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Capítulo 3:

Michikatsu se levantó con un entusiasmo que rara vez experimentaba. Sentía que hoy sería un gran día, aunque no podía explicar por qué. Rápidamente se colocó el uniforme y tomó su mochila, bajando las escaleras de la casa vacía. Vivía solo, ya que sus padres se habían trasladado a la gran ciudad por motivos de trabajo, y las visitas a casa eran cada vez menos frecuentes. Sin pensarlo mucho, fue a la cocina y tomó una manzana y una botella de agua, suficiente para iniciar la jornada; después encontraría algo más consistente para desayunar.

Al salir, se encontró con Nakime, su amiga de siempre, quien lo esperaba en la acera con una sonrisa tranquila.

—¿Nos vamos? Hoy tenemos clase de formación, y no quiero perdérmela —comentó Nakime.

Michikatsu asintió, disfrutando de la compañía familiar mientras caminaban juntos en dirección a la escuela. A mitad de camino, los dos se encontraron con sus otros amigos, Daki y su hermano Gyutaro, quienes los saludaron con entusiasmo, y detrás de ellos venían Akaza y Douma, ambos sonriendo ampliamente. El grupo se unió en un paseo animado y lleno de charla casual. El clima era perfecto, y el cielo azul parecía reflejar el buen humor de todos.

Cuando llegaron al portón de la institución, se despidieron con la promesa de encontrarse de nuevo en el recreo. Nakime y Michikatsu entraron juntos a su salón, donde rápidamente se instalaron en sus asientos, uno al lado del otro, compartiendo algún que otro comentario divertido sobre los profesores y los trabajos.

Desde el fondo del aula, Muzan los observaba con una expresión cautelosa. Sus ojos se centraron en Michikatsu, quien se veía especialmente radiante esa mañana. Había algo en su presencia que lo cautivaba; quizá era la serenidad que proyectaba, o el modo en que parecía estar en su propio mundo. No podía evitar pensar, casi con envidia, en lo bien que parecía haber dormido.

—Supongo que durmió bien... Me alegro —pensó Muzan, en un susurro que solo él podía escuchar.

De pronto, Michikatsu sintió una mirada fija en él y, algo incómodo, miró a su alrededor en busca de quién pudiera estar observándolo. Sin embargo, no encontró ninguna pista evidente. Nakime notó su inquietud y, con un gesto amable, apoyó la mano en su hombro, dándole un pequeño consuelo. Michikatsu, agradecido, se dejó caer ligeramente contra el hombro de ella, riendo entre susurros mientras continuaban conversando.

La expresión de Muzan se oscureció al ver el gesto. Apretó el lápiz entre sus dedos hasta que se rompió en dos. Aquella sonrisa que mantenía con aparente calma se transformó en una línea tensa de frustración. ¿Cómo se atrevía Nakime a ofrecerle consuelo a su pareja? Aunque apenas habían intercambiado algunas palabras, Muzan no soportaba la idea de que alguien más estuviera tan cerca de Michikatsu.

Con un suspiro de resignación, Muzan decidió distraerse abriendo uno de sus libros, intentando concentrarse en la lectura. Pero era inútil; su atención volvía una y otra vez hacia ellos.

Finalmente, el profesor de formación entró al aula. Su expresión, rígida como siempre, indicaba que tenía algo importante que anunciar. Comenzó a hablar sobre un proyecto de investigación que requeriría trabajar en equipos, y explicó cómo el tema sería “Moralidad y Poder”. Aunque Muzan no prestaba atención a los detalles, estaba seguro de que, como siempre, pediría hacer el trabajo solo para evitar la incompetencia de algún compañero.

El profesor, sin embargo, tenía otros planes. Hizo una pausa dramática antes de comenzar a leer la lista de parejas.

—Muzan Kibutsuji y Michikatsu Tsugikuni —anunció, mirando al fondo del aula con una expresión que casi parecía divertida. —A menos, claro, que prefieras hacerlo solo, como de costumbre.

Muzan parpadeó, sorprendido, y se encontró momentáneamente sin palabras. Desvió la mirada, incómodo, y trató de sonar desinteresado.

—Está bien, profesor. Así está bien —respondió, tratando de que su voz sonara despreocupada, aunque en su interior no podía contener la emoción. ¿Juntos? Esto debía ser su día de suerte.

Mientras tanto, Michikatsu se sintió menos entusiasmado con la noticia. Recordaba su única conversación con Muzan, breve e incómoda, y cómo lo había considerado arrogante y distante. Pero bueno, pensó, quizá fue solo una impresión inicial y podríamos llevarnos bien si lo intentamos.

Con una expresión de resignación, Michikatsu se levantó de su asiento y se dirigió hacia Muzan, quien lo miró con seriedad desde su asiento.

—¿Quieres hacer el trabajo en mi casa? —preguntó Michikatsu, manteniendo una sonrisa cordial, aunque con cierta incomodidad. Muzan asintió sin mirarlo, lo cual molestó a Michikatsu. Parecía que le daba igual.

—Entonces será esta tarde, supongo que te veré ahí —agregó Michikatsu, reprimiendo una mueca y regresando a su pupitre mientras intentaba no pensar en la apatía de Muzan.

Por su parte, Muzan se quedó con una sensación de arrepentimiento. ¡Soy un imbécil! pensó para sí, maldiciendo su falta de reacción. Apretó el puente de su nariz, frustrado por no haber sido más amable o, al menos, haberle mostrado algo de entusiasmo. Su incomodidad se hizo más profunda al darse cuenta de que su "primera noche juntos" podría no comenzar de la mejor manera.

Tal vez, después de todo, este día no sería tan perfecto como había imaginado.

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La campana sonó anunciando el recreo, y Michikatsu salió del salón estirándose con dificultad, notando una punzada en la espalda. Había pasado las últimas dos clases inclinado sobre su pupitre en una mala postura, y ahora estaba pagando las consecuencias. A su lado, Nakime lo miraba divertida.

—Ay, deberías cuidar más cómo te sientas. —Nakime soltó una risa suave al verlo adolorido—. Vas a terminar con la espalda peor que la de un anciano.

—Quisiera que el día se repitiera —murmuró Michikatsu, suspirando.

—¿Eh? ¿Por qué dices eso? —preguntó ella, frunciendo el ceño con curiosidad.

—Me tocó con Muzan para el trabajo de formación, y ahora va a venir a mi casa esta tarde —explicó Michikatsu, rodando los ojos—. Y, vaya, parecía bastante emocionado por la idea —añadió, con un toque de sarcasmo.

Nakime rió, dándole un pequeño empujón en el brazo.

—Quizá no sea tan malo. Dale una oportunidad. Podrías llevarte una sorpresa.

Michikatsu sonrió, aunque su expresión seguía escéptica.

—Te voy a creer… aunque no me convence mucho —respondió.

—Tranquilo, solo es un trabajo. Apuesto a que ustedes lo terminarán antes que todos. —Nakime bufó, animándolo.

Michikatsu se encogió de hombros.

—Supongo… Solo espero que no le moleste mucho mi presencia —dijo, aunque una parte de él sabía que Muzan difícilmente dejaría de lado esa actitud altiva que tanto lo incomodaba.

Nakime lo miró con una sonrisa traviesa.

—Yo creo que Muzan es alguien bastante curioso. Apuesto a que te sorprenderías si lo conocieras mejor.

Michikatsu levantó una ceja, divertido por el comentario.

—¿Curioso? Solo lo conocía de nombre porque siempre aparece en las listas de las chicas sobre “los chicos más guapos” —comentó, riendo entre dientes—. Siempre terminan poniéndolo junto a mí.

Nakime rió también y asintió.

—Eso debe ser porque a las chicas les parece guapo, no puedes negarlo. —Nakime le guiñó un ojo, divertida—. ¿No has visto la cantidad de cartas que recibe cada San Valentín y, prácticamente, todos los días? Debe tener una fila de chicas detrás de él… Aunque me sorprende que no lo presuma y que tampoco le guste destacar, porque tiene muchas cualidades.

Michikatsu bufó, cruzando los brazos.

—Supongo que, para él, no hay nadie a su nivel. —Hizo una pequeña burla, aunque con una sonrisa irónica—. Veremos qué nos tiene preparada esta tarde.

Nakime sonrió de vuelta, notando que, a pesar de su molestia, Michikatsu parecía algo intrigado.

