18
— Mira estos. — Tōru tomó una caja con unos zapatos pequeños, eran de un tono celeste pastel con una decoración de bebé. — Son lindos ¿No lo crees? — Dejó los zapatos en las manos de Shōyō quien los observó detenidamente antes de sonreír.
— Me gustan mucho. — Respondió, Tōru se los arrebató.
— No se diga más, son tuyos. — Los guardó en la caja que después puso en la canasta que cargaba el castaño. — Espera aquí.
El ojimarrón desapareció por un momento, y cuando volvió, traía consigo varias pijamas de talla diminuta, para bebés recién nacidos.
— Mira estos y dime que te parecen.
— Tōru, no quiero que compres toda la tienda con tu dinero, se suponía que el que compraría sería yo.
— No te preocupes por el dinero, Hinata, para eso ahorro, para momentos importantes. — Oikawa sonrió sentándose al lado de Hinata quien miró las prendas de vestir.
Continuaron caminando de tienda en tienda, buscando cosas para el niño, aún no sabían su sexo, por lo que se dedicaron a buscar ropa y productos de colores neutros, aunque Tōru insistía en que los colores no debían de tener género alguno y terminó logrando que Hinata llevase consigo prendas tanto rosas como azules, al castaño le daba igual lo que los otros pensaran mientras el niño fuera feliz con su familia.
— Creo que es suficiente por hoy, Shōyō. — Comentó Tōru mirando la hora. — Debes descansar.
— No estoy enfermo, boke.
— Ya lo sé, baka, pero necesitas mantenerte en descanso. — Tomó las bolsas que el menor cargaba y caminaron a la salida, en donde los esperaba el moreno, pareja de Oikawa. — Gracias por venir, cariño.
Tōru se puso de puntillas y dejó un corto beso en los labios del mayor quien sonrió negando.
— No es nada, cielo. — Iwaizumi ayudó a Hinata a subir a los asientos traseros, después hizo lo mismo ayudando a Oikawa a subir al asiento delantero a su lado y guardó las bolsas en el portaequipaje. — Muy bien. ¿Dejaremos a Hinata de una vez en su casa o en otro lugar?
— En su casa. — Respondió el castaño quien respondía varios mensajes de su móvil. — Shōyō. Querías que fuera a tu casa ¿No?
— Oh, cierto. ¿Iwaizumi crees poder quedarte un momento? Me gustaría hablar con Tōru.
— No hay problema. — Respondió el azabache.
Hajime condujo por varios minutos hasta llegar a casa de Kageyama, quien esperaba al pelinaranja en la entrada, como era común. Iwaizumi ayudó a bajar a ambos omega y está vez fue el moreno quien impidió que ambos cargaran las bolsas, por lo que él las llevó adentro.
— ¿Qué tal, Kageyama? — Saludó el azabache dejando las bolsas en la entrada a petición del ojiazul.
— Todo ha estado bien. ¿Qué tal todo allá? — Ambos caminaron a la sala de estar, en donde se encontraban ya Hinata y Tōru.
— Todo en orden, solo ciertos problemas con el trabajo.
Al llegar a la sala de estar, cada uno se sentó al lado de su respectiva pareja, Hinata se sentó sobre el regazo de Kageyama, mientras Tōru abrazó al moreno por la cintura.
— ¿Qué querías decirme, Shōyō?
— Bueno, en realidad Tobio y yo queríamos preguntarte algo. — El castaño se acomodó en su sitio, sintiendo al azabache a su lado tomarle por la cintura. — Tōru. Sabes que has sido un gran amigo para mí, y quizás aún falte mucho para esto, pero hemos contado contigo desde que éramos unos críos.
— Esto suena como despedida. ¿No harán suicidio doble, cierto? — Hinata rió negando.
— Claro que no, tengo mucho por vivir junto a Kageyama y ahora con nuestro hijo. — El pelinaranja suspiró. — Sé nuestro padrino de bodas, Tōru.
Oikawa sintió su mandíbula caer al escuchar la petición del más joven. ¿Padrino de bodas? Eso era algo realmente importante ¿Por qué él? ¿Y Kōshi?
