02; 𝑱𝒖𝒅𝒂𝒔
He aprendido que el amor es como un ladrillo, puedes construir un hogar, o esconder un cadáver. Haré que se arrodille, un rey sin corona. Soy solo una tonta santa, oh baby, él es tan cruel, pero sigo enamorada de Judas, baby.
— Lady Gaga
Parecía desesperada, sus besos me lo confirmaban. Es como si hubiera estado esperando años por mí y por fin me hubiese encontrado.
No necesitó saber ni mi nombre para adentrarme en su habitación, no hemos cruzado ni una palabra y está dispuesta a desnudarse frente a mí para que esta noche la haga mía.
Mis manos comenzaron a bajar el cierre de su vestido y una vez hecho eso, las dirigí por debajo de la tela acariciando su piel, la cual, debido a mi tacto se iba erizando y tensando. Me deshice de su vestido dejándola únicamente en bragas y los guantes que tenía en ambas manos, pero no duraron mucho sobre ella, pues inmediatamente se los quitó poniéndolos a un lado con su vestido.
La habitación estaba a oscuras total y la única poca luz que entraba por el ventanal no me permitía apreciarla como me hubiese gustado, pero de lo que sí estaba seguro es que su rostro estaba serio, como si se estuviese arrepintiendo de lo que estábamos haciendo.
Sin pensarlo más volví a atraerla hacía a mí por la cintura y nuestros labios comenzaron con aquella guerra en la que ya llevaban minutos metidos. Bajé mis manos lentamente hasta su trasero y comencé a jugarlo de manera nada cortés.
Ella comenzó a desvestirme y mientras lo hacía, el tacto de sus suaves y frías manos hacían que mi cuerpo se emocionase de más, dando como resultado que eso, más su boca en mi cuello hicieran que mi erección llegará a su punto máximo expulsando aquel líquido transparente.
Estábamos únicamente en ropa interior y sentía su respiración en mi oído, mientras lamía el lóbulo de mi oreja haciendo que mi respiración comenzara a ser inestable. Con su mano comenzó a masajear mi erección por sobre la tela y eso fue el detonante que me obligó a llevarla a la cama.
De un hábil movimiento la cargué y ella me abrazó por la cadera como en el elevador. En cuanto sentí que choqué contra la cama, me senté en la orilla de esta y ella comenzó a moverse sobre mí permitiéndome sentir la humedad y calidez de su zona a pesar de las telas que nos estorbaban.
Yo comencé a devorarle el cuello y sus gemidos comenzaron a hacerse presentes, me estaba volando la puta cabeza. Una de mis manos bajó y comenzó a estimular su clítoris por sobre la tela, y sus jadeos comenzaron a escucharse con mayor intensidad en mi oído.
— Hazlo ya — pidió entrecortadamente y no pude evitar sonreír ante su petición.
— ¿Ni un por favor? — contesté burlón y a ella se le escapó una ligera sonrisa.
— Por favor, follame ya — susurró en mi oído de manera sensual para después lamer y morder el lóbulo.
Me levanté con ella en brazos y la recosté con sumo cuidado sobre las sábanas blancas. Acerqué mi boca a sus caderas y comencé a deshacerme de las bragas de encaje negro, las cuales, desde que la vi desnuda frente a mí, quise arrancarle.
Cuando me deshice de ellas, proseguí con mis bóxer liberando de una vez por todas mi erección, la cual suplicaba porque se la metiese de una vez por todas, pero necesitaba probarla antes de, quería saborearla.
Mi boca volvió a viajar a su intimidad y comencé a saborear los fluidos que expulsaba. Me sentía enviciado, y no pude evitar cerrar los ojos cuando sus gemidos comenzaron a salir cada que mi lengua jugueteaba con su clítoris, era música para mis oídos.
