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¡¡Ya son 1k de leídas!! No me lo puedo creer.
Muchas gracias todxs las personas que se toman el tiempo de leer este libro. <3
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Iwaizumi se encontraba descansando tranquilamente en la cama. Mientras tanto, Oikawa se miraba en el espejo y sonreía orgulloso mientras pensaba en lo jodidamente caliente que era.
Sí, como siempre existían sus días en donde tenía bajones de autoestima, y otros en los que... Bueno, esta parecía ir ya por Júpiter.
Tōru se colocó un perfume suave y salió del baño, observando a Hajime quien se removió en su sitio, buscando con su brazo al castaño, al no sentirle a su lado abrió los ojos, pero al estar todo oscuro se le dificultó mirar bien por unos minutos.
Al acostumbrarse a la oscuridad de la habitación, sus ojos fueron hasta la puerta del baño, en donde Tōru se encontraba, observándole fijamente.
— ¿Tōru? ¿Qué haces ahí? — Oikawa se acercó hasta él a paso lento y se sentó sobre su regazo, acariciando el pecho desnudo de Iwaizumi. — Es tarde... Acuéstate.
— Iwaizumi. — Llamó el castaño. — No quiero dormir hoy.
— ¿Te sientes mal?
— Podría decirse. — Eso hizo que el sueño abandonara el cuerpo de Hajime para observar al menor, quien sonreía aún.
— ¿Qué tienes? — Se sentó en la cama y tomó de las caderas al ojimarrón, esperando una respuesta de su parte, que no llegaba aún.
Iwaizumi frunció el ceño y llevó una mano a la frente del castaño, estaba caliente, pero no era exactamente fiebre lo que provocaba el calor en el rostro contrario.
— No tengo nada. — Tōru tomó las manos del azabache y las posó en su trasero, haciendo que sus dedos apretaran suavemente su carne.
— Diablos, debí suponerlo. — Susurró Hajime, alejando sus manos de Tōru. — ¿La medicina dejó de funcionar? Debes de tomar otra.
Oikawa elevó una de sus cejas, Iwaizumi insistía en que se medicara, pero aún así el bulto bajo el trasero del castaño le decía que quería todo lo contrario a que sus hormonas se calmaran.
Tōru tomó los hombros de Hajime y le obligó a acostarse nuevamente, mientras le miraba a los ojos con su ceño fruncido.
— La medicina no ha dejado de funcionar. — Aseguró. — O sino, estaría en este momento sin siquiera poder mover un músculo.
— ¿No... Ha dejado de funcionar? — Los ojos del moreno brillaron por un momento. — Eso quiere decir qu-
Oikawa, harto de escucharle hablar, unió sus labios con los del azabache. Iwaizumi no tardó en corresponder al beso, mientras llevaba sus manos a las mejillas de Tōru para profundizarlo aún más.
La lengua del moreno acarició suavemente el labio inferior de Oikawa, mientras las caderas del mencionado se movían lenta y tortuosamente sobre su entrepierna.
— Quiero disfrutar esta noche. — Susurró Oikawa, acariciando los hombros del mayor.
— ¿Estás seguro de eso?
— Creo que mientras usemos protección no habrá ningún problema. — Iwaizumi sonrió malvado y les hizo dar vuelta, quedando esta vez él sobre el menor. — No te contengas, Iwaizumi.
— Créeme, no lo haré. — Tōru suspiró, definitivamente mañana amanecería con un terrible dolor de trasero.
Sus piernas terminaron enrolladas en la cintura del azabache, quien ya había comenzado a dejar sus características marcas en el cuello de Tōru. El castaño se encontraba en enorme sufrimiento al sentir como una enorme erección oculta bajo unos pantalones se rozaba contra su trasero con cada movimiento que Iwaizumi realizaba.
Sus dedos tiraron fuertemente de los cabellos oscuros de Hajime, logrando hacer que el mismo soltara un gruñido. Oikawa decidió que esperar en ese momento no valía la pena, así que llevó sus manos a los pantalones del mayor, desabrochándolos y bajándolos junto a su ropa interior.
