¡Este autobús no era normal!

Capítulo 5

¿Cuándo me quedé dormido tan profundamente? Intento abrir los ojos, pero no puedo. Sin embargo, logro percibir una sombra extraña, y mi cuerpo se siente pesado, incómodo, como si estuviera atrapado en un sueño del que no puedo despertar. La sensación es inquietante, nada que me guste. ¿Por qué no puedo gritar? ¿Por qué no puedo hablar? La desesperación comienza a consumir cada rincón de mi ser. No puedo moverme... No puedo moverme.

— Querido sobrino... — esa voz maldita, esa voz que ya conozco demasiado bien. Okniton está aquí. — Pensé que ya se habrían rendido con la búsqueda del Yelmo. De verdad, pensaba que eras más inteligente y abandonarías la misión. No creí que, después de lo que ocurrió en el desierto, quisieras seguir. ¿Así que los semidioses son tan estúpidos, después de todo?

Intento hablar, pero mis labios no se mueven, mi garganta está cerrada. El miedo me recorre mientras siento el temblor de mi cuerpo, pero aún así, no responde.

— No, no hagas eso. Si intentas forzarte, podrías salir herido... — Su maldita mano toca mi rostro, fría y desagradable, como una serpiente deslizándose por mi piel. La sensación me llena de asco y miedo.

La parálisis me consume por completo, como si estuviera atrapado entre dos mundos, uno en el que estoy despierto, pero mi cuerpo no responde, y otro en el que los sueños son tan reales que me resultan insoportables. Mi mente está consciente, pero no puedo mover ni un solo músculo. Okniton se acerca más, su presencia se siente como un peso sobre mi pecho.

— Pronto sabrás de mí, sobrino. — Su voz resuena en mi mente, fría y llena de amenaza. — Y te convendría alejarte... porque si sigues con esta misión, lo pagarás caro.

La oscuridad me rodea, como si el aire mismo se volviera espeso y difícil de respirar. Cada palabra de Okniton quema en mi mente, pero, aunque mi cuerpo sigue inmóvil, mi alma lucha por escapar de su poder.

Finalmente, la oscuridad se desvanece un poco, y siento cómo una leve brisa toca mi rostro. Mi cuerpo, por fin, comienza a moverse. Abro los ojos con dificultad, pero todo a mi alrededor está borroso, como si una niebla densa se hubiera apoderado de todo. Mi visión se aclara lentamente, pero lo que veo me paraliza aún más. Frente a mí, una pesadilla está tomando forma, una sombra de oscuridad y terror. Se desplaza por el autobús, como una masa de sombras, absorbiendo algo de los pasajeros. Siento cómo la presión en mi pecho aumenta, como si estuviera siendo succionado junto con los demás. Un grito, un sonido ensordecedor, emerge de la criatura, destroza el aire, atravesando mis oídos y haciéndolos arder. El dolor es insoportable, y rápidamente cubro mis oídos con las manos, tratando de protegerme de la tormenta sonora.

Los chicos están inconscientes, sus cuerpos inertes y caídos, ajenos a lo que está sucediendo. La criatura continúa su avance, dejando un rastro de miedo a su paso. El terror es tan palpable que siento cómo me invade por completo, como si fuera lo único que quedara en el mundo. Pero no puedo dejarme vencer. No ahora. Necesito hacer algo.

Con la desesperación creciendo en mi pecho, tomo mi espada con manos temblorosas, mi primer impulso siendo atacar, aunque mi experiencia no es mucha. La hoja corta el aire con un sonido sordo, y avanzo hacia la criatura, buscando un punto débil, algo que pueda usar para repelerla. Mi respiración es errática, pero sigo adelante, con la esperanza de que algo en mi interior pueda guiarme. El miedo y la incertidumbre se mezclan, pero no puedo darme por vencido.

La sombra monstruosa se retuerce, como si se burlara de mi esfuerzo. La espada apenas la toca y la criatura se desvía, deshaciéndose en la niebla antes de reformarse. No puedo entender cómo funciona, pero sé que no puedo detenerme.

A mi alrededor, los pasajeros siguen en su extraño estado, todos dormidos o, al menos, eso parece. Sus rostros están pálidos, sin signos de vida. El conductor, por otro lado, parece estar en un estado de sonambulismo, moviéndose sin conciencia de lo que sucede a su alrededor, sus manos sobre el volante de forma mecánica, como si no tuviera control de sus propios actos.

Desesperado, giro hacia Alex y Desiree, los cuervos, quienes están haciendo lo posible por despertar a los chicos. Alex, con su plumaje negro brillante, vuela alrededor de los cuerpos inertes, picoteando ligeramente a Will y Tommy, con la esperanza de traerlos de vuelta a la consciencia. Desiree, también se encuentra en acción, revoloteando cerca de Percy y Nico, emitiendo un sonido agudo que parece ser un intento de sacarlos de su trance. Pero nada parece funcionar.

