El caos espera, pero primero... comamos
Capítulo 15
—Ya saben qué hacer —dijo Nico mientras nos miraba a todos. Era temprano en la mañana, y cada uno tenía sus cosas en la mano, listos para otro viaje entre sombras. Ese tipo de transporte siempre nos dejaba con un extraño antojo de chocolate, lo cual era bastante irónico considerando lo aterrador que era.
—Bien... —murmuró Malec mientras suspiraba, claramente no muy convencido de todo esto. A decir verdad, ninguno de nosotros lo estaba, pero estábamos hartos de tantos ataques, de las constantes tensiones, y, sí, también de los dramas adolescentes (aunque Percy y Nico ya fueran adultos técnicamente).
Sin pensarlo mucho, formamos un círculo y nos tomamos de las manos. Nico encabezaba la formación, su mirada fija en el suelo mientras reunía fuerzas. Después de un último respiro colectivo, corrimos con todas nuestras fuerzas hacia la sombra de la parada del autobús.
Y entonces llegó lo feo.
Todo está oscuro, como si el mundo entero se hubiera apagado por un instante. El frío nos envuelve mientras las sombras nos arrastran hacia adelante, como un río subterráneo imposible de controlar. Apenas hay tiempo para pensar o sentir, solo el deseo de que el viaje termine pronto. De repente, el suelo firme vuelve a aparecer bajo nuestros pies, y la luz del sol se filtra entre las ramas de los árboles. Nos encontramos justo debajo de la colina del Campamento Mestizo. El pino de Thalía se alza majestuosamente sobre nosotros, y el aire cálido y familiar nos recibe como una manta reconfortante. Caemos al césped con un estruendo poco elegante, pero en lugar de quejas, las risas llenan el ambiente. Nico, que apenas muestra emociones la mayor parte del tiempo, sonríe ligeramente mientras Malec se sacude la tierra del pantalón. Percy se ríe tan fuerte que parece que se quedará sin aire.
—Creo que cada vez es peor... —dice Percy entre carcajadas, tratando de recuperar el aliento.
—Tal vez sea hora de dejar de usar este método —añade Malec, pero incluso él tiene una sonrisa en el rostro.
—No me culpen —responde Nico mientras se levanta—. Lo logramos, ¿no?
—Sí, pero me sigue dando hambre de chocolate... —murmuro mientras me pongo de pie, sintiendo todavía las piernas un poco temblorosas.
Tras unas cuantas bromas más y una última ronda de risas, nos sacudimos la ropa y comenzamos a caminar. No vamos hacia el corazón del campamento como de costumbre, sino hacia una pequeña cabaña a las afueras, justo en el límite de los terrenos. Es una construcción humilde pero extrañamente acogedora, con paredes de madera oscura y un tejado cubierto de hojas caídas.
La cabaña de Morfeo
Mientras nos acercamos, una mezcla de nervios y curiosidad se apodera de mí. Morfeo, nuestro padre divino, está aquí, y aunque la misión ha sido agotadora, la idea de verlo me llena de emoción y ansiedad a partes iguales.
Nico toca suavemente la puerta, y, para nuestra sorpresa, quien la abre no es Morfeo, sino mi papá, Thomas. Al verlo, no puedo evitar lanzarme a sus brazos, abrazándolo con todas mis fuerzas mientras las lágrimas comienzan a rodar por mis mejillas. No son lágrimas de tristeza, sino de una inmensa alegría por tenerlo nuevamente conmigo.
—Mi niño... —dice suavemente, apretándome contra su pecho—. Mi pollito. —Su sonrisa es cálida, y su voz refleja un alivio indescriptible. Luego dirige su mirada al resto del grupo—. Chicos, ¿están todos bien? —pregunta con alegría, claramente aliviado de vernos a salvo.
—Papi... —susurro, todavía sin soltarlo—. ¿Cómo está papá?
Me siento un poco torpe al formular la pregunta. A veces no sé cómo dirigirme a ellos. Ambos son mis padres, pero esta situación todavía me resulta un poco nueva, y las palabras no siempre fluyen con facilidad.
—Morfeo está bien —responde con ternura, acariciando mi cabello—. Está descansando.
Thomas nos deja entrar, pero, al cruzar la puerta, mis ojos se fijan de inmediato en Morfeo, quien no está descansando en absoluto. Está de pie, apoyado contra una pared, sujetándose el costado con fuerza. Su mirada, sin embargo, está llena de alivio al vernos entrar.