—Bueno, ¡espero que me cuentes todo después! —dijo Nakime, dándole una palmada en el hombro antes de que siguieran caminando hacia el patio.

Mientras caminaban, Michikatsu no podía evitar sentir una mezcla de curiosidad y escepticismo. ¿Sería posible que Muzan realmente no fuera tan engreído como parecía? Algo en su actitud desde la asignación del proyecto había sido… diferente. Tal vez, después de todo, Nakime tenía razón, y aquel trabajo le daría la oportunidad de ver otro lado de Muzan.

---

Muzan estaba oculto tras una esquina del pasillo, habiendo escuchado con atención la conversación entre Michikatsu y Nakime. No esperaba oír las palabras de Michikatsu, y menos aún notar el desdén en su voz cuando mencionó que su presencia le sería molesta. Sentía que algo en él se revolvía al escuchar eso. Con los ojos brillando de algo que parecía dolor, pensó para sí mismo, intentando ahogar una sonrisa amarga.

—(¿Molestarte mi presencia? Michikatsu… eres lo único que ilumina mis días. Ninguna chica llegaría a tu nivel…)—

—Solo espero y el trabajo que nos dejaron, se haga lo más rápido posible. No quiero estar cerca de el.
Dijo Michikatsu al final.

---

Esa tarde, Michikatsu estaba sentado en la sala de su casa, con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Había estado mirando el reloj durante los últimos quince minutos, preguntándose si Muzan iba a llegar. Había algo en la espera que lo hacía sentirse inquieto, aunque no sabía exactamente por qué.

Finalmente, el timbre sonó. Michikatsu se levantó con un suspiro pesado y fue a abrir la puerta.

Ahí estaba Muzan, impecablemente vestido como siempre, con una mochila colgando de un hombro y una expresión neutral en su rostro.

—Llegas tarde —fue lo primero que dijo Michikatsu, apoyándose contra el marco de la puerta con una mirada algo cortante.

Muzan frunció ligeramente el ceño, incómodo.

—Me detuvo un profesor antes de salir —respondió en un tono seco, desviando la mirada.

Michikatsu levantó una ceja, sintiendo que la actitud de Muzan era más bien distante.

—¿Y no pudiste avisar? Tengo otras cosas que hacer, ¿sabes? —replicó, cruzándose de brazos.

Muzan apretó los labios, claramente incómodo. No estaba acostumbrado a dar explicaciones, mucho menos a alguien que apenas conocía.

—No pensé que fuera necesario. Solo fueron quince minutos —respondió con frialdad, evitando el contacto visual.

Michikatsu bufó, dando un paso atrás para dejarlo entrar.

—Bueno, supongo que ya estás aquí. Vamos, está todo listo en la mesa —dijo, sin molestarse en disimular su irritación.

Muzan entró en silencio, sus pasos casi inaudibles mientras seguía a Michikatsu hacia el comedor. Sentía que cada movimiento era observado, como si estuviera bajo un microscopio, lo que no hacía más que aumentar su incomodidad.

Cuando se sentaron, Michikatsu sacó los materiales para el proyecto y los colocó sobre la mesa.

—Bien, el tema es “Moralidad y Poder”. Supongo que ya tendrás alguna idea brillante, ¿no? —preguntó Michikatsu, su tono bordeando el sarcasmo mientras lo miraba directamente.

Muzan, que estaba organizando sus propios materiales, se detuvo un momento antes de responder, con un leve rubor en sus mejillas que trató de ocultar bajando la cabeza.

—Podríamos empezar definiendo los conceptos y buscar ejemplos históricos… —dijo, su voz baja pero firme.

Michikatsu lo observó por un momento, esperando algo más. Pero Muzan no dijo nada más, limitándose a abrir su cuaderno y escribir algunas notas.

—¿Eso es todo? —preguntó Michikatsu, claramente molesto por la falta de entusiasmo de su compañero.

—Es un buen punto de partida —respondió Muzan, sin levantar la mirada.

Michikatsu apretó los dientes, sintiendo que estaba hablando con una pared.

—Mira, si no quieres estar aquí, no tienes que fingir interés. Puedo hacer el trabajo solo —soltó Michikatsu, reclinándose en su silla con los brazos cruzados.

Eso hizo que Muzan alzara la vista, sorprendido.

—No es eso… —dijo rápidamente, aunque su tono seguía siendo reservado—. Solo soy… directo con este tipo de cosas.

Michikatsu rodó los ojos, interpretando la respuesta como un intento de evitar la conversación.

—Claro, directo. Más bien parece que ni siquiera quieres hablar conmigo —murmuró, claramente molesto.

Muzan bajó la mirada de nuevo, sintiéndose atrapado. Quería explicarse, pero las palabras no salían. Por dentro, estaba luchando contra la vergüenza que sentía cada vez que Michikatsu lo miraba directamente, como si pudiera ver a través de él.

—No es personal —logró decir finalmente, aunque el tono distante seguía presente.

—¿Ah, no? Pues lo parece —replicó Michikatsu, su irritación evidente mientras empezaba a escribir en sus hojas con movimientos bruscos.

El resto de la tarde transcurrió en un incómodo silencio. Muzan intentó aportar ideas aquí y allá, pero cada comentario parecía ser recibido con escepticismo o frialdad por parte de Michikatsu. Por dentro, Muzan se estaba recriminando por no saber cómo manejar la situación. ¿Por qué tenía que ser tan reservado? ¿Por qué no podía simplemente relajarse y hablar como cualquier otra persona?

Cuando terminaron, Michikatsu se levantó rápidamente de la mesa, recogiendo sus cosas sin mirar a Muzan.

—Supongo que eso es todo. Puedes irte si quieres —dijo, su tono cortante mientras guardaba sus materiales en la mochila.

Muzan asintió, poniéndose de pie con la misma serenidad exterior que había mostrado todo el tiempo.

—Gracias por la tarde… Nos vemos en clase —dijo antes de salir, su voz apenas un susurro.

Cuando la puerta se cerró, Michikatsu dejó escapar un suspiro pesado, dejando caer su mochila en el suelo.

—¿Qué le pasa a ese tipo? Es como hablar con una estatua… —murmuró para sí mismo, frustrado.

Por su parte, Muzan caminó hacia su casa sintiéndose más cansado de lo que había imaginado. Por fuera, había mantenido la calma, pero por dentro estaba mortificado. Cada palabra, cada mirada, había sido un desafío.

—Soy un idiota… —susurró para sí mismo, apretando los puños.

Aunque no podía evitar sentirse atraído por Michikatsu, sabía que su timidez y su actitud reservada habían arruinado cualquier posibilidad de causar una buena impresión.

Ambos se fueron a dormir esa noche con un sentimiento similar: frustración. Pero, aunque ninguno de los dos lo admitiera, también había algo más. Una pequeña chispa de curiosidad que ninguno o bueno Michikatsu no quería reconocer.

...

Muzan se recostó en su cama, su mente trabajando a toda velocidad. Sabía que tenía que cambiar algo. Si quería destacar, tenía que encontrar una forma de hacerlo sin comprometer su personalidad reservada. Hablar con idiotas no era una opción, pero usar su belleza e inteligencia era otra historia.

Mientras repasaba sus opciones, una idea empezó a formarse en su cabeza: salir con alguien. No porque realmente quisiera una relación, sino porque sería una estrategia perfecta para atraer atención. Elegir a la persona adecuada podría posicionarlo como alguien deseado y admirado, sin necesidad de socializar más de lo necesario.

Con ese pensamiento, comenzó a analizar sus posibles candidatos. Había tenido su cuota de admiradores a lo largo de su tiempo en la escuela, pero nunca les había prestado demasiada atención. Sin embargo, ahora podría ser diferente.

Primero pensó en Daki, la chica más popular de la institución, conocida por su belleza llamativa y su actitud extrovertida. Era intrusiva, molesta y, en opinión de Muzan, bastante estúpida. Pero su popularidad sería un arma poderosa. Era una persona que no dudaría en presumir la relación, lo que automáticamente pondría a Muzan bajo los reflectores. Manipularla sería sencillo; bastaría con algunas palabras bien escogidas y un par de miradas cautivadoras.

