Una runa para el miedo.
Jace estaba negando con la cabeza.
— Nadie puede crear runas.— le dijo.
— A lo mejor ella si Jace!— dijo Alec pensativo.
— Alec tiene razón!— dijo Luke. — Por que no vas a buscar tu cuaderno de dibujo!—
— De acuerdo!— respondió Clary. — Vuelvo en seguida!— y se fue mientras sus rizos rojizos saltaban con sus pasos.
— Quién es ella?— preguntó en Licántropo sin dirigirse a nadie en general.
Anna se giró de brazos cruzados con una mirada incrédula.
— Es Anna Herondale!— respondió Alec como si fuera obvio.
— "La Asombrosa"— recalcó Magnus.
— Eres la hija de Stephen ¿No es así?— le pregunto Luke. — Te pareces tanto a Céline.—
Anna tal vez sintió su estómago revolverse. Miró con detalle a Luke, pensó que jamás lo había visto pero alguna parte de su sentido le decía que se le hacía conocido de alguna vez en la vida.
Los conociste de muy cerca ¿No es así?.
Anna quería preguntar pero la salvo la llegada de Clary con un bloc de dibujo y una caja de colores.
Caminó hasta la silla de la mesa y se sentó.
— Que quieres que haga?— le pregunto ella a Luke.
Jace estaba sentado en el banquillo del piano, Alec estaba parado a su lado.
— Has dicho que podías hacer runas Clary.— le dijo Luke.
— He dicho que eso pensaba.— le respondió.
— Bueno, me gustaría que lo intentaras.— le dijo él. Le hablaba de una manera sensible y cariñosa a Clary. Parecía como si el la hubiera visto crecer por años. Eso le hizo pensar en si su padre estaría vivo ¿Le hablaría de esa forma? ¿Creería en ella? Cómo Luke parecía creer en Clary.
— No puedo hacerlo solo por qué se me ordené, necesito una idea.— dijo Clary.
— ¿Que tal Miedo?— dijo Jace en voz baja.
— ¿Miedo?— cuestionó Clary.
— Si, existen runas para la valentía. Pero no una que quite el miedo. — explicó Jace.
— Bueno!— dijo Luke y Clary tomó uno de los lápices y se apoyó contra su bloc.
Anna se acercó a ella.
¿Una chica que puede crear runas? Se dijo. Jamás había visto, o escuchado o leído algo así. La vió trazar líneas con destreza sobre la hoja.
— Ya está.— anuncio Clary después de un rato.
— Fabuloso!— exclamó Alec.
Jace comenzó a caminar hacia Clary y le arrebató la hoja.
— Pero ¿Funciona?— le pregunto.
— Que quieres decir?— le espetó Clary.
— Quiero decir ¿Cómo sabemos que funciona? Ahora sólo es un dibujo.— le respondió Jace.
Anna se acercó a él y le quitó la hoja.
Las líneas trazadas eran una runa, una jamás creada.
— Tenemos que probarla en alguno de nosotros para poder estar seguros que es una runa auténtica.— estaba diciendo Jace.
— No estoy seguro de que eso sea una buena idea.— le dijo Luke.
Anna le entrego la hoja a Jace y él la puso sobre la mesa.
— Es una idea fabulosa.— exclamó Jace. — ¿Quién quiere hacermelo?— Jace se estaba quitando la chaqueta.
— Un lamentable uso de palabras.— mascullo Magnus.
Anna soltó una carcajada.
Luke comenzó a ponerse de pie.
— No. Jace tú ya te comportas como si jamás hubieses oído la palabra miedo. No creó que distingamos si funciona contigo.—
Anna tenia una mirada incrédula, se preguntó si realmente Luke conocía a Jace, ya que Jace en muchas ocasiones se mostraba con ella como un niño frágil y tímido.
— He oído la palabra miedo. Pero elijo creer que no es aplicable a mi persona.— dijo Jace y Anna volvió a reír. Magnus la estaba mirando divertido.
— Pruébalo en mi.— propuso Alec inesperadamente. — No creo que me haga dañó.— comenzó a a quitarse también su chaqueta. Se acercó hasta ellos. — Vamos. Marca mi brazo.— le dijo a Jace.
