IX

Capitulo 2 (Seguimiento y un sueño):

Muzan caminaba hacia la escuela, sumido en sus pensamientos, con la imagen de Michikatsu inundando su mente. Ya no podía ignorar el remolino de emociones que Michikatsu provocaba en él. Era una mezcla de deseo, obsesión y un tipo de afecto que Muzan no había experimentado antes. Lo quería solo para él, y la idea de que alguien más pudiera ocupar un lugar en la vida de Michikatsu lo enfermaba.

Pero algo lo sacó de su ensimismamiento. Unos gritos femeninos resonaron en el pasillo, llenos de emoción y entusiasmo. Al principio, Muzan no les prestó atención, pero a medida que los chillidos aumentaban, su curiosidad lo hizo voltear la cabeza para ver de qué se trataba.

Y allí estaba Michikatsu... acompañado por una chica.

Nakime.

Las chicas alrededor susurraban y lanzaban miradas de admiración, como si la presencia de Nakime y Michikatsu juntos fuera un espectáculo digno de celebración.

Muzan apretó los puños, sintiendo una ola de ira creciente arder en su interior. ¿Un rival? pensó con rabia, notando cómo Nakime se acercaba demasiado a Michikatsu, tocando su brazo mientras reían. Ese era su lugar. Ella no debería estar allí. Nadie debería estarlo.

Con el ceño fruncido, Muzan entró en el salón de clases y se sentó en su pupitre, tratando de calmarse. Pero no podía. Apretaba su lápiz con tanta fuerza que las juntas de sus dedos se tornaron blancas. Justo entonces, Michikatsu y Nakime entraron al aula, todavía sumidos en su charla animada, riendo por algo que Muzan no podía oír, pero que solo aumentaba su ira.

Michikatsu se veía relajado, despreocupado, con una sonrisa fácil que hacía que Muzan quisiera gritar. ¿Cómo podía estar tan cómodo junto a ella?

La clase comenzó, pero Muzan no escuchaba nada de lo que decía el profesor. Su atención estaba completamente fija en la pareja al otro lado del aula. Cada vez que Michikatsu y Nakime intercambiaban una mirada o reían por algo, el corazón de Muzan se oscurecía aún más. Cada segundo que Nakime pasaba junto a Michikatsu era como una puñalada directa a su pecho.

Entonces, en un momento, Michikatsu pareció inquieto, como si sintiera una mirada clavada en él. Se tensó ligeramente, sus ojos vagando por la sala. Pero antes de que pudiera buscar a Muzan, Nakime, con su gesto suave y maternal, le ofreció su pecho como almohada. "Si estás cansado, puedes recostarte un momento", le dijo con una sonrisa.

Muzan lo vio todo, y su furia alcanzó un nuevo nivel. No... pensó, su respiración acelerada, apretando tanto su lápiz que casi lo rompió en dos. Eso debería ser yo. Yo debería estar cuidándolo. NO ELLA.

La escena ante él era insoportable. Ver a Michikatsu recostarse sobre Nakime, confiando en ella, lo hacía hervir de celos. Ese simple gesto de cercanía entre ellos no solo lo enojaba, sino que lo llenaba de una oscura convicción. Michikatsu no pertenecía a nadie más. Lo haría ver que solo él podría darle lo que necesitaba. Pronto.

El día transcurrió lentamente para Muzan, su mente ocupada únicamente en Michikatsu. Los celos lo carcomían por dentro, y la imagen de Michikatsu recostado sobre el pecho de Nakime seguía proyectándose en su mente como una pesadilla recurrente. Una parte de él deseaba actuar, confrontarlo, reclamar lo que sentía que le pertenecía, pero no quería arriesgarse a que las cosas empeoraran.

Cuando la campana del final de clases sonó, Muzan ya había tomado una decisión. No hablaría con Michikatsu en ese momento. No, lo seguiría.

Muzan esperó pacientemente en los pasillos mientras Michikatsu y Nakime salían juntos del aula, aún sumidos en su conversación. A la distancia, los observó, sus ojos llenos de una mezcla de deseo y resentimiento. Manteniéndose en las sombras, a una distancia prudente, los siguió, asegurándose de que no lo vieran.