Luego estaba Emmu, un chico conocido por su apariencia casi angelical y su comportamiento algo extravagante. Su forma de hablar y su humor eran insoportables para Muzan, pero no podía negar que tenía un atractivo único que atraía a muchos. Sin embargo, la idea de pasar tiempo con él le resultaba insoportable.

Muzan se quedó mirando el techo, ponderando sus opciones. Ambos eran populares, pero Daki era definitivamente la mejor elección. Era el tipo de persona que haría exactamente lo que Muzan necesitaba: convertir su relación en un tema de conversación para todos. Sería un medio para un fin, y él no tendría que esforzarse demasiado.

—Perfecto —susurró para sí mismo, una ligera sonrisa curvando sus labios.

Al día siguiente, Muzan llegó a la escuela con una nueva determinación. Su expresión seguía siendo reservada, pero había un brillo en sus ojos que no estaba ahí antes. Tenía un plan, y estaba dispuesto a ejecutarlo.

Observó a Daki desde lejos, rodeada de un grupo de amigas que reían a carcajadas. Su cabello perfectamente arreglado brillaba bajo la luz del sol, y su risa resonaba por el pasillo. Muzan no pudo evitar pensar en lo fácil que sería entrar en su mundo.

Se acercó con paso tranquilo pero seguro, asegurándose de captar su atención sin parecer demasiado interesado.

—Daki —dijo suavemente, su voz firme pero sin emoción.

La chica levantó la mirada, sorprendida por la interrupción. Al ver quién era, una sonrisa brillante se extendió por su rostro.

—¡Muzan! —exclamó, emocionada—. ¿Qué haces aquí? Nunca vienes a hablar conmigo.

Muzan inclinó ligeramente la cabeza, manteniendo su expresión neutral.

—Pensé que era un buen momento para hacerlo —respondió, su tono tan calculado como siempre.

Las amigas de Daki lo miraron con curiosidad, intercambiando miradas cómplices. Una de ellas incluso le dio un codazo a Daki, susurrándole algo al oído.

—¿Qué tal si hablamos en privado? —sugirió Muzan, ignorando las miradas a su alrededor.

Daki parecía sorprendida, pero no podía ocultar su emoción.

—Claro, vamos —dijo, apartándose del grupo para seguirlo.

Muzan la llevó a un lugar más tranquilo, lejos del bullicio de los pasillos. Se detuvo y la miró directamente a los ojos, asegurándose de que su atención estuviera completamente en él.

—He estado pensando… tú y yo podríamos salir algún día —dijo, su tono sereno pero con un toque de insinuación.

Daki parpadeó, claramente sorprendida.

—¿Salir? ¿Contigo? —preguntó, su voz llenándose de emoción.

—¿Por qué no? —respondió Muzan, encogiéndose de hombros con indiferencia—. Creo que sería interesante.

La sonrisa de Daki se ensanchó, y su emoción era palpable.

—¡Claro que sí! Sería increíble —dijo rápidamente, casi sin poder contener su entusiasmo.

Muzan asintió, satisfecho. La primera parte de su plan estaba en marcha. Ahora solo tenía que esperar y dejar que Daki hiciera el resto del trabajo por él.

Mientras regresaba a clase, su mente ya estaba planeando los siguientes pasos. Sabía que esto solo era el comienzo, pero estaba convencido de que sería suficiente para destacar. Después de todo, él siempre jugaba para ganar.

---

Daki se quedó mirando cómo Muzan se alejaba con esa elegancia natural que parecía casi irreal. Su corazón latía con fuerza, y sus mejillas estaban teñidas de un rojo intenso. Apenas podía creer lo que acababa de suceder. ¡Muzan Kibutsuji, el chico más reservado y enigmático de la escuela, le había pedido salir!

Mientras lo veía desaparecer al girar la esquina, Daki sintió que le faltaba el aire. Su pecho se apretó, y por un momento pensó que iba a desmayarse. Se llevó una mano al corazón, tratando de calmarse.

—Esto es real… esto es real… —susurró para sí misma, intentando convencerse.

Sin pensarlo dos veces, se dio media vuelta y corrió hacia su grupo de amigos. Estaban en el patio, como siempre, riéndose de alguna tontería que Douma probablemente había dicho. Akaza estaba sentado de brazos cruzados, mirando a los demás con su habitual expresión de aburrimiento, mientras Kokushibou y Nakime hablaban en voz baja. Gyutaro, su hermano, estaba comiendo algo, ignorando el bullicio.

Daki llegó a toda velocidad, interrumpiendo cualquier conversación.

—¡Escuchen, escuchen, escuchen! —gritó, casi sin aliento.

Todos la miraron con curiosidad, salvo Gyutaro, que apenas levantó la vista de su comida.

—¿Qué pasa ahora, Daki? —preguntó Akaza con una mezcla de interés y fastidio.

—¡Es sobre Muzan! —soltó ella, agitando las manos de la emoción.

El nombre de Muzan captó inmediatamente la atención de todos. Incluso Kokushibou, que solía mantenerse al margen de las conversaciones triviales, levantó una ceja, intrigado.

—¿Qué tiene Muzan? —preguntó Douma, su sonrisa de siempre ampliándose—. ¿Acaso por fin te miró?

Daki lo ignoró, demasiado emocionada como para responder a su tono burlón.

—¡Me pidió salir! —exclamó, prácticamente gritando las palabras.

Un silencio absoluto cayó sobre el grupo. Todos intercambiaron miradas incrédulas, como si ninguno pudiera procesar lo que acababa de escuchar.

—¿Qué dijiste? —preguntó Nakime, rompiendo el silencio.

—¡Lo que escucharon! ¡Muzan me pidió salir! —repitió Daki, dando pequeños saltitos de emoción.

—Eso no puede ser cierto —dijo Gyutaro, frunciendo el ceño—. ¿Ese tipo? ¿El mismo que apenas habla con nadie?

—¿Muzan? —dijo Douma, soltando una risa divertida—. ¿El Muzan Kibutsuji? ¡Pensé que era un mito que hablara con alguien, mucho menos que pidiera salir a una chica!

—Pues es verdad, Douma. ¡Me lo pidió él mismo! —Daki cruzó los brazos con un aire triunfal, aunque su rostro seguía iluminado por la emoción—. Dijo que le parecía interesante salir conmigo.

—Interesante… —repitió Akaza, frunciendo el ceño con desconfianza—. Ese tipo no hace nada sin razón. ¿Estás segura de que no está jugando contigo?

—¡Ay, Akaza, no seas aguafiestas! —protestó Daki, lanzándole una mirada molesta—. Esto es real, y voy a aprovecharlo al máximo.

—Esto es… inesperado —murmuró Kokushibou, su tono tan neutral como siempre, aunque sus ojos reflejaban una pizca de sorpresa.

Nakime asintió lentamente, como si todavía estuviera procesando la noticia.

—Nunca pensé que Muzan saldría con alguien, mucho menos contigo —dijo suavemente, sin malicia pero con total honestidad.

Daki ignoró el comentario, demasiado feliz como para preocuparse.

—¡Esto es enorme! ¡Piensen en todo lo que esto significa! Seré la chica más envidiada de la escuela. Y lo mejor de todo, ¡Muzan y yo seremos la pareja perfecta! —Daki dio una vuelta sobre sí misma, dejando escapar un pequeño grito de emoción.

Douma, que hasta entonces había estado observando con una sonrisa burlona, finalmente habló:

—Bueno, Daki, si es cierto, felicidades. Pero… no sé. ¿No creen que esto es un poco raro?

—¿Raro? —repitió Daki, fulminándolo con la mirada.

—Sí, raro. Muzan no es exactamente el tipo de persona que… bueno, que parece interesarse en cosas como una relación —dijo Douma, encogiéndose de hombros—. Pero quién sabe, tal vez me equivoque.

—No importa lo que piensen ustedes. Lo importante es que esto está pasando. —Daki puso las manos en la cintura, su confianza desbordando.

—Bueno, por tu bien, espero que no termine mal —dijo Akaza, su tono aún escéptico.

—¿Mal? Por favor, esto será perfecto. —Daki sonrió ampliamente, segura de sí misma.

Mientras el grupo continuaba discutiendo, Kokushibou se quedó en silencio, observando a Daki con una mirada pensativa. No podía evitar sentir que había algo extraño en todo esto. Muzan no era alguien que actuara por impulso; cada movimiento que hacía tenía un propósito.