El giro su mirada hasta Clary.
— A menos que creas que debas ponérsela tu.— le dijo.
— No.— le respondió Clary. — Yo creó que eres mejor aplicando runas que yo.—
Jace se encogió de hombros y mientras Alec se subía la manga y su parabatai comenzaba a trazar la marca. Una mirada de curiosidad atravesó el rostro de Magnus. Anna lo vió.
— Bueno, al menos es bonita.— dijo Jace, después de terminar la marca.
— ¿Y bien?— se dirigió Clary a Alec.
— Bien, que?— dijo Alec, bajándose la manga.
— Pues como te sientes? ¿Te sientes distinto?— le pregunto de nuevo.
Alec lo reconsidero. — Pues no.— respondió.
— Así que no funciona.— dijo Jace.
— No necesariamente. Puede que no esté sucediendo nada que la active.— dijo Luke. — Quizá no haya aquí nada a lo que le tema.—
Anna vio a Magnus enarcar las cejas hacía Alec.
— Vamos, seguramente debes tener una fobia o dos. ¿Que te asusta?— pregunto Jace a su parabatai.
Alec parecío pensar un momento.
— Las arañas.— respondió.
Clary se dirigió a Luke — ¿Tienes alguna araña en alguna parte?
— ¿Por qué iba a tener una araña? ¿Parezco coleccionista?— espetó él.
— Uhum!— resopló Anna.
— Sin ánimos de ofender.— era Jace. — Pero en cierto modo si.—
— Tal vez esto haya sido estupido.— dijo Alec.
— ¿Que hay de la oscuridad? Podemos encerrarte en un sótano.— le dijo Clary.
— Soy un cazador de sombras.— replicó Alec exasperado. — Esta claro que no le temo a la oscuridad.—
— Bueno, podrías—
— Pero no es así.— espetó él.
El sonido del timbre retumbó por todos lados.
Anna estaba mirando que Magnus miraba con cierta preocupación a Alec.
Luke salió para ver quien era.
Después de unos segundos apareció Maryse y Robert, junto a Isabelle. Pero también con ellos venía una inesperada sorpresa.
— Abuela.— dijo Anna.
Magnus se levantó la cabeza alarmantemente. Y Alec miraba a sus padres con una sorpresa inexplicable.
— Alec ¿Que diablos haces aquí? Pensé que había dejado claro que...— era Maryse pero fue interrumpida por Alec.
— Madre, Padre, hay algo que debo decirles.— les dio una sonrisa. — Estoy saliendo con alguien.—
Anna lo miró con sorpresa. ¿Acaso Alec les diría a sus padres que salía con Magnus? Así que dirigió su mirada hacía Magnus, el parecía nervioso e inquieto algo muy inusual en Magnus.
— Alec, este no es precisamente él momento.— le dijo Robert.
— Si lo es, esto es importante.— dijo Alec. — Verán, no estoy saliendo con cualquiera...—
Las palabras de Alec salían disparatadas.
La runa del miedo. Pensó Anna.
La runa si funciona. Alec le tiene miedo a que sus padres se enteren de su romance con Magnus.
— Estoy saliendo con un subterráneo. De hecho me estoy viendo con un bru...— pero las palabras de Magnus fueron interrumpidas por el resplandor de la magia de Magnus, haciendo a Alec desmayarse.
— Alec!— dijo Maryse con preocupación. Isabelle se agachó junto a Alec para sostenerlo.
Pero él ya había empezado a despertar.
— Que... ¿Que?... ¿Por qué estoy en el suelo?— preguntó él.
— Eso es una buena pregunta. ¿Que ha sido todo eso?— le pregunto Isabelle.
— Que ha sido que?— preguntó él, sentado en el suelo. — ¿He dicho algo? ¿Antes de desmayarme? Me refiero a...—
Jace resopló. — Recuerdas que nos preguntabamos si eso que Clary hizo funciona o no?— preguntó. — Pues creo que sí funciona.—
— Que he dicho?— dijo Alec horrorizado.
