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Siento un nudo en la garganta mientras contemplo la pantalla de mi teléfono. Han pasado 24 horas desde que todo este caos comenzó y Endrike no ha respondido. Parece que me ha bloqueado de todas las redes sociales en las que antes nos seguíamos. Me siento perdido y exhausto, tanto física como mentalmente, sin saber qué hacer en medio de esta confusión y dolor.

De repente, escucho un suave golpeteo en la puerta. Daniela (quien tiene una copia de la llave de mi casa) entra a mi habitación con una expresión de preocupación en el rostro.

— Saeed, ¿puedo hablar contigo? —pregunta con gentileza.

Asiento con la cabeza, agradecido por su presencia.

— Claro, Dani. Adelante —respondo, tratando de mantener la compostura.

— ¿Qué demonios está pasando? —pregunta directamente, su tono lleno de preocupación.

Me siento abrumado por la emoción, pero sé que necesito desahogarme con alguien en quien confío.

— Anoche terminamos, y fue de una forma bastante cruel —comienzo a relatar, con la voz entrecortada por la emoción—. Endrike simplemente desapareció sin una explicación clara, y ahora parece que ni siquiera quiere hablar conmigo.

Con lágrimas en los ojos, le cuento absolutamente todo a Daniela, sin ocultar ningún detalle de la dolorosa experiencia que he estado viviendo. Ella me escucha atentamente, sintiendo el peso de mi tristeza y confusión.

Al terminar de hablar, rompo a llorar, incapaz de contener la tormenta de emociones que me abruman. Daniela se acerca y me abraza con fuerza, brindándome palabras de consuelo. Sé que todo esto es difícil para mí, pero su apoyo me da un rayo de esperanza.

Ella me promete que intentará averiguar con Skandar qué es lo que ha pasado, y esa pequeña muestra de solidaridad me reconforta en medio de la oscuridad emocional que estoy atravesando.

Me siento abrumado por la tristeza y la culpa mientras Daniela me abraza con cariño. Es en ese momento de vulnerabilidad cuando siento la necesidad de confesarle lo que he estado cargando en mi corazón.

— Dani, me siento culpable —susurro, apenas capaz de articular las palabras.

Ella me mira con compasión y sacude la cabeza con firmeza.

— No, Saeed, nada de esto es tu culpa. Tiene que haber una explicación para todo lo que está pasando. No te castigues así —me dice con voz suave pero decidida.

Pero la culpa sigue pesando sobre mí como una losa, y siento la necesidad de explicarle lo que estoy sintiendo.

— Es inevitable no sobre pensar todo esto. Me siento culpable por lo que pasó. No sé por qué, pero creo que es mi culpa. Soy una basura como novio, Dani —confieso, dejando que las lágrimas fluyan libremente.

Daniela me aprieta con más fuerza, tratando de transmitirme su apoyo y comprensión.

— Saeed, escúchame. No eres una basura, eres una persona increíble y mereces ser amado. Lo que pasó fue doloroso, pero no fue tu culpa. No te castigues de esta manera. Estoy aquí para ti, y juntos encontraremos una forma de superar esto —me asegura con dulzura.

Entre sollozos, continúo compartiendo mis pensamientos más íntimos con Daniela.

— Nuestra relación no era perfecta, Dani, pero jamás pensé que sería mala o que terminaría de esta forma —confieso, con la voz temblorosa por la emoción—. Intenté ser lo que Endrike siempre merecía, pero ahora no sé si él merecía esa versión que le mostré.

— No puedo creer que actuara de esa manera —dice con sorpresa, su expresión reflejando su consternación por lo ocurrido—. Pero siento que hay algo más detrás de todo esto.

Asiento con tristeza, agradecido por su comprensión y su determinación de buscar respuestas.

— No lo estoy defendiendo, Saeed. Sé que su comportamiento no fue correcto, pero aun así, siento que hay algo que sucede. Haré todo lo posible por hacer que las cosas se aclaren, sin importar nada —afirma con determinación.

Las palabras reconfortantes de Daniela llegan a mi corazón como un rayo de esperanza en medio de la oscuridad. Su seguridad en que todo tiene una explicación me da un destello de fe en que las cosas podrán ser resueltas.

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Después de que Daniela se retira, me encuentro solo en mi habitación, rodeado de recuerdos que ahora parecen amargos y pesarosos. La luz tenue de la lámpara crea sombras danzantes en las paredes, reflejando mi estado de ánimo sombrío. Con un suspiro profundo y pesado, me acercó al estante donde guardo los objetos que Endrike me regaló a lo largo de nuestra relación.

Cada objeto tiene su propia historia, su propio significado, y ahora parecen susurrar suavemente recuerdos que preferiría olvidar. Pero sé que no puedo simplemente borrar de mi vida los momentos felices que compartimos, a pesar del dolor y la traición que siento en este momento. Es por eso que me resisto a deshacerme de ellos, aunque el solo hecho de verlos me cause un dolor agudo en el pecho.

Con manos temblorosas, comienzo a recoger cada regalo, cada nota, cada recuerdo, y los colocó con cuidado en una pequeña caja de madera. Algunas personas podrían optar por deshacerse de estos objetos, tal vez tirándolos al fuego de la rabia o regalándolos en un acto de despecho. Pero yo no puedo hacer eso. No puedo simplemente borrar de mi vida los momentos felices que compartimos, a pesar del dolor que siento en este momento.

Mientras guardo cada objeto, siento un peso adicional en mi corazón. Cada uno parece llevar consigo el eco de lo que una vez fuimos juntos, de los momentos felices y las promesas compartidas que ahora yacen rotas y desvanecidas en el aire. Es un recordatorio constante de lo que perdí y de la persona en la que confiaba y amaba, ahora convertida en una sombra de su antiguo yo.

La única cosa que dejó fuera de la caja es una foto de ambos tomada en la marcha del pride del año pasado. La miró con una sonrisa triste, viendo nuestras caras llenas de alegría y complicidad en aquel momento de felicidad compartida. Las lágrimas brotan de mis ojos mientras me pregunto una y otra vez qué es lo que ha pasado entre nosotros, cómo hemos llegado a este punto de ruptura y dolor.

Con un suspiro, cierro la caja y la guardó en un lugar seguro, no tengo respuestas en este momento, solo tengo preguntas y un corazón roto.