14
— ¿Cómo te sientes? — El moreno se sentó al lado de Oikawa y acarició su mejilla, depositando un beso en su frente.
— Estoy mejor. — Tōru llevó una mano a la herida que comenzaba a sanar en su cabeza. — Aún duele un poco, pero ya está casi curada.
— Me alegra escucharlo. — Iwaizumi le tomó por la cintura, dejando un suave beso en sus labios. — Vamos a desayunar.
Tōru se puso de pie con ayuda de Iwaizumi y ambos bajaron al comedor. Habían pasado tres días desde el incidente ocurrido en aquellas calles solitarias cerca del hogar de Oikawa. En esos días, Iwaizumi se volvió aún más sobre-protector de lo que era inicialmente.
En otras palabras, trató a Tōru como un niño pequeño al que debía cuidar cada segundo de su vida. Por supuesto que tampoco le permitió ir a trabajar, y convenció a Hanamaki para que –si por alguna razón Tōru escapaba e iba al trabajo– no le permitiera la entrada y lo llamara de inmediato.
— Cariño, creo que ya puedo volver al trabajo. — Comentó Tōru, colgándose del cuello del azabache quien le miró dudoso.
— No lo creo, solo han pasado tres días.
— El doctor dijo que todo se encontraba bien, Iwaizumi. — Juntó sus labios en un delicado beso con el contrario. — No debes de preocuparte, acordamos que desde ahora irías por mí y me llevarías a donde lo necesitará. ¿No? Estaré bien, bebé.
Hajime sintió cosquillas en su estómago al escuchar el nuevo sobrenombre, miró a Tōru y suspiró.
— Descansa por hoy, mañana puedes ir si lo deseas. — Oikawa asintió, besando su mejilla.
Ambos tomaron asiento en sus respectivas sillas y agradecieron, comenzando a comer. Iwaizumi se la pasó vigilando que Tōru comiese todo y no se sintiese mal en cualquier sentido.
Con el paso del desayuno, ambos decidieron pasar tiempo juntos en la habitación del moreno, simplemente abrazándose mientras hablaban de cualquier cosa.
— ¿Qué te parecen estas? — Hajime le mostró su teléfono, dejando ver dos camisas a juego de pareja, tenían estampados en el centro, una de las camisas tenía un planeta, mientras la otra tenía una nave especial del mismo estilo.
— Oh. Son muy bonitas. — Oikawa las observó antes de mirar a Iwaizumi y sonreír. — ¿Te las compro?
— No. — Hajime besó su frente. — Las conseguiré yo. — Tōru rió mientras dejaba su teléfono a su lado y abrazaba al mayor, hundiendo su rostro en el pecho contrario.
— Iwaizumi. — Llamó Oikawa. — Quiero hablar sobre un tema... Es algo delicado.
El moreno frunció su ceño, dejó su teléfono celular a un lado y se sentó, prestando atención al menor quien mantenía sus ojos cerrados.
— Dime. ¿Pasó algo?
— No, nada grave. — Respondió Tōru. — Pero... Hajime ¿Tú quieres tener hijos? — Iwaizumi se atragantó, segundos después apartó la mirada.
— Sí... Supongo. — El castaño abrió finalmente sus ojos y le miró. — ¿Tú quieres tener hijos?
— Si soy sincero... — Hizo una mueca. — No estoy seguro... Al menos no en este momento. — Iwaizumi sonrió, abrazándolo. — Preferiría vivir un poco más la vida antes de dedicar mi tiempo a hijos.
— Lo comprendo, eso está bien. — Tōru sonrió. — Podemos tenerlos después, los que quieras, nuestros, adoptar... Lo que desees estará bien para mí.
Oikawa sintió que su corazón saltaba de alegría, rió y se lanzó a los brazos de Iwaizumi, dejando delicados besos en sus labios.
— Te amo, Iwaizumi. — Susurró, observándole a los ojos. Hajime sonrió tomando su cintura.
— Yo te amo más, Tōru. — Ambos se fundieron en un beso más lento y apasionado.
Tras el paso de las horas, Iwaizumi tuvo que ir a trabajar, Oikawa agradecía que lo hiciera desde casa, así, si tenía algún problema podría ir solamente hasta su oficina y buscarle.
Tōru abrió el refrigerador y una enorme sonrisa apareció en su rostro al ver un bote de gran tamaño de helado.