— No tan rápido. — Tōru abultó sus labios al escuchar al moreno, quien sonrió, acariciando la cintura del omega. — Quiero disfrutar esta noche lo más posible.
— No amaneceré muerto mañana, Iwaizumi. — Tōru le tomó de la mandíbula y le hizo mirarle a los ojos. — Así que quítate esos jodidos pantalones de una vez.
— Oikawa Tōru se ha revelado. — Bromeó Hajime antes de voltear al menor, dejando su trasero al aire.
Tōru sonrió, disfrutando de los besos húmedos en su nuca brindados por el moreno. Iwaizumi bajó la ropa interior de Tōru, siendo la única prenda que en ese momento vestía, y la lanzó en algún sitio. Oikawa miró de reojo como el mayor estiraba su brazo y sacaba de la mesa de noche un preservativo, mas no se lo puso.
— Primero, déjame prepararte bien. — Pidió el azabache, tomando las caderas de Oikawa y elevándolas.
El menor iba a preguntar sobre el qué haría, pero su respuesta llegó al sentir la húmeda y caliente lengua de Iwaizumi en su entrada. El propio cuerpo de Tōru comenzó a producir su lubricante ante la excitación tan grande que sentía causada por la experta lengua del mayor.
Sus caderas intentaban moverse en busca de más, pero las manos del azabache lo impedían, manteniéndole en su sitio.
— Iwaizumi~... — Lloriqueó Tōru, sintiendo la lengua del moreno abandonarle.
— Está bien, ya tendrás algo mejor. — Aseguró Hajime, acercando el trasero de Oikawa a su entrepierna. — ¿Debería de ser rudo o cuidadoso?
— Demonios... Eso qué importa... — Iwaizumi sonrió, observando detenidamente el cuerpo de Tōru. Las curvas, su piel blanca, su trasero y rostro placentero eran tan excitantes para Hajime que no sabía si sería capaz de controlarse teniendo a "una obra de arte" como lo era Oikawa al frente.
Finalmente decidió darle inicio a la noche larga. Colocó el preservativo en su longitud, la cual segundos después enterró en Tōru, arrancándole un gemido que el castaño juró desgarró su garganta.
Unas cuantas lágrimas cayeron por las mejillas del castaño, dolía, pero no era por eso que lloraba.
Se sentía tan lleno que quería llorar del placer, de sentir la gorda y larga polla de Iwaizumi entrar y salir una y otra y otra vez de su interior.
Estaba tan feliz de saber que era todo suyo, que ese alfa sexy y caliente era solo para él y nadie más.
Pero Oikawa quería verlo, quería observar al moreno cuando hacía aquellas barbaridades con él y su cuerpo.
Oikawa tomó con fuerza las sábanas, arqueando su espalda, por lo que su trasero se elevó aún más, logrando que Hajime entrara más profundo. Ambos gimieron ruidosamente, Iwaizumi tomó las manos de Tōru y entrelazó sus dedos mientras dejaba suaves besos en la blanquecina piel del menor.
— Te amo, Tōru... Como a nada más... En este mundo. — Susurró el azabache, sintiendo como su extensión era apretada cada vez más por la estrecha cavidad del castaño.
— Iwa... Izumi... — Tōru sonrió. — Y-Yo... También te amo.
Los movimientos se volvieron más fuertes y acelerados por parte del mayor, hasta que tras varios minutos ambos lograron llegar al primero de varios orgasmos en esa noche.
Esto no terminaría ahí.
(...)
— ¡Tobio! — Shōyō gruñó al ver al mayor sentado tranquilamente en la mesa, comiendo un bote de helado de chocolate.
— ¿Pasa algo? — Preguntó el azabache con sus mejillas llenas, Hinata sintió un tic instalarse en su ojo.
Kageyama lo observó por varios minutos antes de apartar la mirada y sonreír derrotado, ese helado era de Hinata, era obvio. ¿Cómo no pudo acordarse si se lo había comprado él mismo?
