Cuando el amor florece (y el padre se entera)
Capítulo 19
Morfeo
La herida en mi costado comenzó a "sanar", o al menos ya no me generaba tantas molestias como antes. Sentía cómo el dolor, aunque aún presente, se había reducido a algo soportable. El constante escozor, esa sensación de algo húmedo y cálido deslizándose por mi abdomen, parecía haber desaparecido. Podía moverme con mayor libertad, aunque todavía había una sombra de incertidumbre en mi mente. La tranquilidad seguía siendo un lujo que no podía permitirme del todo, pero por primera vez en mucho tiempo, parecía estar al alcance. Thomas estaba a mi lado, como siempre lo había estado. Su mirada cuidadosa y la forma en que se aseguraba de que estuviera cómodo me llenaban de una calma que solo él podía brindarme. Había algo en su presencia que me hacía sentir que, a pesar de todo lo que estaba pasando, tenía un ancla, un punto fijo en medio del caos. Mientras lo observaba, me vinieron recuerdos del pasado, de ese primer día en que lo conocí. Habían pasado pocos años desde entonces, pero cada detalle seguía grabado en mi memoria como si hubiera ocurrido ayer. Su sonrisa, su manera de hablar, la calma que transmitía incluso en los momentos más difíciles. Supe desde el principio que había escogido al hombre adecuado para formar una familia.
Y luego estaba Oribell. Cada vez que lo veía, no podía evitar notar cuánto se parecía a Thomas. No solo en los rasgos físicos, sino también en su forma de ser, en su manera de enfrentar el mundo. Era una combinación perfecta de ambos, pero con una inclinación más marcada hacia Thomas. Y eso me hacía feliz. Porque, aunque mi hijo llevaba mi legado como dios, su humanidad, esa calidez y determinación que irradiaba, eran reflejo directo de Thomas.
—¿Todo bien, Oneiros? —preguntó Thomas con esa calidez en su voz que siempre lograba calmarme. Se acercó a mí con pasos firmes pero suaves, como si no quisiera perturbar la tranquilidad del momento, y tomó mis manos entre las suyas.
—Sí, solo estaba recordando cuando te conocí —respondí con una ligera sonrisa, dejando que la memoria me llenara de una sensación de nostalgia. Me incliné hacia él y besé su mejilla con ternura—. Me gustaría poder volver al departamento de Nueva York. Sería agradable, ¿no crees?
Él dejó escapar una suave risa, pero su expresión cambió apenas un poco, mostrándome la preocupación que intentaba ocultar. —Lo sé, y también lo extraño. Pero por ahora, lo mejor es quedarnos aquí. Además, no sabemos si tu hermano querrá atacarnos... —Suspiró ligeramente, y su mirada se volvió algo más seria, aunque no perdió esa dulzura que lo caracterizaba—. Sin duda alguna, la vida de los dioses es complicada.
Lo miré a los ojos, permitiéndome perderme en ellos por un momento. Thomas siempre había sido mi ancla, la persona que me recordaba quién era, incluso cuando el peso de mis responsabilidades amenazaba con hundirme.
—Complicada no es suficiente para describirla —comenté, dejando escapar una risa ligera—. Pero mientras estés conmigo, creo que puedo soportarlo todo.
—Siempre estaré contigo, Morfeo —dijo él con convicción, apretando suavemente mis manos. Y en ese instante, por más caos que se cerniera sobre nosotros, sentí que todo estaba en su lugar.
—Hiciste un buen trabajo criando a Oribell —comenté con una sonrisa ligera, mirando a Thomas con ternura—. Tiene tus encantos.
—Yo puse los materiales y tú lo moldeaste —respondió él con una sonrisa traviesa antes de besar mi mejilla.
El sonido de la puerta abriéndose interrumpió el momento, y ambos giramos la cabeza para ver a Erick entrar con una gran sonrisa en el rostro.
—Tenía que resolver unas cosas y aprovechar para comprar víveres, pero ya está todo listo —anunció, cargando varias bolsas de papel repletas de alimentos y otros artículos.
—Gracias, Erick —dije con alivio, al menos había algo bueno entre tanto caos. Pero no pude evitar añadir con una pizca de diversión—: ¿Notaste que Oribell está saliendo con Lissandro?
La reacción de Thomas fue inmediata y teatral, con los ojos abiertos de par en par mientras exclamaba:
—¡¿El Backstreet Boy con mi niño?!
No pude evitar soltar una carcajada, incapaz de contenerme ante su expresión. La incredulidad de Thomas era tan exagerada que incluso Erick tuvo que reír mientras dejaba las bolsas en la mesa.
—Bueno, al menos tiene buen gusto —agregó Erick con una sonrisa divertida, mientras Thomas seguía sacudiendo la cabeza como si intentara procesar la noticia.
—Primero, ¿cómo es que no lo sabía? Y segundo, ¿desde cuándo mi hijo tiene citas? ¡Es un niño!
—Thomas, tiene diecisiete, no siete —dije entre risas, colocándole una mano en el hombro—. Además, ¿de verdad esperabas que nunca creciera?
—Eso esperaba, sí —gruñó, cruzándose de brazos mientras Erick y yo intercambiábamos una mirada cómplice y continuábamos riendo.
Estos momentos eran buenos, pequeños respiros entre todo el caos que enfrentábamos. Me alegraba saber que mi niño, mi pequeño, estaba encontrando su lugar en el mundo, un lugar donde podía ser él mismo y sentirse seguro. Saber que había encontrado a alguien como Lissandro, alguien que lo miraba con una devoción casi palpable, llenaba mi corazón de alegría. Se notaba que Lissandro lo amaba con locura, y no podía haber elegido mejor. Ambos se complementaban perfectamente, como si el destino hubiera jugado sus cartas de la forma más precisa. Me hacía feliz verlos crecer juntos, incluso si Thomas seguía en su etapa de "papá protector" exagerado. Aun así, sabía que en el fondo él también estaba contento, aunque nunca lo admitiera tan fácilmente.
El mundo a nuestro alrededor podía estar desmoronándose, pero al menos, en este rincón pequeño de nuestras vidas, la felicidad todavía podía florecer.
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