Plan A: No morir. Plan B: Improvisar

Capítulo 6

Fueron horas terribles, pero finalmente llegamos a Connecticut. Todos estamos agotados; el viaje fue peor de lo que imaginamos. Sin mencionar el tema de la maldita pesadilla... eso fue, sin duda, lo más difícil. Aún llevamos nuestras mochilas y, con suerte, logramos encontrar Gillette Castle. Es un lugar sumamente bonito, con una estructura realmente impresionante.

-Deberíamos entrar ahora mismo -dice Percy con entusiasmo.

Nico lo detiene, sujetándole el brazo.

-¿Qué sucede?

-Sería mejor seguir investigando. Siento una presencia algo extraña -responde Nico, sin soltarlo-. Chicos, deberíamos observar un poco más antes de tomar una decisión apresurada.

-Concuerdo, además debemos asegurarnos de dejar nuestras cosas en un lugar seguro -añade Will, sonriendo mientras contempla la imponente estructura.

Tommy, quien hasta ahora no había dicho nada, se quita los lentes de sol y mira a Malec con seriedad.

-Vi un hostal cerca de aquí. Podemos quedarnos ahí. Está bastante cerca del centro de la ciudad, así que podremos descansar y planear bien qué hacer a continuación.

Malec asiente, y todos decidimos dirigirnos al hostal para dejar nuestras mochilas y sentirnos más ligeros, aunque sea por unos minutos.

Más tarde, ya reunidos en una de las habitaciones, discutimos nuestro siguiente paso.

-¿Cómo hacemos esto? -pregunto, mirando a Malec.

-Primero tendremos que explorar el castillo -responde él con calma-. Así podremos identificar o al menos percibir dónde podría estar el Yelmo. Yo iré con Tommy y Nico. Percy y Will, ustedes busquen señales de compañía o algo sospechoso. Sean discretos. Bell, tú y Lissandro investiguen sobre el castillo en la biblioteca del lugar. Es probable que no nos dejen entrar a las catacumbas, pero al menos podremos aprender algo de su historia y descubrir si ha tenido algún vínculo extraño relacionado con los dioses.

Todos asentimos, y con el plan decidido, me encamino junto a Lissandro hacia la biblioteca. El ambiente del lugar es agradable, los aromas dulces, y el clima, cálido. Es el tipo de día que me hace sentir cómodo, como si el entorno mismo intentara calmar las tensiones de la misión.

☆゚⁠.⁠*⁠・⁠。゚

Lissandro

Camino junto a Oribell por el lugar; aún no llegamos a la biblioteca. Puedo notar que tiene la piel un poco más pálida de lo normal, y esas ojeras debajo de sus ojos azul eléctrico lo delatan. Su cabello negro, con ese mechón naranja tan peculiar, resalta aún más la intensidad de su mirada. Podría decirse que Oribell es como el espacio: tiene encantos que podrían compararse con la Vía Láctea o algún cuerpo celeste, único y fascinante.

A mi lado, Alex -ese pollo extraño- me mira fijamente, como esperando que haga o diga algo. Su mirada me incomoda.

-¿Qué tanto miras, cotorro? -le pregunto, confundido. Alex, en lugar de responder, vuela hacia mi cabeza. Bell sonríe al verlo y sigue caminando, adelantándose un poco. Parece emocionado por las tiendas que hay a nuestro alrededor.

-¿Y tú qué tanto miras a mi niño? -pregunta Alex, posándose ahora en mi hombro-. ¿Te gusta Bell?

-¿Qué dices? Solo estoy siendo amable con él... ¿No sabes lo que es ser decente?

-Lo sé, pero no parece eso. Parece que te gusta mucho -dice con un tono coqueto, dejando entrever su intención.

Frunzo el ceño y le respondo con molestia:

-Deberían dejar de darte galletas, no sabes lo que dices.

Aun así, mientras seguimos caminando, no puedo evitar observar a Bell. Hay algo en él que capta mi atención.

Todo parece en calma hasta que Alex, ese maldito pollo disfrazado de cuervo, comienza a cantar con su voz chillona:

"Él está, ahí sentado frente a ti,
No te ha dicho nada aún, pero algo te atrae.
Sin saber por qué, te mueres por tratar
De darle un beso ya.
Sí, lo quieres, sí, lo quieres, míralo,
Míralo y ya verás, no hay que preguntarle,
No hay que decir, no hay nada que decir...
¡Ahora bésalo!"

Me detengo de golpe, sintiendo cómo el calor sube a mi rostro mientras Alex continúa cantando esa maldita canción.

-¡Cállate ya, estúpido pollo! -mascullo, avergonzado.

-¿Todo bien? -pregunta Bell al mirarnos. No estoy seguro de si escuchó todo, y realmente espero que no.

-Sí, solo que tu pollo me está molestando -suspiro con resignación.

-...Es un cuervo -responde con una sonrisa divertida. Luego llama a Alex, quien se acomoda en su hombro con aire orgulloso.