— ¡Despierten! — grita Desiree, en un tono urgente, pero su llamada se pierde en la quietud del autobús. No hay respuesta.

La criatura parece alimentar su poder con cada segundo que pasa, absorbiendo la energía de los pasajeros dormidos, y el aire se vuelve más denso, más pesado. El grito sigue resonando, lastimando mis oídos, y mi corazón late con fuerza, empujándome a seguir luchando, aunque siento que cada movimiento me cuesta más.

— ¡No! — grito en mi mente, mi voz atrapada en el silencio, pero la determinación se enciende en mí.

Con un nuevo intento, apunto mi espada hacia el monstruo, y este vez, en lugar de atacar de frente, me deslizo hacia su lado, buscando un punto más vulnerable. Mi esperanza es que, si logro un golpe directo, pueda debilitarlos lo suficiente como para romper su control sobre el autobús y los pasajeros.

La sombra ante mí se distorsiona, y de repente, como si fuera una pesadilla personalizada, toma la forma de algo mucho más aterrador. La figura ante mis ojos no es solo una masa de oscuridad: es la imagen de Morfeo, pero no tal como lo recuerdo. Esta versión de él está en el suelo, sin vida, con los ojos vacíos y el rostro pálido, completamente despojado de su esencia. Mi estómago se revuelca ante la visión, y un grito silencioso de horror me invade.

No. Esto no es real. No es real.

Me repito a mí mismo, pero el miedo está tan arraigado en mi pecho que casi me cuesta respirar. La imagen de mi padre, el dios del sueño, muerto a mis pies, es la última visión que quiero tener. Sin embargo, la realidad parece distorsionarse a medida que la pesadilla se burla de mi dolor y dudas. Intento luchar contra la desesperación, mi mente gritándome que esto no es más que una manifestación de mis peores miedos, pero no puedo evitar sentir el peso de la angustia aplastándome.

El autobús se tambalea, y noto que mi equilibrio se ve afectado. El conductor sigue moviéndose sin rumbo, sonámbulo, como si no tuviera conciencia de lo que sucede alrededor. Cada sacudida del vehículo me hace perder aún más el control, mis piernas temblando, incapaces de mantenerse firmes bajo el peso de la parálisis del miedo. Mis movimientos son torpes, vacilantes, pero mi espada sigue en mis manos, aunque mis brazos apenas pueden sostenerla.

La pesadilla parece nutrirse de mi miedo, acercándose a mí, esa imagen de Morfeo muerto tomándome por sorpresa. Me siento casi derrotado por la visión, pero cuando la sombra se lanza hacia mí, una figura más cercana a mí interviene rápidamente.

Lissandro, con un destello de valentía en su mirada, saca una daga de su cinturón sin pensarlo ni un segundo. En un movimiento rápido, se coloca frente a mí, interponiéndose entre la criatura y yo.

— Maldita porquería... — Lissandro grita, su voz llena de furia mientras una sombra de impaciencia cruza su rostro. Ahora entiendo por qué es hijo de Ares; esa determinación, esa rabia contenida que lo hace actuar sin dudar.
Me siento inútil por no poder ayudar más, pero él ya tiene un plan, y está claro que no va a esperar a que yo me recupere completamente.

— Bell, intenta despertar al resto de inútiles, yo me encargo de esta criatura asquerosa. — Su tono es firme, pero cargado de esa molestia que parece ser parte de su naturaleza.

— Lissandro... — digo su nombre en voz baja, mi garganta aún tensa por la ansiedad, pero el dolor de ver a todos los demás dormidos me consume más.

— Descuida, estaré bien. — Lissandro sonríe, una sonrisa desafiante que me da algo de consuelo, aunque el peligro sigue acechando. Con una agilidad sorprendente, se lanza hacia la pesadilla, sin vacilar ni un segundo.

Aquí tienes el texto corregido y mejorado:
Voy a donde están los demás e intento desesperadamente despertar a Percy, pero no puedo; tiene el sueño demasiado pesado. Sigo sacudiéndolo con fuerza y, en un momento de pánico, le doy un golpe en el rostro. Eso lo hace despertar, y me mira sorprendido.

— ¡Entré en pánico! — digo, mirándolo preocupado.

— ¡Auch! — responde, pero al ver el caos, entra en pánico conmigo. — ¡¿Qué está pasando?! — grita, moviéndose rápidamente para ayudar a Lisandro con la pesadilla.