— Creo que está sorprendido. — Comentó Iwaizumi ante la falta de respuesta del castaño. — Cariño, despierta.
Hajime chasqueó un par de dedos frente al castaño, quien regresó a la realidad. Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas con rapidez mientras se imaginaba llevando a su mejor amigo al altar. Sorbió la nariz y se abalanzó hacia Hinata, abrazándole con cuidado.
— ¡Claro que sí, baka! — Aceptó Oikawa, sintiendo como Shōyō sollozaba y le devolvía el abrazo con fuerza, uno estaba en gestación y sentimental, él otro era un dramático, ambos alfas sonrieron mientras negaban. — Por todos los dioses, soy tan feliz.
— Estoy tan feliz, realmente quería que aceptaras. — Confesó Hinata, viendo al castaño volver a su sitio, esta vez, sentándose sobre las piernas del azabache. — Me gustaría que me ayudaras con... Ya sabes, la boda.
— Por supuesto, ayudaré con todo lo que pueda. — Aseguró Tōru.
Charlaron por una media hora más antes de que la pareja volviera su casa, pues Hajime tenía trabajo que hacer y Tōru necesitaba alistarse para ir a trabajar esa tarde.
— Sabes, cariño. — Llamó Iwaizumi mientras entraban a la casa. — Estuve pensando bastante estos días y... ¿Qué te parece si dejas de trabajar?
Oikawa frunció el ceño y le observó, notando como el moreno se tensaba un poco.
— No me malinterpretes, en realidad me gustaría pasar más tiempo contigo, por supuesto, si lo haces yo pagaría todos tus gastos: Universidad, caprichos, ayudaría económicamente a tu familia. Lo que desees.
¿Por qué se sentía ofendido? Era una oferta tentadora, pero Tōru no se sentía del todo cómodo al escuchar a Iwaizumi decir que, literalmente, le mantendría.
A Oikawa le gustaba ganarse el dinero, aunque debiese de romperse la espalda para ello.
— No, gracias. — Rechazó, entrando a la habitación. — Entraré a ducharme, nos vemos después. — Se giró y caminó al baño, deshaciéndose de su ropa para ducharse.
Iwaizumi soltó un suspiro cansado mientras se quedaba en la entrada de la habitación. Por supuesto, estaba seguro de que no había dicho nada malo, tan seguro como sabía que Tōru estaba también molesto. ¿Fue mala idea decir eso? Creía que Tōru se emocionaría al no tener que trabajar más y que él pagará todos sus gastos desde ahora, pero al parecer no era así. ¿Quizás lo estaba viendo como alguien interesado solo en el dinero? ¿Había sido ese su error? Claro que Tōru no estaba con él por el dinero, ni siquiera pasó por la cabeza del castaño fingir amar al azabache solo por vivir en una mansión enorme como aquella y tener una vida de lujos pagados por el moreno. Tōru estaba ahí porque lo amaba.
Hajime se reprendió a sí mismo varias veces, yendo a su oficina. Tomó asiento en su silla y marcó al número de Bokuto.
— "¡Iwaizumi!"
— Hola, Bokuto. — El moreno suspiró. — Necesito un consejo...
~❃~
— Su pedido. — Tōru entregó una caja y una café a una mujer quien agradeció y se retiró del lugar. — Hanamaki. ¿Nos quedan donas rellenas de dulce? — Preguntó el castaño mientras se inclinaba en busca del mencionado postre, sin encontrar alguno en el mostrador.
— Creo que se han agotado, pediremos unas más tarde, llegarán mañana. — Oikawa sintió, anotando algo en su libreta. Caminó a la cocina y sacó del refrigerador una botella de agua fría, bebiendo de la misma. — ¿Cansado?
— Solo un poco. — Guardó la botella de nuevo y volvió a su puesto, esperando a que llegase algún cliente nuevo o que Takahiro llegase con una nueva orden.
— ¡Tōru! ¡Dos cafés con leche y un pastel de fresa!
— Entendido. — Se giró y comenzó a preparar el siguiente pedido, esa noche no habían muchos clientes, pero no significaba que estuviera vacío y no tuviesen trabajo, eran suficientes clientes como para no tener un descanso de más de diez o quince minutos. — Dos cafés con leche y un pastel de fresa. — Takahiro tomó la orden y se marchó nuevamente.
