Paciencia, sombras y chocolate

Capítulo 3

Los ánimos han regresado y todo parece estar en orden. Estamos empacando rápidamente nuestras cosas para salir directo hacia Connecticut. Me siento más tranquilo al ver que la esperanza ha vuelto a todos. Mi padre estará bien en poco tiempo, y eso me alivia más de lo que puedo expresar. Nada podría empeorar en este momento.

—Podríamos irnos en avión —sugiero mientras estamos reunidos en la entrada del hotel—. Así llegaríamos más rápido y no tendríamos que perder tanto tiempo.

—Bell, no puedo viajar en avión —dice Percy de repente, mirándome con cierta incomodidad—. Digamos que no tengo una buena relación con Zeus y... bueno, han pasado cosas. Perdón.

—¿Qué? —Me siento completamente confundido. No entiendo qué demonios quiere decir con eso.

—Bell, sería mejor que viajáramos en autobús o usáramos otro medio de transporte —interviene Nico, tomando la mano de Percy y sonriéndole con dulzura.

—Ya hemos perdido demasiados días como para perder más tiempo —respondo, frustrado—. No podemos irnos en autobús, son demasiadas horas, y además sería mucho más rápido tomar un avión.

Tommy, quien hasta ahora había permanecido en silencio, cruza los brazos y nos mira a todos con expresión seria.

—No sería justo forzar a Nico —dice, interrumpiendo la discusión—. Si alguien aquí puede hacer algo como llevarnos con un viaje entre sombras, es él, pero no deberíamos presionarlo. Todos sabemos que ese tipo de cosas le cuestan mucha energía, ¿no es cierto? —Sus palabras son firmes, y mira de reojo a su hermano Will, como esperando su respaldo.

Nico baja la mirada, incómodo. Percy aprieta su mano en señal de apoyo, y Will da un paso al frente.

—Tommy tiene razón —interviene Will, mirando a los demás—. Nico ya ha hecho más que suficiente para ayudarnos, y no es justo pedirle que se desgaste aún más, sobre todo porque necesitamos que todos estemos al cien por ciento para lo que venga.

—Entiendo eso, pero ir en autobús nos costará demasiado tiempo —protesto, aunque menos seguro de mi argumento. Miro a los demás, esperando que alguien se ponga de mi lado, pero el grupo parece inclinarse hacia la opción de Tommy.

—Tal vez perderemos algo de tiempo —admite Tommy—, pero también estaremos más descansados cuando lleguemos. No tiene sentido arriesgarnos ahora por querer llegar unas horas antes.

Un silencio tenso se instala en el grupo. Finalmente, Nico levanta la cabeza, con una pequeña sonrisa agradecida hacia Tommy.

—Gracias, Tommy. La verdad es que podría llevarlos con sombras, pero... no sé si podría con todos al mismo tiempo. Y si fallo en el intento, las consecuencias podrían ser... malas.

Percy lo mira con orgullo y asiente.

—Entonces es definitivo, vamos en autobús —dice Percy, con tono firme.

—¡¿En serio?! —exclamo, frustrado, pero la decisión ya está tomada.

Tommy sonríe levemente y da una palmada en mi hombro.

—Tranquilo, Bell. A veces, tomar el camino más largo es la mejor opción.

Sus palabras no me calman del todo, pero al menos sé que todos están de acuerdo. Aunque me cuesta aceptarlo, el autobús parece ser nuestra mejor alternativa... por ahora.

Lissandro, que hasta ahora había estado revisando su mochila, se estira y rompe el silencio:

—Bueno, si vamos en autobús, será un viaje largo. Deberíamos aprovechar para comprar algo de comer y tal vez algunas cosas para el camino. —Mira a Malec, quien asiente de inmediato.

—Sí, definitivamente. Y también algo de café, porque ya me veo quedándome dormido a la mitad del trayecto. —Malec se lleva una mano a la frente, como si estuviera visualizando el agotamiento que le espera.

—Yo iré con ustedes —dice Will, levantando la mano—. Percy siempre me dice que tengo ojo para elegir los mejores snacks.

Mientras ellos discuten la logística de la compra, Alex, mi fiel cuervo negro, se posa en mi hombro. Sacude las alas y me lanza una mirada que solo puedo describir como condescendiente.

—Vamos, Oribell, relájate un poco. Los chicos tienen razón, ¿sabes? El camino largo a veces es el más seguro. Además, mira el lado positivo: más tiempo para que me compres galletas. ¿Qué tal una de avena? Aunque prefiero las de chispas de chocolate, son más sofisticadas, como yo.

—¿Galletas? ¿Sofisticadas? —replico, alzando una ceja mientras lo miro de reojo.

—Claro, ¿qué esperabas? Soy un cuervo de gustos refinados, Bell. No me voy a conformar con las migajas de siempre. —Alex infla el pecho, orgulloso, mientras los demás comienzan a reír por lo bajo al escucharlo.