— Compraré otro en seguida. — El ojiazul se puso de pie, pero fue obligado a sentarse nuevamente por el menor, quien le miraba fijamente a los ojos.
— Quédate aquí. — El pelinaranja parecía lanzar chispas por sus ojos de la molestia, Tobio sólo se dedicó a obedecer. — No quiero helado ahora.
— ¿Entonces...?
— Te quiero a ti. — Abultó sus labios y se sentó en el regazo del mayor, abrazándole mientras hundía su rostro en el cuello contrario, disfrutando de la compañía del alfa. — No te vayas, Tobio.
— No lo haré. — El azabache le envolvió con sus fuertes brazos y suspiró aliviado, probablemente volvería a quejarse del helado en unas horas, pero por ahora se dedicaría a disfrutar de la compañía del más pequeño. — ¿Te has sentido mal?
— No. — Respondió Shōyō. — Pero he tenido muchas náuseas.
— Pronto pasarán. — Acarició su espalda de arriba a abajo, cerrando sus ojos.
Unos segundos después decidió ponerse de pie y caminar a la habitación de ambos, en donde se acostaron juntos en su cama y se abrazaron dispuestos a descansar.
— Tobio... Estaba pensando en... — Apretó sus labios. — Quiero que Kōshi, Tōru y su amigo sean algo así como mis damas. — Kageyama aguantó una risa al imaginar a Oikawa en un vestido corto.
— ¿Si? — Carraspeó. — Por mí está bien.
— Pero necesitamos un padrino de bodas. Dudo que mi familia quiera... Ya sabes... Participar. — Tobio le observó, acarició su mejilla y besó sus labios con delicadeza.
— Puedes escoger a quien desees.
— Tiene que ser alguien que haya estado conmigo desde el comienzo, que me haya apoyado en todo y a pesar de mis desiciones nunca se haya ido. — Lo pensó mucho, y es que realmente las únicas personas a su lado por tanto tiempo, que jamás dejaron de apoyarle, eran sus dos mejores amigos –Tōru y kōshi–, Kageyama y Sawamura.
Era realmente complicado escoger, debía de ser Tōru o Kōshi, incluso podía hacer una excepción y pedir que los dos fueran sus padrinos de boda y le llevaran hasta Tobio al altar aunque sería extraño. Pero si lo pensaba aún más a profundidad, no sólo Tōru había estado más tiempo a su lado, sino que había sacrificado más parte de su vida para apoyarle. Tōru escapó de su secundaria en aquellos tiempos, Tōru escapó de casa, Tōru escapó del trabajo, siempre lo hacía cuando Shōyō tenía algún problema, y eso lo agradecía en demasía. Claro que no significaba que Kōshi no se preocupara de la misma manera, pero Tōru había estado más presente, ambos eran sus mejores amigos, pero debía de ser realista.
Tōru era como su hermano mayor.
— Será Tōru. — Habló seguro, Kageyama sonrió y asintió.
— Por supuesto, hablaremos con él más tarde para preguntárselo. Deberíamos de pensar también en las invitaciones y a quienes invitaremos. — Tobio acarició el pequeño vientre hinchado de Hinata. — Pero primero quiero que nazca, después de eso podremos casarnos.
— Faltan cinco meses, el tiempo pasará rápido.
— Estoy seguro de ello. — Kageyama sonrió, preguntándose internamente qué sería en un futuro. ¿Niño? ¿Niña? ¿Alfa o beta? Quizás ¿un omega? Cualquier cosa que fuera su hijo estaría bien para él, sería sangre de su sangre, solo debía asegurarse de darle una vida feliz, ser un padre responsable y una persona a la cual su pequeño podría acudir si alguna vez tenía problemas o necesitaba un consejo para vivir la vida lo mejor posible.
