La fogata, el cuervo y el sello (casi) roto

Capítulo 18

El sonido del viento y las voces lejanas se apagaron por completo en el momento en que Alex aterrizó frente a nosotros, su cara reflejando una preocupación que rápidamente se transmitió a todos. No dijo ni una palabra al principio, solo respiró con rapidez, casi como si hubiera volado miles de millas sin descanso.

— ¡Chicos! Hypnos está con Morfeo en la cabaña, ¡tienen que ir rápido! — su tono grave nos hizo saltar al instante. No hubo necesidad de explicaciones adicionales, todos sabíamos que algo importante, algo muy serio, estaba sucediendo.

Corrimos, sin pensar ni un segundo más, salimos del campamento a toda velocidad. El aire frío de la noche nos golpeaba el rostro, pero no importaba. Lo único que importaba era llegar lo más rápido posible, saber qué estaba pasando.

Cuando finalmente llegamos, la atmósfera en la cabaña era tan densa que casi podía cortarse con un cuchillo. Papá Morfeo y Hypnos nos esperaban, ambos con el ceño fruncido, visiblemente tensos. Un silencio incómodo llenó la habitación por un instante, hasta que Morfeo habló.

— Niños... — su voz, aunque tranquila, cargaba un peso que nos heló por dentro. — Las cosas no son buenas.

Todos nos sentamos, por instinto, sabiendo que las noticias no serían fáciles de escuchar. El rostro de Hypnos reflejaba fatiga, pero también una gravedad profunda.

— Su poder ha crecido exponencialmente. — comenzó Hypnos, su voz resonando en la cabaña de manera que parecía llenar cada rincón. — Okniton está usando el Rubí para romper el sello que mantiene cerrado su reino, y lo peor de todo es que está manipulando los sueños, desbordando la realidad.

El miedo comenzó a invadir el aire. Miré a mis amigos, a mis hermanos. Sus rostros reflejaban lo mismo que sentía: un miedo palpable, uno que era difícil de ignorar. No era solo una amenaza lejana, sino algo que ya estaba sucediendo.

— ¿Qué vamos a hacer ahora? — preguntó Malec, su voz grave, aunque con un toque de desesperación que todos podíamos reconocer. No era solo preocupación, era el miedo de no saber si seríamos capaces de detenerlo.

— No podemos permitir que Okniton siga adelante. — Tommy, como siempre, dio un paso al frente, dispuesto a tomar el liderazgo. — Tenemos que detenerlo. Debemos robarle el Rubí de vuelta.

Pero algo en mi interior me frenó. Okniton ya estaba usando su poder, había logrado manipular la realidad con el Rubí. ¿Cómo íbamos a detenerlo? ¿Y si ya era demasiado tarde para hacer algo?

— ¿Y cómo lo vamos a hacer? — Elizabeth preguntó, con una mezcla de frustración y determinación. — No sabemos ni dónde está ni cómo está utilizando el Rubí.

Hypnos suspiró, parecía agotado, como si el peso de la situación lo estuviera venciendo, pero aún así, su voz era firme.

— Lo primero que necesitamos hacer es encontrar el Rubí. — dijo, con la mirada fija en todos nosotros. — Su poder está afectando todo a nuestro alrededor, la realidad se está distorsionando y los sueños de muchos están siendo corrompidos por su influencia. Okniton no tiene control total aún, pero está cerca. Debemos apresurarnos.

Las palabras de Hypnos calaron profundo. ¿Cómo podríamos robar el Rubí? ¿Cómo podríamos enfrentarnos a un poder tan grande, especialmente cuando parecía que ya estábamos tan cerca del borde? La misión se veía más difícil, casi imposible, pero la urgencia en sus palabras no dejaba espacio para dudas. Si no actuábamos rápido, las consecuencias podrían ser peores de lo que imaginábamos.

La pregunta seguía dando vueltas en mi cabeza: ¿Podríamos realmente detener a Okniton? Pero sabía que no había otra opción. Si queríamos salvar nuestros mundos, detener lo que estaba ocurriendo, íbamos a tener que hacerlo. Y rápidamente. Miré a mis hermanos, a mis amigos, y todos compartíamos la misma expresión: una mezcla de miedo, incertidumbre y determinación. Sabíamos que esta batalla por el Rubí era solo el comienzo de algo mucho más grande, y tendríamos que luchar con todo lo que teníamos para detener a Okniton antes de que fuera demasiado tarde.

El Rubí ya no era solo un objeto perdido. Era la clave para todo, y si no lo recuperábamos, perderíamos mucho más que una simple reliquia.

— La profecía jamás nos dijo ubicación... — murmuré, mirando a todos. La tensión en el aire era palpable, y las palabras parecían flotar en la cabaña con más peso del que tenían.

— ¿Qué? — dijeron todos al unísono, como si no pudieran comprender lo que acababa de decir.

— La profecía no nos habló mucho sobre el Rubí... — repetí, sintiendo la presión de explicar lo que había estado rondando en mi mente. — Solo dijo:

"El rubí ardiente, último legado,
En manos de un dios que la venganza desea,
Corrompido por sueños que el equilibrio retan,
Con Morfeo, el guardián, su destino se enreda.

Así la profecía, en ecos se entrelaza,
Con valentía y unión, el destino se abraza,
Los semidioses deben encontrar su camino,
O el mundo caerá en un eterno desatino."

— Pero nunca habló de una ubicación, como en las demás profecías. Entonces, lo más seguro es que tendremos que seguirle el rastro de alguna manera, aunque no tengamos nada concreto. — agregué, mirando a cada uno de ellos, buscando algo de apoyo en sus miradas.

La confusión se reflejaba en sus rostros, pero también entendieron lo que estaba implicado.

