El susurro de los sueños perdidos
Epilogo
El reino de la ensoñación siempre había sido un lugar de equilibrio. Cada hermano onírico desempeñaba su papel con precisión, asegurando que el delicado tejido entre el descanso, los sueños y las pesadillas permaneciera intacto. Hypnos se encargaba del sueño reparador; Morfeo, de los sueños llenos de significado; y Okniton, de las pesadillas que daban lecciones a través del miedo. Era un balance necesario, aunque no siempre cómodo.
Desde hace tiempo, Hypnos y Morfeo habían notado algo inquietante: Okniton no estaba satisfecho. Su rol como guardián de las pesadillas parecía insuficiente para él. Aunque siempre había sido reservado y un tanto enigmático, últimamente su ambición se manifestaba de formas que resultaban preocupantes.
—Está inquieto otra vez —dijo Hypnos mientras caminaba junto a Morfeo por los pasillos del palacio onírico—. Lo he visto alterar las pesadillas más de lo necesario. Está probando los límites, hermano.
Morfeo suspiró, ajustándose la túnica de tonos oscuros. Siempre había tratado de confiar en que Okniton no cruzaría la línea, pero esa confianza se debilitaba cada vez más.
—No es la primera vez que intenta desafiar las reglas, Hypnos. Pero si lo enfrentamos directamente, solo avivaremos su enojo.
Hypnos se detuvo, frunciendo el ceño.
—No creo que sea cuestión de enojo. Creo que está planeando algo más grande. Ha comenzado a enviar pesadillas a lugares donde no deberían estar. Los mortales tienen insomnio, y las barreras entre los sueños y la realidad comienzan a debilitarse.
—¿Y qué sugieres? —preguntó Morfeo, mirando a su hermano mayor con preocupación.
—No podemos ignorarlo, Morfeo. Si sus acciones continúan, podría poner en peligro todo lo que hemos construido.
El dios de los sueños asintió lentamente, aunque en el fondo sabía que el problema no tenía una solución fácil. Conocer a Okniton significaba saber que nunca se conformaría con lo que tenía.
—Lo vigilaré de cerca —dijo finalmente—. Pero tenemos que ser cautelosos, Hypnos. No quiero iniciar una guerra en nuestra propia casa.
Ambos hermanos se quedaron en silencio, observando cómo las luces del reino onírico danzaban a su alrededor. Sabían que el equilibrio se tambaleaba, pero también sabían que cualquier acción precipitada podría ser el inicio de algo mucho peor.
★
El eco de la voz de Okniton resonaba en el salón del trono como un rugido de tormenta. Su figura, imponente y oscura, se alzaba al centro de la sala mientras su mirada ardía con rabia contenida.
—¡Yo deseo más! —repitió, golpeando el suelo con fuerza, causando que las sombras a su alrededor se agitaran como si compartieran su furia—. Ustedes no entienden. Nuestra madre me creó como un instrumento de control, una herramienta para equilibrar los excesos de los sueños. ¡No fue amor lo que la guió, fue miedo!
Hypnos, sereno pero firme, se adelantó, sus pasos suaves contrastando con la energía caótica de la sala.
—Okniton, hermano mío, no puedo negar tus sentimientos, pero no puedes permitir que ese rencor te consuma. Madre no te temía, veía en ti una fuerza necesaria para mantener el equilibrio. Tú también formas parte de este tejido; sin ti, todo se desmoronaría.
—¡Mentiras! —rugió Okniton, su furia alimentando las sombras que parecían retorcerse con vida propia—. Siempre has favorecido a Morfeo. Siempre ha sido él, el soñador, el amado. ¿Y yo? ¿Qué soy yo para ti, Hypnos?
El mayor de los hermanos lo miró con una mezcla de tristeza y determinación.
—No te odio, Okniton. Nunca lo he hecho. No prefiero a Morfeo, pero tampoco puedo permitir que destruyas todo lo que protegemos. Los sueños son un refugio, un escape para los mortales. Ya enfrentan suficiente dolor en la vigilia. No necesitan que tú lo multipliques en sus sueños.