Tobio suspiró recordando los viejos tiempos cuando parecía que el pelinaranja y él se detestaban a muerte. Al principio ninguno de sus amigos creyó que fuesen una pareja del todo compatible, siendo que todos los días se insultaban verbalmente y en ocasiones llegaron a golpearse de formas terribles. Entre ambos había igualdad, no importaba si Shōyō era un omega o si Tobio era un alfa, siempre terminaban "agarrados". Eso sí, Kageyama debía de admitir que los golpes del menor eran terriblemente dolorosos, especialmente los que le llegó a propinar en su zona baja en más de una ocasión, enviando al azabache a casa de inmediato.
— ¿Cómo le pondremos? — Preguntó de repente el mayor.
— Uhm. ¿Al bebé? — Tobio asintió. — Lo estuve pensando, quizás es demasiado pronto, pero... Si es niña Hatsu o Gina, si es niño Ryo o Yū.
Tobio sonrió orgulloso, no estaban nada mal aquellos nombres, todos sonaban bien. En su mente lo pensaba, en cómo sonaría, por supuesto, orgulloso también porque sus hijos llevarían su apellido.
— Kageyama Hatsu, Kageyama Gina, Kageyama Ryo, Kageyama Yū. — Asintió. — Me gustan.
—Me alegra que te gusten.
Tobio se puso de pie y fue al armario, sacando unas prendas de vestir del mismo. Shōyō se sentó, observándole curioso.
— Quiero llevarte a comer algo. ¿Te parece?
— ¡Si! — Hinata se puso de pie y caminó con rapidez al baño.
Kageyama sonrió al notar su entusiasmo, le observó desde su sitio desnudarse y adentrarse a la ducha. Los ojos del azabache se desviaron hacia el trasero del pelinaranja, mordió suavemente de su labio, su novio definitivamente estaba bien dotado.
Después de unos minutos, Hinata terminó de ducharse y procedió a arreglar su rostro. No quería utilizar mucho maquillaje, por lo que solamente se colocó una crema hidratante, rímel y Lip Gloss. Al salir, buscó algo en su armario, que fuese cómodo y le hiciera ver bien, porque si algo había aprendido de Tōru es que por más simple que vistiera siempre debía de verse bien.
Sacó de su armario su arma secreta mortal, un vestido. Era uno sencillo, con cola, la parte superior del mismo era naranja, y la parte inferior tenía un estampado de flores, le llegaba por encima de las rodillas.
Se vistió y se miró en el espejo con una sonrisa, no se veía nada mal. Si su hermana menor le mirase de seguro quedaría encantada y se sentiría celosa porque su hermano se veía mejor en un vestido que ella. Cabe aclarar que su hermana menor era un alfa, pero por situaciones de la vida no se veían desde muchísimos años atrás y ninguno sabía del otro.
— Bien. ¿Estás list-
Kageyama se congeló en su sitio, mirando fijamente a su prometido hacer extrañas poses frente al espejo, pero no era eso lo que le había impactado.
Hinata se veía hermoso.
— Podrías vestir eso para nuestra boda. — Comentó el azabache al reaccionar tras unos segundos.
— No lo creo, no me gustaría vestir esto, prefiero el tradicional vestido blanco. — Hinata se lanzó a los brazos de su pareja quien le abrazó. — ¿Me queda bien? Tōru y Kōshi me ayudaron a escogerlo.
— Te queda bien, demasiado bien. — Shōyō bajó de los brazos de Tobio y fue a terminar de arreglar su cabello, el cual durante los últimos meses había crecido un poco más.
— Quiero cortarme el cabello, solo un par de centímetros, pronto cubrirá mis ojos. — Señaló sus cabellos naranjas, Kageyama sonrió pícaro.
— Me gusta largo. — Hinata frunció el ceño. — Es decir... Claro, podemos ir a que lo arreglen después de comer.
— Gracias, cariño. — Una vez acabó, esperó a que Tobio hiciera lo mismo –ducharse, vestirse y arreglarse– aunque él azabache tardó menos de la mitad del tiempo que Shōyō necesitó.
Ambos salieron de su hogar, subiendo al automóvil del mayor, quien comenzó a conducir hacia algún restaurante de los que habitualmente visitaban.
En el camino, Hinata se entretuvo observando ropa y productos de bebés en línea, de alguna forma le hacía sentir más cerca de su hijo.