El teléfono de Oikawa comenzó a sonar, lo sacó y sin ver quien era rechazó la llamada, estaba ocupado.
— Buenas noches. ¿Qué desea ordenar? — Preguntó Tōru observando al joven acercarse hasta el mostrador.
— Una dona simple y un café sin azúcar para llevar. — El castaño asintió y fue a preparar el nuevo pedido. Guardó la dona en una caja que selló y el café lo sirvió en un vaso desechable, ambos se los entregó al cliente quien pagó y se marchó.
— Tōru. — Oikawa se giró. — Te buscan.
— ¿A mí? — Frunció el ceño y miró hacia la entrada, ahí estaba Iwaizumi. — Cúbreme por dos minutos.
— Dos minutos exactos desde ahora. — Tōru rodó los ojos y salió del establecimiento, acercándose a su pareja.
— ¿Qué haces aquí? Aún no es mi hora de salida. — Preguntó el menor mientras temblaba al sentir el frío golpearle de repente.
— ¿A qué hora sales?
— Nueve. — Iwaizumi hizo una mueca. — Debo volver adentro.
— Tōru. Vendré por ti a las ocho y media.
— Te dije que salgo a las nuev-
— Ocho y media, sales a las ocho y media. — El azabache se giró y subió a su auto. Oikawa se quejó para sí mismo haciendo un pequeño berrinche antes de entrar nuevamente y volver a su puesto.
— ¡Lo detesto, lo detesto tanto!
— Ese mismo hombre que detestas es el que te hace gritar por las noches al punto de no dejar descansar a los vecinos. — Oikawa le miró mal. — Solo decía.
— Debo irme a las ocho y media.
— La perra sorprendente es ahora gobernada. — Habló divertido Hanamaki mientras salía del puesto de Tōru. — No te preocupes, yo te cubro, de todas formas hoy debo cerrar.
— Gracias, Takahiro, no sé cómo pagarte.
— Oye, siempre nos hemos hecho favores el uno al otro, no empieces con sentimentalismos. — El beta le dió un zape y continuó con su trabajo.
Tōru sonrió y siguió con su trabajo hasta que el reloj marcó las ocho y quince, a esa hora fue a los camerinos, y sin prisa alguna se cambió, guardó sus cosas y ayudó en unos últimos trabajos a Takahiro. A las ocho y media exactos un auto se estacionó fuera de la cafetería.
— ¡Eres un intenso, Iwaizumi Hajime! — Gritó Takahiro desde su sitio, notó como el azabache rió negando mientras Tōru subía al automóvil todavía haciendo sus berrinches.
Oikawa se cruzó de brazos y miró por la ventana sin prestar atención a Hajime, este solo se dedicó a conducir hacia un restaurante cercano, quería hablar con Oikawa.
Seriamente.
Durante el camino ninguno dijo nada, Oikawa estaba tenso, pero Iwaizumi era todo un experto ignorando el ambiente tenso e incómodo. Al llegar a su destino, bajó del automóvil y después le ayudó a Tōru a hacer lo mismo, el castaño no se negó, pero aún así ni siquiera le observó a los ojos.
— Ven. — Tomó la mano de Oikawa y entrelazó sus dedos, llevándole a la entrada. Buscaron una mesa vacía para dos y tomaron asiento, esta vez, mirándose ambos a los ojos.
— ¿Por qué necesitabas que saliera tan temprano? — Preguntó Tōru, bajando la mirada a sus manos.
— Oikawa. Tenemos que hablar. — "¿¡Por qué de repente me llama así!? ¿Me va a terminar? ¿Lo he arruinado?". Su piel se erizó.
— ¿T-Tú... Tú vas a... Cortar conmigo...? — Los ojos del castaño comenzaron a humedecerse, sintiendo un par de lágrimas lograr escapar y deslizarse por sus mejillas.
— Por todos los cielos, no. — Iwaizumi tomó sus manos y dejó un beso en sus nudillos. — Eres todo lo que amo en este mundo, no te dejaría jamás, si alguien terminará con esta relación, ese alguien serás tú, no pienso dejarte.
