27
Dos semanas antes de la boda de Hinata. Oikawa se encontraba junto a Kōshi y Akaashi mirando los diferentes conjuntos que podrían utilizar para esa ocasión tan especial.
— Shōyō me contó que serás su padrino de bodas. — Tōru mordió su labio y asintió.
— Estoy algo nervioso. ¡Debo de verme bien! — Comenzó a pasar las prendas una tras otra con más rapidez.
— Lo harás bien, Tōru, no te preocupes por eso. — Habló esta vez Keiji, analizando un bonito traje de color crema, aunque el color no iba de todo con él.
Oikawa tomó un traje gris, casi blanco, y fue con él hasta los vestidores. Sus dos amigos continuaron mirando más opciones hasta que el castaño salió, llamando la atención del albino y del azabache.
— ¿Qué tal? — El traje no era la gran cosa. Un saco y pantalones grises, por debajo del saco llevaba una camisa blanca manga larga y sobre la misma un chaleco del mismo color que el saco. El saco tomaba la forma perfecta de la cintura de Tōru, por lo que le daba un toque atractivo. Le quedaba perfecto.
— Ese es tu traje, definitivamente. — Comentó el albino, sonriente mientras admiraba a su amigo. — Te envidio tanto, Tōru, tienes una cintura de ensueños.
— No digas eso. — El ojimarrón rascó su mejilla nervioso, después decidió volver al vestidor. Se dió una última mirada, sí, él también creía que era su traje.
Se colocó nuevamente su ropa y salió del sitio, yendo a la caja. Pagó por el traje, la mujer que atendía decidió guardarlo amablemente en una bolsa especial para que la tela no se dañara, Oikawa se lo agradeció.
Esperó a sus dos amigos por unos minutos más. Kōshi decidió vestir un traje de un tono rojo vino, no era muy ajustado, pero aun así se definía bastante su figura. Por su parte, Akaashi se decidió por un traje de un tono azul rey, al igual que Tōru, el traje definía perfectamente su cuerpo.
Al terminar con lo que vestirían, se dirigieron a buscar los zapatos. No les fue difícil encontrarlos, como siempre Sugawara escogió un estilo más sencillo, mientras Keiji y Tōru decidieron por un estilo más elegante.
— Llamaré a Iwaizumi.
— No es necesario, acabo de llamar a Bokuto. — Avisó Keiji, Oikawa asintió y juntos salieron del centro comercial. Después de unos minutos, un auto se estacionó frente a ellos, Akaashi sonrió, subiendo al asiento del copiloto, mientras que el castaño y el albino subieron a los asientos traseros.
— Hey, Bokuto. ¿Qué tal?
— Todo ha estado bien, Oikawa. ¿Qué tal está Iwaizumi?
— Él está bien, trabajando, como siempre.
El auto se puso en marcha. En el camino, Tōru se dedicó a conversar con su mejor amigo, sobre cómo iría Shōyō, a quien por cierto Oikawa ya había ayudado a escoger su vestido. También comentaron sobre la decoración o los regalos de boda.
— Realmente estoy nervioso... Seré yo quien lleve a Shōyō al altar, yo lo entregaré a Tobio, demonios, me siento... Ansioso.
— Deberías de estar feliz, estás llevando a alguien que te ama al altar. Shōyō realmente debe de estar agradecido contigo, Tōru. — Respondió Kōshi. — Oh, aquí vivo yo.
Koutaro detuvo el vehículo en la entrada. El albino se despidió de todos antes de bajar y entrar a su casa. El viaje continuó hacia casa de Akaashi, pues Tōru decidió pasar un rato allí antes de volver a casa.
Al llegar a la casa del bicolor, los tres bajaron. Koutaro fue a su oficina a trabajar, mientras que Keiji y Oikawa decidieron quedarse en la sala de estar.
— ¿Y bien? ¿Aún nada? — Akaashi negó.
— ¿Qué hay de ti?
