30

— Ryo~. — Tōru sonrió mientras mecía al pequeño en sus brazos. — Creo que tendrás los preciosos ojos de tu madre.

Tomó asiento en el sofá y suspiró, acariciando suavemente los cabellos del pequeño niño. Como siempre, sus facciones no estaban definidas, pero creía que tendría el rostro de Tobio.

— En unos años serás el pequeño que volverá loco a todos, seas lo que seas. — Rió, antes de girarse al escuchar unos pasos.

Observó a Iwaizumi bajar las escaleras mientras bostezaba y revolvía sus cabellos, probablemente acababa de despertar, pues eran tan sólo las cinco de la mañana. Oikawa se había levantado al escuchar al niño llorar, y tras entender que lo que deseaba no era más que comida, le alimentó y se quedó despierto hasta entonces.

Pronto debía de volver a dormirle, pero antes se encargaría de los cólicos. Tomó al pequeño con cuidado y lo recostó sobre su pecho, dando suaves palmadas en su espalda.
Hajime le miró y sonrió, acercándose a depositar un beso en los labios contrarios.

— Buenos días. ¿Dormiste bien? — Preguntó Tōru.

— Lo hice. — Iwaizumi se sentó a su lado y rodeó la cintura del castaño con sus fuertes brazos. — ¿Cuándo volverán Hinata y Kageyama?

— En dos días, el tiempo ha pasado demasiado rápido. — Bostezó. — Y no negaré que ya me he encariñado de Ryo, solo míralo, es tan tranquilo, no parece hijo de Shōyō.

El moreno rió de acuerdo, el pelinaranja era bastante inquieto la mayor parte del tiempo, pero el pequeño parecía ser un bebé tranquilo, más parecido a Kageyama.

— Iré a pedir que preparen el desayuno. — Avisó Hajime, poniéndose de pie.

— Oh, Iwaizumi. — El mayor le miró. — Quizás no es el momento, pero... Uhm... ¿Puedes pedir que preparen pancakes, tostadas con mantequilla y chocolate y un té? — Hajime le observó antes de sonreír y asentir.

— Por supuesto, ya vuelvo. — Sé inclinó y depositó un beso en la frente del menor, saliendo del sitio para buscar a Suzuë.

Oikawa continuó cuidando de Ryo por los siguientes treinta minutos, y tras lograr deshacerse de los cólicos, se puso de pie y fue a su habitación, durmiendo al pequeño. Al asegurarse de que la criatura estaba descansando, revisó que todo se encontrara en su sitio y se retiró, yendo al comedor.
Allí se encontró a Iwaizumi, tomando una taza de café. Abultó sus labios, realmente quería beber café como lo hacía antes, pero sabía lo mal que eso podría hacerle durante el embarazo, o en el parto.

Se acercó al moreno y pasó por debajo de uno de sus brazos antes de acomodarse en su regazo y sonreír a gusto. Hundió su rostro en el cuello del azabache, disfrutando de la calidez que le brindaba.

— Estoy algo cansado. — Susurró Tōru, cerrando sus ojos.

— ¿Quieres que te ayude con Ryo? — El castaño asintió. — Bien, lo haré después de que comas.

— Solo vigila que duerma... Despiértame si comienza a llorar.

— Lo haré.

Tras desayunar, Oikawa decidió que descansaría un poco, fue a su habitación y durmió por unas dos horas antes de poder escuchar nuevamente a Ryo llorar por alguna necesidad. Iwaizumi le despertó tal como dijo que haría, pues a pesar de querer ayudar al castaño, aún no sabía exactamente cómo reconocer lo que el niño deseaba.

— Iwaizumi. — Tōru se giró mientras tallaba suavemente sus ojos. — ¿Me pasas la bolsa?

Hajime hizo lo que pidió, dándole una bolsa de tamaño medio al castaño, quien retiraba cuidadosamente la ropa del menor.
Iwaizumi observó atentamente a Tōru cambiar el pañal de Ryo, intentando memorizar cada mínimo detalle para cuando fuera la hora de hacerlo con su hijo.

— Listo. — Alzó al pequeño y rió dejando un beso en su mejilla. — Vuelve a dormir, cariño.

Dejó al niño en su cuna y comenzó a cantar tiernas canciones de cuna para que el pequeño se durmiera. Así sucedió, tras unos minutos cerró nuevamente sus ojos.

— No sé cómo haré para devolverle a este niño a Shōyō. — Rió. — Es la cosa más hermosa jamás vista.

Iwaizumi se acercó tomando a Oikawa de la cintura, depositando un cariñoso beso en sus labios que sorprendió al castaño.

— Definitivamente serás la mejor madre. — Tōru se sonrojó.

— No digas esas cosas, Iwaizumi. — Sonrió abrazando al mayor.

