16

— Es extraño si no está Shoyo. — Comentó Kōshi, chocando su lata de cerveza con la de Oikawa, quien asintió de acuerdo. 

— Era usualmente quien más rápido perdía el control. — Ambos suspiraron. 

Se encontraban en la casa del albino, observando el techo mientras bebían de las cervezas que la pareja de Sugawara mantenía en el refrigerador estando consciente de que su pareja y sus amigos podían llegar en cualquier momento buscando una buena dosis de alcohol. 

— ¿Qué tal Iwaizumi? — Oikawa soltó un suspiro de enamorado al escuchar el nombre de su pareja. 

— Está bien, trabajando. — Tōru miró a su amigo con una sonrisa. — ¿Qué tal todo con Daichi?

— Bueno... Ayer intentamos algo nuevo.

— Ugh, que asco. — Se quejó el castaño. — Cuéntame. ¿Qué locura rara fue esta vez? ¿Sogas? ¿Antifaces? ¿Juguetes sexuales? — El rostro del albino comenzó a tomar color rápidamente. 

— Bueno... — Sonrió avergonzado. — Decidimos usar comida. — Oikawa se atragantó con su cerveza. — No comida, comida, sino... Ya sabes, chocolate, crema batida, helado, esas cosas. 

— Vaya que tuvieron tiempo. — El castaño lanzó la lata vacía junto a las demás y se puso de pie sobre la cama de su amigo. — Bien, esto está muy aburrido para nosotros, necesitamos más diversión. 

Saltó de la cama y se acercó a su celular, conectó por el Bluetooth el teléfono al parlante en la habitación y pronto comenzó a sonar la música a un volumen bastante alto. Suga rió y se puso de pie sobre su cama, comenzando a moverse al ritmo de la música junto a Tōru quien no tardó en subir a su lado. 

Sawamura tan solo entró a su hogar cuando escuchó el escándalo proveniente de su habitación. Suspiró al imaginar que su pareja se encontraba con sus amigos nuevamente. Caminó hasta su habitación, dejando su maletín en el sofá durante el camino, al entrar al sitio su mandíbula cayó al encontrarse a Koshi y Toru en ropa interior mientras reían a carcajadas y contaban chistes terriblemente malos. 

— Muy bien~... ¿Qué le dice una foca a su madre? — Koshi llevó una mano a su mentón.

— No lo sé... ¿Qué le dice?

— I love you ¡hip! Mother foca. — Ambos estallaron a carcajadas, mientras Daichi les miraba divertido, era el peor chiste que había escuchado en su vida. 

— Chicos, deberían de ponerse algo de ropa. — Sawamura cubrió la mitad de su rostro para no mirar a Tōru semidesnudo, observando solamente a su pareja quien se giró y le miró con una sonrisa coqueta. 

— Daichi~ ¿Por qué no le enseñamos a Tōru lo que hicimos anoche? — El azabache se sobresaltó antes de reír nervioso.

— No lo creo, vístanse. — El mayor se giró, caminando a su oficina. 

(...)

Oikawa frunció su ceño antes de caer en cuenta de lo que sucedía. Jadeó y leyó varias veces lo que la aplicación decía. 

— Diablos, diablos, diablos, no ahora. — Se giró de golpe, chocando contra un firme pecho. Antes de caer, un fuerte brazo le tomó de la cintura, evitando estrellarse de trasero contra el suelo. 

— ¿Qué pasa, cariño? — Toru le observó, tragando duro. 

— Yo... Uhm... No es nada. — Se alejó del mayor, rodeándolo para ir a la habitación y buscar su bolsa con productos de higiene, entre esos productos, supresores

Oikawa mantenía consigo un calendario que avisaba un día antes de la llegada de su próximo celo, claro que esto no era totalmente exacto al predecir fechas, pero ayudaba bastante. 

— Iwaizumi. ¿Has visto mi bolsa? — Preguntó el castaño, levantándose del suelo tras buscar lo que buscaba bajo la cama. — No la encuentro, la necesito con urgencia. 

— ¿Tienes la menstruación o algo así? — Oikawa lo fulminó con la mirada. — Entiendo, entiendo, no tienes eso... Veamos... No, no recuerdo haberla visto. 