— Suzuë. ¿Este helado es importante? — Preguntó Tōru sacando el postre, la mujer se giró.
— Si quieres algo solo tómalo, cariño. — Oikawa sonrió tal cual niño y agradeció, volviendo a la habitación.
Se lanzó a la cama y encendió la TV, poniendo una extraña película romántica. No le agradaban del todo las películas de este género, pero habían excepciones que eran buenas.
Gimió con una sonrisa al llevar la primer cucharada de helado a su boca, sabía delicioso.
Como se debe suponer, el helado no duró más de media hora en sus manos cuando el bote estuvo totalmente limpio y vacío.
— He acabado. — Hajime entró por la puerta, observó a Tōru abrazando una almohada mientras lloraba desconsoladamente. — ¿Tōru? ¿Bebé? ¿Qué pasó? — Preguntó acercándose al castaño con rapidez.
— ¿Cómo se les ocurrió...? — Miró a Hajime quién no comprendía. — ¿Cómo se les ocurrió asesinar al protagonista? — Preguntó antes de volver a soltar en llanto.
Iwaizumi suspiró aliviado al ver la TV encendida, era solo una película.
Tomó a Tōru en brazos y besó su frente, acariciando su espalda mientras reía internamente por lo ridículo que su pareja se veía todo mojado y lleno de mocos.
— Es solo una película, cariño, deja de llorar.
— Iwaizumi. — Tōru le miró. — ¿Puedo darme una ducha? — Secó sus lágrimas con las mangas de su camisa.
— Por supuesto. ¿Necesitas otro pijama? — Oikawa se miró, el que llevaba puesto probablemente estaba todo lleno de lágrimas y suciedad. — Sí, creo que sí. Anda, ve a bañarte, te daré una de mis camisas.
— Gracias.
Oikawa se puso en pie y fue al baño, sacó sus prendas de vestir y giró el grifo de la ducha, sintiendo el agua caliente caer sobre su cuerpo.
~❃~
— Akaashi. — Koutaro asomó la cabeza por la puerta, notando a su pareja escribir en su laptop. — Oikawa esta aquí.
— ¿Oikawa? — Dejó el computador a un lado y se puso en pie, bajando a la sala de estar.
Bokuto lo observó atónito en todo momento, era realmente difícil para él lograr que Keiji soltara el computador cuando estaba trabajando, pero tras escuchar el nombre del castaño no debió ni de repetirlo.
— Akaashi~... ¿Te gusta Oikawa? — Lloriqueó el bicolor yendo tras el azabache.
— Por supuesto que no. — Respondió sintiendo sus mejillas picar un poco. — Te amo, Bokuto. — Keiji se detuvo. Se volvió hacia Koutaro y le besó delicadamente.
— ¿Por qué siempre estás feliz al ver a Oikawa?
— Porque es un buen amigo. ¿Acaso no sucede lo mismo cuando viene Iwaizumi a visitarte? — Bokuto lo pensó antes de asentir. — No dudes de mi amor por ti, nunca. — Depositó un último beso en los labios contrarios antes de girarse y continuar su camino hacia la sala de estar.
Al llegar a la sala de estar notó a Tōru sentado en uno de los sofás, de piernas cruzadas mientras hablaba por teléfono.
— Cariño, te he dicho que no — Habló tranquilo, segundos después jadeó. — ¡Por todos los cielos, Hajime!... No, no y no. — El ceño del castaño se frunció. — Te juro por los dioses que si compras esos calzoncillos de alienígenas te patearé el trasero y te dejaré en abstinencia por los próximos tres meses.
— Vaya amenazas. — Rió Keiji tomando asiento a su lado.
— Debo colgar, hablaremos más tarde. — Alejó el teléfono de su oreja, dando fin a la llamada. — Lo siento, Iwaizumi insistía en comprar... Eso, ya sabes, prefiero no mencionarlo, es incómodo.
— ¿Calzoncillos de alienígenas? — Oikawa hizo una mueca. Keiji rió. — ¿Qué tal las cosas?
— De maravilla. — Tōru se recostó en el sofá, suspirando. — He terminado las clases, solo debo de ir a trabajar, tengo demasiado tiempo libre para mi gusto.
— ¿Primera vez? — Akaashi se inclinó, apoyando su cabeza en el hombro de Oikawa. — A veces el trabajo tampoco es suficiente para mí.
— Planeaba visitar a Shōyō pronto, su embarazo avanza rápidamente.