Nakime, por otro lado, parecía más preocupada que sorprendida. Había algo en los ojos de Daki, esa mezcla de emoción y confianza ciega, que la hacía temer que esto pudiera no terminar como ella esperaba.

Gyutaro simplemente bufó y volvió a su comida, murmurando algo como "ya veremos cuánto dura".

Sin embargo, para Daki, nada de eso importaba. Este era su momento, y estaba decidida a disfrutarlo al máximo.

Daki se quedó mirando cómo Muzan se alejaba con esa elegancia natural que parecía casi irreal. Su corazón latía con fuerza, y sus mejillas estaban teñidas de un rojo intenso. Apenas podía creer lo que acababa de suceder. ¡Muzan Kibutsuji, el chico más reservado y enigmático de la escuela, le había pedido salir!

Mientras lo veía desaparecer al girar la esquina, Daki sintió que le faltaba el aire. Su pecho se apretó, y por un momento pensó que iba a desmayarse. Se llevó una mano al corazón, tratando de calmarse.

—Esto es real… esto es real… —susurró para sí misma, intentando convencerse.

Sin pensarlo dos veces, se dio media vuelta y corrió hacia su grupo de amigos. Estaban en el patio, como siempre, riéndose de alguna tontería que Douma probablemente había dicho. Akaza estaba sentado de brazos cruzados, mirando a los demás con su habitual expresión de aburrimiento, mientras Kokushibou y Nakime hablaban en voz baja. Gyutaro, su hermano, estaba comiendo algo, ignorando el bullicio.

Daki llegó a toda velocidad, interrumpiendo cualquier conversación.

—¡Escuchen, escuchen, escuchen! —gritó, casi sin aliento.

Todos la miraron con curiosidad, salvo Gyutaro, que apenas levantó la vista de su comida.

—¿Qué pasa ahora, Daki? —preguntó Akaza con una mezcla de interés y fastidio.

—¡Es sobre Muzan! —soltó ella, agitando las manos de la emoción.

El nombre de Muzan captó inmediatamente la atención de todos. Incluso Kokushibou, que solía mantenerse al margen de las conversaciones triviales, levantó una ceja, intrigado.

—¿Qué tiene Muzan? —preguntó Douma, su sonrisa de siempre ampliándose—. ¿Acaso por fin te miró?

Daki lo ignoró, demasiado emocionada como para responder a su tono burlón.

—¡Me pidió salir! —exclamó, prácticamente gritando las palabras.

Un silencio absoluto cayó sobre el grupo. Todos intercambiaron miradas incrédulas, como si ninguno pudiera procesar lo que acababa de escuchar.

—¿Qué dijiste? —preguntó Nakime, rompiendo el silencio.

—¡Lo que escucharon! ¡Muzan me pidió salir! —repitió Daki, dando pequeños saltitos de emoción.

—Eso no puede ser cierto —dijo Gyutaro, frunciendo el ceño—. ¿Ese tipo? ¿El mismo que apenas habla con nadie?

—¿Muzan? —dijo Douma, soltando una risa divertida—. ¿El Muzan Kibutsuji? ¡Pensé que era un mito que hablara con alguien, mucho menos que pidiera salir a una chica!

—Pues es verdad, Douma. ¡Me lo pidió él mismo! —Daki cruzó los brazos con un aire triunfal, aunque su rostro seguía iluminado por la emoción—. Dijo que le parecía interesante salir conmigo.

—Interesante… —repitió Akaza, frunciendo el ceño con desconfianza—. Ese tipo no hace nada sin razón. ¿Estás segura de que no está jugando contigo?

—¡Ay, Akaza, no seas aguafiestas! —protestó Daki, lanzándole una mirada molesta—. Esto es real, y voy a aprovecharlo al máximo.

—Esto es… inesperado —murmuró Kokushibou, su tono tan neutral como siempre, aunque sus ojos reflejaban una pizca de sorpresa.

Nakime asintió lentamente, como si todavía estuviera procesando la noticia.

—Nunca pensé que Muzan saldría con alguien, mucho menos contigo —dijo suavemente, sin malicia pero con total honestidad.

Daki ignoró el comentario, demasiado feliz como para preocuparse.

—¡Esto es enorme! ¡Piensen en todo lo que esto significa! Seré la chica más envidiada de la escuela. Y lo mejor de todo, ¡Muzan y yo seremos la pareja perfecta! —Daki dio una vuelta sobre sí misma, dejando escapar un pequeño grito de emoción.

Douma, que hasta entonces había estado observando con una sonrisa burlona, finalmente habló:

—Bueno, Daki, si es cierto, felicidades. Pero… no sé. ¿No creen que esto es un poco raro?

—¿Raro? —repitió Daki, fulminándolo con la mirada.

—Sí, raro. Muzan no es exactamente el tipo de persona que… bueno, que parece interesarse en cosas como una relación —dijo Douma, encogiéndose de hombros—. Pero quién sabe, tal vez me equivoque.

—No importa lo que piensen ustedes. Lo importante es que esto está pasando. —Daki puso las manos en la cintura, su confianza desbordando.

—Bueno, por tu bien, espero que no termine mal —dijo Akaza, su tono aún escéptico.

—¿Mal? Por favor, esto será perfecto. —Daki sonrió ampliamente, segura de sí misma.

Mientras el grupo continuaba discutiendo, Kokushibou se quedó en silencio, observando a Daki con una mirada pensativa. No podía evitar sentir que había algo extraño en todo esto. Muzan no era alguien que actuara por impulso; cada movimiento que hacía tenía un propósito.

Nakime, por otro lado, parecía más preocupada que sorprendida. Había algo en los ojos de Daki, esa mezcla de emoción y confianza ciega, que la hacía temer que esto pudiera no terminar como ella esperaba.

Gyutaro simplemente bufó y volvió a su comida, murmurando algo como "ya veremos cuánto dura".

Sin embargo, para Daki, nada de eso importaba. Este era su momento, y estaba decidida a disfrutarlo al máximo.

La cita fue en un lugar.. bastante peculiar; El bar era un lugar oscuro, iluminado por luces de neón que parpadeaban en tonos morados y azules. La música vibraba con un ritmo fuerte y envolvente, y las risas mezcladas con conversaciones llenaban el aire. Era un sitio que parecía sacado de una película, un contraste total con el comportamiento reservado de Muzan. Sin embargo, era claro que él sabía lo que hacía.

Daki llegó temprano, algo ansiosa, vistiendo un conjunto que atraía miradas desde el momento en que cruzó la puerta: un top ajustado con un pronunciado escote y una falda corta que destacaba perfectamente su figura. Su cabello estaba perfectamente arreglado, y un leve toque de brillo en su maquillaje realzaba sus rasgos ya llamativos. Sabía que lucía espectacular, pero aun así no podía evitar sentir un ligero nerviosismo.

Cuando vio a Muzan entrar, sintió que su corazón daba un vuelco. Él iba vestido de manera sencilla, con ropa holgada que no hacía alarde de su figura ni de su belleza natural, pero había algo en su porte que lo hacía destacar en cualquier lugar. Caminaba con una confianza silenciosa, como si todo el mundo estuviera allí solo para él.

Muzan se acercó, y su expresión no cambió en lo más mínimo. Su saludo fue breve, seco, pero cuando sus ojos recorrieron el atuendo de Daki, una pequeña sonrisa apareció en la comisura de sus labios.

—Te ves muy linda —dijo, con una voz suave pero cargada de intención, mientras la miraba de reojo.

El cumplido hizo que el rostro de Daki se sonrojara instantáneamente. Trató de mantener la compostura, pero no pudo evitar sonreír ampliamente.

—G-Gracias… Tú también… te ves bien —respondió torpemente, sintiendo que su respuesta no estaba a la altura.

Muzan solo asintió, como si el comentario fuera innecesario. Con un movimiento sutil, le indicó que lo siguiera hacia una mesa en un rincón más apartado.

El lugar tenía un ambiente vibrante, pero al mismo tiempo se sentía íntimo. Una mezcla de música y luces hacía que todo pareciera un poco irreal. Muzan, sin embargo, parecía completamente relajado, como si estuviera en su ambiente natural.

—¿Por qué un bar? —se atrevió a preguntar Daki, mientras tomaba asiento frente a él.

Muzan se encogió de hombros.