— Demonios. ¿Por qué desaparece en un momento como este? — Pasó nuevamente al lado del moreno, entrando una vez más al baño. Buscó por todo el lugar, pero la bolsa no aparecía. — Tendré que llamar a Suga, aunque es probable que continúe mal.

— ¿Qué es lo que necesitas? — Preguntó el azabache, acercándose a su pareja. — ¿Una pastilla? ¿Te duele algo? 

— No, cariño, no es dolor. — Oikawa se giró. ¿Debía decírselo? Su último celo lo enfrentó con ayuda de supresores y el cuidado de su madre, pero ahora, podría decirse que vivía junto a Iwaizumi y pasaba más tiempo con él que con su familia. Aun así, se sentía inseguro, no sabía como reaccionaría Hajime ante esto. ¿Le ayudaría con supresores? ¿Se mantendría atento? ¿Le impediría ir a trabajar? O... ¿Tendrían sexo hasta el cansancio? 

— ¿Y...? — El moreno le tomó por los hombros, observando fijamente a sus ojos. — ¿Puedo saber qué es, entonces? 

— Yo... — Una idea llegó a su cabeza. — ¡Akaashi! — Gritó. 

Corrió hacia su teléfono y marcó al número de su amigo, quien atendió a los pocos segundos. 

— ¿Toru? Creo que no es... Momento... — Gimió. La boca de Oikawa se abrió de la impresión. 

— ¡Disfruta, perra! — Exclamó para finalmente colgar. Lanzó su móvil a la cama y comenzó a caminar de un lado a otro, pensando en qué debía hacer. — Muy bien. ¡Iwaizumi! ¡Una moneda! 

— Uhm, bien. — El mayor sacó una moneda de su bolsillo trasero, después la dejó sobre la mano de Toru. 

— Si es cara, te lo diré, si es cruz, no. — Tomó una lenta respiración, rezando a los dioses que cayese cruz. Lanzó la moneda al aire y segundos después volvió a su mano, Tōru la cubrió rápidamente para no verla. — Antes de ver... Iwaizumi, lo siento. 

— ¿Lo siento? — El castaño dejó ver la moneda. Ahogó un grito al ver que la misma había caído en cara. — Suéltalo. 

— Por todos los dioses, tengo una suerte de mierda. — Susurró para sí mismo el menor antes de suspirar. — Bien... ¿Cómo lo digo? 

— Sé directo. 

— Mi celo llegará en cualquier momento. — Escupió de golpe. El rostro de Iwaizumi comenzó a perder color lentamente. — Por dios, sabía que no era buena idea. — Se lamentó mientras guiaba al mayor a la cama y le hacía sentarse. — ¿Tan malo es? 

— No... — Volvió en sí. — No, no. Es solo que... Fue inesperado. 

— Sí, bueno. Por eso buscaba mi bolsa, necesitaba los supresores. — Iwaizumi le tomó por los hombros y sonrió. 

— Iré a comprar unos, espera aquí. ¿Bien? — El mayor salió de la habitación.

Tōru parpadeó un par de veces, había sido mejor de lo que esperaba. Suspiró con alivio y se dejó caer en la cama, sonriente mientras se revolcaba entre las sábanas y almohadas llenas del aroma de Hajime. 

Del aroma de Hajime...

Iwaizumi salió de la casa con rapidez y subió a su automóvil, conduciendo hacia la farmacia más cercana mientras sentía su corazón palpitar con fuerza. No recordaba cuando había sido la última vez que presenció a un omega entrar en celo, y ahora sería su pareja quien lo viviría, estaría con él en todo momento, y si algo salía ligeramente mal, probablemente terminarían en la cama, ambos, teniendo relaciones coitales hasta que saliera el sol. 
Hajime entró a la farmacia al llegar y compró varios supresores, no sabía cuales eran los que utilizaba Tōru, por lo que era mejor asegurarse. A parte de los supresores, compró unos chocolates y dulces para su pareja, por si llegaba a sentirse mal, eso lo alegraría aunque fuese un poco. Pagó por todo y salió del sitio, subiendo nuevamente a su auto. 
Miró la hora, sorprendiéndose, no creyó haber tardado tanto en su viaje de la casa hasta la farmacia, pero había pasado más de una media hora en el proceso. 