Después de despedirse de Nakime en la entrada de la escuela, Michikatsu se dirigió hacia su casa solo. Muzan lo siguió sin ser detectado, sus pasos sigilosos y calculados, mientras su corazón palpitaba de emoción ante la idea de estar tan cerca de él sin que Michikatsu lo supiera. Era casi un juego para Muzan, una prueba de su control sobre la situación.

Cuando finalmente llegaron a la casa de Michikatsu, Muzan se ocultó tras unos arbustos, observando cómo Michikatsu entraba en su hogar, completamente ajeno a su presencia. Aprovechando la oportunidad, Muzan caminó hasta el costado de la casa, buscando una forma de ver dentro.

Sus ojos se detuvieron en una ventana de la segunda planta, apenas cubierta por unas rejillas que permitían ver parcialmente el interior. El cuarto de Michikatsu. El corazón de Muzan dio un vuelco al comprender lo que estaba a punto de presenciar.

Se acercó sigilosamente y, con cuidado, se asomó por las rendijas. Desde su posición, pudo ver a Michikatsu dentro de su habitación, ya empezando a desvestirse. Primero se quitó la camisa, revelando su torso musculoso, su pecho bien definido y firme. Muzan sintió una oleada de calor recorrer su cuerpo mientras observaba cada movimiento, incapaz de apartar la mirada. Los dedos de Michikatsu se deslizaron por su cintura, bajando los pantalones, dejando expuestas sus caderas y muslos esculpidos. Era una visión que parecía sacada de un sueño.

"Es... perfecto", pensó Muzan, incapaz de contener la excitación que lo invadía. Michikatsu, completamente ajeno a su espectador, se dirigió al baño. Muzan, presa de su deseo, no pudo resistir seguirlo con la mirada. Se movió hacia una posición donde podía espiar mejor, su respiración acelerándose cuando vio cómo Michikatsu abría la ducha y el agua comenzaba a correr.

Michikatsu dejó que el agua tibia recorriera su cuerpo, relajando sus músculos tensos tras un largo día. Cerró los ojos y permitió que el calor del baño lo envolviera, ajeno al peligro que acechaba fuera de su casa. El jabón comenzó a deslizarse por su piel, cubriéndolo con una fina capa de espuma que brillaba bajo la luz tenue del baño.

Muzan, desde su escondite, observaba cada detalle con devoción enfermiza. Su mente se nublaba por la obsesión, mientras imaginaba que ese jabón no era más que el rastro de su propio deseo derramado sobre el cuerpo de Michikatsu. Se mordió el labio inferior, sus ojos ardiendo de deseo al ver cómo el agua y el jabón resbalaban por la piel del otro, recorriendo su pecho, su abdomen, bajando por sus muslos. Escuchaba el chapoteo del agua ya que Michikatsu parecía pasársela bien en la tina.

"Debería ser yo tocándolo... Debería ser yo quien esté ahí..." pensaba, su mente enredándose en fantasías que lo envolvían en una oscura niebla de placer y locura. Sus labios se curvaron en una sonrisa perversa, mientras Michikatsu, completamente ajeno, se sumergía en la relajación de la tina.

El agua salpicaba suavemente, llenando el cuarto de un sonido tranquilizador. Michikatsu suspiró, hundiéndose más en el agua, disfrutando del calor en su piel. Muzan no podía apartar la vista, sus manos temblaban de emoción contenida, sintiendo cómo cada segundo de esa escena lo ataba más y más a su obsesión.

No había vuelta atrás. La imagen de Michikatsu desnudo, vulnerable y relajado, quedó grabada en la mente de Muzan para siempre. Un deseo retorcido que ya no podía ser ignorado

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Muzan continuaba observando desde la ventana, sus ojos clavados en cada movimiento de Michikatsu. El agua aún goteaba de su cabello mientras salía de la ducha, con una bata blanca que cubría su cuerpo mojado, pero no lo suficiente como para esconder las curvas de sus músculos. La tela se pegaba a su piel, haciendo que cada paso fuera una tortura para Muzan, quien no podía apartar la vista.

