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Las semanas se deslizan una tras otra, cada día una repetición tediosa de tensiones y conflictos que amenazan con ahogarme por completo. Las fechas se desvanecen en la neblina de mi mente, eclipsadas por la tormenta que ruge en mi interior.

Las disputas con Saeed se vuelven una constante en nuestras vidas, cada discusión más amarga y desgarradora que la anterior. Las palabras afiladas y los reproches vuelan de un lado a otro, dejando cicatrices invisibles en nuestras almas.

Mis padres siguen presionándome para que acepte a Valeria en mi vida, insistiendo en que sería una buena elección para mí. Sus expectativas pesan sobre mis hombros como una losa, aplastando cualquier esperanza de encontrar la paz y la felicidad.

El odio hacia mí mismo se convierte en una compañía constante, susurros oscuros que me susurran al oído, recordándome una y otra vez mis fallas y errores. Me encuentro atrapado en un ciclo destructivo de auto-flagelación, incapaz de escapar de la espiral descendente en la que me hallo. Los pensamientos intrusivos se agolpan en mi mente, oscureciendo cualquier rayo de luz que intente colarse en mi oscuridad. Me siento atrapado en una pesadilla de la que no puedo despertar, luchando desesperadamente por encontrar una salida antes de que sea demasiado tarde. Cada día es una batalla interna, una lucha por mantenerme a flote en un mar de desesperación y desesperanza.

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Las llamadas de Skandar se convierten en un eco constante en mi vida, una presencia que no puedo ignorar, aunque lo desee con todas mis fuerzas. Cada vez que el teléfono suena y veo su nombre parpadeando en la pantalla, siento un nudo en el estómago, una mezcla de temor y anticipación que me consume por completo.

A pesar de mis intentos por evitar sus llamadas, Skandar persiste en su empeño por mantenerse en contacto conmigo. Sus palabras son como aguijones que me perforan el alma, recordándome una y otra vez las expectativas que han depositado en mí, las responsabilidades que aún no he cumplido.

—Endrike, necesitamos hablar. No puedes seguir evitándome de esta manera —dice Skandar al otro lado de la línea, su tono firme y decidido.

Cada conversación se convierte en un campo de batalla, con palabras afiladas y emociones crudas que se enfrentan en una lucha por la supremacía.

—Lo siento, Skandar, simplemente no puedo lidiar con esto ahora mismo —murmuro, sintiendo cómo la tensión se acumula en mis hombros.

Su constante insistencia por hablar sobre nuestra relación me agota más de lo que puedo soportar. Las discusiones con Saeed también se convierten en una constante en nuestras vidas, cada confrontación más amarga y desgarradora que la anterior.

—Endrike, ¿por qué no podemos simplemente hablar de esto? No podemos seguir evitando nuestros problemas —exclama Saeed, su voz cargada de frustración y dolor.

Sus preguntas y demandas me abruman, y me encuentro cada vez más incapaz de satisfacer sus expectativas. Me siento atrapado en un ciclo sin fin de desilusión y desesperación, luchando por encontrar una salida de este laberinto emocional en el que estoy atrapado.

Los mensajes de mis padres son otra fuente de estrés en mi vida, una constante recordatoria de las expectativas y presiones que enfrento día tras día. Cada vez que leo sus palabras, siento un peso en el pecho, una sensación de ahogo que amenaza con consumirme por completo.

—Endrike, ¿has hablado con Valeria últimamente? Tu madre y yo solo queremos lo mejor para ti, y creemos que ella sería una buena elección —dice mi padre en uno de sus mensajes, su voz cargada de expectativas no cumplidas.

En medio de este caos emocional, me siento como un náufrago perdido en un mar de incertidumbre y confusión. Cada llamada, cada mensaje, cada conversación me sumerge más y más en la oscuridad, y luchar contra la corriente se vuelve cada vez más agotador.

La constante insistencia de Saeed por hablar sobre nuestra relación me agota más de lo que puedo soportar. Cada conversación se convierte en un campo de batalla, con palabras afiladas y emociones crudas que se enfrentan en una lucha por la supremacía.

Sus preguntas y demandas me abruman, y me encuentro cada vez más incapaz de satisfacer sus expectativas. Me siento atrapado en un ciclo sin fin de desilusión y desesperación, luchando por encontrar una salida de este laberinto emocional en el que estoy atrapado.