Seguimos caminando hasta la biblioteca. Al llegar, preguntamos por información sobre el castillo. Por suerte, nos envían a un pasillo donde se encuentran los libros que necesitamos.

-Todos se sorprenden al ver a tu "pollo" -comento con una sonrisa leve mientras hojeo el lomo de un libro antiguo.

-Para muchos es extraño... y yo aún no me acostumbro del todo -ríe suavemente, tomando un par de libros con cuidado-. No los leeremos aquí. Mejor busquemos un lugar más tranquilo.

Asiento, siguiéndolo mientras él carga los libros. A pesar de la situación, su risa ligera se queda resonando en mi cabeza, y no puedo evitar pensar en lo sencillo que es Bell para desarmar cualquier incomodidad.

El parque está tranquilo, con el sonido lejano de las hojas susurrando con el viento. Bell y yo estamos sentados en una banca, con los libros en el regazo. La luz del sol se filtra entre las ramas, creando patrones danzantes en el suelo. Estamos en silencio, cada uno inmerso en la lectura, aunque no puedo evitar lanzar alguna que otra mirada hacia él.

De pronto, Bell cierra su libro suavemente y se gira hacia mí, rompiendo la calma del momento.

-¿Por qué fuiste a ayudarme cuando fui atacado cerca del campamento? -pregunta, su voz es tranquila, pero su mirada está cargada de curiosidad y algo más, como si esa duda hubiera rondado su mente por mucho tiempo.

Cierro mi libro y lo dejo a un lado. Sus ojos azules están fijos en mí, y sé que merece una respuesta honesta.

-Esa noche tuve un sueño -comienzo, mirando el horizonte antes de volver mi atención a él-. Morfeo apareció y me pidió que te ayudara. Dijo que debía guiar a un chico al campamento y que cuidara lo más valioso que tenía.

Bell parpadea, sorprendido, pero no dice nada, dejándome continuar.

-Me pidió que protegiera su tesoro más preciado, y ese semidiós eras tú. Fue una misión que acepté con gusto, porque gracias a eso pude conocerte.

El silencio regresa, pero esta vez no es incómodo. Bell parece procesar mis palabras, con los labios ligeramente entreabiertos y los ojos brillando con algo que no logro descifrar.

-¿Así que soy el tesoro más preciado de un dios? -pregunta finalmente, con una leve sonrisa que no logra ocultar del todo su emoción.

-Lo eres -respondo con sinceridad.

Por un instante, el mundo parece detenerse. Sus ojos se encuentran con los míos, y aunque trato de mantener la compostura, hay algo en su mirada que hace que mi corazón lata con más fuerza de lo habitual.

-Gracias, Lissandro -dice al fin, con un tono suave pero lleno de significado.

-Siempre estaré para ti, Bell -le aseguro, intentando que mi voz no tiemble.

El momento se interrumpe cuando Alex, su cuervo, decide aterrizar entre nosotros con un movimiento torpe, tirando algunos de los libros en el proceso. Bell suelta una risa ligera, y yo me agacho para recogerlos, agradeciendo en silencio la distracción.

Pero algo dentro de mí sabe que las palabras ya fueron dichas y que algo entre nosotros ha cambiado, aunque ninguno lo diga en voz alta.

☆゚⁠.⁠*⁠・⁠。

La tarde comienza a caer, tiñendo el cielo con tonos cálidos que anuncian el final del día. Estamos todos reunidos nuevamente en el hostal. El ambiente es tenso, y Malec, en particular, parece llevar el peso de la situación en sus hombros.

-¿Qué encontraron? -pregunta Malec, mirándome con seriedad.

-Bueno... tomamos algunos libros, pero no encontramos nada demasiado extraño -respondo, dejando los libros sobre la mesa-. Según la información, en las catacumbas hay una especie de cámara secreta. Fue sellada hace tiempo, y aunque podríamos intentar romper los muros, no estoy seguro de que sea posible. -Miro a Bell de reojo, esperando su reacción.

Malec asiente lentamente, procesando la información, y luego dirige su atención hacia Oribell.

-¿Y ustedes? -pregunta Oribell, dirigiendo su mirada hacia su hermano.

-Las catacumbas están clausuradas, pero puedo llevarnos ahí esta noche usando el viaje entre sombras -responde Nico con calma, aunque sus ojos reflejan un ligero cansancio-. Solo necesito comer bien y tomar una siesta antes de intentarlo.

-Nosotros no encontramos nada fuera de lo común -interviene Will, cruzando los brazos y dejando escapar un suspiro-, pero eso no significa que debamos confiarnos.

Un silencio tenso se apodera del grupo mientras todos asimilamos la información. Finalmente, Malec toma una decisión.

-Está decidido -dice con firmeza-. Esta noche entraremos y obtendremos el Yelmo, cueste lo que cueste.

Las palabras quedan flotando en el aire, cargadas de determinación, pero también de incertidumbre. Sabemos que estamos a punto de enfrentarnos a lo desconocido, y la única certeza es que no será fácil.

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