Nico es el siguiente en despertar, así que también está confundido. No duda en salir rápidamente, lanza su espada y corre hacia el conductor. No sé si ha manejado alguna vez en su vida, pero no duda en sacar al conductor de ahí y tomar el control del autobús. Un brillo dorado sale de la mochila de Malec. Al ver que es arena, me sorprendo un poco; parece que nos está ayudando a alejar las pesadillas de todos para que despierten. Me agacho al sentir que me arrojan algo: es la daga de Lisandro.

— ¡Ten cuidado! — grito, y por suerte no estoy herido. Lisandro sigue luchando, pero ahora con una espada. Percy le ayuda. Will, que en algún momento despertó, solo grita, y eso basta para que Tommy y Malec despierten. Desireé y Alex vuelan sobre la pesadilla, intentando atacar.

¡Entendido! Aquí tienes el fragmento con diálogos, narrado desde la perspectiva de Bell en primera persona

Los chicos siguen luchando contra la pesadilla. Mi espada brilla con un resplandor dorado, y cada golpe parece hacerla retroceder. No puedo dejar de atacar; siento que si me detengo, todo se vendría abajo. De repente, veo a Malec lanzar un puñado de arena al aire. No sé exactamente qué está haciendo, pero la pesadilla parece tambalear, como si algo la estuviera debilitando.

Percy está a mi lado, y lo veo concentrado. De repente, el aire a su alrededor se llena de agua, como si hubiera creado una corriente. La pesadilla retrocede un poco más.

— ¡Eso funciona! — grito, sin saber si lo escucha. Pero él sigue concentrado, creando más agua.

Tommy y Will no tardan en reaccionar. Escucho el sonido de sus flechas, que brillan intensamente en la oscuridad. La criatura parece desmoronarse con cada flecha que se clava en su cuerpo.

— ¡Sigan! ¡No paren! — grito, sin dejar de atacar.

Finalmente, Malec lanza otro puñado de arena con fuerza. La pesadilla parece desvanecerse, y antes de que pueda darme cuenta, ya no está. Todos nos quedamos en silencio por un momento, respirando aliviados, aunque el zumbido de la adrenalina aún nos recorre.

Pero de repente, un grito rompe el silencio.

— ¡Nico! — exclamo, mirando hacia el autobús. El caos es absoluto. Los objetos están tirados por todas partes, y los pasajeros siguen inconscientes. Corro hacia el lugar donde está Nico, sin saber qué está pasando exactamente, solo sé que el caos es evidente.

— ¡Nico, ¿estás bien?! — grito mientras me acerco al volante.

— ¡Estoy bien, pero esto está fuera de control! — responde, visiblemente agotado. Su voz está llena de desesperación. — ¡El autobús... está fuera de control!

Al mirar a mi alrededor, veo que el autobús está hecho un desastre. Las mochilas y objetos están esparcidos por el suelo, y todo está hecho un caos.

— Tenemos que ayudarlos — digo, mirando a los demás. — ¡Vamos! ¡Hay que asegurarnos de que todos estén bien!

No tenemos tiempo para más. El caos nos rodea, y sabemos que necesitamos actuar rápido.

☆゚⁠.⁠*⁠・⁠。゚

Logramos detener el autobús, finalmente. El sonido de las ruedas frenando contra el pavimento me hace respirar más tranquilo. Al mirar por la ventana, veo que hemos llegado cerca de una de las paradas de descanso, un lugar solitario, pero al menos parece seguro por ahora. Todos los pasajeros, e incluso el conductor, comienzan a bajar lentamente, como si nada hubiera sucedido, estirándose y despertando de su extraño sueño.

— ¿Creen que se dieron cuenta de lo que pasó? — le pregunto a Percy mientras miro a los demás. La mayoría de los pasajeros parecen confundidos, como si acabaran de despertar de una pesadilla común.

— No lo creo — responde Percy, frotándose los ojos. — Están demasiado calmados, como si nada hubiera pasado. Es raro.

Miramos a los chicos, que están en sus asientos, actuando como si todo estuviera bien, como si no hubieran estado luchando contra una pesadilla gigante en pleno autobús unos minutos antes. Lisandro está en su asiento, como si todo fuera normal, revisando su mochila, mientras Malec parece distraído mirando por la ventana.

— ¿Estamos seguros de que estamos a salvo? — pregunto, bajando un poco la voz. Todos estamos alertas, pero intentamos disimularlo. Nadie quiere parecer sospechoso.

Tommy asiente mientras se ajusta el cinturón.

— Estamos bien por ahora, pero no nos confiemos. Algo no está bien, y sé que no es solo el caos del autobús.

Me recuesto en mi asiento, mirando por la ventana mientras los demás continúan en silencio. Todos nos miramos, intercambiando miradas que dicen más de lo que las palabras podrían expresar.

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