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Kim Eun Ji es la chica más dulce y tierna que puedes conocer, una chica con una censilles inimaginable con apenas veintiuno años de edad. Lastimosamente su vida no ha sido de lo más amable con ella, tubo una infancia dificil y más aún con aquellos que se hacen llamar su familia.
Su vida fue tortuosa desde que tiene uso de razón y solo una vez hasta ahora pudo sentir la calidez en su alma.
Flashback
(10 años atrás)
—Oye Eun Ji, vamos a jugar un rato al parque, antes de que se haga más de noche ¿vienes?
—Esta bien Shin, dame un momento me cambio de ropa — Se asomó a la sala sigilosamente para verificar que no estuviera su abuela ni su hermana mayor.
Esa mujer es la causo de su sufrimiento diario. Se puede decir que ella y su hermana le hacen la vida imposible, ella tiene cuarenta y cinco años y la otra tiene once, con esa edad y puede ser tan perversa, un piedra con filo en el zapato. Le mantienen gritando, la maltratan y en el peor de los casos la lastiman hasta dejarla casi moribunda. Le hacen todo lo que quieren, se puede decir que lo único que la dejan hacer es respirar.
— Ok, te espero allá — Shin se dio la vuelta y salió corriendo rumbo al parque.
Suspiró mirándosé en el espejo, odiándose internamente por tener una vida tan miserable, ya que a su corta edad a experimentado mucho más abuso que cualquier otro niño normal, adquiriendo más conocimiento sobre lo bueno y lo malo de la vida, se odiaba a si misma mientras suspiraba con melancolía.
Salió corriendo al parque ya que esas brujas no estaban y podía aprovechar las horas de libertad que se le brindaban, pero no duro por mucho la felicidad, ya que había llovido y el piso estaba mojado. Eun Ji apoyo mal el pie en un borde del andén haciendo que perdiera el equilibrio y cayéndo directamente al piso —¿Por qué soy tan torpe? —Respiro con frustración y se miro la rodilla raspada —¡AUCH!, genial, mi día no podía ser mejor —Sonrió con sarcasmo.
Se iba a levantar pero antes de eso alguien se agacho a su altura.
—¿Estás bien pequeña? —Alzó su vista y el hombre frente a ella tenía una sonrisa encantadora, tenía un ahura totalmente amable, una que le hacía sentir que estaba en casa.
—No, mis rodillas me duelen — Puchero por el ardor que sentía.
Alzó su vista y vio a un hombre demasiado apuesto, pero eso era lo de menos, aquel desconocido tenía el cabello castaño claro, unos ojos expresivos color miel, una piel algo bronceada que a simple vista era suave y perfecta, y sobre todo una sonrisa hermosa, era una sonrisa tan cálida que Eun Ji sintió un vuelco en su pecho, sentía como si lo conociera pero nunca lo había visto.
Aquel hombre se levanto y tendió su mano para ayudarle a levantarse.
—Ten más cuidado la próxima vez pequeña — Cuando Eun Ji se levantó, aquel hombre pudo ver en su mirada tristeza y sobre todo soledad, pero al repararle bien el rostro se le hacía familiar, no sabia a quien pero su corazón se sentía cálido, aquella niña era un diamante en bruto que aún estaba sin ser descubierto, pero eso no era todo, su mano, aquella mano que le brindaba choques eléctricos a su corazón, algo le decía que no la soltara pero lastimosamente fue lo primero que hizo. —¿Cómo te llamas pequeña y tus padres? —Pregunto mientras miraba a todos lados.
—Murieron en un accidente cuando apenas era una bebé.
—¿Estás sola? — Aquel hombre la miro mientras la niña negaba a su pregunta.
—No estoy sola, voy al parque a jugar con mis amigos, mis únicos amigos —Se sentía tan avergonzada y triste ante esas palabras que se le olvido por completo el dolor de aquella rodilla raspada —¿Quién es usted? —Eun Ji le preguntó amablemente mientras sostenía en tu rostro aquella sonrisa.
—OH, disculpa mis modales, me llamo Lee Min Ho —Aquel hombre saco de su gabán una curita, se agachó a la altura de la pequeña y se la colocó en el lugar afectado.
Al terminar Min Ho se levantó y con una alegría desbordante se despidió, mientras Eun Ji deseaba con toda su alma poder volver a verlo, la hizo sentir extraña pero en casa.
Después de jugar un rato ya empezaba a oscurecer, con mucha pena y tristeza tomó rumbo de nuevo a su casa o en este caso el infierno mismo, aquel que era una tortura día y noche.
Paso por la sala lo más silenciosa posible, sin ser vista exitosamente, entró a su pequeño cuarto y lo cerró con llave para así mismo recostarse en su cama para poder dormir y solo olvidar.
Fin del flashback
Cuando Eun Ji terminó su turno en la cafetería, su única fuente de ingresos por el momento, se dirigió a su casa, llegando sacó de su mochila las llaves y antes de abrir la puerta lo único que se escuchaba era una fuerte discusión.
Eun Ji entró rápidamente, pero al llegar a la sala se sorprendió de lo que veía.
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