—Porque aquí nadie se fija demasiado en lo que hacemos. Además… —hizo una pausa y la miró directamente a los ojos— aquí hay verdadera diversión.

El tono de su voz hizo que Daki sintiera un escalofrío de emoción.

—¿Verdadera diversión? —preguntó con curiosidad, inclinándose un poco hacia él.

Muzan sonrió apenas, dejando que el misterio de sus palabras hablara por sí mismo.

Un mesero se acercó, y Muzan, sin siquiera mirar el menú, pidió algo que Daki no reconoció, pero que sonaba caro. Cuando llegó su turno, Daki se apresuró a pedir un cóctel que había visto en una carta una vez, algo dulce y llamativo, como ella.

Mientras esperaban, Daki notó que Muzan parecía estar evaluando cada detalle a su alrededor: las personas, el ambiente, incluso a ella. Era como si analizara todo en silencio, buscando algo que nadie más podía ver.

—¿Siempre eres tan reservado? —preguntó Daki, tratando de romper el hielo.

Muzan levantó una ceja, ligeramente sorprendido por su pregunta.

—No creo que tenga mucho sentido hablar de más —respondió con calma—. Pero eso no significa que no esté disfrutando la compañía.

El comentario fue directo, y Daki no pudo evitar sentirse halagada. Aunque su forma de expresarse era diferente, había algo en sus palabras que la hacía sentir especial.

Cuando llegaron las bebidas, Muzan levantó su copa, sus ojos oscuros fijos en los de Daki.

—Por nuestra cita —dijo simplemente.

—¡Por nuestra cita! —respondió Daki, casi demasiado entusiasmada, chocando su vaso contra el de él.

El tiempo comenzó a pasar, y aunque Muzan hablaba poco, cada cosa que decía parecía estar cuidadosamente calculada. Daki, por otro lado, no podía dejar de hablar, intentando llenar cualquier silencio con anécdotas y comentarios. Aunque normalmente alguien como Muzan habría encontrado eso molesto, parecía observarla con una mezcla de diversión y paciencia, como si estuviera estudiándola.

En un momento, Muzan se inclinó un poco hacia ella, acortando la distancia entre ambos.

—¿Sabes, Daki? —dijo, su voz lo suficientemente baja como para obligarla a acercarse más para escucharlo—. Creo que elegí bien.

El comentario hizo que Daki sintiera que el aire se detenía. Su corazón latía tan fuerte que temía que Muzan pudiera oírlo.

—¿E-Elegiste bien? —tartamudeó.

Muzan solo sonrió.

—Ya lo verás.

La frase era tan enigmática que Daki no supo cómo responder. Pero en ese momento no le importaba. Todo lo que importaba era que estaba allí, con él, y que, de alguna manera, era la envidia de cualquiera que los viera juntos.

La noche en el bar avanzaba con una energía electrizante. La música subía de intensidad, y las luces de neón reflejaban destellos en los vasos y copas que llenaban las mesas. Muzan parecía inmutable, como si nada a su alrededor pudiera afectarlo, mientras Daki intentaba no dejarse intimidar por su calma inquebrantable.

—¿Te gusta este tipo de lugares? —preguntó ella, intentando mantener la conversación.

Muzan tomó un sorbo lento de su bebida, sin prisa, antes de responder.

—No es el lugar lo que importa, sino con quién estás —dijo, lanzándole una mirada que hizo que Daki sintiera un escalofrío recorrerle la espalda.

La frase era simple, pero dicha con el tono y la intensidad de Muzan, tenía un peso que ella no podía ignorar. Su sonrisa era leve, casi imperceptible, pero lo suficiente para que Daki se sintiera como la persona más especial en ese momento.

—¡Vaya, qué encantador eres! —respondió, tratando de sonar juguetona, aunque por dentro sentía que se derretía.

Muzan no respondió. En su lugar, desvió la mirada hacia la pista de baile, donde varias parejas se movían al ritmo de la música.

—¿Bailas? —preguntó de repente, con un tono que no daba espacio para una negativa.

Daki parpadeó sorprendida.

—¿C-conmigo?

—No veo a nadie más aquí —respondió con una leve inclinación de cabeza, dejando clara su intención.

Daki se levantó de inmediato, casi tropezando con la emoción. Muzan esperó a que ella se pusiera de pie y, con una calma elegante, se dirigió hacia la pista de baile. Cuando llegaron, la música cambió a un ritmo más intenso, algo entre sensual y vibrante.

Al principio, Daki se movía con gracia, pero también con cierto nerviosismo, consciente de que Muzan la estaba observando. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que comenzara a soltarse. Era natural para ella; sabía cómo llamar la atención, cómo mover su cuerpo para que todos los ojos se fijaran en ella.

Muzan, por su parte, se movía con una elegancia sobria, pero calculada. No hacía alarde de sus movimientos, pero cada paso parecía deliberado, como si estuviera coreografiado. Lo más impactante era la forma en que su presencia dominaba el espacio, incluso sin esforzarse.

—Eres buen bailarín —dijo Daki, inclinándose un poco hacia él mientras la música continuaba.

—No suelo hacerlo —respondió Muzan, pero su tono no mostraba ni una pizca de modestia.

Daki rió, divertida.

—Entonces tienes talento natural.

La pista se llenó de más parejas, pero para Daki y Muzan parecía que estaban solos. La cercanía de sus cuerpos y la intensidad de sus miradas hacían que el resto del mundo desapareciera. En un momento, Muzan la tomó de la mano y la hizo girar, un gesto inesperado pero que la dejó completamente deslumbrada.

Cuando la música cambió a un ritmo más lento, Daki sintió que su corazón latía descontrolado. Estaban mucho más cerca ahora, con apenas unos centímetros entre ellos. Muzan no rompió el contacto visual ni por un segundo, y aunque su expresión seguía siendo serena, había algo en sus ojos que parecía invitar a Daki a acercarse aún más.

—¿Te estás divirtiendo? —preguntó él, su voz apenas un susurro entre el estruendo de la música.

—Muchísimo —respondió ella, sin poder evitar sonreír ampliamente.

Muzan asintió, como si estuviera satisfecho con su respuesta. Pero antes de que ella pudiera decir algo más, él dio un paso atrás, rompiendo el momento.

—Deberíamos volver a la mesa —dijo, tan tranquilo como siempre.

Daki lo siguió, un poco aturdida por el cambio repentino, pero demasiado feliz como para cuestionarlo. De regreso en sus asientos, Muzan pidió otra ronda de bebidas. Esta vez, pidió algo para ella también, una bebida que Daki no reconoció, pero que sabía que sería buena solo porque él la había elegido.

—¿Siempre eres así de misterioso? —preguntó, inclinándose hacia él.

Muzan apoyó su barbilla en una mano y la miró con una expresión que ella no pudo leer.

—¿Misterioso? —repitió, como si la palabra no le hiciera justicia.

—Sí… No sé, como si tuvieras todo planeado, pero al mismo tiempo no dejas que nadie sepa qué estás pensando.

Él sonrió apenas, una curva sutil en sus labios.

—Tal vez porque no me interesa que lo sepan.

La respuesta era tan simple, pero tan cautivadora, que Daki no pudo evitar quedarse mirándolo, tratando de descifrarlo. Era imposible.

La noche continuó, con más risas, más momentos que parecían sacados de un sueño para Daki. Cuando llegó el momento de despedirse, ella sintió un nudo en el estómago. No quería que la cita terminara.

Muzan la acompañó hasta la salida del bar, manteniendo su distancia habitual pero siempre atento a su alrededor.

—Gracias por esta noche —dijo Daki, intentando no sonar demasiado desesperada—. La pasé… increíble.

Muzan asintió con la misma calma de siempre.

—Me alegra que lo hicieras.

Antes de que pudiera detenerse, Daki dio un paso adelante y lo abrazó. Muzan no se apartó, pero tampoco devolvió el gesto completamente; simplemente dejó que ella lo hiciera, como si no estuviera acostumbrado.

—Nos vemos pronto, ¿verdad? —preguntó ella, con una mezcla de nervios y emoción.

—Claro.

Fue todo lo que dijo, antes de darle una última mirada y alejarse hacia la oscuridad de la noche.

Daki se quedó allí, viendo cómo desaparecía, sintiendo que su corazón iba a estallar. Apenas podía creer lo que acababa de vivir.