— ¿Qué tal está?
— Hablé con Tobio hace poco. — Respondió Oikawa. — Me dijo que han comenzado los antojos y que Shōyō despierta a media noche pidiendo cosas extrañas.
— ¿Extrañas? — Keiji le miró asentir.
— Hace tres días le pidió crema de afeitar. — Akaashi soltó una carcajada. — Sabes como funcionan estas cosas, hasta que no lo probó y sintió el sabor horrible dejó de insistir, Tobio debe de estarse volviendo loco.
— Bueno, pronto Iwaizumi vivirá lo mismo. ¿No?
— Por todos los cielos, no. — Respondió Tōru agitado. — No me siento listo, debo de vivir más la vida, Keiji.
— Entiendo, creí que a como son ustedes dos con respecto al sexo pronto tendrían una camada de cachorros corriendo por su casa. — Oikawa jadeó aterrado.
— ¡Akaashi!
— ¡Lo siento! — Se disculpó mientras tomaba la mano de Tōru y observaba sus uñas, arregladas y largas. — Pero, bueno, me imagino que planean tenerlos en un futuro. ¿No es cierto?
— Quizás, comienzo a prepararme mentalmente para esto.
— No puede ser tan malo. — Keiji sonrió. — Yo... También quiero quedar en cinta.
Tōru se sentó de golpe en el sofá, haciendo que Akaashi recobrara la compostura.
— ¿En serio? — Akaashi asintió. — Por los dioses, todos quieren tener hijos ahora. ¿Soy un bicho raro por no quererlos aún?
— Para nada. — El azabache llevó una mano a su mentón. — ¿Qué hay de Sugawara y Daichi?
— Oh. — Tōru suspiró. — Uhm. ¿Cómo decirlo...? Daichi es estéril.
La mandíbula de Keiji cayó por la sorpresa, Oikawa posó un dedo bajo la misma y cerró su boca.
— Por dios, no lo imaginé jamás.
— Yo tampoco, pero bueno, son cosas de la vida. — Respondió Oikawa. — De todas formas, planean adoptar a algún niño en el futuro o intentarlo por medio de Fecundación in vitro, aunque la segunda es menos probable.
Bokuto apareció de repente, trayendo consigo una bandeja con tres tazas de té.
— Bokuto. ¿Qué tal? — El mayor entrecerró los ojos. — ¿Sucede algo?
— Cree que me gustas y yo te gusto.
— ¡Akaashi~! — Se quejó el bicolor tras ser descubierto.
Oikawa sintió sus mejillas colorarse antes de soltar una carcajada. Jamás posaría sus ojos en alguien como Akaashi. Sí, era hermoso ante los ojos de Tōru, pero hasta ahí, él ya estaba flechado por Iwaizumi y nada cambiaría eso.
— Bokuto. No me gusta Akaashi. — Aseguró Tōru tomando una taza de té. — Deberías de saberlo.
— Lo sé. — Se cruzó de brazos como niño, apartando la mirada.
— Akaashi, si yo fuera tras de ti ¿Me harías caso? — Koutaro abrió sus ojos de golpe y observó a Keiji quien sonrió con un leve sonrojo en sus mejillas.
— Por supuesto que no, no podrás darme lo que Bokuto me da, tanto material como sentimental... Y otras cosas. — Oikawa comenzó a tomar color rápidamente.
— ¡Hey! ¡Tampoco es tan pequeño! — Se quejó el castaño, Koutaro soltó una carcajada.
— Apuesto que lo es. — Oikawa rascó su mejilla nervioso.
— Bien, bien, no es necesario hablar de eso. — Agregó Keiji, poniéndose de pie y yendo hasta Bokuto para sentarse sobre sus piernas. — Dime, Bokuto... Si Iwaizumi fuera tras de ti. ¿Le harías caso?
— Por supuesto que no. — Abrazó a Akaashi con fuerza, hundiendo su rostro en el cuello del azabache. — Me gustas tú, por siempre y para siempre.
— Oh, que romántico. — Susurró Tōru mientras dejaba la taza de té sobre la bandeja nuevamente. — Uhm. Creo que es hora de irme.
— ¿Te doy un aventón? — Ofreció el bicolor, Oikawa negó.
— Le pondré un mensaje a Iwaizumi. — Y así lo hizo, segundos después de avisarle a Hajime ya había contestado, asegurando de que estaría allí dentro de unos minutos.