Después de un rato practicándole sexo oral, llevé mis dedos a su entrada y estaba demasiado mojada, aquello hizo que inconscientemente mi miembro palpitara en busca de su acogida, pero aun no. Fácilmente pude introducir dos dedos los cuales comencé a mover en cuanto se llenaron de su calidez, y un gemido ahogado salió de su garganta arrancándome una sonrisa de satisfacción.
Entraba y salía de ella, mientras mi pulgar estimulaba su clítoris provocándole un gemido tras otro, y mientras más la escuchaba, más me incitaba hacerlo a mayor velocidad.
— No te detengas, así, por favor — pidió y yo obedecí gustoso.
Sus paredes comenzaron a contraerse y sus gemidos comenzaron a sonar muy entrecortados avisándome que estaba a punto de alcanzar su orgasmo.
— Ah, vo- voy a — intentaba avisarme sobre lo que yo ya sabía que estaba próximo a suceder por lo que llevé mi otra mano a su boca e introduje mi pulgar el cual comenzó a lamer y succionar.
Seguí estimulándola hasta que finalmente llegó a su orgasmo el cual la obligó a arquear la espalda y liberar sus fluidos con un gran gemido que seguramente escucharon a 3 habitaciones de distancia.
— Mi turno — dije relamiendo mis labios y ella me dedicó una enorme sonrisa.
Se recostó sobre la cama en espera de que montase la erección que en cuanto la vi, el corazón se me quiso salir.
El orgasmo que me había hecho tener sin duda había sido el más rico que había experimentado en poco más de medio año y vaya que necesitaba urgentemente uno de esos.
A horcajadas me senté sobre él y poco a poco fui introduciendo su miembro, llenándome finalmente de él. Era realmente exquisito volver a sentir esa sensación dentro de mí y no pude evitar dibujar una enorme sonrisa en mi rostro, mientras mis ojos se cerraban en un intento de sentir todo con más intensidad.
Coloqué mis manos en su pecho y comencé a subir y bajar lentamente para comenzar a acostumbrar mi zona a su tamaño. Para cuando finalmente podía entrar y salir con facilidad fue cuando comencé a brincar sobre él a mayor velocidad.
Su boca se mantenía entreabierta y por ella salían pequeños jadeos roncos que hacían mi piel erizarse. Escuchar a un hombre jadear o gemir era lo más delicioso que podría existir en este mundo.
Nuestras respiraciones comenzaban a ser más aceleradas, el sudor comenzaba a resbalar por nuestros cuerpos y el ambiente comenzaba a sentirse cada vez más caliente.
Acercó sus manos a mis pechos y llevó uno de ellos a su boca para comenzar a lamerlo y morderlo de manera delicada. Era demasiado cuidadoso, aunque de vez en cuando su agarre se volvía más agresivo, pero lograba la combinación perfecta para que yo disfrutara lo que me hacía.
Aumenté la velocidad de mis caderas logrando que emitiera un gemido más grave, música para mis oídos.
— Mierda, que rico — lo escuché susurrar y no pude evitar sonreír.
Ahora una de sus manos viajo a mi cuello en el cual ejerció un agarré que interrumpía ligeramente mi respiración y mis jadeos.
Vaya que este hombre si sabía como satisfacer a una mujer en la cama.
Mis piernas estaban comenzando a cansarse, y por consecuencia, comenzaron a temblar, pero tenía que resistir un poco más, tenía que lograr que terminara conmigo sobre él, ¿Por qué? Simple. El logró darme un orgasmo con los puros dedos, así que mi orgullo no me iba a dejar tranquila si no lo hacía terminar.
Me deshice de su agarre y pegué mi pecho al de él escondiendo mi rostro en su cuello el cual comencé a lamer de manera sensual, y ahora, mis caderas se movían de adelante hacía atrás.
Había comenzado a recorrer mi espalda con sus manos y mi piel se erizaba, cada toque que daba sobre mi piel se sentía como un delicioso fuego calentándola. Era exquisito.
— ¿Seguirás aguantando? — pregunté entre gemidos — Puedo sentir como quieres correrte — susurré en su oído y lo sentí tensarse.
