01; 𝑩𝒂𝒅 𝒃𝒐𝒚

¿Recuerdan que los nombres de los capítulos no iban a tener relación alguna con lo que sucedía en ellos? Bueno, puedo que no en ellos, pero sí en la historia

Lean la letra que sale al principio en cada capítulo e intenten adivinar quien está diciendo eso y a quien...

¿Enzo? ¿Gianna? ¿Mikey? Idk, lo dejo a su criterio 😈

La primera será muy sencilla de adivinar de quien para quien es, pero las demás, hm...

⚠ Spoiler alert en cada letra ⚠

¿Quién es ese chico? Llamó mi atención entre todas las personas. Una cara sin expresión me gusta eso, provoca mi curiosidad. 

— Red Velvet

Una cálida sensación invadiendo mi cuerpo, junto a unos labios que dejaban ligeros besos en mis mejillas es lo que me obligó a abrir poco a poco mis ojos. Estos pesaban debido al sueño que no abandonaba mi cuerpo, pero cuando logré abrirlos en su totalidad me encontré con mi par de orbes azules favoritos.

— Buenos días, corazón — aprisioné a Enzo en mis brazos y dejé un beso cálido y largo en sus labios.

— Buenos días, princesa — dijo mientras comenzaba a acariciar mi mejilla con sus dedos — ¿Cómo dormiste?

— Como un bebé — comencé a estirar mi cuerpo y él se hizo a un lado para permitirme hacerlo bien — ¿Y tú, cariño?

— No pude dormir muy bien, estoy nervioso — se levantó estirando su cuerpo dejándome apreciar su pecho desnudo el cual se veía realmente fascinante gracias a los músculos de su abdomen y sus pectorales los cuales eran iluminados por la luz del sol que entraba por el ventanal.

Es realmente hermoso.

— ¿Nervioso? — lo cuestioné imitando su acción.

— Hoy es la fiesta — enarcó una ceja viéndome confundido.

— Oh cierto, no recordaba. Había estado tan concentrada en mi trabajo que ya no sé ni en qué día vivo.

— Ya tienes nuestros atuendos ¿No es así?

— Ya cariño, pero ¿Por qué una fiesta de antifaces? —pregunté mientras entrabamos a la ducha.

— Es bueno salir de la rutina ¿No? Todas las fiestas siempre son sin temática y llegan a ser un tanto aburridas, y viene gente nueva, de otros países, hay que hacer que tengan otro tipo de diversión.

— ¿Tú hablando de rutina? Realmente me sorprende — solté con un poco de veneno, pero pareció no darse cuenta y si lo hizo, me ignoró.

— Esperemos que esta fiesta dé sus resultados — dijo enjabonando su cabello.

— Esperemos — concluí para comenzar con mi baño.

La tarde había caído presionándonos con la hora de inicio de la fiesta, por lo que decidimos tomar otra ducha y así proseguir a vestirnos para la ocasión.

Un largo vestido negro aterciopelado strapless con una abertura de infierno en la pierna derecha y terminación en efecto cola, el cual era una verdadera obra de arte que sin duda se convertiría en uno de mis vestidos favoritos, era el que esta noche usaría junto a unos tacones en punta negros y unos guantes que terminaban de darle el efecto elegante que necesitaba. En cuanto a mi cabello no podía hacer mucho debido a lo corto que es, por lo que tuve que dejarlo suelto con unos broches para que no se viera tan simple.

Enzo, por su lado, vestía un traje de gamuza negra con ligeros estampados de flores en rojo y dorado, se veía jodidamente guapo.

Nuestros antifaces eran negros, ambos muy parecidos, con pequeños diamantes alrededor de los orificios de los ojos, con la única excepción de que el mío tenía plumas en un color dorado y rojo en el costado derecho de este, haciendo juego con su traje.

Una vez que estuvimos listos nos subimos a la camioneta para que nos llevaran al mejor hotel de la ciudad, el cual, había sido alquilado para los cientos de invitados que iban a asistir esta noche a la dichosa fiesta que terminaría siendo igual que las demás, con nada de emoción y puros hombres haciendo tratos intentando hacerse más estúpidamente ricos de lo que ya eran.

— Te veo cuando las máscaras caigan, cielo mío — dejó un casto beso en mis labios y se perdió entre la gente que ya acaparaba el lugar.

— Que estúpida fui al momento de escoger un vestido con cola — maldecí al ver que sería muy difícil moverme entre tanta gente.

Tomé mi vestido elevándolo ligeramente para comenzar a caminar entre la multitud donde podían observarse melenas, atuendos y antifaces de todos los estilos y colores. Sin duda había más personas que en fiestas anteriores.