—¡Oh, Dios mío! —murmuró para sí misma, sintiendo que las piernas le temblaban. Estaba tan emocionada que sintió que podría desmayarse en cualquier momento.

Sin perder un segundo, corrió a su teléfono y marcó el número de su hermano. Necesitaba contárselo a alguien, y pronto. La noche había sido demasiado perfecta para guardársela solo para ella.

(Nota: la relación de estos dos será como la de Misa Amane y la de Light Yagami lol)

Daki salió del bar casi tropezando de la emoción, sus tacones resonando en la acera mientras marcaba frenéticamente en su teléfono. Necesitaba contarle a alguien, necesitaba compartir lo que acababa de pasar. Y quién mejor que su círculo cercano para escuchar cada detalle.

—¡Gyutaro! —exclamó en cuanto su hermano contestó.

—¿Qué quieres? Estoy ocupado —respondió él, con el tono áspero que siempre usaba, aunque no podía ocultar su preocupación por lo agitada que sonaba Daki.

—¡Cállate y escúchame! ¡Muzan Kibutsuji, es un encanto! —gritó ella con una emoción que casi le cortaba el aliento.

Hubo un momento de silencio incómodo antes de que Gyutaro hablara.

—¿Qué? Ese tipo que siempre parece que odia a todo el mundo —dijo claramente incrédulo.

—¡Sí, ese mismo! —chilló Daki, girando sobre sí misma en plena calle—. ¡Y fue perfecto, Gyutaro, perfecto! ¡Es tan elegante, tan guapo! ¡Y bailó conmigo!

—¿Bailó contigo? —repitió Gyutaro, con una mezcla de confusión y diversión en su voz—. Eso sí suena raro.

—¡Ugh, no entiendes nada! —bufó Daki—. ¡Voy a llamar a los demás!

Sin esperar respuesta, colgó y empezó a enviar mensajes a todos en su grupo. En cuestión de minutos, Douma, Akaza, Nakime y Kokushibou ya estaban reunidos en el café habitual, mirándose con curiosidad mientras esperaban a que Daki llegara.

El grupo estaba reunido en el café, como siempre, esperando la llegada de Daki. La noche anterior había sido el tema de conversación durante todo el día. Nadie podía creer que Muzan, el distante y reservado Muzan, hubiera aceptado salir con ella.

—¿Cuánto tardará? —preguntó Akaza, mirando su reloj con impaciencia—. Dijo que llegaría hace diez minutos.

—Seguramente viene armando un discurso para contarnos cada detalle —comentó Douma con una sonrisa burlona, jugueteando con su taza de café—. Ya me imagino lo dramática que se va a poner.

Nakime ajustó sus gafas y cruzó las piernas con elegancia.

—Es Daki, ¿qué esperaban? Probablemente va a hacernos escuchar toda la historia como si fuera una novela romántica.

Kokushibou, sentado en una esquina, permanecía en silencio. Aunque no lo admitía, también sentía curiosidad por saber cómo había ido la cita. Era raro ver a alguien como Muzan involucrarse con otra persona.

La puerta del café se abrió, y Daki entró con paso rápido, casi flotando de lo emocionada que estaba.

—¡Hola a todos! —saludó, dejando su bolso en la mesa mientras se sentaba.

—Ya era hora —murmuró Akaza, aunque había un leve interés en su tono—. Bueno, dinos. ¿Cómo te fue?

Daki dejó escapar un suspiro dramático y se llevó una mano al pecho, como si estuviera a punto de desmayarse.

—¡Fue increíble! —dijo con una sonrisa que casi iluminaba la habitación—. Chicos, tienen que escuchar esto.

—Ya sabemos que fue increíble, Daki, no hace falta que lo repitas —se burló Douma, recostándose en su silla—. Mejor empieza desde el principio.

—Bueno, para empezar, ¡me llevó a un bar! —comenzó Daki, claramente disfrutando la atención.

—¿Un bar? —Nakime alzó una ceja, sorprendida—. Eso no suena como algo que Muzan haría.

—Eso pensé yo al principio, pero... ¡sabe divertirse! —exclamó Daki, moviendo las manos con entusiasmo—. Me saludó tan... tranquilo, pero cuando estábamos ahí, parecía que estaba en su elemento.

—¿Seguro que estás hablando del mismo Muzan? —preguntó Akaza, incrédulo—. El tipo que apenas saluda a la gente en clase.

Daki asintió rápidamente.

—¡Exactamente! Pero es diferente en persona. Es reservado, sí, pero tiene algo... No sé cómo explicarlo. Es misterioso, pero no de una forma incómoda.

—¿Y qué pasó después? —intervino Douma, más interesado de lo que quería admitir.

—Pues... me hizo un cumplido apenas llegué —dijo Daki, con un toque de orgullo en su voz—. Me dijo que me veía linda.

—¿Eso es todo? —preguntó Akaza, cruzándose de brazos—. No suena tan impresionante.

—¡Cállate, Akaza! —le espetó Daki, fulminándolo con la mirada—. ¡Para alguien como Muzan, eso es un gran paso!

Nakime asintió levemente.

—Tiene razón. Muzan no es del tipo que dice cosas así a la ligera.

—Gracias, Nakime. Al menos alguien me entiende —dijo Daki, recostándose en su silla antes de continuar—. Bailamos juntos, ¿pueden creerlo? ¡Muzan bailando!

Douma soltó una carcajada.

—Eso sí que me cuesta imaginarlo. ¿Estaba cómodo?

—Sí, sorprendentemente. Es como si estuviera acostumbrado a todo. Tiene un estilo tan elegante, como si todo le saliera natural.

Kokushibou, que había estado callado todo el tiempo, finalmente habló.

—¿Y qué más? —preguntó, su tono neutral, pero con una leve curiosidad detrás.

Daki se inclinó hacia adelante, bajando la voz como si estuviera revelando un secreto.

—Me pidió otra cita.

El grupo se quedó en silencio por un momento antes de que Douma soltara un silbido bajo.

—Eso sí que no me lo esperaba.

—Ni yo —admitió Nakime, ajustando sus gafas.

—Es raro —murmuró Akaza, mirando a Daki con sospecha—. ¿Estás segura de que no está jugando contigo?

—¡Claro que no! —respondió Daki rápidamente, frunciendo el ceño—. Es tímido, pero no es ese tipo de persona.

—Bueno, si tú lo dices... —dijo Akaza, aunque no parecía convencido.

Douma, por su parte, se inclinó hacia Daki con una sonrisa traviesa.

—¿Y tú qué piensas? ¿Te gusta de verdad o solo estás emocionada porque es Muzan?

Daki se sonrojó levemente, mirando hacia otro lado.

—Es... diferente. Me gusta cómo es. No sé... es difícil de explicar.

Kokushibou la miró fijamente por un momento antes de volver a centrar su atención en su café. Algo en esta situación seguía sin convencerlo, pero decidió no decir nada.

—Bueno, entonces... ¿cuándo es la próxima cita? —preguntó Nakime, rompiendo el silencio.

—¡Este fin de semana! —respondió Daki, claramente emocionada—. Y esta vez voy a sorprenderlo yo.

El grupo intercambió miradas mientras Daki seguía hablando sobre sus planes para la próxima cita. Aunque cada uno tenía sus propias dudas, ninguno podía negar que la noticia de que Muzan estuviera saliendo con alguien seguía siendo la sorpresa más grande del año.

Mientras Daki seguía hablando animadamente sobre los detalles de su cita con Muzan, Kokushibou no podía evitar sentirse desconcertado.

Muzan.

Ese nombre rondaba su mente desde la última vez que trabajaron juntos en el proyecto en parejas. La experiencia había sido, cuanto menos, peculiar.

Recordaba claramente cómo Muzan apenas habló durante toda la tarde, respondiendo con monosílabos y concentrándose más en el trabajo que en cualquier interacción. Fue una experiencia incómoda y distante. Nada en la actitud de Muzan sugería el carisma o la "diversión" que Daki describía ahora con tanto entusiasmo.

—Entonces, ¿saben qué fue lo mejor de todo? —continuaba Daki, apoyándose en la mesa con las mejillas encendidas—. ¡Muzan me dijo que mi risa era encantadora! ¿Pueden creerlo?

—¿Encantadora? —Douma soltó una risita, claramente divertido—. Qué romántico.