Okniton dio un paso hacia él, su mirada ahora llena de un desafío peligroso.
—No entiendes nada, Hypnos. Yo no quiero destruir. Yo quiero reinar. Quiero que los mortales vean lo que realmente son: criaturas insignificantes que no merecen nuestros regalos. Los sueños deben ser una prueba, no una recompensa.
—Esa no es nuestra tarea —replicó Hypnos con calma, aunque su tono era firme—. No somos jueces ni verdugos. Somos guardianes del equilibrio. Y, Okniton, si sigues por este camino, no me dejarás otra opción.
Las palabras de Hypnos se suspendieron en el aire como un juramento silencioso. Okniton lo miró con una mezcla de desprecio y amargura antes de darse la vuelta, las sombras siguiéndolo como un manto vivo.
—Entonces, prepárate, hermano —dijo antes de desaparecer en la penumbra—. Porque el equilibrio que tanto valoras está a punto de romperse. Y cuando lo haga, no habrá nada que puedas hacer para detenerlo.
Hypnos se quedó quieto por un momento, dejando que las palabras de su hermano se asentaran en su mente. Luego, suspiró y giró hacia la entrada del salón, donde Morfeo lo esperaba en silencio.
—Está peor de lo que pensaba —dijo Hypnos, su voz baja pero cargada de preocupación.
Morfeo asintió, su expresión sombría.
—No será fácil detenerlo. Pero debemos intentarlo, o lo perderemos para siempre.
El amor, ese sentimiento que para muchos es el motor de la existencia, fue tanto la bendición como la perdición de los oníricos. Morfeo, el guardián de los sueños, encontró en una musa la inspiración no solo para sus dominios, sino para su corazón. Juntos construyeron una vida llena de alegría y significado, con su hijo Orfeo como testamento de ese amor inquebrantable.
Pero donde había felicidad, también existía la sombra del resentimiento. Okniton, siempre al margen, observaba lo que Morfeo tenía con un deseo que iba más allá de la admiración. Anhelaba esa conexión, esa plenitud, pero en su mente torcida, el amor no era algo que se daba, sino algo que se tomaba.
Así, encontró a una joven mortal. Su belleza era innegable, pero lo que realmente atrapó a Okniton no fue su apariencia, sino el poder que sentía al someterla. En lugar de amor, lo que cultivó fue una obsesión enfermiza. La trataba con crueldad, siempre buscando quebrarla, reducirla a algo que pudiera controlar. La joven, atrapada en un ciclo de tormento, perdió poco a poco su luz, hasta que un día, incapaz de soportar más, decidió acabar con su sufrimiento.
Fue entonces cuando los hermanos oníricos intervinieron. Hypnos y Morfeo, al descubrir lo que Okniton había hecho, no pudieron quedarse al margen. Había cruzado un límite que ni siquiera los dioses podían ignorar: había robado la cognición de la joven, atrapándola en un limbo donde su voluntad ya no existía, donde era poco más que un reflejo de lo que había sido.
El enfrentamiento fue inevitable.
—¿Qué crees que estás haciendo, Okniton? —gritó Hypnos, su voz resonando con una autoridad que rara vez usaba.
Okniton, desafiante, respondió con una sonrisa torcida.
—Solo estaba protegiendo lo que es mío.
—¡No es tuya! —rugió Morfeo, avanzando hacia su hermano menor—. El amor no se toma a la fuerza, y lo que haces no es amor.
La batalla que siguió fue feroz. Okniton, con sus sombras y su rencor, luchó con una intensidad que rayaba en la desesperación. Morfeo e Hypnos, aunque profundamente afectados por lo que su hermano había causado, no podían dejar que la joven pagara por las decisiones de Okniton. Ambos hermanos sabían que, aunque su intervención había sido crucial para salvarla, lo que realmente necesitaba era sanación.
