesito aprender a confiar más en quienes están a mi lado.

Cierro los ojos, decidido a al menos intentar descansar, mientras el autobús sigue avanzando hacia nuestro destino.




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