—Oye, Oribell —interviene Lissandro, sonriendo con complicidad—, tal vez deberías conseguirle una "galleta sofisticada". No querrás que Alex te abandone a mitad del viaje.

—No lo tentemos —añade Malec, con una sonrisa burlona—. Ya me lo imagino dejando una carta de despedida dramática en pleno autobús.

Alex suelta un graznido, ofendido.

—Por favor, como si pudiera dejarlos. Mi deber es asegurarme de que tú, Bell, no tomes decisiones impulsivas y arruines todo. Vamos, dale, disfruta el viaje. Tienes a tu cuervo de confianza para guiarte.

No puedo evitar sonreír ante su actitud descarada. Tal vez Alex tiene razón, aunque nunca lo admitiría en voz alta. Al menos, su humor hace que la tensión se sienta menos pesada.

—De acuerdo, pero si empiezas a quejarte en el autobús, te voy a mandar con las maletas.

—Ah, sí, claro, maletas. Muy gracioso. —Alex se acomoda en mi hombro, como si fuera el rey del mundo—. Ahora, ¡vamos por esas galletas!

☆゚⁠.⁠*⁠・⁠。゚

Con las galletas y los boletos del autobús en mano, camino hacia donde está Nico, quien está de pie cerca de una sombra proyectada por la marquesina de la estación. Parece tranquilo, pero hay algo en su postura que siempre me ha parecido distante, como si parte de él nunca estuviera completamente presente.

Me acerco lentamente, sin querer interrumpir sus pensamientos, y me detengo a su lado.

—Nico —digo con algo de torpeza, intentando captar su atención.

Él gira la cabeza hacia mí, su expresión neutral.

—¿Qué pasa, Bell?

Respiro hondo, sintiendo un peso en el pecho.

—Quería... disculparme por cómo he estado actuando. Sé que he sido un poco... bueno, difícil. Es solo que... —Hago una pausa, sin saber cómo expresar lo que siento—. Estoy preocupado por mi padre. No sé qué vamos a encontrar cuando lleguemos, y la idea de perder más tiempo me pone ansioso.

Nico me observa en silencio por un momento, luego cruza los brazos.

—Es normal que te sientas así. Todos estamos preocupados, pero no puedes cargar con todo tú solo, Bell. Tienes que confiar más en nosotros. Estamos aquí para ayudarte, no para que lo hagas todo tú.

Sus palabras son tranquilas, pero cargadas de una sinceridad que me impacta. Asiento lentamente, sintiendo que tiene razón.

—Lo intentaré —respondo, aunque la inseguridad aún me ronda.

Nico me da una pequeña sonrisa, una que rara vez se ve en él.

—Eso es todo lo que pedimos.

Por un momento, el silencio entre nosotros se siente cómodo, pero una pregunta me ronda la cabeza. Algo que siempre he querido saber.

—Nico... —digo, dudando un poco—, ¿cómo fue que tú y Percy terminaron juntos?

Su sonrisa se amplía, y por un segundo sus ojos parecen iluminarse con un destello de felicidad que pocas veces muestra.

—¿Quieres la versión corta o la larga? —bromea, y hasta yo me sorprendo al escucharlo hablar con tanta ligereza.

—La que prefieras —le respondo, curioso.

Nico mira hacia la sombra, como si estuviera recordando algo que atesora profundamente.

—Fue un proceso largo. Percy era... bueno, Percy, ¿sabes? Siempre tan valiente, tan dispuesto a ayudar a todos, sin importar lo que costara. Yo lo admiraba mucho, aunque al principio lo veía más como algo inalcanzable. Supongo que nunca pensé que alguien como él podría mirarme de la forma en que lo hace ahora.

Hace una pausa, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras.

—Pero un día, después de una misión particularmente difícil, él simplemente... se quedó conmigo. No intentó que hablara, ni me presionó para que explicara cómo me sentía. Solo estuvo ahí, en silencio, hasta que yo estuve listo. Fue entonces cuando me di cuenta de que no era solo admiración lo que sentía por él.

—¿Y él? —pregunto, intrigado.

—Él tardó un poco más en darse cuenta de lo que sentía por mí —admite Nico, con una risa suave—. Pero cuando lo hizo, fue directo, como siempre lo es Percy. Me dijo que no le importaba cuánto tiempo necesitara para confiar en él, que estaría a mi lado sin importar qué.

Me quedo en silencio, asimilando lo que acaba de decir.

—Eso suena... bonito.

—Lo es —dice Nico, mirándome con una calma que parece contagiarme—. Y sé que tú también tienes personas a tu alrededor que harían lo mismo por ti, Bell. Solo tienes que permitirles estar ahí.

Sus palabras se quedan conmigo mientras nos preparamos para abordar el autobús. Quizá tiene razón. Quizá no tengo que cargar con todo este peso solo.

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