Michikatsu se movía con una gracia despreocupada, completamente ajeno a los ojos que lo espiaban desde las sombras. Caminó hacia su armario, sacando ropa cómoda para dormir. Dejó caer la bata al suelo, exponiendo su piel una vez más antes de ponerse una camiseta simple y unos pantalones ligeros. Mientras tanto, Muzan, escondido en la oscuridad, seguía cada movimiento con una mezcla de deseo y furia.

Una vez vestido, Michikatsu tomó su teléfono, notando varias notificaciones acumuladas. Entre ellas, una llamada perdida. Frunció el ceño y, sin darle mucha importancia, devolvió la llamada.

—¿Aló? —respondió Michikatsu con voz tranquila, apoyándose en la cama mientras secaba su cabello.

Al otro lado de la línea, la voz de Nakime resonó, llena de preocupación.

—¡Kokushibou, me tenías preocupada! —dijo ella con un tono que era a la vez cariñoso y regañón.

Michikatsu parpadeó, sorprendido.

—¿Por qué, Nakime? —preguntó, ligeramente confundido.

—No contestaste mis llamadas anteriores —explicó Nakime, con un toque de reproche—.Pensé que no habías llegado a casa o que te había pasado algo.

Michikatsu se rió suavemente, su tono cálido y relajado.

—Estoy bien, Nakime —respondió con una sonrisa audible en su voz—Solo tomé un baño. Ya sabes cómo me gusta relajarme después de un día largo.

Muzan, al escuchar la conversación desde su escondite, apretó los puños con fuerza. La furia comenzó a hervir dentro de él una vez más. ¿Cómo se atrevía esa chica a insinuar que Michikatsu estaba inseguro o en peligro? ¡Él no necesitaba de Nakime para que lo cuidara! Estaba perfectamente bien, y si había alguien que debía asegurarse de su bienestar, ese era Muzan. No ella.

"Él está conmigo", pensaba Muzan, con los celos retorciéndose en su interior. "Yo soy el único que debe protegerlo, nadie más. Nunca permitiría que le pasara algo malo."

Su mirada no se apartaba de Michikatsu, incluso mientras este hablaba relajado con Nakime, riéndose de la preocupación de su amiga. Era una imagen que debería haber sido perfecta para Muzan, pero en cambio, solo encendía una chispa de resentimiento más profunda.

—De verdad, no tenías por qué preocuparte tanto —continuó Michikatsu, tratando de calmar a Nakime—Estoy solo en casa, en paz. Nada me va a pasar.

"¡Nada te pasará porque yo estoy aquí!", pensó Muzan, sus pensamientos llenándose de una peligrosa obsesión.

El simple hecho de escuchar la risa tranquila de Michikatsu, de verlo relajado, hablándole con tanta familiaridad a Nakime, era más de lo que Muzan podía soportar. No era justo. Michikatsu debería estar sonriendo solo para él, riéndose solo con él. Cada momento que pasaba sin que estuvieran juntos era una herida más profunda que se abría en el corazón de Muzan.

Desde la ventana, Muzan observaba en silencio, con una sonrisa torcida en su rostro. Aunque su corazón ardía de celos y resentimiento, no podía apartar la mirada. Michikatsu, tan despreocupado y hermoso en su vulnerabilidad, seguía siendo la razón por la cual Muzan estaba dispuesto a cruzar cualquier límite. Y eso lo hacía sentirse aún más poderoso, más determinado a reclamar lo que consideraba suyo.

Muzan decidió que ya había visto suficiente por esa noche. A pesar de que el deseo de seguir observando a Michikatsu era casi irresistible, algo dentro de él le dijo que debía detenerse. Respiró hondo, controlando la mezcla de emociones que se agitaban en su pecho. Luego, sin hacer ruido, se alejó de la ventana y se dirigió de vuelta a su casa.

El camino hasta su hogar fue relativamente corto, pero el recuerdo de haber visto a Michikatsu tan de cerca, tan vulnerable, lo mantenía inquieto. Al llegar, Muzan abrió la puerta con calma y fue directo a la cocina. Tomó una soda fría de la nevera y la destapó con un leve suspiro de satisfacción. Luego, con la lata en la mano, se dirigió a su habitación.

Se dejó caer en la cama con una sonrisa en los labios, saboreando la sensación de triunfo. Michikatsu era simplemente perfecto, casi demasiado perfecto para ser real. La forma en que su cuerpo se movía, el aire de elegancia que siempre lo acompañaba... No había nadie como él.