— No miento, tu forma de tratarle, de cantarle... No puedo esperar para ver que lo hagas con nuestro pequeño.

— Verás que el tiempo volará, en menos de seis meses tendremos a nuestro pequeño con nosotros. — Hundió su rostro en el cuello de Hajime, sonriente. — Deberíamos de pensar en nombres también.

— Tienes razón, podemos hacerlo luego. — Acarició el hinchado vientre de Tōru, con una enorme sonrisa. — Aún me es difícil creerlo... ¿Cómo lo lograste?

— Uhm... Creo que fue hace unas dos semanas. — Pensó Tōru. — No diré cómo, eso es secreto.

— Oh, vamos. Quiero saber cómo lograste esto sin que me diese cuenta.

— Algún día lo sabrás. — Oikawa se giró. — Seguiré la universidad hasta los cinco meses, creo que para esas fechas ya no podré concentrarme del todo, continuaré los estudios desde casa e iré solo si necesito hacer una prueba.

— Me agrada la idea. — Respondió Hajime. — Pero... No estoy del todo seguro... No quiero que otros se acerquen y puedan hacerte daño.

— Conozco a las personas de la universidad, Iwaizumi, sé que son buena gente, además, tengo a Hanamaki, Kuroo, Kenma, Yaku y Lev, cuidando siempre de mí. — Miró al azabache, quien sufría de un tic en su ojo. — ¿Celoso?

— No. — Tōru rió, sabiendo que sí lo estaba.

— Sí, claro. — Caminó hacia el baño, dispuesto a darse una ducha de agua caliente. — ¿Vienes o no, gruñón?

Hajime frunció su ceño, pero segundos después lo relajó, yendo tras el castaño, quien ya se encontraba en el baño, desnudándose. Iwaizumi le observó por un momento, su vientre seguía casi igual que siempre, tan solo se veía hinchado.
Se acercó al menor y se agachó frente a él, posando sus labios sobre el vientre contrario.

Oikawa se sonrojó ante la acción del azabache, acarició con suavidad sus cabellos, mientras el mayor se mantenía en aquella posición.

— Gracias, Tōru.

— No me lo agradezcas, no es como si pudiese quedar en cinta por mí mismo. — Hizo al azabache ponerse de pie. — Sé que sonará demasiado cursi y cliché, pero... Es producto de nuestro amor.

Hajime abrazó a su pareja, besando sus labios suavemente.

— Quiero preguntarte algo... — Hajime rascó su nuca nervioso. Sin tener que decir algo, Oikawa respondió.

— Podemos tener sexo, mientras no seas muy duro. — Entró a la ducha, girando el grifo y dejando el agua caer sobre su cuerpo.

— ¿Cómo sabías que...? — Suspiró antes de negar y desnudarse también, adentrándose momentos después junto al ojimarrón.

(...)

— ¿Cómo está Ryo? — Preguntó Kōshi. Hajime iba a responder a su pregunta, pero finalmente no lo hizo al ver al ojimarrón bajar las escaleras con el pequeño en sus brazos.

— Siento la demora, estaba cambiando su pañal. — Tōru tomó asiento al lado del albino, depositando un beso en su mejilla. — Ryo está bien, es un bebé tranquilo.

— Me alegra escuchar eso.

— ¿Qué tal está Yuu? Parece comenzar a subir de peso. — Sonrió el castaño, estirando una mano para acariciar los suaves cabellos del hijo de Sugawara y Daichi.

— Así es, come mucho, sube de peso bastante rápido también. — Sonrió, llevando a su hijo hacia su pecho para darle calor. — Shōyō y Tobio volverán mañana ¿No es así?

— Sí, cada vez falta menos para tener que despedirme de Ryo. — Abultó sus labios, observando al niño de ojos marrones quien descansaba tranquilamente sobre sus brazos. — Se lo robaré a Shōyō. — Bromeó.

— Imagina cómo se pondría Kageyama si hicieras eso. — Rieron. — Estoy seguro de que vendría a buscarte listo para acabar contigo.

Iwaizumi se sentó al lado de Tōru, pasando un brazo por su cintura mientras observaba al niño en sus brazos. A ojos del azabache era adorable, pero no tanto como su aún no nacido hijo, ni siquiera sabría cómo sería, pero ya lo amaba grandemente.

— ¿A quién crees que se parece? — Oikawa alzó al niño en el aire con cuidado. — Se parece mucho a Tobio por ahora, pero tiene los bonitos ojos de Shōyō.

— Estoy de acuerdo. — Entrecerró un poco los ojos. — Sí, creo que será idéntico a Tobio.

— Entonces será todo un galán. — Sonrieron.

Oikawa sintió su estómago retorcerse, de nuevo eran las náuseas, así que como era común, dejó al niño en los brazos de Iwaizumi y corrió al baño bajo la preocupada mirada de Kōshi.