—¡Lo fue! —insistió Daki, ignorando el tono sarcástico—. Es que... no sé cómo explicarlo. Tiene esa forma de mirarte, como si fueras la única persona en el lugar.

Kokushibou alzó una ceja, sin poder contenerse más.

—¿Muzan? ¿El mismo Muzan que apenas habla y parece incómodo con todo el mundo?

Daki lo miró con los ojos entrecerrados, claramente ofendida.

—¿Qué estás insinuando?

—Nada —respondió Kokushibou con calma—. Solo que mi experiencia con él fue... diferente.

—Claro, porque tú no eres yo —respondió Daki con una sonrisa presumida—. Yo sé cómo sacarle conversación.

—¿Sacarle conversación? —intervino Akaza, inclinándose hacia ella con curiosidad—. Pero si es tan reservado como dicen, ¿cómo lograste que hablara tanto?

Daki bufó, como si la respuesta fuera obvia.

—Simple: paciencia. Hay que ser dulce con él. Al principio es un poco seco, pero una vez que se suelta... es encantador.

Kokushibou cruzó los brazos, recordando la tarde en casa de Muzan. Todo había sido metódico, eficiente y, sobre todo, silencioso. Si eso era "encantador", entonces claramente él no entendía nada sobre el tipo de persona que Daki describía.

—¿De verdad hablamos del mismo Muzan? —preguntó finalmente, con un tono más crítico—. Porque cuando trabajé con él, apenas levantaba la mirada del papel.

—Tal vez porque no lo inspiras, Michikatsu —respondió Daki con una risa burlona, usando su nombre con un tono juguetón que siempre le molestaba un poco—. Es diferente conmigo.

Douma soltó una carcajada, encantado con la tensión en la conversación.

—Vamos, Koku. No todos podemos ser tan carismáticos como Daki. Quizá Muzan simplemente se siente más cómodo con ella.

—O tal vez... —Nakime intervino, pensativa—. Muzan no es tan tímido como creemos y sabe actuar dependiendo de la situación.

El comentario hizo que todos guardaran silencio por un momento. La idea era... interesante, y a Kokushibou le resonó más de lo que esperaba. ¿Era posible que Muzan simplemente estuviera fingiendo ser alguien reservado y tranquilo, mientras con Daki adoptaba una personalidad completamente distinta?

Daki rompió el silencio con un bufido, cruzando los brazos.

—¿Qué están diciendo? ¿Que Muzan me está mintiendo?

—No necesariamente mintiendo —respondió Nakime con su tono siempre sereno—. Solo que quizá sabe cómo adaptarse.

—Eso suena a una exageración —dijo Akaza, aunque había una pizca de duda en su voz—. Pero, de todas formas, Daki, deberías tener cuidado.

—¿Cuidado? —Daki frunció el ceño—. ¿Por qué lo dices?

—Muzan no parece el tipo de persona fácil de entender —continuó Akaza, encogiéndose de hombros—. No sabemos realmente cómo es.

Kokushibou asintió levemente.

—Estoy de acuerdo. Es difícil imaginarlo siendo tan abierto como dices, Daki.

—¡Ustedes solo están celosos porque tengo una cita con alguien increíble! —exclamó Daki, claramente molesta ahora—. No voy a dejar que sus comentarios arruinen esto.

Douma levantó las manos en señal de rendición, tratando de calmarla.

—Tranquila, tranquila. Solo estamos siendo precavidos, ¿sí? Nadie quiere que te rompan el corazón.

—¡Muzan no va a romperme el corazón! —insistió Daki, cruzándose de brazos y mirando hacia otro lado.

Kokushibou suspiró. Aunque no quería admitirlo, algo sobre toda esta situación lo inquietaba. Mientras los demás seguían debatiendo sobre las intenciones de Muzan, él no podía sacarse de la cabeza esa tarde extraña en casa del chico. Había algo en su comportamiento que no cuadraba, algo que lo hacía sentir incómodo.

Y ahora, con Daki tan emocionada, esa sensación de incertidumbre no hacía más que crecer.

—Bueno, Daki —dijo finalmente Douma, intentando aligerar el ambiente—. Supongo que solo el tiempo dirá si Muzan es tan increíble como dices.

Daki asintió, aunque aún se veía algo molesta.

—Ya lo verán. Este fin de semana será perfecto.

Nakime la miró con una ligera sonrisa.

—Solo asegúrate de no ir demasiado rápido.

—¡Lo sé, lo sé! —respondió Daki, poniéndose de pie—. Ahora, si me disculpan, tengo que prepararme para la próxima cita. ¡Nos vemos!

Cuando Daki salió del café, el grupo se quedó en silencio por unos momentos. Douma fue el primero en hablar.

—¿Alguien más piensa que esto terminará siendo un desastre?

—Probablemente —respondió Akaza, bebiendo de su taza.

Nakime miró a Kokushibou, que seguía en silencio.

—¿Y tú, Michikatsu? ¿Qué opinas?

Kokushibou se encogió de hombros.

—No lo sé. Pero hay algo en Muzan que no me convence.

El grupo intercambió miradas antes de volver a sus propias conversaciones, pero la inquietud en Kokushibou no desapareció. Mientras tanto, en algún lugar de su casa, Muzan estaba planeando cuidadosamente su próxima jugada.

Muzan llegó a su casa con pasos lentos pero decididos, cerrando la puerta tras de sí con un chasquido seco. Soltó un suspiro pesado y se dejó caer en el sofá, tirando su abrigo a un lado con visible disgusto.

Nunca había experimentado algo tan... repulsivo como lo que acababa de hacer. La forma en que había tenido que moldear su personalidad para agradarle a alguien como Daki le causaba una sensación de asco que parecía adherirse a su piel.

Se pasó una mano por el rostro, frotando sus sienes como si eso pudiera borrar las palabras dulces y la sonrisa falsa que había tenido que mantener toda la noche.

—“Eres tan encantadora, Daki. Tu risa es hermosa.” —repitió en un tono sarcástico, burlándose de sí mismo. Su voz rezumaba desprecio—. ¿Cómo alguien soporta actuar así?

Muzan se puso de pie abruptamente y caminó hacia el espejo en el pasillo, mirándose fijamente. Era extraño. Incluso frente a su propio reflejo, sentía que no era él mismo. Durante toda la cita, se había sentido como un actor en una obra ridícula, interpretando a alguien que ni siquiera reconocía.

—Sonríe, sé dulce, hazla sentir especial —murmuró con desdén, imitando la voz interior que había estado repitiendo esas órdenes durante toda la noche—. Qué patético.

Con un movimiento brusco, se apartó del espejo y se dirigió a la cocina. Sacó un vaso y lo llenó de agua, bebiéndolo de un trago como si pudiera limpiar el sabor amargo que le había dejado la cita.

Esto no podía seguir así.

Había planeado hacerse notar, sí. Había decidido que una relación con alguien popular como Daki sería el camino más rápido para destacar entre la multitud. Pero nunca pensó que sería tan irritante, tan desgastante.

—¿Realmente vale la pena? —se preguntó en voz alta, dejando el vaso sobre la encimera con fuerza.

Recordó la sonrisa de Daki, los ojos brillantes con los que lo miraba, y sintió una punzada de incomodidad en el pecho. No porque le importara, sino porque le resultaba insoportable saber que tendría que seguir alimentando esa ilusión.

—Idiota —murmuró para sí mismo—. Se tragó todo.

Se sentó de nuevo en el sofá, cruzando los brazos mientras miraba al techo. A pesar de todo, no podía negar que su plan iba funcionando. Daki era la herramienta perfecta para ganar notoriedad. Con su posición y sus conexiones, no tardarían en notarlo.

—Solo debo soportarlo un poco más —se dijo, tratando de convencerse. Pero incluso mientras lo pensaba, sentía que la idea de soportar otra cita le revolvía el estómago.

No era solo Daki lo que lo molestaba. Era todo el proceso, toda esa actuación constante. Fingir que le interesaba lo que decía, aguantar sus risitas agudas y su charla interminable sobre cosas que no tenían importancia alguna.

Y, por encima de todo, la forma en que había tenido que rebajarse para adaptarse a una personalidad que no era la suya.

Muzan era reservado, directo, alguien que prefería mantener distancia con los demás. No necesitaba ni quería encajar en los estándares de nadie. Pero ahora, aquí estaba, jugando un papel que no lo representaba en absoluto.