— Has dicho que estabas saliendo con alguien.— le contesto su padre. — Aunque no nos dijiste por qué era tan importante mencionarlo justo ahora.—
— No lo es.— respondió Alec rápidamente. — Quiero decir no estoy saliendo con nadie y no es importante. Oh no lo sería si estuviera saliendo con alguien, cosa que no hago.—
Magnus lo miro como si fuera un completo imbécil.
— Ha estado delirando.— aclaro Magnus. — Efectos secundarios de toxinas demoníacas...—
— ¿Toxinas Demoníacas?— dijo Maryse preocupada. — Nadie ha informado al instituto sobre un ataqué. ¿Que está sucediendo aquí Lucian? Sabes que sí ha habido un ataqué debes informar...—
Pero fue interrumpida por Clary. — También atacaron a Luke, ha estado inconsciente.—
— Que conveniente, todo el mundo estaba o bien inconsciente o aparentemente desmayado.— espetó la Inquisidora. — Subterráneo, sabes perfectamente bien que Jonathan Morgenstern no debería estar en tu casa, debería estar encerrado al cuidado del brujo.—
— Tengo un nombre ¿Sabes?— le replicó Magnus.
— Conozco tu nombre Magnus Bane. Has fracasado en tu deber una vez, no tendrás otra oportunidad.— le replicó la Inquisidora
— Espera, Magnus no ha hecho nada malo.— le espetó Anna a la inquisidora. No tenía idea de que Magnus lo habían contratado como una niñera para Jace, y tampoco tenía idea de todo lo que estaba sucediendo. Pero defendió a Magnus, siempre lo haria.
Todos la miraron con sorpresa por hablarle así a la Inquisidora.
Magnus le tocó el hombro para calmarla.
— ¿Fracasado en mi deber? ¿Solo por traer al chico aquí?. No había nada en el contrato que firme que dijera que no pudiera llevarlo conmigo según considerará oportuno.— dijo Magnus.
— Ese no ha sido tu fallo, dejarlo ver a su padre anoche, si.— le espetó Imogen.
Anna miró a Jace, se había puesto tensó.
— Fuiste a ver a Valentine?— le pregunto Anna en un tono tan bajo solo para los dos.
— Eso es ridículo, Jace ni siquiera sabe dónde está Valentine. Deja de perseguirlo.— le dijo Luke a la Inquisidora.
— Perseguir es a lo que me dedico, subterráneo. Es mi trabajo.— Imogen se volvió hacia Jace. — Di la verdad ahora, muchacho. Y sera más fácil.— lo amenazó.
— No tengo que decirle nada.— le espetó él.
— Si eres tan inocente ¿Por qué no exonerarte? ¿Que hacías en el bote de recreo de Valentine?—
— ¿Bote?— preguntó Anna a nadie en particular.
¿Cómo Valentine se había conseguido un bote tan rápidamente?
— ¿Imogen?— era Robert. — Estás diciendo que Valentine está... estaba...
— En una embarcación en medio del East River.— le respondió.
— Por eso no podía encontrarte. Toda esa agua... perturbaba mi hechizo.— Magnus se dirigió a Jace.
— Que hace Valentine en medio del río?— dijo Luke perplejo.
— Hijo de perra, si lo fuiste a ver...— le susurró Anna a Jace.
— Preguntaselo a Jonathan.— respondió la Inquisidora. — Tomó prestada una motocicleta al jefe del clan de Vampiros y voló hasta la nave ¿No es así Jonathan?—
Jace no respondió.
— Métete la mano al bolsillo de tu chaqueta y muestra el objeto que has estado llevando contigo desde la última vez que abandonaste el instituto.— le replicó Imogen.
Lentamente Jace hizo lo que le ordenaron y saco un pedazo de portal.
— Dámelo.— se lo arrebató la Inquisidora. — Sabía que volverías al instituto por eso.—
— ¿Que es eso?— le pregunto Robert.
— Un pedazo de portal. Cuando el portal se destruyó, la imagen de su último destino quedó grabado en el. En este caso, la casa solariega de los Wayland.— le respondió.
