Verlac
Pero habían llegado corriendo al instituto. Una iglesia antigua como la de Notre Dame. Eso veía la gente que no tenía la visión. Pero ellos veían el instituto, tallado con runas sobre las paredes.
Las puertas de los Institutos siempre pueden ser abiertas por los nefilims, solo con un toque.
Anna ya había estado ahí hace tiempo así que la puerta la conocía. Su corazón golpeando de nerviosismo y tocó la puerta. Esta se abrió, sonando con un fuerte estruendo.
Elodie Verlac apareció, su cabello castaño en un moño.
— Anna Herondale.— dijo Elodie con emoción.
— Elodie, él es mi amigo Steve Bloodwheel.— dijo Anna. — Escucha, Elodie. Un bebé demoniaco está en las catacumbas...
Elodie se sobre saltó. Por una parte de los varios pasillos se asomó alguien. Anna sabía muy bien quién era.
Susan Pontmercy, con su piel morena y su cabello negro, largo.
Anna solo le pedía a Raziel, inconcientemente que Lauren no apareciera.
— Iré a prepárame.— le dijo Susan a Elodie.
Steve vió que la chica de piel oscura, le daba una mirada filosa a Anna. Ella seguía de pié, con la frente en alto.
— También iré.— dijo la voz de un chico.
Anna pudo sentir que algo en el ambiente no estaba bien, se sintió aturdida. Estaba mirando a Susan pero esa voz...
La voz del chico le sonó extrañamente familiar a Anna.
— Supongo que no has olvidado a Sebastián.— le dijo Elodie.
Anna alejó su mirada de Susan hasta Sebastian Verlac.
Quedó asombrada por el chico ante sus ojos. Éste no era él Sebastian Verlac que una vez había conocido. No era él chico flacucho que había conocido hace un año. Éste chico frente a ella era más alto, sus ojos más oscuros, era Jonathan Morgenstern. Su cabello ya no era de un rubio platinado, sinó que ahora era castaño como el de Elodie.
— Tú no eres...— comenzó a decir Anna pero la detuvo él fuerte dolor que se presenciaba en su cuello, también sobre su muñeca. Tan intenso como miles de cortes por una daga.
Saco un gemido de dolor. Un dolor tan intenso como para inclinarse. Steve se agachó a su lado.
— Anna ¿Te encuentras bien?— dijo Elodie angustiada.
Los ojos negros de Jonathan la miraban con una calma, estaba sonriendo.
— Eso suele suceder con las personas que se acuestan con las novias de otras.— dijo Susan en un tono frío.
¿Que acaso Elodie no se daba cuenta? ¿No se daba cuenta que ese chico no era su sobrino? ¿No sé daba cuenta que era diferente al verdadero Sebastian? ¿Ni siquiera Susan?
Steve la estaba mirando, sus ojos azules la miraban con preocupación. Ella tocó su rostro con levedad, aún le dolía la marca.
— ¿Estás bien?— preguntó él.
Anna vio que Jonathan los miraba, tan curioso.
— El Demonio...— dijo Jonathan y Susan se había ido.
Anna intentó levantarse con ayuda de Steve. Y comenzó a salir del Instituto sin decir nada.
Había sido un gesto grosero, pero Anna apresuró su paso, de vuelta a las catacumbas.
— ¿Qué haces?— la detuvo Steve.
— Tenemos que llegar, antes que él... No debe ver a Tessa o si no...— Anna se detuvo, las palabras se habían salido solas. — No voy a dejar que la vea.
Y después de eso Anna salió corriendo. Steve intentaría alcanzarla pero se quedó ahí. Seguramente él acompañaría a Susan hasta el lugar, pero Anna tenía otras preocupaciones encima.
Anna intento ir lo más rápido que pudo, corría. Su espada rebotaba contra su pierna al correr. Solo una calle más y entonces llegó como un rayo. Tessa ya estaba afuera junto a Violette.
— Tienes que irte ahora, Tessa.— le dijo Anna apresuradamente, tomando aliento.
Tessa se sobre saltó.
— Pero...— comenzó a decir.
— Tienes que irte ahora. Porfavor Tessa. Confía en mí ahora y vete.— Anna estaba intentando sonar lo más gentil pero había desesperación en su voz. — Yo te alcanzaré más tarde, pero porfavor vete.—
Tessa no dijo más y comenzó a apresurarse por un camino.
— ¿Que fue eso?— preguntó Violette desconcertada.
Steve apareció por la calle, Jonathan venía junto a él y también Susan.
— ¿En donde es?— pregunto Susan con un cuchillo serafin en su mano.
Steve se adentro al túnel para guiar a Susan, Violette les siguió.
— ¿Estabas apunto de romper tu promesa?— dijo Sebastian cuando solo quedaban ellos dos, en la estrecha calle.
— ¿Que estás haciendo aquí? Jonathan. ¿Por qué aparentas ser Sebastian?— le replicó ella.
