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En los últimos tiempos, cada día parece traer consigo una nueva carga de responsabilidades y preocupaciones que se acumulan sin cesar, como capas de nieve pesadas sobre mis hombros. El estrés se ha vuelto un compañero constante, una sombra que me sigue a donde quiera que vaya, impidiéndome encontrar paz incluso en los momentos de supuesto descanso.

La ausencia prolongada de Saeed solo ha servido para amplificar mi sensación de soledad y desasosiego. Durante ese tiempo, me vi obligado a enfrentarme a mis propios demonios en la oscuridad de mi mente, luchando contra ellos sin el consuelo reconfortante de su presencia. Ahora que está de regreso, esperaba que las cosas volvieran a ser como antes, pero una brecha parece haberse formado entre nosotros, una distancia que se vuelve más difícil de superar con cada día que pasa.

El trabajo se ha convertido en un peso agotador, un ciclo interminable de días largos y noches cortas, donde el tiempo se desvanece entre informes, reuniones y exigencias constantes. La escuela, a pesar de haber obtenido una beca que alivia ligeramente mi carga financiera, sigue siendo un desafío constante, un recordatorio constante de mi lucha por mantenerme a flote en un mar de responsabilidades y expectativas.

Aunque he logrado asegurarme un lugar donde dormir pagando una renta, la idea de vender mi auto, mi único refugio en este mundo caótico, sigue siendo impensable para mí. Cada vez que me subo a él, siento un destello de libertad e independencia que me ayuda a enfrentar el día con un poco más de valentía.

Me enfrento a estas batallas solitarias con una fachada de fortaleza, ocultando mis verdaderos sentimientos detrás de una sonrisa forzada y un gesto valiente. No quiero que nadie sienta lástima por mí, ni siquiera Saeed, a quien amo más que a nada en este mundo. Prefiero cargar con el peso de mis problemas solo, antes que ser una carga para los demás.

Y así, me sumerjo cada vez más en la oscuridad de mi propia mente, luchando en silencio contra las tormentas que amenazan con arrastrarme. Cada día es una nueva batalla, una lucha constante por mantenerme a flote en un mar de incertidumbre y desesperación. Pero sigo adelante, con la esperanza de que algún día, encontraré la paz que tanto anhelo.

25 de marzo del 2024

La conversación había empezado con la tensión palpable en el aire, como una tormenta que se avecinaba en el horizonte. Mis palabras eran un intento desesperado de explicar lo inexplicable, de justificar mis acciones ante los ojos heridos de Saeed. Pero cada frase que pronunciaba parecía ser interpretada como un nuevo agravio, como una traición más en una serie interminable de desencuentros.

Saeed no podía creer que mi llamada no fuera motivada por el deseo genuino de arreglar las cosas entre nosotros. Sus palabras resonaban en mis oídos como un eco distante de la verdad que no quería enfrentar.

—¿Cómo puedes siquiera pensar en poner fin a esto sin siquiera intentar hablar? —había preguntado con voz temblorosa, la incredulidad teñía cada sílaba de su pregunta.

Y yo, incapaz de soportar el peso de la verdad, había respondido con un torrente de palabras que brotaban de lo más profundo de mi ser.

—¡No puedes entenderlo! —había gritado, la desesperación se reflejaba en cada gesto—. No puedo soportar esto y anhelo deshacer mis errores, pero simplemente no puedo seguir adelante. Lo lamento, pero se acabó...

Con cada palabra que pronunciaba, sentía como si estuviera desgarrando mi propia alma, como si estuviera rasgando los vínculos que nos unían con mis propias manos. El dolor era abrumador, como un tsunami que amenazaba con arrastrarme hacia las profundidades más oscuras de mi ser. Pero sabía que era necesario, que no podía seguir arrastrando a Saeed hacia el abismo en el que me encontraba sumido.

Aunque cada fibra de mi ser gritaba de dolor, sabía que era la única salida posible. Necesitaba liberarme de este ciclo interminable de dolor y conflicto, necesitaba encontrar la paz que tanto anhelaba. Y si eso significaba sacrificar mi propia felicidad en el proceso, entonces así sea.

Con un suspiro tembloroso, colgué el teléfono, dejando atrás un silencio sepulcral que parecía envolverme en su abrazo frío y desolador. El dolor seguía palpitando en mi pecho, como un eco constante de la tragedia que acababa de desencadenar. Pero a pesar de todo, sentí un destello de alivio, una chispa de esperanza en medio de la oscuridad. Tal vez algún día, tanto Saeed como yo encontraríamos la paz que tanto anhelábamos, incluso si eso significaba separarnos en el proceso. Pero en ese momento, el peso de la decisión me dejaba sumido en un mar de dolor y desesperación.