Las máscaras caían a medianoche, poco antes de que Enzo comenzara con las reuniones que tenía planeadas para el día de hoy, así que, técnicamente eso de "vernos" se iba a limitar a un pequeño intercambio de palabras, para que después se encierre en una de las habitaciones presidenciales en espera de sus posibles futuros socios.

Faltaban cuatro horas para eso, así que el alcohol me estaba esperando y de algún modo, así poder perder la noción del tiempo hasta que esto terminara, y si mejor me iba, también perder el conocimiento.

En una de las pequeñas mesas bebía mi copa de vino y la gente se acercaba a saludarme a lo que yo les respondía el saludo de la manera más educada posible y algunos se quedaban a hacer una pequeña platica las cuales me ayudaban a hacer que el tiempo se volviera más ameno.

— Te siento detrás de mí, Massimo — hablé fuerte para que pudiera escucharme por sobre la música.

— Ese es mi trabajo señorita, lo siento si te molesto — Dijo acercándose a mí con un antifaz color rojo y decorados negros.

Massimo Ricci, el hombre a cargo de mi seguridad. Un pelinegro de aproximadamente 190 centímetros, ojos verdes aceituna y un cuerpo bien fornido. Aún recuerdo cuando Enzo me presentó con él y bromeé sobre que, si un día le era infiel, sin duda sería con él, y ante eso ambos empezaron a reír pues no podían culparme, era bastante atractivo y hasta él aceptó que ni siquiera se sentiría ofendido.

— Bonito antifaz — lo señalé con mi copa de vino.

— Gracias, el tuyo igual es muy bonito.

Massimo más que mi guardaespaldas lo consideraba mi amigo, el mejor.

— Ve a divertirte anda — lo incité a que se despegara de mí.

— Sabes que no puedo, a parte tus mejillas se están tornando rojas, lo que indica que el alcohol está comenzando a hacer efecto en ti.

— Han revisado a todos en la entrada ¿No? — él asintió — Entonces vete, faltan 10 minutos para que las máscaras caigan, estaré bien si dejo de beber.

Él no me veía muy convencido, pero sé que lo estaba tentando y en realidad no le veía la necesidad de que estuviera pegado a mí en una fiesta rodeada de gente conocida.

— ¿Vino Antonella? — su novia.

— Sí, está en la barra — señaló en dirección a la rubia de melena larga con un antifaz azul zafiro y vestido blanco.

Hice señas con la mano para que se acercará y a los pocos segundos se nos unió en la pequeña mesa con una enorme sonrisa.

— Hola, Gianna — me saludó con un caluroso beso y abrazo.

— Hola, Anto — podría considerar a Antonella como mi única amiga, o al menos a la que más frecuento.

— Le estaba diciendo a este tonto que se vayan a disfrutar la fiesta, yo estoy bien sola, así que acompáñenme — caminé en dirección a las escaleras, y ellos me siguieron.

Al llegar al elevador subimos hasta el último piso que es en donde estaban las habitaciones presidenciales con una hermosa vista de la ciudad. Caminamos hasta la mitad del pasillo y me detuve frente a una puerta la cual toqué.

— Diga — se escuchó la voz de Enzo.

— Soy yo, cariño.

— Pasa, amor — y así fue, entré a la habitación en donde él estaba acomodando un montón de papeles en distintas carpetas.

Usaba esos lentes que lo hacían ver más atractivo, verlo así siempre me arrancaba una sonrisa tonta.

— Cielo, ¿Podrías prestarme la llave de una habitación? — inmediatamente giró su cabeza para verme con el ceño fruncido.

— ¿Y la tuya? ¿Te sientes bien, linda? — se levantó para llegar a mí, y me tocó la frente con la palma de su mano.

— Sí, es para el par de tortolitos que están afuera, Massimo y Antonella, le he dicho que puede tomarse la noche.

— Si tú lo decidiste claro que puede — besó mi frente y caminó de regreso a la mesa de donde me tendió una tarjeta la cual acepté — Es la habitación del fondo. Por cierto, tienes las mejillas coloradas, ¿Ya estás ebria?

— Puede que sólo un poco — dije algo sonriente y él rio.

— Me alegro de que te la estés pasando bien.

— Gracias, amor. Por cierto, ¿Bajas? Las máscaras están a nada de caer.

— Sí, sí, claro, vamos, sólo déjame guardar esto — regresó a todas esas carpetas y las guardó en la caja fuerte.

— ¿Aquí harás las reuniones? — él asintió.

— Así es, estaba revisando los datos de la gente con quien me reuniré.

— ¿Son muchos?