— Tal vez podrías acelerar un poco más esas caderas.
Justo en mi ego y orgullo.
Volví a erguirme y comencé a botar sobre él a mayor velocidad. Los sonidos obscenos reinaban en la habitación y nuestros jadeos comenzaron a salir con mayor velocidad.
Las yemas de sus dedos se enterraban en mi cintura y me ayudaba a impulsarme sobre él, pero lo hacía solo con una mano, pues con la otra comenzó a juguetear mi clítoris haciendo que mi cuerpo comenzará a sentirse más débil, y como consecuencia comencé a botar con menor fuerza.
— Perdiste — lo escuché decir burlón y de un hábil movimiento me colocó en cuatro para él.
Sentí su mano azotarse en mi trasero y un gemido fue lo que me arrebató.
— Tuviste un orgasmo de ventaja — contesté mientras se volvía a introducir en mí.
— Debes aprender a aceptar cuando pierdes — susurró contra mi oído una vez entró en su totalidad.
Su pecho sudado lo sentía contra mi espalda y comenzó a mover sus caderas las cuales se azotaban contra mi piel provocando aquel sonido tan característico durante el sexo.
Mis manos empuñaron las sábanas húmedas y mis gemidos se hicieron presentes mientras mis ojos automáticamente se pusieron en blanco, esa posición me permitía sentirlo hasta lo más profundo.
Sus embestidas comenzaron a ser más fuertes haciendo que nuestras pieles chocaran volviendo aquella sensación más deliciosa y fue imposible poder sentir más placer cuando sus dedos comenzaron a acariciar nuevamente mi pequeño botón.
— Mierda — no pude evitar decir.
— Córrete conmigo — pidió en mi oído.
— Tal vez podrías acelerar más esos dedos — contesté del mismo modo y lo escuché reír ligeramente.
Sus dedos comenzaron a moverse con más velocidad y fue cuando sentí mi abdomen tensarse y un escalofrío recorrió toda mi espalda. Cerré los ojos para dejarme llevar por las sensaciones que estaba experimentando y finalmente llegué a mi clímax.
Mientras disfrutaba de mi éxtasis él dio unas cuantas embestidas más y lo sentí salir de mí, para después, sentir una sensación tibia sobre mi espalda.
— Ah, joder — lo escuché gemir.
Me dejé caer quedando boca abajo sobre el colchón. Mi cuerpo intentaba recuperarse de todo lo que me había hecho sentir y sobre todo del cansancio.
— ¿Te puedo limpiar? — lo escuché detrás de mí.
— Por favor.
Después de eso, recuperar el aliento y caer en cuenta sobre lo que habíamos hecho comenzamos a vestirnos en total silencio.
Ni quiera sé su nombre, ¿Qué mierda estaba pensado?
— Fue el alcohol — pensé, pero no.
No puedo echarle la culpa al alcohol, porque ni por muy ebrio que alguien esté hace cosas que no quiera, a menos que la obliguen y a mí, no me obligaron. Así que Gianna, acepta tu error, y debes decirle a Enzo.
Mi celular me sacó de mis pensamientos, era él.
— Dime, cariño — contesté confiada, pues estaba segura de que el peliblanco no hablaba italiano.
— ¿En dónde estás, amor?
— Vine a la habitación, me estaba quedando dormida.
— Perdón que te moleste linda, ¿Puedes venir aquí?
— Claro, llego en un momento.
— Te veo ahorita.
— Ciao.
La llamada finalizó y sólo me faltaba subir el cierre de mi vestido.
— Disculpa — llamé la atención del peliblanco.
— ¿Sí?
— Podrías ayudarme con el cierre — señalé con el dedo índice mi espalda.
— Seguro.
Comenzó a acercarse a paso lento y yo le di la espalda para que pudiera hacer lo que le pedí.
Dio una última caricia a mi espalda la cual me hizo tomar aire por la boca y exhalarlo poco a poco por la nariz, estaba segura de que mi piel se había erizado. Su tacto era frío, delicado y me generaba cosquillas.
