25 Marzo 2024
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Caminaba por los pasillos de la universidad, sintiendo el peso de la incertidumbre aplastándome el pecho. El dolor de cabeza que me martilleaba la sien era solo una pequeña muestra del torbellino de emociones que me consumía por dentro. Anoche todo terminó de repente, sin previo aviso, y desde entonces he estado tratando de entender qué pasó exactamente.
No sé por qué decidió terminar nuestra relación de esa manera, y no puedo sacarme de la cabeza la idea de que algo hice mal. ¿Qué fue lo que causó que rompiera nuestro vínculo de casi dos años y medio sin siquiera darme una explicación? La pregunta sigue resonando en mi mente, alimentando mis dudas y temores.
Decidí buscar a Endrike entre la multitud de estudiantes que llenaban los pasillos, con la esperanza de encontrar alguna respuesta a mis interrogantes. Pero, por más que lo busqué, no logré dar con él en ningún lado. Cada vez que doblo una esquina y no lo veo, mi corazón se encoge un poco más.
¿Habré hecho algo malo sin darme cuenta? La idea me atormenta, haciendo que cuestione cada momento de nuestra relación. No puedo aceptar que nuestro amor se haya desvanecido de la noche a la mañana sin una razón válida. Pero, ¿qué otra explicación puede haber?
El dolor de cabeza se intensifica con cada minuto que pasa, convirtiéndose en un eco de mi confusión y angustia. Necesito respuestas, necesito entender qué sucedió para poder seguir adelante. Pero, por más que busco, no encuentro ninguna pista que me indique hacia dónde dirigirme.
Con el tiempo corriendo en mi contra, me doy cuenta de que no puedo seguir buscando a Endrike. A regañadientes, decido dejar de lado mis preguntas sin respuesta y dirigirme a mi primera clase del día: estadística. Mientras camino hacia el aula, siento que mi mente está abrumada por la confusión y la frustración, pero también sé que no tengo otra opción más que enfrentar la realidad.
Al entrar al salón, el ambiente académico me rodea, pero mi cabeza sigue dando vueltas con pensamientos sobre lo sucedido. No quiero sumergirme en los detalles de la materia, pero sé que necesito distraerme de alguna manera. Tomó asiento y sacó mi teléfono, esperando encontrar alguna señal de Endrike, alguna explicación que calme mi inquietud. Pero una vez más, me enfrento al vacío de su ausencia, una confirmación dolorosa de que está evitando enfrentar la situación.
La ira y la tristeza se mezclan en mi interior, pero me obligó a contener mis emociones. No puedo permitirme derrumbarme en medio de la clase, mostrando una vulnerabilidad que preferiría mantener oculta. Aunque me siento al borde de las lágrimas, me obligó a mantener la compostura, manteniendo una fachada de calma ante mis compañeros de clase.
El tiempo avanza implacablemente, llevándome a lo largo de las horas de la lección mientras lucho por mantener mi atención en el material. Cada vez que mi mente divaga hacia pensamientos sobre Endrike, me esfuerzo por reconducir mis pensamientos hacia la tarea en cuestión, aunque sea solo por un momento.
Es un acto de equilibrio precario, mantener mis emociones bajo control mientras intento seguir adelante con mi día. Pero sé que debo hacerlo, porque no puedo permitir que una situación personal afecte mi desempeño académico o mi bienestar emocional. Aunque por dentro me siento destrozado, por fuera debo seguir adelante como si nada estuviera mal, ocultando mis verdaderos sentimientos detrás de una máscara de normalidad.
Mi desempeño en esta clase ha sido un desastre. El profesor ha recalcado que no he prestado atención en la clase, y cuando me lo señala, lo único que logró articular es que no he dormido bien y que me duele la cabeza. Su preocupación por mi estado me lleva a ser enviado a la enfermería, aunque en realidad solo espero obtener una simple pastilla para el dolor.
-Saeed, ¿estás bien? No pareces estar en tu mejor momento hoy -dice el profesor con una expresión de preocupación.
-Sí, profesor, solo he tenido una mala noche y me duele mucho la cabeza -respondo, tratando de sonar convincente.
-De acuerdo, ve a la enfermería y asegúrate de descansar un poco. Necesitas estar en buena forma para seguir con tus estudios -me dice el profesor, pareciendo genuinamente preocupado por mi bienestar.
Agradezco su preocupación y me encamino hacia la enfermería, aprovechando el trayecto para buscar a mi novio o ¿exnovio? En los pasillos. Sin embargo, una vez más, no hay rastro de él. La sensación de incertidumbre y confusión crece en mí mientras me pregunto qué está pasando y qué debo hacer al respecto.
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