— Unos cuantos, deberé hacer unas 5 reuniones.

5 reuniones, entonces estaremos en casa para el amanecer, perfecto. El lado bueno es que tenía la llave de mi habitación para dormir a la hora que quisiese.

En cuanto estuvimos en el pasillo le tendí la llave a Massimo quien me la recibió sonriente.

— Habitación del fondo, tortolitos — ambos soltaron una ligera risa.

— Señor, Gianna, gracias.

— Que se diviertan — Enzo sonrió en complicidad mientras veíamos a la pareja alejarse de nosotros.

— Ojalá nosotros disfrutemos así esta noche — sonreí un tanto melancólica al recordar nuestros primeros dos años de casados. 

Aquellos días en los que las risas y escapadas a las tantas de la madrugada reinaban nuestra relación. Cuando realmente tenía tiempo para nuestro matrimonio y disfrutaba el día a día a su lado. 

— Podría ser — dijo pegándome a su cuerpo y comenzó a besarme lentamente permitiéndome sentir la suavidad de sus labios — Pero ahorita vamos o se nos hará tarde, faltan 3 minutos.

Caminamos hasta el elevador para volver a bajar al salón en donde estaba toda la gente reunida disfrutando de la música y las bebidas. Llegamos justo a tiempo pues en ese momento la música se calló y todos giraron su vista hacía nosotros quienes estábamos en lo alto donde las escaleras comenzaban, o en su caso, terminaban para ellos.

— Es un placer tenerlos aquí está noche, agradezco mucho su presencia en esta fiesta y espero se sigan divirtiendo — Enzo comenzó a hablar y colocó su mano en mi cintura acercándome más a su cuerpo y yo sonreí para todos quienes nos veían — Ha llegado la hora de que las máscaras caigan — dijo sonriente y en ese momento todo el mundo comenzó a despojarse del antifaz que usaban, incluidos nosotros.

Los murmullos y las risas volvieron a sonar, al igual que la música indicando que la fiesta prosiguiera.

— Dame tu antifaz, cariño, yo lo guardaré — estiró su mano e hice lo que me pidió — Nos vemos más al rato preciosa, que disfrutes la velada — ya no me sorprendía que ni 5 minutos me haya dedicado, pero bueno, era de esperarse.

Vi como comenzó a alejarse de mí caminando al elevador con sus tres hombres de confianza detrás de él. Yo por mi lado, me quedé justo en donde estaba bebiendo otra copa de vino, mientras veía a la gente desde las alturas, obteniendo una mejor vista de todos y cada uno de los presentes.

Podía ver caras nuevas, seguramente sería la gente con la que se reuniría y yo pedía a gritos que lograra concretar algo esta noche para así poder irnos ese medio año que prometió de vacaciones.

Los minutos seguían corriendo y yo veía a la gente platicar y bailar. Me estaba arrepintiendo de haberle dicho a Massimo que podía irse, al menos con él hubiera tenido con quien platicar y reír junto con Antonella.

— Que egoísta están sonando, Gianna — me regañé poniendo los ojos en blanco.

Tomé otra copa de la charola de uno de los meseros que atendían la planta alta del salón y bebí un poco de ésta para después regresar mi mirada a los invitados que bailaban. O así fue hasta que mi mirada se cruzó en la entrada del lugar con la de un hombre de semblante bastante serio y cansado, usaba un traje blanco como su cabello y una camisa negra.

— Vaya hora de llegar — dije un tanto burlona para mí.

No sé cuánto tiempo estuve analizándolo, pero no podía evitarlo, algo en él me incitaba a seguir observándolo. Algo en él llamó tanto mi atención como para querer observarlo muy a fondo, o así fue hasta que su mirada volvió a cruzarse con la mía por lo cual desvié mi vista hacía otro punto de la fiesta esperanzada de que no me haya visto observándolo.

— Necesito un cigarrillo — hablaba tanto sola que Enzo se burlaba de mí, pero me he acostumbrado todo este tiempo a hacerlo, debido a la ausencia de con quien hablar durante el día.

Salí al enorme balcón del lugar, donde había escaza gente fumando o buscando un respiro de lo sofocante que podía llegar a ser estar rodeado de tanta gente. Abrí mi pequeño bolso de mano en donde únicamente cabía mi celular, mi cajetilla y el mechero, lo único que necesitaba esta noche.

Encendí un cigarrillo y dejé el mechero en la barandilla para proseguir a recargarme sobre esta.

La noche estaba tranquila y cálida, el clima nos favoreció, aunque de momentos una ligera brisa soplaba llevándose todas las nubes para así ofrecernos un hermoso cielo estrellado y un clima acogedor, aunque un tanto frío de vez en cuando. La ciudad de noche era una de mis cosas favoritas.