— Listo — dijo en cuanto terminó.
— Te lo agradezco, y bueno, yo, debo irme — señale con el pulgar a la puerta.
— Sí, yo también.
— Un placer — dije frunciendo los labios intentando ofrecerle una sonrisa.
— Manjiro Sano — me tendió la mano y yo la estreché, pero ni de chiste le diría mi verdadero nombre.
— Antonella Ricci.
— Un placer.
Me despedí una última vez con la mano y finalmente salí de ahí, y emprendí camino a la habitación de Enzo.
— Pasa, mi cielo — contestó después de que toqué la puerta.
El lugar estaba intacto y tenía únicamente una carpeta sobre el escritorio la cual leía con esas gafas que tanto me encantaban.
No pude evitar sentir aquella punzada en el corazón, tenía que decirle, él no merece esto.
— Hola, mi reina — se levantó del escritorio y se acercó a mí.
— Hola, amor, ¿Qué necesitas?
— Primero verte, te extraño — dejó un beso en mis labios — Y segundo, tendré una última reunión, fue de improviso prácticamente.
Caminamos hasta el escritorio, yo me senté sobre este y él se colocó frente a mí abrazándome por la cintura.
— ¿Otra? Pensé que ya nos podríamos ir a casa, y ya sabes... —susurré escondiendo mi cara en su cuello.
— ¿Y qué, Gianna? — preguntó con un tono seductor que me erizó la piel.
— Podrías tenerme a tu merced toda la madrugada, y mañana... podríamos pasar todo el día en cama — sugerí mientras dejaba ligeros besos en su cuello.
Su mano me tomó por el cuello con fuerza y pasó su lengua por mis labios, esas acciones generaron que mi zona se humedeciera como una fuente en cuestión de segundos.
— Esta última reunión y te juro que suplicaras que te deje descansar esta madrugada.
— Sí, mi señor — dije tomando mi antifaz que estaba en el escritorio junto al suyo y lo coloqué en mi rostro — Pero bueno, te dejó, amor — bajé del escritorio.
— Ah no cariño, te necesito en esta reunión.
— ¿Qué? ¿Para qué?
— Necesito una traductora — me dio un fugaz beso burlón, y yo comencé a asesinarlo con la mirada.
— Espero no dormirme.
La puerta se escuchó abrir, seguramente ya había llegado la gente de su otra reunión. Él me dio otro fugaz beso antes de que comenzara a saludar.
— Señores, buenas noches — lo escuché decir en japonés.
— Perfecto y un idioma que a penas estoy dominando, no prometo nada — dije volteándome para quedar frente a las personas que estaban terminando de ingresar a la habitación junto a sus tres hombres de confianza.
Y entonces lo vi, el peliblanco con el que hacía menos de quince minutos había estado teniendo sexo iba ingresando junto a otros siete hombres, uno de ellos, el hombre que me pidió el mechero en el balcón.
— Tiene que ser una broma — pensé con mi corazón latiendo al mil y deshaciéndome del antifaz.
— Amor mío, te presento a la organización criminal número uno de Japón, China y Corea del Sur; Bonten — Enzo dijo señalando con su brazo a aquellos ocho.
— Señores, mi esposa, Gianna Salvatore. Ella será nuestra traductora esta noche.
MIERDA, TIERRA TRÁGAME YA.
— Buenas noches — saludé haciendo una pequeña reverencia. Sentía que estaba a punto de desmayarme.
El peliblanco acarició su mandíbula con una sonrisa a penas evidente sin dejar de verme y yo le lancé los ojos más suplicantes que pude.
— Amor, ellos son Ran y Rindou Haitani — dijo en dirección al hombre del balcón y a quien le había gritado para que fuese con él — Son ejecutivos de la organización.
— Mucho gusto — les ofrecí una ligera sonrisa.
— Ya nos conocíamos — Ran me tendió la mano la cual acepté.