— ¿Son muy frecuentes?

— No tanto. — Respondió Hajime, acariciando con cuidado la cabeza del Kageyama menor. — No me agrada del todo esta parte del embarazo. — Suspiró. — Amo la idea de tener un bebé con Tōru, pero ahora que le veo correr al baño a vomitar, o sus mareos, también las náuseas, como las comidas que antes le encantaban ahora no puede ni verlas... ¿Hice mal en querer tener un hijo con él?

— Para nada. — Respondió seguro el albino. — Tōru realmente decidió que quería tener un hijo contigo, siempre estuvo consciente de lo que conllevaba hacerlo.

— Diablos... Me siento culpable, por una parte.

— Que Tōru no te escuche. — Advirtió Sugawara. — Sé enojaría mucho si lo hiciera, y si sus emociones están inestables... Ugh... Iwaizumi ¿Aún Tōru no se ha vuelto loco?

— ¿Debería de preocuparme por lo que dices?

— Solo un poco, Tōru puede ser aterrador cuando está molesto, lo he visto varias veces y... Bueno... Creo que ya lo viste una vez.

Iwaizumi asintió. — De todas formas, Tōru te ama demasiado como para arrepentirse de algo que ha creado con tu ayuda, le escuché un par de veces decir, hace pocos meses, lo mucho que anhelaba tener un bebé contigo.

— ¿Dijo eso?

— Lo hizo, debiste de ver sus ojos brillar mientras probablemente imaginaba a sus hijos. — Kōshi sonrió. — Te ama, mucho, así que no te atrevas a lastimarlo, o muchas personas se pondrán de acuerdo para acabar contigo.

Iwaizumi carraspeó, tensándose. Y es que no había ni un poco de mentira en las palabras de Kōshi, dañar a Tōru de cualquier manera sería como cavar su propia tumba, no sólo sus mejores amigos, Kōshi, Hinata y Akaashi, lo golpearían hasta morir, sino que, como si no fuera suficiente, probablemente llevarían a sus parejas con ellos, incluyendo a Bokuto, quien se había encariñado con Tōru y lo defendería sin duda alguna, sin importar si era el mejor amigo del moreno.

— Lo siento. — Oikawa volvió, tomando asiento en donde estuvo anteriormente, tomó al pequeño Kageyama en sus brazos nuevamente y sonrió. — Es hora de volver a dormir Ryo.

— Es hora de irme. — Comentó el albino. — Le dije a Daichi que vendría por tres horas, además debo de ir a preparar la comida de Yuu. Nos vemos luego, Tōru, cuídate mucho.

Oikawa se despidió también con un beso en la mejilla de su mejor amigo, quien se marchó en poco tiempo después de llamar a su esposo para que fuese por él.

— Tōru. — Oikawa miró a su pareja, quien sonrió.

— ¿Te quieres casar antes de que nazca nuestro bebé? — El castaño parpadeó un par de veces confundido.

— ¿Antes? — Lo pensó por unos segundos. — ¿No será muy complicado planear todo antes del parto?

— Será pan comido, déjalo en mis manos. — Besó la frente de su prometido. — Pero si deseas casarte después de que nazca el pequeño está bien para mí.

— Me gustaría hacerlo después del nacimiento. — sonrió. — O sino no podré beber alcohol, y eso es un pecado.

— ¿En serio piensas en alcohol? — Hajime rió.

— También en nuestra luna de miel, el comer todo lo que desee, y otras cosas. — Respondió. — Pero... No sé con quién dejaremos al bebé, Hinata estará ocupado con Ryo, Kōshi con Yuu, y Akaashi está pronosticado a dar a luz antes que yo. — Hizo una mueca.

— ¿Con tu madre? — Los ojos de Oikawa brillaron.

— Eres muy inteligente, Iwaizumi. — El mayor hinchó su pecho con orgullo. — Está decidido, dejaremos al pequeño con mi madre durante nuestra luna de miel. — Rió, recostando su cabeza sobre el hombro del moreno.

Oikawa miró al niño en sus brazos mientras Iwaizumi se encargaba de acariciar suavemente su vientre. Era perfecto, aquel momento era realmente perfecto, tanto para el castaño, como para el azabache. Ryo no era su hijo, pero por un momento se sentía que sí lo era, ambos se veían así en un futuro cercano, cargando a su pequeño bebé mientras disfrutaban la vida.

(...)

Iwa-chan, ten cuidado. — Pidió Tōru mientras veía al moreno subir al auto las cosas del niño. — ¿Necesitas ayuda?

— No, cariño, puedo hacerlo. — Respondió, terminando en unos segundos. — Muy bien, es hora.

Oikawa sonrió, acariciando la pequeña cabeza del niño, mientras admiraba sus preciosos ojos marrones.