— ¿Quieres que el niño tenga habitación propia?
— Sí, creo que eso ahorraría trabajo en unos años. — Respondió Shōyō. — Me gustaría decorarla cuando sepamos lo que será.
— Por supuesto, pediré que limpien una de las habitaciones de extra que tenemos cerca de la nuestra. — El automóvil se detuvo.
Kageyama bajó del vehículo y después ayudó a Hinata a hacer lo mismo, guiándole al interior del restaurante, en donde pidieron una mesa para dos.
Ambos tomaron asiento en la mesa que se les propinó y observaron el menú que allí estaba.
— ¿Está bien si pido ramen? — Tobio miró a Shōyō.
— Pide lo que desees. — Respondió el mayor mientras intentaba decidir lo que comería.
— Un tazón de ramen, helado para el postre, también me gustaría un batido de frutas y un pastel de chocolate, si se le puede agregar crema batida sería genial... — Tobio bajó el menú en sus manos para mirar asombrado a su pareja quien parecía tener un barril sin fondo como estómago. — ¿Es mucho? — Kageyama parpadeó un par de veces.
— ¿Qué te parece si pides algo primero y después, si continúas con hambre, pides lo que gustes? — Propuso Tobio, inseguro de si el menor podría comer todo eso en tan poco tiempo.
Tobio estaba muy equivocado, se dió cuenta de ello al ver la cuenta una vez ambos acabaron de comer, y es que Hinata había logrado comer todo aquello e incluso más.
"Diría que engordará, pero después tendré a un omega llorón quejándose de que no volvería a comer en su vida". Pensó Tobio mientras simplemente entregaba la tarjeta al hombre que atendía en la caja.
Observó desde su sitio a Hinata que acariciaba su vientre, desde allí podía notar como hablaba sólo, probablemente con su hijo. Sonrió y al terminar de pagar la cuenta se giró, chocando con una joven.
— ¡Lo siento! — Se disculpó la menor mientras hacía varias reverencias como disculpa.
— No te preocupes. — Tobio rodeó a la mujer.
— ... ¡Disculpa! — El azabache se detuvo y miró a la mujer quien apretó sus labios. — ¿Vienes... Solo?
Kageyama quiso quejarse en ese momento, su ceño se frunció un poco a pesar de intentar no parecer maleducado.
— No. — Y se giró, caminando hacia Shōyō.
La mujer le miró incrédula, le había parecido un hombre atractivo, pero ahora lo veía como todo un maleducado. Se giró de mal humor y se retiró a su mesa.
— Andando. — Tomó del brazo a Hinata y comenzó a guiarle a la salida.
— Espera, Tobio... Un poco más lento... — Pidió Shōyō, siguiendo el rápido paso del azabache quién parecía malhumorado. — ¡Kageyama Tobio!
Tobio se detuvo de golpe y miró a su pareja quien se cruzó de brazos molesto. Sintió un escalofrío recorrer su espalda.
— Lo siento. — Alzó a Hinata en sus brazos escuchando sus quejas, mas no le importó. Al llegar a su automóvil, subió al menor al mismo y después subió el, comenzado a conducir hacia su siguiente destino: El salón de belleza.
Hinata parecía molesto esta vez, pero no le prestó tanta atención, probablemente en unos minutos se le pasaría. Estiró su brazo a la guantera y sacó de ahí un chocolate que extendió hacia Shōyō.
— No tengo hambre. — Suspiró rendido. Se detuvo a un lado de la carretera y sacó el chocolate de su envoltorio. Tomó un trozo del dulce y lo puso en su boca hasta que esté se deshizo casi por completo, fue entonces que tomó a Shōyō por la mandíbula y unió sus labios en un beso, literalmente, dulce, dejando pasar el dulce del chocolate a la boca contraria.
Hinata sintió un cosquilleo en su vientre, cayendo enamorado una vez más del mismo hombre, sintiéndose tan malditamente flechado por cupido y su estúpido arco y flecha de amor.
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