Mientras terminaba su soda, Muzan tomó su teléfono, un objeto que rara vez utilizaba más allá de lo necesario. Sin embargo, esta noche era especial. Quería saber más, quería ver a Michikatsu en diferentes facetas de su vida, más allá de lo que había visto a través de la ventana. Abrió la aplicación de redes sociales y, sin sorpresa alguna, encontró el perfil de Michikatsu con facilidad. Después de todo, era el más seguido en toda la escuela.

Muzan comenzó a deslizar su dedo por la pantalla, revisando las fotos que Michikatsu había publicado. En muchas de ellas, Michikatsu aparecía con una expresión relajada, mostrando una sonrisa encantadora, como si no tuviera ninguna preocupación en el mundo. Había fotos de él en la playa, con el sol brillando sobre su piel mientras reía con sus amigos. En otras, estaba en fiestas, con una bebida en la mano, disfrutando del ambiente. Parecía tan feliz, tan despreocupado, que era difícil no sentirse atraído por su energía.

Muzan sonrió para sí mismo al ver estas fotos. "Parecemos una pareja perfecta", pensó con una mezcla de arrogancia y satisfacción. Claro, todavía no lo eran, pero para él, no había duda de que pronto lo serían. Michikatsu sería suyo, completamente suyo.

Pero a medida que seguía deslizando, esa sonrisa comenzó a desvanecerse lentamente. En muchas de las fotos, Michikatsu no estaba solo. Una figura familiar aparecía constantemente a su lado: Nakime. Siempre sonriendo, siempre cerca de él. En la playa, en las fiestas, incluso en algunos selfies, ella estaba ahí, como si fuera una parte inseparable de la vida de Michikatsu.

Muzan sintió cómo los celos comenzaban a crecer dentro de él. Aunque sabía que Nakime y Michikatsu eran solo amigos, la cercanía que compartían lo irritaba. "Demasiado cerca", pensó mientras sus ojos se fijaban en una foto donde Michikatsu y Nakime estaban de pie juntos, riendo con una facilidad que solo las personas muy cercanas comparten. Muzan trató de ignorarlo, de convencerse de que no tenía nada de qué preocuparse, pero esa chispa de celos seguía quemando en su interior.

No podía permitir que Nakime estuviera en medio de lo que era inevitable.

Suspiró profundamente, cerrando la aplicación de redes sociales y dejando el teléfono a un lado. "No importa", pensó. "Él será mío... y nadie podrá interponerse en eso".

Muzan cerró los ojos, todavía sonriendo, mientras las imágenes de Michikatsu seguían rondando en su mente.

"Somos la pareja perfecta, aunque él no lo sepa todavía", pensaba mientras se permitía soñar despierto con un futuro juntos. Muzan deslizaba el dedo por más fotos, sintiéndose cada vez más cerca de Michikatsu a través de la pantalla, como si compartiera cada momento de su vida. Riendo, celebrando, disfrutando... Era tan fácil imaginarse a sí mismo junto a él en esas fotos.

Sin embargo, ver a la misma persona le empezó a incomodarlo. En muchas de esas imágenes, Nakime estaba en la mayoría de las fotos. como si tuvieran una conexión especial.

Muzan sintió una punzada de celos que creció dentro de él a medida que revisaba más fotos. Nakime... siempre Nakime. Ella era la constante en todas las situaciones, como si formara parte intrínseca de la vida de Michikatsu. No importaba que supiera que solo eran amigos, verla tan cerca de él le provocaba una mezcla de rabia y frustración.

Apretó el teléfono con más fuerza de la necesaria, obligándose a no pensar demasiado en ello. "Él es mío... lo será... y nadie, ni siquiera Nakime, podrá interponerse", se dijo a sí mismo, tratando de calmar la tormenta de emociones que empezaba a formarse en su interior.

Finalmente, dejó el teléfono a un lado y se recostó en la cama, cerrando los ojos. Las imágenes de Michikatsu seguían presentes en su mente, pero ahora, junto a esas imágenes, también estaba Nakime. Y aunque intentaba no darle importancia, el fantasma de los celos lo seguía atormentando, aún en sus pensamientos más felices.