— Ten cuidado, Tōru. Llámame si algo sucede. — Pidió el ojiazul, Tōru asintió y se despidió de ambos una vez más antes de salir del lugar y esperar al moreno afuera.
Tras el paso de unos minutos, Oikawa observó un auto estacionarse frente a él. No esperó a que Iwaizumi bajara, subió por su cuenta y le miró.
— Gracias por venir, cariño. — Tōru se inclinó, depositando un beso en los labios contrarios.
— ¿Y? ¿Qué tal te fue?
— Bien, solo hablábamos. — Respondió Oikawa mientras se colocaba el cinturón, y seguido de esto sacaba su teléfono celular. — Iwaizumi, hoy tengo trabajo. ¿Lo recuerdas?
— ¿A qué hora entrarás? — Preguntó el azabache mientras conducía, centrado en la carretera.
— A las cinco, saldré aproximadamente a las ocho y media o nueve, Hanamaki cerrará hoy. — Guardó su teléfono y miró a su pareja con una sonrisa. — ¿Terminaste con el trabajo?
— Sí, hace unas horas. — Guardó silencio por unos segundos antes de hablar. — Bebé, del uno al diez que tan cansado estás.
— Un mil. — "Por todos los cielos, no, mi trasero aún duele". Pensó Oikawa, evitando su mirada con un leve sonrojo en sus mejillas.
— Oh. Eres un gran mentiroso. — Tōru rió. — Está bien, cariño. ¿Te apetece ir a comer algo?
— En realidad me siento aún lleno, comí bastante esta mañana. — Estiró su mano y tomó la de Hajime, entrelazando sus dedos. — ¿Podemos ir a casa y descansar?
— Por supuesto, cielo, no hay problema en ello. — Respondió el ojiverde mientras giraba por una esquina, Oikawa sonrió mordiendo su labio, la imagen que veía en ese preciso momento del moreno era tan caliente que comenzaba a causarle problemas. — Tōru~.
— ¿Si? — Preguntó con inocencia el castaño mientras acariciaba el dorso de la mano contraria con su pulgar. — ¿Qué pasa, cariño?
— Deja esos pensamientos de lado, por favor. — Pidió el azabache antes de soltar la mano de Oikawa y posarla sobre su muslo, apretando suavemente. — Tú fuiste quien dijo que estaba cansado.
Tōru tomó su mano y la apartó de su pierna, pudo notar a Iwaizumi fruncir su ceño, cosa que le hizo emocionar aún más.
— Oh, Iwaizumi. — Habló dramáticamente. — Si tan sólo tuviese un alfa que me hiciera el amor suave y sin prisa... — Llevó una mano a su frente tal cual princesa mientras entrecerraba sus ojos para ver a su pareja.
— Tōru. — El auto se detuvo de golpe. Oikawa tragó duro.
"No debí hacer eso" Habló para sí mismo antes de sentir los penetrantes ojos de Iwaizumi sobre él.
— Siéntate en mi regazo, ahora. — El ojimarrón se cruzó de brazos, ignorando sus palabras.
Hajime suspiró, intentando mantenerse en calma. Sus manos viajaron a las caderas de Oikawa y le obligó a sentarse sobre sus piernas, mirando fijamente sus ojos en el proceso. Tōru sonrió, posando sus manos en los anchos hombros de Iwaizumi quien mantenía su expresión seria.
— ¿Debo recordarte que estamos en público? — Susurró el castaño, acercándose a los labios contrarios, mas no hubo contacto entre los mismos.
— No estoy tan seguro de eso. — Oikawa frunció el ceño y observó hacia afuera.
¿En qué momento llegaron a un sitio como ese? Hacía unos minutos estaban en plena ciudad, y ahora se encontraban en el medio de la nada. — Nadie puede vernos aquí.
— Estás muy seguro de eso. — Hajime se encogió de hombros.
Ambos se observaron por unos cortos segundos antes de abalanzarse hacia el otro en un desesperado beso, buscando aún más contacto entre ambos. Iwaizumi llevó sus manos al trasero de Tōru apretándolo mientras el castaño se dedicaba a mover sensual y lentamente sus caderas sobre la entrepierna contraria. Ambos podían sentir el calor apoderarse rápidamente del sitio.
Un quejido salió de los labios de Oikawa al sentir los dientes de Iwaizumi enterrarse en su piel, tirando de la misma mientras acariciaba sus piernas de arriba hacia abajo.
