28 de agosto 2021
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Me encontraba sentado en el borde de mi cama, contemplando el bullicio de la ciudad desde la ventana de mi pequeño apartamento en Horizonville. El ajetreo y el ritmo constante de la vida urbana contrastaba profundamente con la serenidad que había experimentado en Lakeside Hollow, mi hogar de toda la vida. Sin embargo, esa sensación de tranquilidad que me invadía aquí, lejos de mis padres, era algo que nunca antes había sentido.
Agradecía profundamente la oportunidad de haber sido aceptado en esta prestigiosa universidad. Recordaba el día en que tomé la decisión de aplicar a Horizonville, decidido a escapar de las cadenas de la opresión familiar. Mis padres, con su mentalidad estricta y conservadora, habían moldeado cada aspecto de mi vida hasta entonces, dictando mis elecciones y limitando mi libertad.
Pero yo anhelaba la libertad que no podía encontrar bajo su techo. Quería explorar el mundo, descubrir quién era realmente fuera de su influencia. Así que decidí tomar el riesgo y aplicar a una universidad lejos de casa, en un lugar donde pudiera ser dueño de mi destino.
La primera semana antes de que comenzaran las clases fue un período de autodescubrimiento. Vivir solo por primera vez me permitió sumergirme completamente en la experiencia de la independencia. Fue entonces cuando tomé la decisión de perforarme el labio inferior, un acto simbólico y un paso hacia la construcción de mi propia identidad.
La sensación de la aguja perforando mi piel fue liberadora, un recordatorio tangible de que ahora era dueño de mis propias decisiones. Además, decidí cambiar por completo mi estilo de vestimenta, dejando atrás los trajes y las corbatas que mis padres tanto valoraban. Opté por una estética más rebelde y auténtica, una expresión externa de mi nueva libertad interior.
6 de septiembre del 2021
El primer día de clases en la Universidad Estatal de la Ciudad de Horizonville se presentaba como cualquier otro día de comienzo de semestre. Caminaba por el campus con el paso apagado, sintiéndome desanimado y sin energía. Parecía que el universo había decidido jugar en mi contra, sumiéndome en un estado de ánimo sombrío desde el momento en que me levanté de la cama.
Pero intenté convencerme a mí mismo de que era solo un día malo, uno de esos momentos que todos pasan de vez en cuando. Con esa idea en mente, continué mi camino hacia la universidad, tratando de enfocarme en las tareas del día y dejar de lado mis preocupaciones.
Al llegar al campus, me encontré con mi mejor amigo, Skandar, quien me esperaba cerca de la entrada principal. Ambos nos saludamos con una sonrisa y comenzamos a caminar juntos hacia nuestros respectivos salones.
— ¿Cómo estás, Endrike? —preguntó Skandar, mirándome con preocupación.
— Bien, supongo —respondí con un suspiro—. Hoy estoy un poco cansado.
— Entiendo, el primer día siempre es un poco agotador —comentó Skandar con una sonrisa comprensiva—. ¿Qué tal estuvo tu fin de semana?
— Nada emocionante, solo me quedé en casa y terminé algunos trabajos pendientes —contesté encogiéndome de hombros—. ¿Y tú?
— Oh, yo fui a ver esa nueva película que tanto quería ver y luego salí a cenar con algunos amigos —explicó Skandar con entusiasmo—. Fue genial, ¡deberías haber venido!
A medida que conversábamos, compartimos detalles sobre nuestras experiencias en las primeras clases del día y nuestras impresiones sobre los profesores. Skandar parecía emocionado por algunos de los cursos que había elegido y mencionó que estaba ansioso por aprender más sobre sus materias favoritas.
Por mi parte, admití que estaba un poco abrumado por la carga de trabajo y las expectativas académicas, pero Skandar me tranquilizó con algunas palabras de aliento y optimismo. Su positividad era contagiosa, y poco a poco empecé a sentirme más confiado en mis habilidades y en mi capacidad para enfrentar los desafíos que se avecinaban.
Cuando finalmente llegó el momento de ir a clases, nos separamos para dirigirnos a nuestros respectivos salones. Aunque el día había comenzado con un aura de pesimismo, la conversación con Skandar me había levantado el ánimo y me había dado la motivación necesaria para enfrentar lo que sea que el semestre tuviera reservado para mí.
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Después de una jornada de clases agotadora y una serie de presentaciones con profesores y compañeros, finalmente llegó el momento de salir de clase. Los pasillos bulliciosos rebosaban de estudiantes ansiosos por dirigirse a la cafetería y recargar energías. Entre la multitud, divisé a Skandar entablando una animada conversación con una chica de cabello negro. Al acercarme, reconocí de inmediato a la joven que habíamos conocido el fin de semana anterior en el centro comercial.
— ¡Hola, chicos! ¿Qué están tramando por aquí? —dije, uniéndome al grupo.
— Hey, Endrike. Estamos hablando de... —comenzó Skandar, pero fue interrumpido por Daniela.
— Endrike, qué alegría verte aquí con nosotros.
Con una sonrisa, me uní al grupo formado por Skandar, la misteriosa chica y la recién llegada. Las palabras fluían entre nosotros con cierta animación, aunque la interacción no era demasiado intensa. Fue entonces cuando Daniela llamó la atención de otro estudiante, un chico de cabello ondulado y unos ojos verdes hipnotizantes.
— ¡Saeed! Ven aquí, queremos presentarte a alguien.
Al notar su presencia, experimenté una extraña sensación de nerviosismo y emoción. Le dediqué una sonrisa enigmática, tratando de ocultar la turbulencia de emociones que se agitaba en mi interior. Saeed parecía sentirse un tanto avergonzado y algo incómodo bajo mi mirada, pero pronto nos presentamos cordialmente.
— Un placer conocerte, —dije—. Soy Endrike Everhart.
— El placer es mío, —respondió Saeed—. Saeed Lenzz.
Decidimos apartarnos un poco del grupo y entablar nuestra propia conversación, dejando que Daniela y Skandar continuarán con la suya. Mientras nos dirigimos hacia una mesa, noté que Saeed y yo compartimos cierta incomodidad inicial, pero también una curiosidad mutua que comenzaba a brotar.
Buscando un tema de conversación, señalé un Sinsajo de Los Juegos del Hambre que asomaba tímidamente desde su mochila.
— ¿Te gusta leer? —pregunté.
La respuesta de Saeed fue afirmativa y entusiasta, mientras Daniela intervino para confirmar que a él también le apasionaban los libros de fantasía. Este descubrimiento nos brindó un punto de partida para una conversación más profunda.
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