— ¿En verdad? — preguntó Enzo volteando a verme curioso.
— Sí, nos conocimos en el balcón, me pidió el mechero — expliqué y Enzo comenzó a asentir.
— Vaya, que casualidad — dijo con una enorme sonrisa — Pero prosigamos que si no será cada vez más tarde. Ellos son Takeomi y Haruchiyo Akashi, asesor y número dos al mando — dijo en dirección a un pelinegro que tenía una cicatriz desde su frente hasta la mejilla y a un pelirosa con cicatrices en las comisuras de los labios, muy curiosas, por cierto.
— Un placer conocerlos.
— El placer es nuestro — dijeron los dos al unísono haciendo una ligera reverencia la cual imité.
— Pueden llamarme Sanzu — dijo el pelirosa y ambos asentimos.
— Él es Mochizuki Kanji — un hombre que seguramente media dos metros era el acreedor a dicho nombre.
— Mucho gusto, ejecutivo de Bonten — dijo con su voz gruesa y semblante serio.
— El gusto es mío.
— Él, cariño, es Hajime Kokonoi, igual es ejecutivo — dijo en dirección a otro peliblanco de ojos muy rasgados y una expresión bastante curiosa.
— Mucho gusto, señorita — tomó mi mano y dejó un beso sobre ella.
— Un placer Hajime — sonreí amablemente.
— Él es Kakucho Hitto, número tres al mando — señaló a un pelinegro de ojos bicolor y una enorme cicatriz que cruzaba desde su frente hasta su ojo.
— Señorita Salvatore — hizo una pequeña referencia con su cabeza.
— Un placer — devolví aquella reverencia.
— Y finalmente cariño, te presento al líder de la organización — no es cierto, dime que es broma — El señor Manjiro Sano.
Mierda.
— Señorita Gianna Salvatore, un placer conocerla — dijo tomando mi mano de la misma manera que Kokonoi y dejó un beso más lento sobre esta.
Noté el énfasis que hizo en mi nombre, claro que lo noté.
— Igualmente es un placer conocerlo, señor Manjiro — realmente me iba a desmayar.
— ¿Gustan un trago? — Enzo preguntó y todos comenzaron a negar — Muy bien señores, entonces comencemos — tomó asiento al igual que todos en el enorme sillón de la estancia, a excepción de sus hombres de confianza que habían permanecido detrás de él.
Yo por mí lado, me dirigí nuevamente al escritorio en donde me serví un vaso de whisky, lo necesitaba, realmente necesito un trago.
— ¿Te sientes bien, cielo?
— De maravilla, cariño, es solo que lo necesito para que mi japonés salga fluido — bromeé intentando hacer que no notara algo raro.
— De acuerdo — me tendió unas carpetas — Explícales por favor, cariño, que al ser una reunión de última hora no pudimos hacer las carpetas con la información en su idioma, pero si me haces el favor de traducirles las cifras y la situación. Tú sabes como funciona — me guiñó un ojo y podía sentir como todos nos miraban.
Yo asentí y comencé a pasarles las carpetas que estaban en inglés, Manjiro lo entendería, pues así fue como nos comunicamos hace unos minutos.
Comencé a explicar cómo estaba la situación en cada país y lo que Enzo quería con ellos, una alianza a partes iguales, o al menos hacerles creer eso de principio. Él pidiendo acceso a sus zonas y a cambio, él les daría acceso a otras, y juntos podrían buscar expandirse a más países. Intentaba explicar lo mejor que podía aquella la información de la carpeta y lo que yo sabía, aunque no podía concentrarme al cien por ciento, pues sentía las miradas puestas sobre mí de doce hombres, y tres de ellas eran las más penetrantes.
La vida tenía que odiarme, la primera vez que engaño a Enzo y, ¿Tenía que ser con uno de sus posibles socios? Tiene que ser una pésima jugada de la vida.