— Creo que ya sé cuál será mi siguiente pintura — susurré soltando el humo del cigarrillo viendo cómo se disipaba por el viento.

— Disculpa — una voz hablándome en japonés me obligo a voltear.

— ¿Sí? — dije en dirección a un hombre bastante alto de cabellos lilas, era muy raro su estilo, pero me gustó porque salía de lo convencional.

— ¿Tienes mechero?

— Claro, aquí tienes — se lo tendí y él lo recibió sonriente.

— Muchas gracias — me lo devolvió con una enorme sonrisa y una ligera reverencia en cuanto lo encendió.

— No es nada — le sonreí antes de regresar la vista a mi inspiración.

Él se colocó a mi lado y fue algo extraño, ya que, había demasiado espacio libre como para no haberse ido a otro lado.

— ¿Eres de aquí? — preguntó dando una calada al cigarrillo.

— Sí, nací en Milán — solté el humo — Llevo en Italia toda mi vida, ¿Y tú? Japonés, supongo.

— Así es, Tokio para ser exactos — afirmó y yo asentí — ¿Cómo sabes japonés si llevas toda tu vida en Italia?

— Memoria fotográfica y tiempo libre, se me facilita todo — me encogí de hombros restándole importancia.

— ¿Y hablas más idiomas?

— Inglés, japonés y muy básico de francés, cuando se tiene mucho tiempo libre los libros y el arte son el único escape — solté una risa nasal.

— Que envidia — exhaló el humo del cigarrillo.

— ¿Envidia del tiempo libre? Que va, aburre.

— ¿De verdad eso crees?

— Sin duda alguna, cuando se trata de pasarlo sola es lo peor de mundo, en cambio si tuviera con quien pasarlo, ahí ya sería mu-

— ¡Ran! — no terminé de pronunciar cuando escuché una voz gritar y el alto volteó — Ven, nos habla el jefe.

— Tengo que irme, un gusto — dio una calada muy profunda antes de apagar el cigarrillo y tirarlo en el lugar indicado.

— Adiós — dije viendo como se alejaba a un paso apresurado — ¿Qué tan sola debo estar para platicarle mis problemas a un total desconocido?

Mi cigarrillo se terminó y después de unos dos minutos apreciando el cielo decidí regresar al interior, en donde la gente ya estaba más animada gracias al alcohol y la música que sonaba bastante fuerte.

Con otra copa de vino me coloqué en una de las mesas de la planta baja observando a las personas bailar los diferentes ritmos que sonaban.

Y entonces, lo vi nuevamente, estaba a dos mesas. Nuestras miradas se encontraron y de cerca pude apreciarlo mejor. Un cabello blanco y brillante como la luna que hacía juego con el traje que vestía, el cual, parecía hecho a la medida y de una tela extremadamente fina, el cual acompañaba con una camisa que hacía juego con sus ojos cansados y en un tono más oscuro que la noche, era un poco más alto que yo, seguro que no pasaba el 1.75.

Aparté mi vista unos segundos y para cuando volví a voltear lo vi abriéndose paso entre la multitud, pero sin dejar de observarme con determinación, lo que ocasionó que el calor me subiera a las mejillas y un escalofrío recorriera mi cuerpo.

— ¿Qué mierda sucede? — susurré casi para mí al no entender la sensación que recorrió mi cuerpo.

Era una sensación de calor, de eso estaba segura.

Comencé a caminar a la entrada del lugar, no sin antes voltear una última vez a aquel hombre que seguía observándome con una copa de vino en sus manos pálidas, me hizo tragar en seco. Necesitaba alejarme un poco de ahí porque seguramente el alcohol es lo que me estaba haciendo sentir así.

Bajaba las escaleras con sumo cuidado, elevando mi vestido en manos para que no pudiera tropezarme debido a la tela que me estorbaba al dar pasos. La brisa soplaba fuerte mientras escuchaba como la música y las voces comenzaban a disiparse debido a la lejanía de estas. La luz de la luna alumbraba mi camino y las flores y arboles del jardín comenzaban a ser más abundantes volviendo mis alrededores más fríos obligando a mi piel erizarse.

Cuando giré mi vista hacía el hotel pude ver que aquel peliblanco me seguía el paso a unos cuentos metros y sentí como mi corazón comenzó a latir con demasiada velocidad.

¿Miedo? ¿Emoción? ¿Qué es lo que estoy sintiendo? ¿Por qué me estoy sintiendo así? Es un sentimiento que desde hace mucho tiempo no he logrado experimentar y no lo entiendo.

¿Quién eres?