Oikawa tembló por unos segundos antes de abrazarse a sí mismo, sintiendo el sudor comenzar a cubrir su cuerpo. El calor que le llenaba en ese momento era insoportable, y como si no fuera poco, sentía que moriría a causa de la necesidad de una sola cosa: Sexo. 
Usualmente lograba controlarlo y no le era muy difícil, pero ahora no quería ni siquiera despegarse de las sábanas en las que estaba enrollado a pesar del insoportable calor. Se sobresaltó al escuchar la puerta abrirse, observó por un agujero de entre todas aquellas sábanas a su pareja entrar, buscándole con la mirada. 

Mirada que se tornó obscura en un par de segundos.

— ¿Tōru...? — Hajime se acercó a la bola de sábanas y las levantó un poco. El aroma del castaño impactó contra sus fosas nasales bruscamente, logrando que el moreno se tambaleara en su sitio algo ido. — Diablos. 

— Iwa... — Tōru sonrió, sentándose, segundos más tarde se abalanzó sobre Iwaizumi, uniendo sus labios con los contrarios en un beso desesperado.

— Tōru... No, toma tu medicina. — Oikawa le miró a los ojos y asintió. El moreno le sentó en la cama y sacó de una bolsa uno de los tantos supresores que había comprado. — Toma.

Era una inyección de un solo uso fácil de colocar. Oikawa la tomó tembloroso antes de levantar la manga de su camisa y hacer presión sobre su brazo, sintiendo un leve pinchazo y algo frío en su piel.
Cerró sus ojos por un momento y después volvió a acostarse sobre la cama, abrazando las sábanas.
La medicina tardó unos minutos en hacer efecto, y al hacerlo, el castaño suspiró con alivio, se sentía mejor que antes, por supuesto, menos acalorado y más cuerdo.
La necesidad de tener relaciones sexuales con cualquier alfa que se le cruzara bajaron. Hajime se acercó a él y le abrazó por la cintura, depositando un beso en su frente.

— ¿Te sientes mejor? — Oikawa asintió. — Eso es bueno... ¿Quieres que te deje descansar?

— Quédate.

Iwaizumi asintió, cubriendo a ambos con las sábanas. Los ojos de Tōru volvieron a cerrarse tras mirar al moreno, quien se dedicó a cuidar del menor por las siguientes horas.
Una parte de Hajime se sentía aliviado por impedir que Tōru sufriera de aquello, pero otra parte, en lo más profundo de su ser rogaba por desgarrar las ropas del menor y hacerle suyo una y otra vez, para finalmente clavar sus dientes en su nuca.

Iwaizumi sacudió la cabeza, no quería siquiera pensar en eso, no lo haría, se lo había dicho a Tōru, no hasta que ambos estuvieran seguros, no hasta que ambos contrajeran matrimonio y prometieran estar juntos hasta el fin de sus días.
Observó el rostro tranquilo de Oikawa quien continuaba descansando, su piel como siempre, tenía un brillo natural que le hacía ver más "angelical e inocente" de lo que realmente era, sus labios rosados parecían tan suaves y dulces como una cereza, sus largas pestañas eran irreales ante los ojos del moreno. Definitivamente él estaba locamente enamorado del omega a su lado, solo deseaba estar junto al castaño hasta el último de sus días, verle despertar a su lado, ir a dormir juntos, hacer una vida, hacer una familia, disfrutar uno del otro.

El teléfono del ojimarrón comenzó a sonar, Iwaizumi miró la pantalla, era Keiji. Tomó el dispositivo y contestó, llevándolo a su oreja.

— ¿Akaashi?

"¿Hajime?" — Hubo un corto silencio. — "¿Le ha sucedido algo a Tōru? Yo... Uhm... No pude responder correctamente hace unas horas".

— No te preocupes, él está bien. — Acarició los cabellos del castaño y sonrió. — Parece que ha llegado su celo.

