Violette Ashbow

El humo se estaba adentrando en sus pulmones, a lo lejos se podía vislumbrar el puente de Tower a través del humo, las llamas se habían alzado a unos catorce pies, a su espalda escuchaba a Steve toser. Anna sentía sus pulmones quemando, sentía que se estaba ahogando y de igual forma estaba tosiendo.
Anna se agachó para recuperar su daga.

Del humo salió una silueta, no se veía el rostro debido a que tenía una capa sobre su cabeza y su cuerpo, lo que no dejaba ver si era una mujer o un hombre, joven o mayor. A través del humo, Anna vio destellar algo en la mano de la persona encapuchada, era una daga. El demonio corrió tras la figura y el destello de la daga se hundio en la cabeza del demonio, el brillo deslizándose hasta su pecho y de repente la figura de movió en un rápido movimiento y otro destello de plata se hundió en la espalda del demonio, haciéndolo disolverse.

Steve estaba mirando a aquel extraño, comenzó a caminar hacia ellos y luego el extraño se detuvo a dos metros de ellos.
Anna tenia su mano alrededor de la empuñadura de su espada. Steve tenía su cuchillo Serafin.

Una mano se escabulló de la capa, dando un tirón desde el borde de la capucha hacía atrás.
El fuego estaba iluminado el verde oscuro del cabello de la chica ante sus ojos. El cabello le llegaba más abajo de los hombros, habían ondas sobre el que eran de mechones negros y otros de un verde  más oscuro. Su piel era más pálida, incluso más clara que la de Anna. Los labios delgados se veían de un rojo intenso.

— Normalmente yo soy quién hace las entradas épicas.— susurro Anna para Steve.

Steve miro a la chica atónito.

La chica se acercaba más a ellos, hasta que todos quedaron de frente, sus ojos eran de un azul casi tan intenso que podría confundirse con violeta.

— Mi nombre es Violette Ashbow, su salvadora.— dijo la chica con ojos desafiantes.

Anna la miró incrédula.
— No nos salvaste, no estábamos en peligro.— dijo Anna, el brazo le ardía ahí donde el demonio había enterrado sus garras no lo había notado hasta apenas, tenía las marcas del corte.

— Si no te has dado cuenta chica tonta, estaban alrededor en llamas con una orda de demonios.— contesto Violette.

— ¿Chica tonta? Espera a ver quién es la tonta cuando te rompa la cara y comience a patear tu trace....— Anna fue interrumpida por Steve.

— Creo que hay que calmarnos aquí, Señoritas!— dijo interponiendose en ellas.

— Podría degollarte la garganta ahora mismo!— dijo la chica, no sonaba molesta pero su tono era serio.

— Podría abrirté el maldito abdomen y dejar tus intestinos al descubierto ahora mismo.— termino Anna.

Steve estaba mirando a Anna, sus ojos sacaron esa chispa de púrpura cuando estaba apunto de descontrolarse.

— Aunque creo que eso sería gratificante para ustedes, no me gustaría ver esa escena perturbadora.—

Anna y Violette se estaban mirando a los ojos desafiantes, pero Violette sedío.

— Tal vez es una de ellos.— le dijo Anna, estaba apretando la empuñadura de su espada.

— ¿Una de quienes?— preguntó Violette.

— Una de los que estábamos a punto de asesinar, así que ahora que ya conoces tu destino...— estaba diciendo Anna mientras se acercaba a Violette. Fue interrumpida por Steve, la estaba deteniendo del brazo.

— No creo que ella sea parte de ellos.— le dijo Steve.

— Mi sensor me trajo aquí, había energía demoníaca así que vine.— dijo Violette, no se veía dudosa o sospecha pensó Steve.

— Bueno, yo ya dije mi nombre, ahora ustedes digan el suyo!— dijo ella, se escuchaba calmada.

— Yo soy Steve Bloodwheel y A.....— la presentación de Steve fue interrumpida.