— No hagas eso... — Susurró Oikawa, enredando sus dedos en los cabellos azabache del moreno. — Mghm. Iwaizumi, detente con eso.
— ¿No te gusta? — Preguntó Hajime pasando su lengua por la piel herida de Tōru.
— Me encanta... Pero-
— No lo haré aún. — Susurró Iwaizumi en el oído del ojimarrón mientras se deshacía de sus ropas. — No hasta que nos casemos.
Tōru sintió sus mejillas comenzar a tomar color hasta parecer un tomate andante. El mayor le apegó al volante, y movió sus caderas más rápido, sintiendo como una dolorosa erección comenzaba a sobresalir de sus pantalones.
— Quítate eso ya. — Rogó Oikawa, clavando sus uñas en los brazos de Iwaizumi, quien sonrió burlón.
— ¿Desesperado, cielo? — Tōru frunció el ceño.
Hajime terminó de sacar sus prendas de ropa, dejando solamente su camisa mal colocada.
Oikawa quiso quejarse por no dejarle apreciar su pecho y abdomen marcados, –que amaba, amaba cada centímetro de la piel del contrario– pero Iwaizumi adentrando sus dedos en su interior alejó rápidamente esos pensamientos de su cabeza, haciéndole soltar un ruidoso lamento.
Sus piernas temblaron ante los lentos y tortuosos movimientos de las falanges contrarias haciendo de las suyas en su interior. Iwaizumi se inclinó, llevando uno de los rosados pezones de Tōru a su boca, deleitándose con el dulce de su piel y los magníficos sonidos obscenos que de la boca de Oikawa salían.
— Me vengo... — Tōru jadeó, moviéndose en busca de más. Iwaizumi le negó lo que deseaba, sacando sus dedos de la cavidad del menor. — Iwaizumi~
— No quiero que te vengas aún. — Susurró, acariciando la cintura de Oikawa. — Lo pondré adentro.
Tōru le observó sacar un preservativo de la guantera antes de aferrarse a su cuello, sintiendo la larga longitud del mayor abrirse paso en su interior, logrando sacarle un bullicioso gemido, buscó los labios de Hajime, y al encontrarlos no dudó en fundirse en un desesperado beso, ahogando sus gemidos mientras su cuerpo era manipulado al gusto del moreno.
Los movimientos lentos se convirtieron en saltos duros que lograban hacer sentir lleno de Tōru, quien no se guardó ni un solo gemido. Iwaizumi sonrió orgulloso, amaba escucharle ser ruidoso de aquella forma, hacerle saber a quien sea que estuviese cerca sobre quien era el que le hacía gemir de esa forma tan exagerada.
— Iwa... — Sus ojos se cerraron con fuerza. Hajime gruñó sintiendo como su longitud era presionada por la estrecha cavidad de Oikawa, avisando que su orgasmo estaba a nada de llegar. — No... No puedo... Más.
— Córrete, hazlo. — Hajime tomó sus caderas y comenzó a embestirle con rudeza, provocando que los gemidos fueran reemplazados por gritos de extremo placer.
Iwaizumi logró "Llevarle a otra dimensión de placer", "tocar el cielo" y "tener el mejor orgasmo de su vida", todo en un solo momento que Oikawa disfrutó como nunca antes de colapsar sobre el pecho del azabache, quien le envolvió con sus brazos.
Hajime notó como, aun después de unos minutos, el cuerpo de Tōru continuaba temblando, su respiración se había calmado un poco, pero parecía aún no superar su anterior orgasmo.
— ¿Te sientes bien? — Oikawa negó. — Te ayudaré.
Tomó las prendas de vestir de Oikawa y le ayudó a colocarlas nuevamente. Al acabar, le dejó en su asiento e hizo lo mismo con sus prendas de vestir, soltando un suspiro al acabar.
— Tōru. — Iwaizumi se giró para observar a su pareja. Tōru se había quedado dormido. — Diablos. No estás muerto ¿Cierto?
Confirmó que Oikawa sólo dormía al notar su pecho subir y bajar con más calma. Por unos segundos Iwaizumi se arrepintió al ser tan rudo con el castaño, quien claramente había dicho antes que estaba cansado.
Se inclinó y dejó un suave beso en la frente del ojimarrón.
Continuó con su camino a casa en silencio, sintiéndose aún algo agitado con el reciente acto sexual entre ambos, pero más calmo que como inicialmente se encontraba.
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