Anna tal vez sintió un horror inmenso llenar todos sus sentidos. No había escuchado a nadie hablar sobre la Casa Waylan en décadas. ¿Y si ya habían encontrado los diarios de Valentine? Se preguntó.
Imogen arrojó con fuerza el pedazo de portal lo que hizo romperse. Se agachó para tomar un pedazo de papel que se había escapado.
— Trace este papel con una runa de seguimiento. No te sientas mal por no haberte dado cuenta. Mentes más vulnerables y sabías que la tuya han sido engañadas por la clave.— le dijo a Jace.
— Me has estado espiando.— le espetó Jace. — Eso es lo que hace la clave, irrumpir la intimidad de sus cazadores de sombras...—
— Ten cuidado con lo que dices, no eres el único que ha quebrantado la ley.— le amenazó la Inquisidora. — Tus amigos han hecho lo mismo.—
— Jace no es nuestro amigo. Es nuestro hermano.— le replicó Isabelle.
— Yo tendría cuidado con lo que dices Isabelle Lightwood. Podrías ser considerada cómplice.—
— ¿Cómplice?— era Robert.— La chica solo estaba evitando que destrozaras nuestra familia. Por el amor de Dios, solo son niños...—
— ¿Niños?— la inquisidora le dirigió una mirada helada. — ¿Igual que ustedes eran niños cuando el círculo tramo la destrucción de la Clave? ¿Igual que mi hijo era un niño cuándo...—
Anna ya había sentido a su corazón convertirse en un agujero negro.
— Ya basta!— le espetó, bastante fuerte. Imogen la estaba mirando.
Magnus le dirigió una mirada de preocupación.
— Así que esto se trata de Stephen.— le dijo Luke.
— Esto no tiene que ver con Stephen, ¡Tiene que ver con la Ley!—
Pero Anna ya estaba comenzando a salir del lugar, dejando el sonido de la puerta ser azotada.
Sentia que su pecho se quebraba y no podía respirar.
Así que comenzó a caminar rápido, con la respiración quebrantada, alejandose del lugar.
.
.
.
Anna seguía pensando en la runa de Clary, la había estado marcando sobre su piel con su dedo tan silenciosamente.
Pensó a lo que le temía. Temía descubrir más cosas de sus padres, por qué le dolía como una quemadura que las personas que habían conocido a sus padres les contaran sobre ellos, y después ella terminaría arrepintiendose de escuchar por qué la gente hablaba de ellos como horribles personas.
Le tenía miedo a los recuerdos de su pasado, que jamás se irían aunque hubiesen pasado décadas. Aveces le aterraba dormir por qué en sus sueños se proyectaban sus recuerdos.
Pero había pocas veces que no sentía que caía a un abismo de soledad, cuando estaba Steve era como si el la atrayera a la superficie.
'Steve" pensó inmediatamente.
Se preguntó si valía la pena realmente haberle dicho eso a Steve. Lo había rechazado, pero no había querido.
La noche anterior, cuando el la besó, ella no había querido separarse de él. Por qué le gustaba sentir el calor de él de un modo tan cercano e íntimo que hizo su piel erizar. Pero sus besos sabían a Licor, mezclados con el dulce sabor de los labios de él. Pero Anna se sintió tan mal por qué él sólo la estaba besando por qué estaba ebrio y ella se había enfadado con él, pero después de una larga reflexión entendió que si mantenía a Steve cerca de ella, de un modo tan íntimo entonces no podría protegerlo.
Temía que lo lastimaran por los secretos que ella sabe, y jamas se perdonaría que le pasará algo.
Lo quiero tan intensamente...
Le dijo su subconsciente aunque se cuestionó si realmente lo había dicho en voz alta o en el silencio de su mente.
Comenzó a caminar sobre las calles ruidosas de New York.
El atardecer estaba llegando ¿Cuando se había pasado tan rápido el tiempo?.