"¿Su celo? Diablos. ¿Qué tal está? ¿Se ha medicado?"

— Lo ha hecho. Fui por medicina a la farmacia, al llegar había comenzado, pero ahora está bien. — Aseguró el moreno.

"Gracias a los dioses. No lo descuides, cuídalo bien por hoy, y mañana de ser necesario, pasará rápido".

— Entendido.

"Iré a verle más tarde".

— No hay problema, te esperaremos. — Hajime terminó la llamada y dejó el teléfono en su sitio, volviendo su atención a Oikawa.

Tōru despertó de su sueño una hora más tarde, siendo Iwaizumi lo primero que sus ojos miraron. Sonrió y se aferró al mayor, hundiendo su rostro en el cuello del contrario.

— Siento ser una carga. — Hajime le abrazó negando.

— No eres una carga para mí, Tōru. — Intentó besar al castaño, quien se negó. — ¿Pasa algo?

— Déjame lavarme los dientes primero. — Pidió. Iwaizumi rodó los ojos y le tomó del mentón, uniendo sus labios en un lento beso. — Iwaizumi... Debo de apestar...

— No importa.

Tōru enredó sus dedos en los cabellos del moreno, profundizando aún más el delicado beso hasta tener que alejarse a causa de la necesidad de oxígeno.

— Akaashi llamó. — Comentó Hajime.

— ¿Qué dijo?

— Vendrá a verte pronto, quiere asegurarse de que te encuentres bien. — Ambos se miraron por unos segundos antes de reír a carcajadas.

— No puedo creer que llamara en tan mal momento... Por todos los dioses, que vergüenza.

— Bueno... Era de esperarse si hablamos de Bokuto Koutaro, es un hormonal, incluso más que yo. — Tōru le miró sin creerlo.

— No puede ser, se ven tan tranquilos.

— Las apariencias engañan, cariño, Akaashi sabe muy bien como fingir que no le duele el trasero. — Ambos se abrazaron. — Deberías de pedirle unas clases.

— Oh, vamos... Quizás Bokuto sea más hormonal, pero tú eres un animal al hacerlo.

— Oye. Admite que te gusta. — Tōru le miró, fingiendo pensarlo de más.

— No lo sé... — El rostro ofendido de Hajime le hizo sonreír. — Quizás.

— Lo tomaré como un sí. — Ambos volvieron a unirse en un suave beso.

— Iré a darme una ducha. — Tōru suspiró, pero antes tomó su teléfono y marcó la número de Hanamaki. El susodicho contestó tras unos segundos.

"¿Tōru? Ya es algo tarde ¿No crees?"

— Takahiro. Lo siento, resulta ser que ha llegado mi celo. ¿Crees poder decirle al jefe que no me siento del todo bien? Mañana volveré y trabajaré el doble de ser necesario.

— Claro que no. — Aseguró Hajime quien se encontraba aún acostado en la cama. Oikawa rodó los ojos.

"Claro, le avisaré. Mejórate, baka". — El de cabellos castaño claro colgó primero. Tōru dejó el teléfono en su sitio y caminó al baño, cerrando la puerta tras de él.

Al entrar al baño, se observó por unos segundos en el espejo, no se veía tan demacrado como hacía unos meses atrás, pero aún así el cansancio se notaba en su rostro. Podía observar algunas pequeñas marcas que desaparecían con el tiempo en su cuello y clavícula, sonrió, sintiendo un cosquilleo en su vientre.

— Demonios, no debería de pensar en sexo todo el tiempo. — Se quejó el castaño. Se deshizo de todas sus prendas de vestir y las lanzó al canasto de ropa sucia.

El agua caliente impactó contra su cuerpo al estar bajo la ducha, suspiró con una sonrisa mientras sus manos recorrían su piel, lavándose.
No negaría que aún se sentía caliente, pero los síntomas eran casi inexistentes para ese momento, probablemente su calentura era la normal de todos los días cuando pensaba en Hajime. Oikawa se sonrojó, ni siquiera en la ducha podía dejar de pensar en él, se sentía patético.

— Tōru. — Tocaron a la puerta. — Akaashi ha llegado.

