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Mientras me sentaba a la mesa rodeado de mi familia para la cena de Navidad, una sensación de opresión me invadía. Los pensamientos intrusivos se agolpaban en mi mente, como si estuvieran luchando por salir a la superficie. Intenté mantener una expresión tranquila, pero por dentro me sentía sofocado.

Mis padres y parientes continuaban con sus conversaciones superficiales sobre lo bien que les iba a todos, ignorando por completo cualquier indicio de incomodidad que pudiera estar sintiendo. A veces, sus comentarios me parecían tan vacíos y falsos que apenas podía contener mi desdén.

En otras ocasiones, simplemente respondía con cortesía, sin revelar mi verdadera angustia. Pero a medida que la cena avanzaba, la presión seguía aumentando. Una parte de mí quería huir de todo eso, dejar atrás esta farsa de "familia perfecta" que solo servía para ocultar la verdad.

En un momento de desesperación, miré el cuchillo que tenía delante, imaginando lo fácil que sería poner fin a toda esa hipocresía. La idea de clavármelo pasó fugazmente por mi mente, una forma de liberarme de esta falsedad que me ahogaba.

Fue entonces cuando recordé por qué había decidido aplicar a una universidad lejos de mi familia. Quería escapar de esta atmósfera sofocante, de las expectativas y presiones que siempre parecían envolverme en casa. Anhelaba la libertad y la oportunidad de descubrir quién era realmente, lejos de esta máscara de perfección familiar.

Respiré profundamente, conteniendo mis emociones mientras me recordaba a mí mismo que pronto volvería a la independencia y la autenticidad que había encontrado en Horizonville. Mientras tanto, haría lo mejor que pudiera para sobrevivir a esta cena de Navidad y esperar el momento en que pudiera volver a ser yo mismo.

La tensión en la mesa aumentaba a medida que mi madre comenzaba a invadir mi privacidad con sus preguntas sobre la universidad y mi vida amorosa. Traté de mantener la compostura mientras respondía vagamente a sus interrogantes, pero por dentro me estaba enfureciendo.

—Endrike, ¿cómo te está yendo en la universidad? ¿Has conocido a alguna chica interesante? —preguntó mi madre con una sonrisa expectante.

Intentando mantener la calma, respondí — No he tenido mucho tiempo para conocer gente nueva últimamente, mamá. Estoy bastante ocupado con las clases y los proyectos de la escuela —

Sin embargo, la situación alcanzó su punto máximo cuando mi padre decidió intervenir, expresando su desconcierto por mi elección de estudiar diseño gráfico en lugar de algo más "práctico" que me dejara más oportunidades laborales.

—Hijo, no entiendo por qué decidiste estudiar diseño gráfico en lugar de algo más sólido y rentable. ¿No crees que estás desperdiciando tu talento? —cuestionó mi padre con preocupación.

—Simplemente quise hacer algo diferente, papá. No me veía estudiando algo que no me apasionaba solo porque parecía más "seguro" en términos de carrera. Quiero dedicarme a algo que realmente me interese y me llene, aunque eso signifique enfrentar la incertidumbre.

La tensión en la mesa parecía aumentar con cada comentario intrusivo de mis familiares. Justo cuando pensé que la conversación se había calmado, una de mis tías decidió sumarse al interrogatorio.

—Oh, Endrike, hace poco me encontré con la hija de una conocida mía. ¡Ha crecido tanto y se ha vuelto una joven muy hermosa! Sería encantador que te conociera —comentó con una sonrisa cómplice.

Sus palabras confirmaron mis sospechas. Sabía exactamente hacia dónde iba la conversación y no me sorprendió en absoluto. Mi familia estaba decidida a intentar nuevamente emparejarme con alguna chica, como si eso fuera la solución a todos mis problemas.

Traté de mantener la calma y respondí con una sonrisa forzada:

—Gracias por pensar en mí, tía. Tal vez algún día tenga la oportunidad de conocerla.

En mi interior, estaba cansado de este juego de citas arregladas. No necesitaba que mi familia eligiera una pareja para mí. Ya tenía a alguien, tenía a Saeed, mi compañero secreto, el único con quien realmente compartía un vínculo especial. Sabía que no podía decir abiertamente que no necesitaba una pareja porque ya tenía a alguien en mi vida. No solo por el qué dirán de mi familia, sino también por lo tradicional, conservador y homofóbicos que pueden llegar a ser.

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Compartía con mi madre cómo había conocido a Saeed y lo agradable que me parecía, uno de mis primos decidió intervenir de manera provocativa. Con una mirada astuta y una sonrisa socarrona, interrumpió mi relato con un comentario sarcástico.

—Vaya, Endrike, parece que has encontrado un nuevo mejor amigo. ¿O debería decir, un nuevo "amigo especial"? —dijo, enfatizando la última parte con una mueca burlona.

Su insinuación sutil pero evidente sobre la naturaleza de mi relación con Saeed me tomó por sorpresa. Traté de mantener la compostura y respondí con calma:

—Saeed es solo un buen amigo. No hay nada más que eso.

Pero mi primo continuó con sus provocaciones, lanzando comentarios punzantes y miradas significativas hacia los demás familiares, como si estuviera disfrutando de su pequeño juego.

—¿Seguro que es solo un amigo? Porque he notado lo mucho que hablas de él últimamente. Tal vez deberías presentárnoslo para que podamos juzgar por nosotros mismos —insistió, con una risa maliciosa.

Sus intentos de provocarme eran evidentes, y sentí la incomodidad crecer en mi interior. Sabía que mi primo estaba tratando de meterse en mi vida personal y hacerme sentir incómodo frente a mi familia.

A pesar de mi deseo de ignorarlo, sentí que la tensión aumentaba con cada palabra sarcástica que salía de su boca. Me sentí incómodo y molesto, pero sabía que no podía permitir que su actitud arruinara mi noche de Navidad.

Decidí seguir adelante con mi historia, tratando de desviar la atención de los comentarios de mi primo. Esperaba que, al continuar con la conversación, él eventualmente se aburriera y dejará de intentar provocarme.