— Bueno... Olvidé pinchar los preservativos hasta hace tres días. — Rió nervioso. — Pero espero que mi celo se acerque, estamos a nada ¿No? Entre más cerca de ese día esté, más fácil será lograrlo... Aunque... Aún me siento algo inseguro.
— No te preocupes, si quedas en cinta tendrás a muchas personas apoyándote. Tus amigos, tu familia, Bokuto y yo, Iwaizumi... — Tōru asintió.
— Estoy ansioso. — Llevó sus manos a su vientre, acariciando con suavidad. — Si logro quedar en cinta... Quiero saber cómo serán.
— Uhm~... Creo que se parecerán a ti, pero tendrán la personalidad de Iwaizumi.
— Prefiero que se parezcan un poco a él. — Keiji sonrió. — Pero no imagino a dos mini Iwaizumi corriendo por la casa mientras hacen desastres.
— ¿Solo dos?
— ¿Cuántos se supone que tenga? — Akaashi apartó la mirada. — Oh, tú quieres toda una camada de niños.
— Cállate. — Rieron. — No lo sé, amaría tener muchos hijos con Bokuto, quizás cuatro.
— La virgen santísima, Keiji, tendrás que esforzarte.
— Lo vale. — Sonrió enamorado. — Pensar en tener hijos con Bokuto me hace sentir la persona más feliz.
(...)
— ... Estoy cerca. — Oikawa rasguñó la espalda del moreno antes de sentir como su espalda se arqueaba y tenía uno de los mejores orgasmos de su vida.
Iwaizumi le miró por unos segundos, intentando recuperar el aliento. Tōru se sentó en la cama, abrazándole, mientras dejaba suaves besos en su cuello.
— Iwaizumi. — Llamó el castaño.
— ¿Qué pasa, cielo? — Tōru apretó los labios, cuestionándose a sí mismo si hacía lo correcto.
— ¿Prometes estar conmigo siempre? — Hajime frunció el ceño, curioso del porqué tan repentina pregunta.
— Por supuesto que sí. — Envolvió con sus fuertes brazos al mejor, depositando un beso en su cabeza. — Hasta el fin de mis días, eres lo único que quiero conmigo.
— Te amo, Iwaizumi... — Oikawa cerró los ojos, aferrándose al mayor.
Iwaizumi se alarmó cuando escuchó un sollozo, y pronto su hombro comenzar a ser mojado por las saladas lágrimas del menor.
— ¿Qué pasa, Tōru? ¿Te duele algo? ¿Te han hecho daño? ¿He sido muy duro? — Limpió las lágrimas del castaño mientras buscaba algún daño físico, pero lo que Tōru sentía era algo en su interior, y no era para nada malo, era todo lo contrario.
— Iwaizumi... Gracias por llegar a mi vida. — Agradeció, el moreno parpadeó un par de veces confundido. — Creí que la vida jamás me dejaría amar... Mucho menos ser amado por alguien como tú... Realmente... Te agradezco por estar conmigo.
El azabache suspiró aliviado, pero también enamorado. Abrazó más fuerte a Oikawa, susurrando agradables frases y palabras en el oído de su pareja.
"Yo debo de agradecerte por aparecer en mi vida, Tōru...".
Ambos decidieron acostarse, abrazados. Iwaizumi se deshizo del preservativo y los cubrió a ambos con las calentitas sábanas. Oikawa se preguntaba si realmente el destino había decidido unirlos para siempre, no era algo que pudieses saber, sólo vivir, el tiempo traería consigo las respuestas.
Pero Oikawa realmente creía que esta vez el destino había conspirado a su favor, pues su vida era sumamente feliz a pesar de los obstáculos que día a día debía de enfrentar, ya fuera en familia, con sus amigos, en pareja, o solo.
Hajime observó disimuladamente la bolsa que se encontraba guardada en el cajón de su armario, una pequeña sonrisa se estiró en su rostro. Él estaba dispuesto a hacer lo que fuera con tal de estar al lado de Tōru, de tenerle consigo hasta el final.
Finalmente, ambos terminaron por quedarse dormidos, Tōru entre los brazos del azabache quién le brindaba calidez y protección.
