18 de mayo del 2024

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Sentado en el borde de mi cama, me encuentro rodeado de recuerdos dispersos y mensajes antiguos de Saeed. Cada palabra escrita, cada regalo cuidadosamente seleccionado, parece susurrarme los recuerdos de un pasado que aΓΊn me atormenta. La habitaciΓ³n estΓ‘ sumida en un silencio sepulcral, solo interrumpido por el suave zumbido del ventilador de techo.

Me sumerjo en los mensajes, dejando que las emociones me abrumen una vez mΓ‘s. Las risas compartidas, los momentos de complicidad, las promesas de amor eterno; todo estΓ‘ ahΓ­, grabado en la pantalla de mi telΓ©fono como un recordatorio constante de lo que una vez tuvimos.

Mis manos se deslizan sobre los regalos, cada uno con su propia historia que contar. Una fotografΓ­a enmarcada de nuestro primer viaje juntos, la pluma que Saeed me regalΓ³, algunas fotos del del pride, una carta de amor que todavΓ­a puedo recitar de memoria. Cada objeto es un tesoro preciado, un vΓ­nculo tangible con un pasado que se desvanece lentamente en el horizonte de mis recuerdos.

Pero a medida que examino cada artΓ­culo con detenimiento, una pregunta persiste en mi mente: ΒΏquΓ© deberΓ­a hacer con todo esto? ΒΏDeberΓ­a aferrarme a estos recuerdos como a un salvavidas en medio de un mar de emociones tumultuosas, o deberΓ­a dejarlos ir y seguir adelante con mi vida?

Es una pregunta difΓ­cil de responder, una que me ha atormentado desde el dΓ­a en que decidΓ­ poner fin a nuestra relaciΓ³n. Por un lado, siento un profundo apego a estos recuerdos, como si deshacerme de ellos significara renunciar a una parte de mΓ­ mismo. Pero por otro lado, sΓ© que aferrarme al pasado solo me impide avanzar y encontrar la paz que tanto anhelo.

Con un suspiro resignado, recojo los recuerdos dispersos y los colocΓ³ cuidadosamente en una caja. No es un acto de determinaciΓ³n o esperanza, sino mΓ‘s bien un gesto de resignaciΓ³n ante la realidad de que todo se ha desmoronado. Saeed ya no estΓ‘ en mi vida, y aunque el dolor de su ausencia sigue latente, no puedo deshacerme de las piezas que quedan de nuestro amor compartido.

Con paso pesado, me dirijo hacia el ropero que ya venΓ­a incluido en esta casa de alquiler. Abro una de las puertas y, con cuidado, colocΓ³ la caja en un rincΓ³n oscuro y poco transitado, detrΓ‘s de una pila de ropa que rara vez uso.

Aunque sΓ© que muchas personas optaron por deshacerse de cualquier cosa que les recuerde a su ex pareja, yo no puedo hacerlo. Cada objeto, cada regalo, lleva consigo una parte de nuestra historia, una historia que no quiero borrar por completo de mi vida. Es un recordatorio de que una vez fuimos felices juntos, de que hubo momentos de amor y alegrΓ­a que valen la pena recordar, a pesar del final amargo que tuvimos.

A medida que cierro la puerta del ropero, una sensaciΓ³n de calma se apodera de mΓ­. Aunque los recuerdos aΓΊn pesan en mi corazΓ³n, tambiΓ©n siento un ligero alivio al haber encontrado un lugar seguro para guardarlos. No es un adiΓ³s definitivo, sino mΓ‘s bien un compromiso de honrar nuestra historia, incluso mientras avanzo hacia un futuro incierto.

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