— Yo... Lo siento, creí que ibas a terminar con lo nuestro. — Limpió sus lágrimas. — ¿Para qué vinimos aquí?
— Quería hablar de algo... — Por primera vez, Oikawa observó a Iwaizumi inflar sus mejillas en busca de respuestas, aquello le pareció una escena tierna y digna de admirar. Sacó su teléfono sin que el azabache se enterara y tomó una fotografía, sería su nuevo fondo de pantalla. — ¿Puedo saber la razón por la que te molestaste cuando te pedí que dejaras tu trabajo?
— ¿Razón? — El castaño apartó la mirada pensándolo, ni siquiera él estaba seguro de aquello. ¿Qué debía responder? — En realidad no lo sé.
— Siento mucho si te hice sentir mal, cariño, no quería que sonara así para ti, solo quería pasar más tiempo contigo y darte una vida lo mas feliz posible. — Corrigió el mayor. — Aunque si desearas continuar trabajando, preferiría que tu horario se redujese un poco.
— ¿Un poco cómo?
— Ahora que no vas a la universidad no hay mucho problema, pero cuando vuelvas... Sería mejor que no trabajaras los domingos, necesitas descansar correctamente para no enfermar.
— Bueno, debo pensarlo, dices poder pagar mis gastos, pero... Lo siento, Iwaizumi no quiero ser una carga, no me gusta pensar que tendrás que pagar todo por mí y gastaré tu dinero sin hacer nada, es como ser un parásito. — Respondió el ojimarrón mientras jugaba con los dedos del contrario. — He vivido toda mi vida hasta ahora trabajando por lo que quiero, estoy acostumbrado a esta vida.
— No serás un parásito. — Iwaizumi suspiró, deteniendo los movimientos de las manos de Tōru. — Trabajaré desde ahora con el único objetivo de hacerte feliz a ti, tu familia, y si en un futuro tenemos hijos, a nuestra familia también.
Oikawa abultó sus labios al escuchar las palabras del moreno, quería agradecerle por todo lo que hacía por él, pero no habían palabras perfectas para hacerlo.
— Aún así quiero trabajar. — Insistió el menor, Hajime sonrió.
— Mientras no te excedas con el trabajo, está bien. — Oikawa estiró su mano, Iwaizumi elevó una ceja curioso.
— Muy bien, es un trato señor Iwaizumi, cerremos esto aquí. — Hajime rió, tomó la mano de Tōru, pero en vez de estrecharla, tiró de él y los unió en un dulce beso. — Mm~ es una mejor forma de cerrar el trato.
Oikawa abrazó a Hajime por el cuello, volviendo a besarle mientras sentía las grandes manos contrarias posarse en su cintura.
— Bien, bien. — Se alejó del mayor. — Estamos en un sitio público, debe de ser incómodo para los demás.
— ¿Por qué debería de serlo? — Iwaizumi besó su mejilla. La mesera llegó después de un rato, dándoles la carta con el menú y esperando a que decidieran qué comerían, ambos se decidieron por algo ligero.
— Bien... Resulta ser que yo... He estado ahorrando cierto dinero por estos cuatro años y medio. — Confesó Oikawa. — Mi objetivo era lograr recolectar el dinero suficiente para comprar una casa decente a mi familia, algo más grande y que no se esté cayendo en pedazos.
— Tu casa es decente. — Tōru le miró incrédulo, Iwaizumi se encogió de hombros.
— Pronto obtendré el dinero suficiente, en cuatro meses, y quiero darle una sorpresa a mis padres, pero me gustaría hacerlo para su aniversario, es en un mes.
— ¿Qué te detiene? — Oikawa juntó sus manos e inclinó su cabeza hacia Hajime quién frunció el ceño.
— ¿Sería mucho pedir que me prestes algo de dinero? ¡Lo pagaré! ¡Agrega intereses si es necesario! — El moreno suspiró con una sonrisa. Tomó el mentón de Tōru y depositó un beso en sus labios.
— No es necesario que me pagues nada, dime cuánto necesitas. — Oikawa negó varias veces.