— Anna Herondale!— dijo ella. Tenía el seño fruncido.

Sirenas comenzaron a sonar por las calles, sirenas de la policía mundana.

— Hay que irnos! Los mundanos estarán  aquí pronto!— sugirió Anna, Steve asintió.

— ¿De dónde eres Violette?— le pregunto Steve. Ella se giró, por primera vez lo había visto a los ojos y Steve pudo ver los ojos azules zafiro de Violette, era algo bonito y extraño.

— Vine hace un par de días a Londres, soy de Seattle.— le respondió. — Supongo que son los Anna y Steve de Evelyn.—

— ¿Estás quedándote en él Instituto de Londres?— preguntó Steve.

Anna saco un jadeo de dolor.
Ambos voltearon a verla. Steve se acercó. No había visto que su brazo se veía magullado con unos rasguños, habían sido las pinzas de los Kuri. Saco su estela y comenzó a trazar sobre la piel de su brazo, iratzes.
También tenía un corte sobre su pierna izquierda, se estaba desangrando. Steve intento poner runas para al pérdida de sangre pero parecían no funcionar.

— Vamos, hay que ir al instituto!— dijo Steve, puso su brazo de ella sobre sus hombros para que se agarrara de él y la tomó por la cintura, le estaba ayudando.
Violette también saco su estela e intentaba ponerle un iratze mientras caminaban.

— Le dire a Evelyn que traiga a los Hermanos Silenciosos, a Zarchariah o...— el no termino por qué Anna se estaba quedando inconsciente.
Violette intento ayudarles.

Anna sintió sus pies temblar, su mente se estaba apagado al igual que sus ojos. Steve la acomodo sobre el suelo, se inclino para cargarla en sus brazos. Su cabeza comenzó a caer sobre su hombro  izquierdo, siguió caminando con Anna en sus brazos. Ella olía a chocolate y también a humo y sangre.
El corazón de él le palpitaba fuertemente.

— Porfavor!. No le pidas a Zarchariah que venga, yo...
No podría lastimarlo de ese modo, no quiero que venga él al instituto.— susurro ella contra su cuello, Anna se estaba desmallando. —¡Promete que no lo llevarás!— exhaló fuertemente.

— Lo prometo!— le respondió él, pero ella ya estaba inconsciente.

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"Ella parecía estar en el hogar de sus padres.
Vio a su padre con el cabello algo revuelto y dorado. La luz provenía del fuego de la chimenea. Ella también vio a su madre, se veía joven, muy joven. Tal vez de la misma edad que ella y enfrente de ella su padre la estaba mirando, inexpresivo.

— Perdoname Celine!— la voz de su padre era grave, pero gentil.

— Dijiste que aún la amabas!— la voz de su madre era hermosa pero se escuchaba frágil y triste.

— Estuve casado con ella!— respondió Stephen, estaba mirando el fuego.

— Estás casado conmigo!— la frase de Celine se suspendió en la habitación.

— No quiero hacerte daño!— respondió él, pero no la estaba mirando.

— Ya lo hiciste!— fue apenas un susurro que soltó Celine, algunas lágrimas se resbalaban por sus mejillas. Stephen no lo escucho y ella se fue silenciosamente."

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Todos los cazadores de sombras podrían entrar a los institutos, Violette tenía la estela de Steve y puso una runa para que se abriera la puerta.
Él tenía en sus brazos a Anna mientras subía las escaleras de la entrada. Cuando entró con Violette detrás de él y Anna en sus brazos enfrente de ellos estaba Bridget y Evelyn. Se acercaron a ellos preocupados mirando a Anna.

— Llama al hermano Enoch, Evelyn, solo él y a nadie más.— estaba diciendo él.

— Supongo que ya se conocieron...— dijo Evelyn. — Es nuestra invitada, se quedará un tiempo.— señaló a Violette, pero después miró a Anna con horror.
— Llamaré al Hermano Enoch enseguida.—

Steve no le contesto se llevó a Anna a la enfermería, entre sus brazos.