Con el paso de las horas, Iwaizumi fue el primero en despertar, eran las seis de la tarde, y al parecer ese día Tōru no debía de trabajar, pues estaba demasiado relajado, como un bebé disfrutando de su siesta. Hajime se puso de pie y fue a darse una ducha, para seguido vestirse con algo cómodo, pero elegante. Una camisa azul manga larga de botones, unos pantalones negros y zapatillas del mismo color eran lo que conformaban su vestimenta de esa noche.
Se acercó a la cama y observó a Oikawa por unos segundos, sonriendo al verle abrazando una almohada mientras mantenía esa común posición casi fetal. Se inclinó un poco y dejó suaves besos en el rostro del castaño, en busca de despertarle.
— Tōru... — Llamó el moreno, acariciando sus cabellos, depositando cortos besos en los belfos del ojimarrón.
— ... Un minuto más... — Rogó, tomando a Hajime de la nuca y obligándole a acostarse a su lado. — No tengo trabajo hoy.
— Lo sé. — Hajime le abrazó. — Pero quiero llevarte a un sitio hoy, despierta.
— Mm~... No quiero. — Tōru enrolló sus piernas en la cintura del azabache, hundiendo su rostro en el cuello contrario.
— ¿Me negarás una cena romántica? — El castaño se removió entre quejas antes de abrir lentamente sus ojos y mirar al mayor. — Ve a ducharte, buscaré algo de ropa para ti.
— ¿Tienes buen gusto, Iwa-chan? — Preguntó adormilado el menor.
— ¿Debería de sentirme ofendido? — Tōru negó, se sentó y se estiró un poco antes de ponerse de pie.
O al menos lo intentó. Gimió de dolor y terminó en el suelo, sintiendo una punzada en sus caderas y trasero, acompañados de una debilidad sorprendente.
— Iwaizumi... No volveremos a tener sexo. — Hajime rió y se acercó al menor, tomándole en sus brazos.
Caminó hasta el baño, en donde adentró al menor en la tina y dejó correr el agua tibia.
— Vendré por ti en diez. — Besó los labios contrarios y se retiró, acercándose al armario para buscar algo para su pareja.
Iwaizumi tenía un buen gusto, no como el del castaño, pero lo tenía, así que no le fue muy difícil escoger algo para que su pareja vistiera.
Conocía como era Tōru a la hora de vestirse, así que se decidió por unos pantalones negros –que amaba como se ajustaban al trasero del castaño–, un cinturón plateado, una camisa holgada blanca, manga larga y de botones, junto a un calzado Lita también negros.
Tan solo imaginar a Tōru vestido de aquella forma causó un cosquilleo en el moreno. Dejó las prendas sobre la cama, y tras el paso de diez minutos, volvió al baño, observando a su pareja con sus ojos cerrados mientras tatareaba una canción.
— ¿Listo? — Los ojos del menor se abrieron, observando a Hajime, sonrió, aún no había prestado atención a lo que vestía y, el sólo...
— Sabes, podría hacer una excepción si te vistes así más seguido. — Iwaizumi sonrió coqueto, dejando un suave beso en los labios de Oikawa. Le ayudó a salir de la tina y a secar su cuerpo.
— He dejado la ropa en la cama, ve a vestirte, iré a hacer algo. — Oikawa asintió, salió del baño y observó lo que Iwaizumi había preparado.
— ¿Cómo es que tiene tan buen gusto? — Suspiró enamorado. — Gracias a los dioses por ponerme a semejante hombre en el camino. — Agradeció con drama antes de vestirse e ir al espejo, observándose.
Arregló su cabello, se colocó algo de rímel y Lip Gloss, volviendo a darse una rápida mirada. Sonrió orgulloso, quizás no tenía un enorme trasero como Shōyō o Kōshi, pero su figura era impresionante, y Tōru estaba al tanto de eso.
Hajime volvió tras unos minutos, y cuando pudo ver al castaño en persona vistiendo aquello, sintió un escalofrío recorrer su espalda.