Muzan abrazó la almohada con desesperación, sintiendo que su pecho se apretaba. Michikatsu era demasiado para él, inalcanzable. Sabía que nunca sería correspondido. ¿Cómo podría un hombre como Michikatsu amarle? El temor de ser burlado y rechazado por amar a otro hombre lo torturaba constantemente.

Las lágrimas cayeron con amargura. No quería llorar, lo odiaba, pero la impotencia lo superaba. Hundió el rostro en la almohada, intentando ahogar el dolor.

De repente, en su mente, la almohada dejó de ser solo un trozo de tela. Abrió los ojos, y allí estaba Michikatsu, mirándolo con una dulzura inesperada, casi como un sueño hecho realidad.

—¿No puedes dormir aún, mi amor? —preguntó Michikatsu, su voz suave y tranquilizadora.

Muzan se sonrojó de inmediato, incrédulo ante la visión frente a él. —M-Michikatsu... ¿qué haces aquí? —balbuceó, sentándose rápidamente al borde de la cama, como si su propio cuerpo no pudiera manejar la cercanía.

Michikatsu lo miró con ojos tristes, su expresión vulnerable. —Pensé que... estarías feliz de verme _dijo, una lágrima solitaria corriendo por su mejilla mientras se sentaba a su lado en la cama.

El corazón de Muzan se estrujó. Ver a Michikatsu así, tan indefenso, lo desconcertaba. —No, no es eso... tal vez me sorprendí... —dijo torpemente, tratando de suavizar la situación. Se inclinó para limpiar las lágrimas de Michikatsu, pero antes de que pudiera reaccionar, Michikatsu ya estaba en sus piernas.

—¿De verdad? —susurró Michikatsu con una sonrisa seductora, restregándose contra Muzan de una manera que lo dejó sin aliento.

—¡E-eh! —Muzan intentó decir algo, pero su mente estaba nublada. Sentía el cuerpo de Michikatsu sobre él, moviéndose lenta pero intencionalmente, y su corazón latía con fuerza incontrolable.

—Yo también te extrañé... —rio Michikatsu, acercándose más, dejando que sus labios rozaran el cuello de Muzan. Sus manos lo rodearon, y pronto todo se desvaneció en un torbellino de deseo.

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—¡Ah, maldita sea, Kokushibou! —gimió Muzan, sintiendo el calor de sus cuerpos enredados. No podía contenerse más. Lo penetraba con fuerza, y Michikatsu, enredado en el placer, lloraba mientras mordía la almohada, su voz ronca por los gemidos.

—¡Ngh, continúa...! ¡Ah, sí, así!—exclamó Michikatsu, su cuerpo estremeciéndose con cada embestida. Sus brazos abrazaban la almohada con desesperación, sus dientes clavándose en ella para ahogar los gemidos que no podía contener.

—Estoy... cerca... —jadeaba Muzan, sintiendo que el clímax estaba a punto de alcanzarlo.

Pero en ese preciso momento, la imagen de Michikatsu se desvaneció, y la realidad golpeó con brutalidad. Muzan abrió los ojos y vio la escena frente a él: se estaba follando una almohada. El sudor cubría su frente, y su cuerpo aún temblaba, pero la sensación de vergüenza lo consumió por completo.

—¿Qué diablos...?- murmuró para sí mismo, horrorizado al darse cuenta de lo que había hecho.

Avergonzado y frustrado, se apresuró a limpiar el desastre que había dejado. El deseo había desaparecido, reemplazado por una sensación de vacío que lo dejó abatido. Se dejó caer en la cama, aún sintiendo el peso de la tristeza aplastante. Sabía que esa fantasía nunca se haría realidad, y ahora, más que nunca, odiaba la soledad que lo rodeaba.

Cerró los ojos con fuerza, intentando calmar su mente, pero el sueño se le escapaba, al igual que la esperanza de que Michikatsu alguna vez correspondiera a su amor.

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Este enfoque mantiene el realismo dentro de la fantasía de Muzan, haciendo que su anhelo por Michikatsu se sienta tanto físico como emocional, pero al final, se encuentra solo con la fría realidad de su propia soledad

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