—Thomas... —llama débilmente, y mi papá se acerca rápidamente a él.
—Morfeo, no deberías estar de pie —le reprende suavemente mientras lo sostiene con cariño, ayudándolo a recostarse.
—Niños... —dice Morfeo con voz cansada pero cálida mientras extiende una de sus manos hacia nosotros.
Sin dudarlo, Elizabeth, Malec y yo nos acercamos a él. Morfeo nos rodea a los tres en un abrazo lleno de cariño, ignorando por un momento su evidente dolor. El contacto con él es reconfortante, como si todo el agotamiento, las dudas y el miedo que habíamos acumulado en esta misión se disiparan al estar en sus brazos.
—Estoy tan orgulloso de ustedes... —susurra mientras nos aprieta suavemente, y puedo sentir cómo mi pecho se llena de una calidez que no había sentido en mucho tiempo.
Es un momento de paz, una tregua en medio del caos.
—¿Cómo te sientes? —pregunta Eli, con algo de tristeza en los ojos, la preocupación es evidente en su rostro.
—Estoy bien, mi niña —responde papá mientras acaricia suavemente su cabello, sonriendo con esfuerzo. El gesto es débil, pero está claro que lo hace de corazón.
—Trajimos los elementos, al menos dos de ellos, nos falta el rubí —dice Malec, sin dejar de observar a papá, sus ojos reflejando una mezcla de alivio y preocupación.
Papá asiente levemente, pero algo en su mirada cambia. La suavidad en su rostro se desvanece por un momento, y sus ojos se fijan en Malec con una intensidad que solo él podría comprender.
—... ¿todo bien? —pregunta, y todos nos detenemos un segundo, reconociendo que ha notado algo. Él sabe que Malec fue envenenado por Okniton.
Malec no responde de inmediato. En su mirada, se refleja una combinación de incomodidad y vulnerabilidad, pero también hay determinación.
—Estoy bien —murmura finalmente, aunque su voz no tiene la misma firmeza que siempre.
—¿Qué sucedió? —pregunta Morfeo, su voz firme pero preocupada. No va a detenerse hasta saber la verdad.
—Fue envenenado por una pesadilla —responde Percy, mirando a Morfeo con una seriedad que refleja todo lo que tuvimos que vivir —Nos atacaron cuando fuimos por el yelmo, pero logramos... o más bien, ellos lograron salvarlo.
Morfeo frunce el ceño y se gira hacia nuestros cuervos, que están observando en silencio.
—¿Hypnos les ayudo? —pregunta, su mirada fija en ellos.
Jessamy, Alex y Desiree asienten levemente, reconociendo el peso de la situación.
—Sí, Lord Morfeo —responde Jessamy, acercándose a él con una expresión de arrepentimiento. —Perdónennos, no cuidamos bien de nuestros niños. Usted nos confió lo más preciado que tiene y... fallamos.
Morfeo suspira, una mezcla de ternura y comprensión en su rostro. Con un gesto suave, acaricia la cabeza de Jessamy, transmitiéndole una calma que parece envolver a todos en la habitación.
—Descuida, gracias por cuidar de ellos —dice con voz tranquila, pero firme. —Perdón, el destino que les forjé es el de héroes, pero ustedes merecían vivir una vida normal, sin tener que lidiar con todo esto...
Un silencio pesado llena el aire por un momento, la gravedad de sus palabras flotando entre todos nosotros. Es una verdad difícil de asimilar, pero también una muestra de lo que Morfeo siente por nosotros: el amor por sus hijos, aunque el destino que nos ha tocado no sea el que había deseado para nosotros.
—Esta victoria solo es temporal —dice Morfeo, su mirada grave reflejando la seriedad de sus palabras—. Algo mayor está por venir, y tiene mucho que ver con el rubí. Las cosas podrían salir bien o mal, pero por ahora es mejor que tomen un descanso y coman. Después hablaremos sobre la última parte de la profecía.
La sala queda en silencio por un momento, el peso de sus palabras calando en nosotros. Todos sabemos que la calma es solo una ilusión, que lo que venga a continuación podría ser aún más difícil de lo que ya hemos enfrentado.
Morfeo nos observa con una mirada que mezcla preocupación y determinación.
—Coman, descansen —añade, con una voz más suave—. Aprovechen este respiro, porque lo que está por venir... será mucho más complicado.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top