— Podríamos cancelar la cena. — Susurró. Se retractó al instante, ese día era importante, no podía simplemente no ir. — Te ves muy bien.
— Lo sé. — El ojimarrón enrolló sus brazos en el cuello del moreno, uniendo sus labios en un lento y apasionado beso. Sus lenguas juguetearon entre sí por unos segundos antes de alejarse del otro. — No me hagas no querer ir.
— Lo siento. — Hajime sonrió, y le tomó de la mano. Ambos salieron del sitio, subiendo al vehículo del mayor. — ¿Listo?
— Listo. — Respondió Tōru, colocándose el cinturón de seguridad. Miró al moreno quien se inclinó a besar su mejilla, entrelazando a su vez sus dedos.
Se puso en marcha después de unos segundos, conduciendo a algún sitio del que Oikawa no estaba informado.
— ¿A dónde vamos?
— A un restaurante. — Oikawa le miró obvio. — Lo sabrás cuando lleguemos, cariño, no seas impaciente.
Tōru asintió. Pasó todo el camino observando por la ventana, hasta que el auto se estacionó frente a un elegante y bonito restaurante. Al castaño casi se le sale el alma.
— Espera, espera. — Detuvo al azabache antes de que bajara. — Oye, ¿Este no es el sitio que te cobran medio riñón por una bebida? — Iwaizumi soltó una carcajada al escuchar a su pareja.
— Bueno, puede ser que sea un poco más costoso que lo usual, pero no hay de qué preocuparse. — Depositó un beso en los nudillos contrarios antes de bajar. Ayudó al castaño a hacerlo también y juntos entraron al sitio.
Oikawa observó todo, nunca había estado ahí, era más que obvio, tan solo había visto un par de veces el sitio en fotografías o por la televisión.
Un hombre se acercó y les atendió con amabilidad.
Al parecer Hajime ya había reservado una mesa esa noche, por lo que fueron guiados hasta su sitio. Tomaron asiento, mientras Iwaizumi observaba los gestos del castaño quien continuaba mirando todo a su alrededor.
— Oh, mira qué bonito cuatro. — Señaló, Hajime ni siquiera miró lo que Tōru señalaba, sus ojos estaban en el castaño, admirando cada detalle y expresión que hacía.
Iwaizumi sentía como si su estómago se retorciera enamorado, nunca, jamás se sintió así, ni siquiera con Kyōtani, con quien creyó que estaría el resto de su vida, pero no fue así. Su relación con Tōru era diferente, había algo que le hacía sentir que realmente era el indicado para él, que sería Tōru quien le haría el más feliz, que Tōru sería con quien formaría una preciosa familia en un futuro, con quien pasaría el resto de sus días en la tierra. Oikawa Tōru era el primero, y el único, en llegar a provocar aquello en Iwaizumi.
Su preciosa sonrisa iluminaba sus días, amaba ver como sus ojos brillaban cuando algo le gustaba o le llamaba la atención, como rascaba su mejilla cuando estaba nervioso, su risa escandalosa cuando algo realmente le hacía gracia, sus dulces gemidos cuando estaba bajo su cuerpo compartiendo y jurándose entre sí amor eterno, cada mínima parte de Tōru estaba guardada en el corazón de Hajime.
— Tōru, te amo. — Oikawa miró al moreno por unos segundos antes de sonreír y acariciar los nudillos de las manos contrarias.
— También te amo, Iwaizumi. — Se inclinó hacia el frente, depositando un delicado beso en los labios del azabache.
Con el paso de los minutos recibieron el menú y ordenaron lo que deseaban comer, y después de poco tiempo sus platillos llegaron.
— Gracias por la comida. — Agradeció el ojimarrón, comenzando a comer gustoso.
La comida del sitio era realmente deliciosa, Tōru jamás había probado algo que supiese igual, pero personalmente para el castaño, la única comida que superaba la de ese elegante restaurante, era la de su madre. Con cada trozo de carne que llevaba a su boca sentía una explosión de sensaciones, estaba agradecido con Hajime por llevarle a ese sitio esa noche.