— ¡Saldré en unos minutos! — Aseguró el castaño, terminando de ducharse.

Tomó una toalla limpia y secó su cuerpo, seguido de esto se retiró del baño para ir a buscar qué vestiría. Decidió no romperse la cabeza pensando en ello, además de que sería Keiji quien le visitaría, no la reina Isabel. Se puso su pijama favorito y bajó a la sala de estar, encontrándose a Keiji ahí, esperando por él.

— Hey. — Saludó. Akaashi al verle sonrió y se acercó a saludarle con un beso en la mejilla.

— ¿Qué tal? Escuché que tu celo llegó.

— Sí, así fue, pero está todo controlado. — Levantó su pulgar.

Ambos tomaron asiento en el sofá, Oikawa miró a Akaashi con una sonrisa pícara mientras este apartaba la mirada sonrojado. Los dos omegas, con tan solo mirarse sabían lo que pensaba el otro.

— Cuéntame, Akaashi. — El azabache rió nervioso antes de mirar a Tōru y suspirar.

— Bueno... Quizás estaba algo ocupado cuando llamaste.

— Oh, eso lo sé perfectamente. — Keiji sintió como su rostro tomaba color. — Iwaizumi me dijo que debería de pedirte unas clases de actuación.

— ¿Actuación?

— Para que no parezca que Iwaizumi me partió el trasero la noche anterior. — Akaashi soltó una carcajada. — Diablos, no te rías.

— No es nada del otro mundo evitar hacer expresiones faciales que te delaten. — Akaashi se recostó sobre el regazo de Tōru mientras este veía algo en su teléfono. — Entonces no han hecho eso.

— No, pudo haber sucedido de no ser por Iwaizumi, ni bien había llegado y ya estaba encima de él.

— Vaya que lo tomó con calma, no quiero pensar en lo que debió de sentir en ese momento. — Oikawa dejó su teléfono a un lado y le miró confundido. — No creas que es fácil para Iwaizumi sentirte de esa manera y no poder tocarte, es la naturaleza de los de su tipo. En más de una ocasión Bokuto no logró controlarse y terminamos... Bueno... Teniendo sexo toda la sagrada noche.

— Akaashi... — Tōru jadeó. — No lo pensé. Diablos, Iwaizumi debió de sentirse pésimo.

— Ya debe de haberlo olvidado, no te preocupes por algo sin importancia. — El ojiazul sonrió. — Mejor disfruta tu noche.

— Ya estoy medicado.

— Eso no significa que apagues lo que eres realmente. Solo recuerda usar preservativo, estos días son un dolor de trasero cuando se trata de fertilidad. — Tōru asintió.

Keiji tenía razón, tener relaciones coitales en uno de estos días significaba una gran amenaza de quedar en cinta si no se utilizaba algún tipo de protección o método anticonceptivo, y como Oikawa había dicho anteriormente, no bebés aún.

— Akaashi. ¿Qué tal? — El moreno se hizo presente, observando al azabache recostado sobre el regazo de su pareja. — ¿Cómodo?

— Oh, vamos, Iwaizumi, no seas celoso. — Habló Oikawa con una sonrisa. — Ya parece Bokuto.

— Tenían que ser amigos. — Keiji se recompuso. — Creo que es mejor que vuelva a casa.

— ¿Tan pronto?

— Ya te lo dije. Disfruta tu noche. — Tōru tragó duro.

— Oh. Entiendo. — Ambos se pusieron de pie. Oikawa se encargó de despedir a Keiji, quien antes de marcharse le susurró al oído del castaño unos cuantos consejos y detalles, dejando a un Tōru muy avergonzado.

Oikawa se giró y caminó hacia Iwaizumi, abrazando al mayor mientras disfrutaba de su aroma. Hajime le cargó en sus brazos y comenzó a caminar de vuelta a la habitación, ambos en silencio, disfrutando de la compañía del contrario.
Al llegar a su destino, el moreno cerró la puerta y apagó las luces. Se acostó junto a Tōru en la cama y suspiró, cerrando sus ojos.

Pero Iwaizumi no estaba enterado de que esa noche no iba a ser una noche tranquila gracias a Oikawa.

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