Ahora parecía una solitaria alma, de esas que van vagando por la cuidad sin ningún rumbo, no sabía a donde iba a llegar o a donde quería llegar. Sus pies la guiaban mientras pateaba piedrecitas con la punta de su bota. Pero mientras ella caminaba, viendo el piso, esperando que sus pies la dirigieran a algún lado. Algo la hizo detenerse, como otro sentido que la obligará a parar, sintió una tensión detrás de ella y se giró, desenfundando su espada.
La punta de la cuchilla se estaba enterrando en la garganta de él. Anna dejor caer su espada de su mano, la hoja de plata chocando con el suelo. Un miedo agudo se presenció en su pecho.
- Carajo, pudiste decirme que eras tú, casi te re amo la garganta!- le espetó ella.
Una gota de sangre se resbalaba de su garganta a su pecho.
- Estaba preocupada por ti, no dijiste a donde ibas y no mencionaste si volverías!- le dijo ella, mientras contenía su nerviosismo.
- Tienes que venir a ver esto!- le dijo él. Su ojos estaban apagados, el azul de sus ojos se veía apagado. Ella sintió su corazón ser rasgado por algo muy filoso.
Pero él no le dejo más tiempo y comenzó a caminar apresuradamente. Ella lo siguió mientras entraban por un callejón oscuro y sucio.
Mientras Anna intentaba seguirle el paso. Tenían puesto su glamour dado que cuando pasaron cerca de la puerta de algún almacén una chica se escondía en un rincón sin iluminación inyectandose algo.
— Seguramente encontraremos a Camille por estos rumbos.— dijo ella en un tono bajo solo para ella misma
— ¿Que?— él se giró para mirarla
—¡Nada!— contesto rápidamente.
Entraron a una especie de almacén, mucho más oscuro que el callejón por el que habían pasado. Parecía abandonado, tenía las ventanas rotas y las paredes del interior estaban oscuras por la suciedad. Saco su luz angelical.
Steve se detuvo, él estaba mirando hacia el suelo, ella siguió su mirada. Un charco de sangre espesa. A unos pasos se encontraba el cuerpo de lo que parecía ser una mujer, una mujer licántropo, tenía el abdomen y el vientre destrozados y despedazados dejando sus órganos expuestos.
Anna sintio un dolor agudo en su corazón, comenzó a marearse. Sintió su mejillas humedas por las lágrimas que se resbalaban de sus ojos.
Steve la estaba mirando llorar tan silenciosamente, viendo sus lágrimas silenciosas recorrer sus mejillas. Sintió su corazón encogerse, se veía tan flagil lo que lo hizo arrepentirse profundamente por haber llevado ahí a Anna, entendía por qué Anna estaba llorando y sintió desesperadas ganas de abrazarla, de poder rodearla con sus brazos y no soltarla, de sostenerla hasta que ella olvidará todo lo que le hacía daño. Pero se suponía que debía estar enojado con ella, se suponía que no debía amarla tan intensamente como lo hacía. Se suponía que debía estar molesto por qué ella no lo amaba de la misma forma pero no pudo contenerse.
Tomó la mano de ella y la atrajo hacía él para abrazarla. La rodeó con sus brazos con fuerza. Y ella también lo abrazó. Sintió las lágrimas de ella sobre su cuello y también su respiración. Sintió su aroma a chocolate de siempre.
Se separaron un segundo, aunque sin romper el abrazó, ella cubrió sus ojos con sus manos.
Él tomó las manos de su rostro con delicadeza y las alejó de sus ojos. Con el dorso de su mano le seco las lágrimas con el más ligero de los toques.
— Lo siento por hacerte esto!— dijo ella, estaba tocando el corte en su garganta que le había hecho con su espada.
Su corazón le martillaba, estaba tan cerca del uno del otro, se sentía tan íntimo.
Un ruido de algo cayendo se presenció haciendo eco en todo el edificio. Steve escucho un sonido de alguien corriendo y lo último que vió fue el filo de la daga de Anna frente a él, saltando hacia la oscuridad.
Anna se limpio las lágrimas del rostro y fue en busca de su daga. Steve estaba iluminado con su luz angelical, la daga de Anna se había atorado en un pilar de madera, entre la madera y alguien más había quedado atorado entre su daga y el pilar.
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