— Quiero pagártelo, o sino, no me sentiré tranquilo hasta el fin de mis días. — Hajime rodó los ojos asintiendo.
— Muy bien, lo arreglaremos en casa. — El castaño sonrió y se lanzó a los brazos del azabache, dejando suaves besos por todo su rostro.
— Te lo agradezco mucho, cariño. — Iwaizumi asintió, abrazándole mientras hundía su nariz en los cabellos suaves castaños de Tōru.
La mesera volvió a la mesa tras varios minutos dejando frente a ambos sus respectivos platillos, agradecieron y comenzaron a comer.
La tarde se la pasaron así, hablando y aprovechando la compañía del otro, al llegar a casa decidieron acordar lo del dinero, Oikawa solo necesitaba una cantidad pequeña de dinero, a Iwaizumi claro que no le molestaba, y en poco tiempo Tōru tenía el dinero completo en su cuenta bancaria.
Junto a Hajime miraron diferentes casas de tamaño mediano en las que su familia podía vivir cómodamente, el moreno le aconsejó varias cosas al castaño antes de comprar una casa y este asintió a todo, acordando comprarla unas dos semanas antes del aniversario de sus padres para ir a verla y limpiarla.
— Ah~ estoy tan aburrido. — Se acostó sobre el pecho del azabache quién sonrió abrazándole.
— ¿Quieres que te quite lo aburrido? — Tōru sonrió coqueto mientras se sentaba en el regazo de Hajime y se inclinaba para posar sus labios sobre los contrarios.
— Es una propuesta muy tentadora, señor Iwaizumi. — Sus lenguas se enredaron en un deseoso beso.
Tōru tomó las mejillas del moreno y se alejó de sus labios con una pequeña sonrisa, comenzó a desabrochar cada botón de la camisa del mayor hasta dejar su pecho descubierto para él. Diablos, Iwaizumi debía de tener una buena rutina de ejercicio para verse de aquella forma. Tomó el cinturón del azabache y lo quitó dejándolo a un lado, continuando después con el proceso de deshacerse de sus prendas.
— Quiero probar algo. — Oikawa le miró curioso. ¿Acaso tendría un novio con fetiches como lo tenía Kōshi? Por todos los cielos.
Hajime le acostó en la cama y acarició su cintura antes de tomar el cinturón que recién habían quitado y atar sus manos habilidoso a la cama. El castaño jadeó. ¿Iba a estar atado a la cama? Él quería poder tocar a Hajime, sentir su piel caliente, enredar sus dedos en sus cabellos, rasguñar su espalda.
— Espera... Oye... No quiero estar amarrado. — Hizo un puchero, el mayor sonrió malvado ignorando sus palabras mientras sacaba sus prendas de vestir y las lanzaba en algún sitio. — ¡Iwa-chan!
Hajime frunció el ceño al escuchar el nuevo apodo. ¿Qué clase de sobrenombre era aquel? Sonrió y besó los labios de Tōru antes de tomar un preservativo de los tantos que guardaban y colocarlo en su longitud. Oikawa le miró desde su lugar sin poder moverse mucho.
El mayor tomó las piernas de Tōru y las posó sobre sus hombros antes de unirse nuevamente en un feroz beso, que –a pesar de su molestia– el menor correspondió.
Tras preparar a Tōru por unos minutos, Iwaizumi decidió que era hora de ver cómo se comportaría el menor al estar atado a la cama. ¿Tardaría en venirse? ¿Le gustaría? ¿Pediría más? Eran tantas preguntas con pocas respuestas.
Adentró toda su extensión a su interior, escuchando al menor gemir al hacerlo, sus manos se posaron en sus caderas y sin esperar mucho comenzó a moverse en un lento vaivén.
Oikawa cerró sus ojos con fuerza ante el placer e impotencia, quería poder tocarle, y era desesperante el no ser capaz de hacerlo. Mordió su labio intentando aguantar aquello, la desesperación en su cuerpo por alguna razón le hacía querer más, y con cada embestida nueva que le brindaba el mayor, más cerca se sentía Tōru de su orgasmo.
Era placenteramente frustrante.
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