El sonido de mis tacones resonaba contra el pavimento mientras yo de algún modo intentaba salir de la vista de aquel peliblanco, pero, de cierto modo, algo dentro de mí quería que me alcanzara.

Mi vista se volvió hacia atrás encontrándome con ese hombre determinado a alcanzarme.

— Más rápido — susurré para mí, apresurando mi andar.

El laberinto había comenzado envolviéndome de largas y abundantes ramas y flores mientras mi pecho subía y bajaba marcando mis pechos por el escote haciéndome lucir más dotada de lo que estaba.

— Ya casi.

Este camino lo sabía de memoria debido a que una que otra fiesta se había realizado aquí, y en mis ratos libres lo había recorrido para matar el aburrimiento, pero no lograba perderlo, es como si ese hombre estuviera decidido a alcanzarme y el miedo comenzó a dominar mi cuerpo.

Una vez que salí de aquel lugar me adentré nuevamente en el hotel, pero por otra de las puertas que no daba hacia el salón principal. Mis tacones estaban comenzando a doler, pero para mi fortuna, ya en el piso de arriba cuando giré mi cabeza no logré visualizarlo.

— Por fin — susurré aliviada caminando con mayor tranquilidad a la habitación de Enzo.

Me faltaba un piso para llegar, pero decidí tomar el elevador, debido a que mi respiración ya estaba bastante agitada.

— Mierda — Maldecí al perderla. 

Estaba en este piso, de eso estaba seguro, o al menos eso quiero creer, pero ¿A dónde fuiste?

Entré al pasillo del último piso y comencé a caminar con mayor tranquilidad pues mis esperanzas de encontrarla habían disminuido en su totalidad. Si tenía suerte la encontraría nuevamente en la fiesta.

Recibí aquellos mensajes de Sanzu, pero decidí no contestarlo y esperar a llegar con ellos, en menos de dos minutos estaría nuevamente en la fiesta.

Al dar la vuelta por el pasillo vi el elevador y apreté el botón para bajar. En cuanto las puertas se abrieron me la encontré frente a frente.

Ambos nos quedamos quietos y nos analizábamos de arriba hacia abajo. Su pecho subía y bajaba marcando su busto por sobre el escote del vestido, sus mejillas estaban rosadas y su boca estaba ligeramente entreabierta intentado recuperar el aire.

Estaba a punto de saludarla, pero no me dio tiempo pues se abalanzó contra mis labios tomándome por sorpresa.

Sus manos me habían envuelto por el cuello para evitar que me separara de ella. Me costó unos segundos reaccionar, pero finalmente comencé a devolverle el beso empujándola nuevamente al interior del elevador.

A como pudo ella apretó el botón con el número 15, cinco pisos más abajo así que teníamos unos cuantos pisos para nosotros solos.

Mis manos la aprisionaban por la cintura, mientras ella jugaba con mis cabellos.

Nuestras lenguas con sabor a vino estaban en una guerra que ninguna pensaba perder. Instintivamente la elevé recargándola en el espejo del elevador y ella me envolvió con sus piernas por la cintura.

Nuestras respiraciones estaban comenzando a acelerarse y el beso estaba comenzando a tornarse más salvaje. El bulto entre mis piernas comenzó a crecer poco a poco y fue cuando comencé a ejercer fuerza en mi cadera contra ella para que pudiera sentir lo que estaba provocando en mí.

Separé nuestros labios y dirigí mi boca a su cuello el cual comencé a besar y ella emitió un pequeño gemido.

Su voz era tan dulce que parecía la de un ángel.

El timbre anunció que había llegado a su destino por lo que la bajé antes de que las puertas se abrieran, y ella comenzó a acomodar su vestido mientras yo hacía lo mismo con mi traje.

Las puertas se abrieron y ella me jaló de la muñeca sin decir palabra alguna, eso me tomó por sorpresa. Corríamos en silencio hasta que quedamos frente a una habitación, ella sacó una tarjeta de su pequeño bolso con la cual abrió la puerta de la habitación y finalmente entró.

Di un rápido vistazo a ambos lados viendo si alguien estaba viéndonos, pero no fue así, el pasillo estaba totalmente vació.

Volvió a jalarme con fuerza al interior de la habitación y azotó la puerta detrás de nosotros. 

Estaba bastante decidida a hacerlo, y yo no iba a negarme.

Hola, hola amores míos. Espero que estén de maravilla 💐❤🥰

Bienvenidos a esta nueva historia que espero sea de su agrado y le den apoyo 💖

Recuerden votar y comentar, que yo respiro por sus comentarios JAJAJA 💖

Los amo infinito 💐💖

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