Morfeo, con su habilidad para manipular los sueños, decidió tomar responsabilidad por la cognición de la joven. La guiaría a través de paisajes de tranquilidad, construyendo en su mente un santuario donde pudiera descansar y curarse de los daños emocionales y psicológicos que Okniton le había causado. Los sueños que le ofreció eran hermosos, llenos de paz y serenidad. A través de estos sueños, Morfeo no solo trataba de protegerla de las pesadillas que habían sido sembradas en su mente, sino que también le ofrecía un refugio donde pudiera sanar, donde no sintiera más el peso del dolor y la desesperación. Cada noche, mientras la joven descansaba en su lecho hospitalario, Morfeo la guiaba a mundos en los que el amor, la belleza y la esperanza florecían, dejando atrás las sombras de lo que había sufrido.
Por otro lado, Hypnos decidió hacerse cargo del cuerpo del joven, que yacía en coma en un hospital, luchando por mantenerse entre dos mundos. Usó su poder para entrar en su mente, conectándose con su cuerpo físico. A través de suaves manipulaciones, él buscaba sanar lo que fuera posible: calmar su dolor, aliviar sus heridas, y sobre todo, darle la oportunidad de regresar a la vida. Los dos hermanos trabajaron en paralelo, Morfeo tejiendo sueños de curación, mientras Hypnos cuidaba del cuerpo físico con delicadeza y paciencia. La joven no despertaría de inmediato, pero por primera vez en mucho tiempo, experimentaba algo que no fuera sufrimiento. En su sueño, encontró momentos de paz y amor, rodeada de paisajes de esperanza que le ofrecían la oportunidad de sanar.
Morfeo e Hypnos sabían que esto no podía quedar sin consecuencias. Su hermano había demostrado ser un peligro no solo para los mortales, sino para el equilibrio de sus dominios. Con pesadez en el corazón, llevaron el caso ante su madre, Nyx.
—Okniton ha violado los principios que juramos proteger —dijo Hypnos, su tono grave mientras relataba los eventos.
Nyx los escuchó en silencio, su rostro sereno pero imponente. Cuando terminó el relato, su mirada se posó en Okniton, quien no mostraba remordimiento alguno.
—Te he dado poder, Okniton, porque creí en tu capacidad para mantener el equilibrio junto a tus hermanos —dijo Nyx, su voz suave pero llena de peso—. Pero has traicionado esa confianza. Tu obsesión ha oscurecido tu juicio, y tus acciones han puesto en riesgo todo lo que protegemos.
El juicio fue severo. Aunque Okniton mantendría su lugar entre los oníricos, se le despojaría de parte de sus dominios, limitando su influencia. Además, Nyx dejó claro que cualquier otra transgresión no sería tolerada.
Mientras se retiraban del juicio, Hypnos miró a su hermano con tristeza.
—No puedo salvarte de ti mismo, Okniton —dijo antes de alejarse.
Morfeo, por su parte, no dijo nada. Solo caminó hacia la luz, dejando a su hermano menor sumido en la sombra de sus propios errores.
Notas del autor:
¡Gracias por leer hasta aquí!
Espero que hayas disfrutado de este capítulo final del segundo libro. Ha sido un viaje increíble y, como siempre, agradezco muchísimo el apoyo de todos ustedes. Pero... ¡esto no es el final! El tercer y último libro está en camino. Después de un pequeño descanso para asegurarme de que todo encaje perfectamente, estaré trabajando en la historia para traerles lo que será el epílogo definitivo de esta saga. Planeo comenzar a subir los capítulos poco a poco, dándoles tiempo para saborear cada momento.
¿Cuándo se publicará?
La fecha está por confirmarse, pero les prometo que no tendrán que esperar demasiado. Estén atentos porque planeo comenzar a publicar en mayo/junio de 2025. ¡Es solo un pequeño descanso antes de la gran conclusión!
Gracias de nuevo por su paciencia y por ser parte de esta aventura. ¡Nos vemos muy pronto!
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