11 de marzo del 2022
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Me sumerjo en la profundidad de la noche, rodeado por la penumbra de mi habitación, mientras los destellos de la pantalla de mi computadora iluminan mi rostro. Los mensajes persistentes de mi madre aparecen una y otra vez, como pequeñas estrellas fugaces que se niegan a desaparecer en el vasto universo digital. Cada uno de ellos lleva consigo la misma noticia emocionada: la fecha exacta de su tan esperada visita a la universidad, donde curso mis estudios. Su entusiasmo es palpable incluso a través de las frías letras en la pantalla, y aunque intentó ignorar la sensación, no puedo evitar sentir un ligero estremecimiento en mi interior.
Valeria, el nombre de la chica con la que apenas intercambié unas palabras, es mencionado una y otra vez en los mensajes de mi madre. La mera idea de que ella esté presente en esta visita me irrita más de lo que estoy dispuesto a admitir. ¿Por qué mi madre insiste en intentar emparejarme con alguien que apenas conozco? ¿Acaso no puede simplemente dejarme vivir mi vida sin su constante intervención?
Atravesando la densa neblina de mi mente, la figura de Saeed se alza como un faro en la distancia. Desde nuestra última discusión, un silencio incómodo se ha apoderado de nuestras conversaciones. Aunque su nombre sigue apareciendo una y otra vez en la pantalla de mi teléfono, he optado por ignorar cada mensaje que envía. El dolor de nuestra separación sigue latente, una herida abierta que se niega a cicatrizar, y enfrentarme a él en este momento solo serviría para avivar las llamas del conflicto.
Mi cabeza late con un dolor punzante mientras los recuerdos de mi vida en Lakeside Hollow, se agolpan en mi mente. ¿Para qué sirvió escapar de aquel lugar, si mi familia aún insiste en seguirme a dondequiera que vaya? ¿No pueden ver que estoy tratando de encontrar mi propio camino, lejos de sus expectativas y demandas?
A pesar de mi frustración y enojo, una voz suave y reconfortante en mi interior me recuerda que debería estar agradecido. Agradecido por tener una familia que se preocupa por mí, incluso si su forma de demostrarlo es exasperante. Agradecido por tener padres que están dispuestos a viajar largas distancias solo para mostrarme su apoyo y cariño, aunque sus acciones me hacen querer gritar de desesperación.
Los mensajes de Saeed aparecen uno tras otro, cada uno de ellos como un eco de nuestras conversaciones pasadas. Puedo sentir el zumbido constante de mi teléfono resonando en mi cabeza, una cacofonía que se mezcla con el latido doloroso de mi cabeza.
Cada mensaje no leído de Saeed es como una piedra en el zapato, una molestia constante que me recuerda la brecha que ha surgido entre nosotros. A pesar de mi determinación inicial de ignorarlos, la tentación de leer lo que tiene que decir es casi abrumadora. ¿Qué está pensando ahora? ¿Está tratando de suavizar las cosas para que podamos volver a ser como éramos antes?
El conflicto interno me consume mientras luchó con la decisión de abrir esos mensajes. Por un lado, una parte de mí anhela la reconciliación, el retorno a la calma y la normalidad que una vez compartimos juntos. Pero, por otro lado, el resentimiento y la ira aún arden dentro de mí, alimentados por las palabras hirientes que fueron intercambiadas en nuestra última discusión.
El teléfono sigue vibrando en mi mano, insistente en su llamado de atención. Cierro los ojos y respiro profundamente, tratando de encontrar la calma en medio de la tormenta emocional que me consume. Mi corazón late con fuerza en mi pecho mientras me debato entre la necesidad de resolver las cosas con Saeed y el deseo de mantenerme firme en mi posición.
Finalmente, con un suspiro resignado, deslizo el teléfono hacia un lado, decidiendo posponer la confrontación una vez más. El alivio momentáneo de evitar el enfrentamiento se mezcla con la amargura de la realidad: las cosas entre Saeed y yo no pueden seguir así para siempre. Eventualmente, tendré que enfrentar y abordar los problemas que nos separan, pero por ahora, me sumerjo en la oscuridad de mi habitación, dejando que el silencio me envuelva como un manto protector contra el caos que acecha fuera de sus paredes.
Después de un par de horas de silencio tenso, el sonido de golpes en la puerta del departamento rompe el aire pesado de la habitación. Mis ojos se deslizan hacia el picaporte de la puerta con una mezcla de sorpresa y resignación. Al mirar por el picaporte, puedo ver el rostro preocupado de Saeed, sus ojos buscando los míos en busca de una respuesta que no estoy seguro de poder darle. Sin embargo, en lugar de ceder ante la urgencia de su mirada, simplemente lo ignoro y me quedo recargado contra el marco de la puerta, manteniendo una distancia fría entre nosotros.
Los golpes de Saeed continúan resonando en mis oídos, un recordatorio constante de la tensión que existe entre nosotros. A pesar de su persistencia, me mantengo firme en mi decisión de no ceder ante él. No puedo permitirme ser arrastrado de vuelta a un ciclo de discusiones interminables y reproches.
El tiempo parece detenerse mientras sigue golpeando la puerta una y otra vez, como un eco de las palabras no dichas que pesan sobre nosotros. Por unos minutos, el mundo fuera de esa puerta parece distante y borroso, mientras me enfrento a la realidad incómoda de nuestra relación.
Finalmente, después de lo que parece una eternidad, los golpes cesan y un silencio tenso se instala en la habitación. Me quedo ahí, mirando por el picaporte, dejando que el peso de la noche me envuelva mientras me enfrento a la difícil verdad de nuestras vidas entrelazadas en un nudo de emociones no resueltas.
16 de marzo del 2022
Después de varios días desde el incidente con Saeed, aún me encuentro reflexionando sobre lo ocurrido. La imagen de su rostro preocupado sigue fresca en mi mente, y mi ánimo no está para recibir visitas. Decido alejarme de cualquier confrontación y opto por tomar mi teléfono para llamar a mi madre en busca de consuelo.
El clima caluroso del 16 de marzo se hace evidente mientras hablo con mi madre. Me sorprende escuchar que está planeando visitar Horizonville en mayo o junio, junto con Valeria y el resto de la familia. Aunque su entusiasmo por la visita es evidente en su voz, no logró compartirlo.
La idea de otra visita familiar solo agrega más peso a mis preocupaciones. No estoy emocionado por la perspectiva de pasar tiempo con Valeria o tratar de convencerla para que se inscriba en la universidad. En cambio, me siento abrumado por el conflicto no resuelto con Saeed y la sensación de intrusión en mi vida personal.
Aunque aprecio el gesto de mi madre y su amor incondicional, no puedo evitar sentirme atrapado en una situación incómoda. Me sumerjo en la conversación con ella, tratando de encontrar algo de consuelo en medio de la confusión y la frustración que siento.
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