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" Magnus estaba sobre el sillón de terciopelo rojo, tenía algo
brillante en la mano, algo dorado.

— ¿Que es eso?— pregunto cutiosa la niña de seis años, su cabello chocolate caía sobre sus hombros en dos coletas. Sus mejillas eran rosadas. Las largas pestañas de ella se alzaban para mirarlo.

Ven aquí, chocolatito!— le hablo él con dulzura.
Ella se acercó hacia él.
— Cierra los ojos!— dijo él y ella los cerró, se sentía segura con Magnus, todo con el era mágico y divertido y hermoso. Tomó una de sus manos de ella y sobre su mano sintió algo frío y pequeño, como si hubiese estado capturando copos de nieve.
Ella tenía una hermosa y tierna sonrisa. — Abre los ojos!— dijo el mientras acunaba su rostro.

Annna encontró en su mano un colgante con una pequeña llave de oro.
— Es tuya, está es tu llave!— dijo él. Sus ojos de gato eran bonitos, eran como diamantes cuando ella lo vió.
— Está es la llave de tu corazón.— explicó él. — No sé la entregues a nadie que no sea digno de ella. Pero cuando la entregues debes de estar segura de que lo amas como a nadie mas.

Ella le dio una sonrisa aún más grande.

— La cuidare, Magnus. ¡La cuidare por ti!— le dijo con sus ojos dorados, brillando"


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El hermano Enoch, había curado a Anna, pero Anna seguía inconsciente por la pérdida de sangre.

"Magnus'
El nombre salió de los labios de ella. Tardaría algo de tiempo en despertar.

Ella tiene que descansar
La voz de el hermano Enoch en su mente. Él asintió, aunque quería estar cerca de ella y no quería separarse y dejarla sola. Pero el Hermano Silencioso no se iría hasta que Anna despertase.

Steve se acercó a ella, le tomo la mano, pero está se sentía como si ardiera, le dio un beso sobre el dorso de la mano y se fue.

Bridget estaba llevando toallas húmedas para que bajara la temperatura de Anna.

*********

Violette estaba en la sala de armas, la había estado buscando. Ella ya no llevaba su capa, tenía una blusa como el verde de su cabello. Cicatrices y runas rodeaban sus brazos. Sobre la clavícula llevaba una runa de visión. Sobre su garganta había un liston delgado, haciendo lucir su cuello largo.

— Estaba buscándote!— dijo él.

Violette estaba admirando la dagas sobre la pared. Giró sus ojos azules intensos a Steve.

— Creí que estarías muy ocupado con tu novia.— dijo ella, ahora estaba admirando los cuchillos Serafin.

Fue como si algo lo golpeará, sintio su corazón tambalear y después se sintió mal y triste.

— Ella...— el suspiro. — No somos pareja.— le ardian las palabras desde su corazón. — ¿Podríamos caminar por el instituto mientras hablamos?.— preguntó.

No desconfiaba de Violette, pero debía asegurarse de que ella no era parte de los locos de la organización que buscaban. Quería saber por qué Violette había llegado justo cuando los otros se habían ido.

Los labios de ella seguían rojos. Su cabello le caía como si fuese una cascada de hierba.
— Vamos! Bloodwheel...— dijo ella.

La llevo a través de gran parte del instituto.

— Nunca había venido aquí, todo es tan viejo y antiguo y todo eso debe guardar una bella historia. — llevaba su luz angelical para iluminar el pasillo de las habitaciones.
— Gracias por ser amable conmigo pero quiero dormir, si no te importa.— le dijo ella.

Él la miró, había algo en sus ojos que hacía que se convirtieran en un acertijo y te quedabas estancado tratando de resolverlo.

Ella abrió la puerta de la habitación que le había dado la directora del instituto.

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