— Si te digo, entonces tendría que matarte.— le respondió él.
— ¿Es por eso que Valentine está aquí? ¿Por eso se está escondido en París?— dijo Anna.
Jonathan levanto su cuchillo y la empujó contra la pared de piedra de la entrada.
— ¿Como sabes dónde está mi padre?— dijo él. Tenía el filo de su cuchillo sobre la garganta de ella.
Anna pateó fuerte su rodilla, para safarse de su agarre. Jonathan saco un jadeó y se hizo para atrás, aturdido. Anna doblo su brazo y le golpeó en la cabeza con su codo.
Jonathan había dejado caer su cuchillo.
— No creas que puedes matarme. — le dijo Anna. — Ambos sabemos que los únicos que pueden matarnos somos nosotros mismos.—
— ¿Enserio crees que eres más letal que yo?— dijo Jonathan con amargura.
— ¡Yo intenté protegerte, Jonathan!— le espetó ella. — Acepté una sentencia que no debía, por ti...—
— No había pedido tu ayuda. No te lo pedí.— dijo Jonathan, fríamente.
— Entonces se supone que debí dejarte arder sobre el fuego y no meter las manos por ti.—
Jonathan se acercó a ella tan rápido, ella intento hacerse hacía atrás, pero Jonathan la tomó de la espalda, entre la cintura acercándola a él. Una mano de él, la tomó del cuello y la acercó a él
— Oh, hermana mía. Ambos compartimos la misma sangre...— le musitó él al oído.
— ¿Anna?— era Steve.
Steve estaba mirando como Sebastian Verlac, sostenía a Anna, su Anna. De una forma no solo tan cercana, si no también tan íntima. No pudo evitar sentirse su corazón arder en furia. Sebastian lo miraba a él, con la boca susurandole cerca de la oreja a Anna. Estaba sonriendo.
Anna se había quedado inmóvil, Jonnathan la apretaba con fuerza, tenía una sonrisa tan malévola que jamás había visto tener a nadie. Ni siquiera a Valentine, no se había separado cuando Steve apareció. Entonces Jonathan la tomó con mucha más fuerza y la acercó a él. Le plantó un beso en los labios.
Esto no podía estar pasando, se dijo Anna. No él. Ni aquí frente a Steve. Sintió los labios más amargos, que jamás había besado en su vida, tan fríos. Como si no tuvieran vida. Empujó a Jonathan con fuerza, casi derribandolo pero él no cayó. Intento mirar a los alrededores, pero Steve ya no estaba.
Jonathan seguía sonriendo.
Anna dirigió su mano con fuerza para golpearlo, pero él retuvo su mano antes de que llegara a su rostro.
Entonces un destello intenso la cegó. Parpadeó apresuradamente. Ya no estaba la sonrisa de Jonathan.
Estaba sobre un lugar oscuro, la lluvia caía y a través de ella y la oscuridad, vio filos de cuchillos y espadas. Parecía ver qué un ángel y un demonio peleaban. Anna reconoció a Jonathan al principio. Estaba peleando con él que parecía ser Jace. Reconocería su cabello en cualquier lugar. Estaban peleando tan intensamente, hasta la muerte.
Y con un intenso mareo, de nuevo había vuelto al callejón de las catacumbas. Jonathan ya no estaba ahí. Sin embargo, Susan, Steve y Violette, se encontraban ahí.
— ¿Donde esta Sebastian?— preguntó Susan.
Anna vió a Steve. Él no la estaba mirando, miraba el piso. Estaba a unos tantos metros alejado de ella.
— Creo que se fue.— dijo Anna.
— ¿Que harás con el bebé?— preguntó.
— Primero, hay que llamar a un brujo. Iré con Elodie a informarle.
Violette estaba cerca de Steve.
Susan comenzó a irse.
— Espera, Susan.— la llamó Anna.
Steve y Violette, venían acercándose. Él aún no la miraba.
Susan se volvió hacia ella, molesta.
— ¿Donde... donde esta Lauren?— dijo Anna en tono bajó. No había podido verla y no había querido. Pero quería saber sobre ella.
— No lo sé, Anna.— le espetó Susan en tono alto. — Debería de preguntarte a ti. Después de que te acostarás con ella, me dejo y se fue, rompió nuestro compromiso. Hace un año.—
Anna se volvió preocupada hacía Steve. Él había escuchado a Susan, pero seguía sin mirarla.
Como se arrepentía profundamente de la última media hora. Pudo sentir su corazón dolerle al ver que él no la miraba.
— Supongo que de aquí en adelante tú puedes arreglar esto.— dijo Anna a Susan. — Nosotros nos iremos.
Susan solo asintió, con una cara hecha furia y comenzó a irse.
— Tenemos que ir con Tessa, ella nos abrirá un portal a Londres.— intentó explicar Anna, para llamar la atención de Steve. Pero él no lo hizo, no la miró.
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