Se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas mientras miraba al suelo.

—Esto no puede ser más ridículo —dijo, con un tono ácido.

Sin embargo, a pesar de su disgusto, sabía que no tenía muchas opciones. Había iniciado este plan, y abandonar ahora significaría fracasar. Y Muzan no era alguien que aceptara el fracaso.

Entonces seguiría.

Por mucho que le desagradara, por mucho que le costara mantener esa fachada irritante, continuaría. Porque al final, cuando lograra lo que quería, todo este esfuerzo valdría la pena.

O al menos, eso era lo que se decía para convencerse de no abandonar.

Muzan se quedó mirando el vaso vacío sobre la mesa, perdido en sus pensamientos. Por mucho que intentara convencerse de que todo era un plan, de que soportar a Daki era un paso necesario para su objetivo, una punzada de frustración lo atravesaba constantemente.

No era Daki a quien quería haber visto reír esa noche. No era ella a quien deseaba haber halagado ni mucho menos tocado, aunque fuera de la manera más superficial posible.

Era Michikatsu.

El mero pensamiento de su nombre hizo que Muzan apretara los puños. Había algo profundamente irritante en el simple hecho de saber que, aunque estuviera haciendo todo esto para acercarse a él, Michikatsu ni siquiera parecía darse cuenta de su existencia más allá de las interacciones triviales.

—Si tan solo… —murmuró en voz baja, dejando que su voz se apagara mientras sus pensamientos se enredaban en imágenes de Kokushibou.

Recordó los pocos momentos que habían compartido, las conversaciones cortas, las miradas que Muzan intentaba prolongar aunque fuera unos segundos más. Michikatsu era tan diferente a las personas que lo rodeaban: reservado, serio, casi frío. Pero era justamente esa naturaleza la que lo fascinaba.

El contraste con alguien como Daki era casi grotesco. Mientras ella hablaba sin parar y llenaba los silencios con risas agudas, Michikatsu parecía tomarse su tiempo para elegir cada palabra, y su presencia irradiaba una calma que dejaba a Muzan completamente hipnotizado.

—Esto debería ser para él —susurró, apoyando la frente en sus manos—. Toda esta actuación, todo este esfuerzo…

Se detuvo, sintiendo una mezcla de frustración y tristeza acumulándose en su pecho. Sabía que Michikatsu no lo miraba de la misma manera, que probablemente nunca lo haría. Pero eso no cambiaba lo que él sentía.

El problema era que Michikatsu siempre parecía tan fuera de su alcance. A pesar de haber trabajado juntos en aquel proyecto recientemente, la distancia entre ellos era palpable. Muzan había intentado usar esa oportunidad para acercarse, pero Michikatsu apenas parecía notarlo.

De hecho, esa noche seguía fresca en su memoria. Michikatsu había sido tan… raro, distante incluso. Como si algo lo estuviera molestando, aunque Muzan no pudo descifrar qué. Por un momento, pensó que tal vez había hecho algo mal, pero luego recordó que Michikatsu era así con casi todos.

—¿Cómo podría siquiera fijarse en mí? —murmuró, dejando escapar una risa amarga.

Y ahí estaba la verdadera razón detrás de todo. La razón por la que había decidido salir con Daki, por la que estaba dispuesto a soportar esa personalidad falsa que lo hacía sentir asqueado consigo mismo.

Quería llamar su atención.

No era simplemente destacarse entre la multitud, como había planeado originalmente. Quería que Michikatsu lo notara. Quería que lo mirara de la misma manera que él lo miraba, que lo viera como alguien digno de su tiempo, de su compañía, de algo más.

Apretó los dientes, odiando lo vulnerable que esto lo hacía sentir. Muzan Kibutsuji no era alguien que se rebajara de esta manera, y sin embargo, aquí estaba. Pensando en alguien que probablemente nunca pensaría en él de la misma forma.

—Esto tiene que funcionar —dijo en voz alta, como si necesitara escucharlo para convencerse.

Si tenía que soportar más noches como esta para acercarse a Michikatsu, lo haría. Si tenía que jugar este juego, fingir, manipular, lo haría. Porque al final, todo valdría la pena si lograba estar cerca de él.

Mientras tanto, intentaría calmar la ansiedad que lo carcomía cada vez que lo veía. Intentaría ignorar la sensación de que nunca sería suficiente, de que Michikatsu siempre estaría fuera de su alcance.

Pero en el fondo, sabía que estaba luchando contra un deseo imposible. Y aun así, no podía detenerse.

Muzan cerró la puerta de su habitación con cuidado, como si cualquier ruido fuera a delatar el torbellino de emociones que estaba a punto de desatar en ese espacio privado. Se dejó caer en la silla de su escritorio, sacando de un cajón su diario cuidadosamente guardado. Solo verlo ya le provocaba una sensación de alivio, como si fuera el único lugar donde realmente podía exponer todo lo que sentía.

Abrió el cuaderno en una página en blanco, y sus dedos temblaron ligeramente al tomar la pluma. Las palabras empezaron a fluir casi automáticamente, como si su mente ya tuviera cada línea planeada.

“Michikatsu… incluso tu nombre es un poema.”

Muzan sonrió mientras escribía, casi perdiéndose en el trazo elegante de cada letra. Su mente lo llenaba de imágenes vívidas de Kokushibou: su perfil, la forma en que sus cejas se fruncían ligeramente cuando estaba concentrado, la profundidad de sus ojos, siempre tan serios y llenos de algo que Muzan no lograba descifrar pero que lo fascinaba hasta el delirio.

“Quiero tocarte, pero sé que sería una blasfemia para algo tan perfecto. Quiero que mi nombre habite en tus pensamientos tanto como tú habitas en los míos. Quiero desgarrar este deseo de mi pecho, pero no puedo… porque eres mi obsesión, mi tormento, mi todo.”

La pluma seguía moviéndose frenéticamente, cada palabra cargada de pasión. Algunas líneas eran suaves y poéticas, llenas de una devoción casi celestial; otras, en cambio, eran crudas y explícitas, reflejo de los deseos más oscuros y prohibidos que Muzan no podía contener.

Dejó escapar una risa suave, nerviosa, al darse cuenta de lo mucho que había escrito. Cerró los ojos por un momento, dejando que las palabras flotaran en su mente, y luego empezó a hacer algo que no había planeado: dibujar.

Tomó un lápiz y, en los márgenes de las páginas llenas de versos, comenzó a capturar la figura de Michikatsu. Era casi instintivo. Primero, trazó su rostro: los contornos angulosos, la forma de su mandíbula, la caída de su cabello oscuro que siempre parecía enmarcar su expresión seria.

Mientras más avanzaba, más detallado se volvía. Sus dedos temblaban con la misma mezcla de emoción y ansiedad que sentía cuando estaba cerca de él. Pronto, las páginas del diario estaban llenas no solo de palabras, sino también de pequeñas ilustraciones que capturaban la esencia de Michikatsu.

Muzan se detuvo un momento, observando su obra con una sonrisa casi cariñosa. Pasó los dedos sobre uno de los dibujos, como si quisiera tocarlo, sentirlo, hacerlo real.

—Perfecto —susurró, con una intensidad en su voz que le habría asustado si no estuviera tan inmerso en su propia obsesión.

Cerró el diario con cuidado, pero no antes de volver a leer algunas líneas. Una sonrisa de satisfacción se formó en sus labios mientras lo guardaba en el cajón. Michikatsu nunca sabría lo mucho que significaba para él, lo mucho que lo inspiraba.

Pero eso estaba bien, al menos por ahora. Porque cada poema, cada palabra y cada trazo era una manera de tenerlo cerca, aunque fuera solo en su mente.

Y, por el momento, eso era suficiente.

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Terminee el cap con sueño alakola, mis ojos no c cierran x la cafeína k consumi JAJAKDHA bnoo si ustedes tienen ideas para el próximo capítulo estaré encantado de leerlas. Y si no he actualizado es xq he tenido problemas con Wattpad ya que me ha estado eliminando algunos capitulos completos. Osea y volver a recordar y reescribir todo el proceso es agotador. Por eso gracias por su paciencia conmigo jekeje siempre intentaré actualizar lo más temprano posible en cuando logré volver a hacer el borrador.  Sin más que decir, hasta luego mis lesctoroes 💗

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