Pero había algo que aún le causaba curiosidad a Tōru.
— ¿Por qué hay tan poca gente? — Preguntó de repente. Iwaizumi observó el sitio antes de posar nuevamente sus ojos sobre el menor.
— No lo sé. — Mintió, Hajime bien sabía que él había reservado especialmente esa área del sitio para esa noche, para que ambos tuviesen un poco más de privacidad. — Pero lo bueno es que en esta parte estamos tú y yo, solos.
— No haremos eso de meternos debajo de la mesa y hacerle una mamada al otro. ¿Cierto? — Iwaizumi soltó una carcajada.
— No, no lo haremos.
Continuaron comiendo, y una vez la cena culminó, Hajime pidió un postre. Los ojos de Oikawa brillaron al ver el trozo de pastel de chocolate frente a él, y junto al moreno lo devoraron en poco tiempo.
— Estoy tan lleno. — Comentó Tōru, llevando sus manos a su vientre, sintiéndose satisfecho. — Gracias por esto, Iwaizumi.
— No es nada, cariño. — El ojiverde se puso de pie y estiró una mano hacia Tōru, quien la tomó.
Iwaizumi les guió hasta una especie de jardín que yacía detrás del restaurante, este era grande, y estaba decorado con luces led de colores dorados y rojos. Además de eso había unos enormes y bien cuidados rosales.
— Es hermoso. — Comentó Tōru, acercándose a oler una de las tantas rosas. Hajime tomó una, teniendo cuidado con las espinas, y la colocó en el cabello de Oikawa, quien sonrió con un leve sonrojo en sus mejillas.
— Ni siquiera esta rosa será jamás tan hermosa como tú. — Tōru rió avergonzado, abrazando al moreno. — Quiero... Decirte algo.
Oikawa le observó curioso, Iwaizumi le alejó de su cuerpo y carraspeó.
— Tōru, sabes que no llevamos mucho tiempo juntos, probablemente sea un año si tomamos en cuenta el tiempo en que nos conocimos, pero si soy sincero siento como si te conociera de toda la vida. Eres una persona que jamás terminas de conocer, pero creo que sé lo suficiente sobre ti como para hacerte feliz hasta el fin de nuestros días, de mis días. No me importa lo que los demás digan, no me importa lo que los demás pienses, solo sé que quiero ser feliz a tu lado, aunque deba de cruzar mil mares, aunque deba de enfrentar las peores tormentas, haré lo imposible por siempre estar a tu lado, y si el destino nos separa, volveré corriendo a tus brazos. — Oikawa parpadeó un par de veces, sintiendo su corazón palpitar con fuerza. Un nudo se instalaba en su garganta ante las palabras de Iwaizumi. ¿Por qué decía aquello? ¿Se iba a alejar? ¿Terminarían? — Tōru, eres la única persona que necesito a mi lado para ser feliz, contigo los días jamás serán obscuros, contigo a mi lado sabré que siempre después de la tormenta saldrá un hermoso arcoíris. Es por eso que... Oikawa Tōru. — Iwaizumi se arrodilló frente al ojimarrón, quien llevó sus manos a su boca al observar el precioso anillo que hizo acto de presencia. — Cásate conmigo, por favor.
Oikawa sintió como las lágrimas comenzaban a salir con desespero de sus ojos, como sentía su corazón latir con rapidez, con fuerza, sintiendo como si fuese a sufrir un infarto ante la emoción.
No dudó en lanzarse a los brazos del azabache y abrazarle con fuerza.
— ¡Sí! ¡Sí, sí, sí! ¡Sí quiero! — Aceptó, sintiendo como el azabache le abrazaba de vuelta y hundía su rostro en su cuello, agradeciéndole en susurro.
— Te amo, tanto que no puedo describirlo. — El castaño se alejó, Hajime tomó su mano y colocó el anillo en su sitio.
Encajaba perfectamente.
— Prometo hacerte feliz, por el resto de nuestros días.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top