— Okniton está en la ensoñación — dijo Hypnos, con una mirada seria, como si estuviera pensando en las posibilidades. — Pero es poco probable que logre romper el sello. Las cosas no funcionan así.

— ¿Entonces qué? — preguntó Tommy, su tono algo más desesperado. — ¿Estamos diciendo que la profecía fue ambigua por alguna razón? ¿Qué podemos hacer si ni siquiera tenemos una pista clara de qué camino seguir?

La respuesta era difícil de encontrar. La profecía nos había dado fragmentos, pero no las piezas completas del rompecabezas. Y Okniton, con todo su poder, parecía estar avanzando a pasos agigantados. Las respuestas estaban dispersas, y nosotros éramos los encargados de recolectarlas antes de que fuera demasiado tarde.

— Lo que sabemos es que el Rubí está en sus manos — dijo Elizabeth, como si lo hubiera estado pensando en voz alta. — Y si no lo detenemos, todo caerá en un caos del que no podremos salir.

— Exacto — asintió Hypnos. — La ensoñación, aunque es un lugar poderoso, está sellada. Pero Okniton ha encontrado una forma de manipular los sueños. Si sigue adelante, las barreras que protegen este mundo y el reino onírico se debilitarán. Y si eso ocurre...

El silencio invadió la cabaña. Todos sabíamos lo que eso significaba.

— Tenemos que robarle el Rubí antes de que logre completar lo que está haciendo — dije, la determinación surgiéndome de alguna parte profunda dentro de mí. — Y para eso, tenemos que seguirle el rastro. Aunque no tengamos nada claro, tenemos que movernos rápido. No podemos permitir que siga manipulando todo a su antojo.

— ¿Y cómo hacemos eso? — preguntó Lisandro, mirando a Hypnos. — ¿Cómo le seguimos el rastro si ni siquiera sabemos por dónde empezar?

Hypnos nos miró fijamente. Parecía que estaba procesando todo rápidamente, pero no tenía una respuesta fácil.

— No tenemos respuestas claras — dijo con una voz grave. — Pero lo que sí sabemos es que si Okniton está en la ensoñación, está haciendo algo muy peligroso con el Rubí. Y si seguimos adelante, tendremos que estar preparados para lo peor.

Con esas palabras, la responsabilidad recaía sobre nosotros, y el tiempo comenzaba a contarse. No teníamos muchas pistas, pero sabíamos que no había vuelta atrás.

Hypnos observó a Morfeo por un momento, su mirada fija en la herida en el costado de mi padre. Podía notar que, aunque Morfeo trataba de parecer tranquilo, la herida no sanaba como debería. La sangre dorada que los dioses derraman estaba saliendo, y eso no era algo que pudiera ignorarse.

— Esto no está bien — murmuró Hypnos, acercándose a Morfeo. — La herida no está cerrando.

Morfeo apenas hizo un gesto, como si estuviera molesto por la preocupación, pero era obvio que el dolor era real. La sangre dorada parecía haberse estancado en su costado, y aunque no lo decía, el agotamiento en su rostro era evidente.

— Morfeo, déjame ayudarte un poco — dijo Hypnos, acercándose con manos extendidas.

Mi padre levantó la mano para detenerlo, pero no pudo evitar que Hypnos lo alcanzara. La energía de Hypnos era diferente, como una corriente suave que fluía por todo el cuerpo de Morfeo. Las manos de Hypnos brillaban con un resplandor plateado y comenzaron a trabajar sobre la herida.

— No es normal que no sane, la manipulación del sello por parte de Okniton está afectando todo — dijo Hypnos mientras trabajaba. — El Rubí lo está drenando, y es posible que la conexión de Morfeo con el mundo onírico también esté siendo alterada.

Morfeo cerró los ojos, pero asintió levemente, reconociendo la verdad de las palabras de Hypnos. Nos miró a todos, como si intentara tomar control de la situación.

— Hypnos tiene razón, el Rubí está haciendo más daño del que imaginaba — dijo Morfeo, su voz algo cansada. — Pero debemos centrarnos en lo que sigue. Okniton está cerca de romper el sello, y no puedo permitir que lo haga.

Hypnos terminó de tratar la herida, pero la expresión en su rostro no era de satisfacción. Aunque la herida parecía haber sanado un poco, aún estaba lejos de estar completamente cerrada.

— La herida no sanará completamente mientras Okniton esté manipulando el Rubí y el reino onírico — explicó Hypnos, dando un paso atrás. — Pero esto ayudará a estabilizarte un poco. De todos modos, necesito que todos ustedes mantengan la calma y se ayuden mutuamente. La situación va a ponerse más complicada a medida que avanzamos.

Morfeo miró a todos y asintió levemente, aunque no con mucha convicción. Estaba demasiado preocupado por lo que estaba en juego.

— Aún así, debemos seguir adelante. No tengo tiempo para descansar. — dijo con voz firme, pero agotada.

Hypnos levantó una mano, interrumpiendo cualquier discusión adicional.

— Escúchenme, todos. No tenemos tiempo para peleas. Morfeo tiene razón en que debemos seguir adelante, pero no puede hacer esto solo. Necesitamos que todos se ayuden entre sí. Okniton va a ser un desafío, y debemos mantener la unidad. Ninguno de nosotros puede ser un héroe solitario.

El tono de Hypnos era claro, y todos nos quedamos en silencio por un momento, asimilando lo que decía. Sabíamos lo que estaba en juego. Lo que estábamos por hacer no sería fácil. Pero si queríamos ganar, tendríamos que actuar como un equipo, apoyándonos mutuamente, y asegurarnos de que ninguno de nosotros se hiciera daño en el proceso.

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