La noche había sido tal cual Enzo lo había prometido. Mi deseo sexual había aumentado tanto este tiempo que realmente sentía la necesidad de estar con él todo el día en la cama, pero en algún momento debíamos levantarnos a desayunar, aunque fuera casi medio día, para nosotros era el desayuno.
La reunión al parecer había salido bien, ya sólo sería cosa de que Bonten lo llamará para ver cual sería el siguiente paso.
Ya estoy saboreando aquellas vacaciones.
Después de ducharme y ponerme ropa cómoda bajé las escaleras encontrándome con Enzo sentado en el sofá de la enorme sala de estar. Me coloqué detrás del respaldo y lo abracé dejando miles de besos en su mejilla.
— Buenas tardes, cielo mío — dijo con una enorme sonrisa.
— Buenas tardes, cariño, ¿Cómo dormiste?
— Hacía mucho no descansaba así de rico. Terminaste conmigo — dijo burlón.
— Bueno, tú me dejaste agotada igual, pero a pesar de eso, no tendría problemas en pasar todo el día en cama — me senté a horcajadas sobre él.
— El personal aún no se va, amor.
— Bueno, no estoy haciendo nada malo, ¿O sí? — estaba a escasos centímetros de sus labios.
— Señor y señora Salvatore — la voz de Bianca, nuestra ama de llaves, llamó nuestra atención obligándome a levantar rápidamente — Sus invitados están aquí.
¿Invitados?
Volteé a ver muy confundida a Enzo y él frunció los labios.
— Posiblemente pasar todo el día en cama deba esperar para mañana, cariño.
En ese momento pude visualizar a Manjiro y a todos sus hombres entrar en la sala de estar.
— Buenas tardes — todos saludaron al unísono.
— Buenas tardes — ambos les devolvimos el saludo.
— Pasen al comedor, por favor, los acompañamos en unos segundos — pedí y ellos asintieron — Bianca, llévalos al comedor, por favor.
En cuanto salieron de nuestro campo de visión me giré a Enzo, quien ya esperaba seguramente esa mirada que lo estaba matando, aunque la sonrisa en su rostro demostraba lo divertida que le parecía mi reacción.
— ¿En serio? ¿Traerlos a casa? ¿No pudo haber sido en un restaurante?
— Bueno, en un restaurante no podremos hablar tan libremente como aquí.
— Por Dios, Enzo, hablan japonés, no italiano.
— Bueno ya están aquí, pero, tómale el lado bueno — me abrazó por la cintura — Esas vacaciones que prometí están a la vuelta de la esquina.
¿Qué opción tenía? Ya no podía negarme, aunque quisiera. Aunque sinceramente que estén en casa no me generaba mucha confianza, eran casi unos total desconocidos.
— No pensaste lo mismo ayer al acostarte con el líder, ¿O sí? — aquella mini Gianna vestida de diablito en mi hombro izquierdo llamó mi atención.
— Cállate — rodé mis ojos ante aquel comentario.
— ¿Estás bien, linda? — Enzo atrajo mi atención.
— Sólo espero hayas pedido que prepararan suficiente comida — le advertí.
— Lo hice, tranquila — me tomó de la mano y comenzamos a caminar hasta el cuarto donde se encontraba el enorme comedor.
No sé qué es lo que están planeando, pero si esto tiene que ver con lo que sucedió entre él y yo, debo preguntárselo antes de que el trato se cierre.
— Ah, y cielo — Enzo volvió a llamar mi atención — Gracias — llevó mi mano hasta sus labios y dejó un cálido beso.
— Agradéceme cuando el trato se haya cerrado, amor — dije para finalmente entrar a la habitación.
Dependerá de mi platica con Manjiro si este trato se cierra o no, haré cualquier cosa para impedirle si sus planes son otros.
Hola de nuevo, guapos JAJAJA 💐💖
Es mi primera vez narrando un lemon desde la perspectiva del hombre, así que por favor no me funen, estoy aprendiendo 😩
Nos vemos después con el tercer cap, se nos viene la plática de Gianna y Mikey...
Los amo mucho 💐💖
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