— Ryo, no quiero dejarte. — Abultó sus labios queriendo llorar. — Me he encariñado de él demasiado.

— Cariño, no llores. — Hajime se inclinó a besar suavemente su mejilla. — No se irá al otro lado del mundo, estará con tu mejor amigo, puedes ir a visitarlo siempre que lo desees.

— Lo sé, pero extrañaré sus llantos a las cinco de la mañana. — Confesó, sorbiendo la nariz. — No puedo esperar por ver a Shōyō.

— No esperemos más entonces. — el azabache encendió el auto, y tras un momento, comenzó a conducir sin prisa hacia la casa de Kageyama.

Los recién casados habían llegado hacía pocas horas, y Tōru acordó con Shōyō ir por la tarde para que pudiesen descansar un poco del largo viaje.
Durante el camino no dejó de sonreír mientras tatareaba tiernas canciones de cuna para el Kageyama menor en sus brazos, quien descansada placenteramente.

— Llegamos. — Avisó el moreno. Antes de que siquiera pudiesen llamar a alguno de los esposos, las grandes puertas se abrieron para ellos.

— Deben de estar desesperados por ver a Ryo. — Rió Tōru.

Iwaizumi adentró el coche al estacionamiento y, segundos después ambos bajaron. Oikawa caminó hacia la entrada, y al ingresar en la enorme casa, observó a su mejor amigo acercarse a él emocionado.

— ¡Al fin! — Exclamó, Tōru sonrió, inclinándose a depositar un beso en la mejilla del menor, para seguido hacer lo que tanto no quería, devolver al niño a los brazos de su madre.

— Por los dioses, extrañaré mucho a Ryo. — Hinata sonrió, abrazando a Tōru con su brazo libre.

— Puedes venir a verlo siempre que quieras, Tōru. — Oikawa asintió.

— Lo sé. — Abrazó a su mejor amigo con una sonrisa. — ¿Cómo te fue? ¿Disfrutaron?

— No te lo voy a negar. — Se giró, asegurándose de que el ojiazul no se encontrara cerca. — Me partió el culo.

— La Virgen de los Ángeles, Shōyō, que vocabulario. — Rió el castaño. — Espera un momento, Iwaizumi estaba bajando las cosas del auto, iré a ayudarle.

Hinata asintió, mientras mecía a su hijo sobre sus brazos. Oikawa fue al estacionamiento y vió a Hajime, se acercó, y sin decir nada tomó el bolso que Hinata había preparado para el cuidado del niño.

— Cariño, puedo hacerlo, no hagas esfuerzo de más.

— Tranquilo, Iwaizumi, es solo un bolso, date prisa y saluda a Shōyō y Tobio. — Pidió el ojimarrón, volviendo a la casa. Fue a la habitación del pelinaranja, junto al mismo, y dejó el bolso sobre un mueble antes de girarse y sonreír acercándose al pequeño.

— ¿Por qué ha crecido tanto?

— Los niños crecen muy rápido, disfruta lo más que puedas con él. — Respondió Tōru, dejando un beso en la frente del más bajo.

— ¿Qué tal está tu embarazo, Tōru? ¿Todo está en orden? — Shōyō tomó asiento en la cama, notando como el ojimarrón en sus brazos se había quedado nuevamente dormido.

— Todo está bien, por dicha. Aún nada es seguro, pero parece ser un embarazo saludable, no hay de qué preocuparse. — Kageyama e Iwaizumi entraron al sitio y dejaron la cuna del niño en una esquina antes de suspirar.

— Gracias, Iwaizumi. — Agradeció el ojiazul. — Tōru. ¿Qué tal?

— Todo está bien. ¿Qué tal van las cosas contigo? ¿Estás cuidando bien de mi mejor amigo?

— Por supuesto. — Aseguró, Oikawa sonrió, tomando asiento al lado de Shōyō. — ¿Qué tal tú embarazo?

El azabache menor se acercó y estiró una mano hacia el vientre del castaño, quien sonrió. Antes de poder tocar siquiera el vientre del ojimarrón, Iwaizumi tomó de la muñeca a Tobio y lo miró a los ojos, frunciendo su ceño.

Hinata y Oikawa soltaron una pequeña risa. Tōru tomó la mano de Tobio, y dándole una mirada tranquilizante a Hajime, posó la mano del azabache sobre su vientre.

— Aún es muy pequeño, apenas puede percibirse. — Comentó, Kageyama acarició suavemente, con una sonrisa.

— Me alegra mucho que las cosas vayan bien para ti, Tōru. — El castaño sonrió y revolvió los cabellos de Kageyama.

— ¿Quién diría que ustedessiendo menores tendrían un hijo antes que nosotros los mayores? — Habló Oikawa.— Crecen tan rápido.

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