Hypatia Vex
Anna estaba recostada sobre el sofá del deván. El fuego en la chimenea estaba encendido. Steve estaba sobre una silla antigua, parecía estar sumergido en sus pensamientos, llevaba una libreta y un bolígrafo, estaba escribiendo cosas.
Anna lo vió de reojo, él era todo ángulos afilados. Él contraste dela luz del día que se adentraba en la ventana, hacía su piel verse como el corazón del sol, fue lo que pensó Anna. Sus ojos azul verdoso estaban sumergidos sobre las páginas. Anna vio sus pestañas claras alzarse cuando parpadeaba, parecía como un suave revoloteo.
— ¿Crees que soy horrible?— le pregunto ella, no era una pregunta que había pensado. Había salido así tan de repente.
Él alzó la mirada, la luz hizo que sus ojos se vieran más azules. Una mueca de confusión estaba sobre su rostro, ciertamente el no esperaba esa pregunta.
— ¿Que?— dijo él, anonado.
Había bajado la libreta hasta su regazo, la camisa de algodón azul, hacia marcar sus músculos. También Steve siempre era todo músculos marcados.
Anna intento apartar la mirada de él, estaba viendo cosas que estaban prohibidas. Y más si se trataba de tu mejor amigo. Alizo un poco su vestido naranja para distraerse.
— Me refiero... a que si crees que soy una... mala persona.— intento explicar ella.
Él rostro de él se había suavizado, su labios se formaron en una sonrisa.
— ¿Por qué piensas eso?— preguntó, aún tenía el bolígrafo sobre su mano.
— Steve...— comenzó a decir ella.
No había hablado con él desde el día anterior antes de ir a Idris, después de eso lo había visto esta mañana. Se había disculpado con él por haber sido tan grosera y él la había dicho que no necesitaba disculparse, después de eso la tensión se había ido. Pero ella quería confesarle algo, algo tan íntimo, algo que había intentado no recordar.
— Creó que ví el fantasma de mi Padre.— dijo ella, ya se había levantado y ahora estaba sentada sobre el sofá.
Los ojos de él se agrandaron, ella pareció ver qué se iba a levantar, pero no lo hizo. Ella solo deseaba que si lo hubiera hecho y entonces él se hubiera acercado, hasta sentarse al lado de ella. Entonces el latido de su corazón se calmaría.
— Él vino a verla, a mi abuela, hasta su lecho de muerte...—
Pero depronto él se levantó, dejo su libreta y bolígrafo sobre su silla y fue con ella hasta sentarse a su lado. Entonces su aroma la golpeó, olía a colonia y fresno. Sintió el calor de su cuerpo a solo unos centímetros de distancia. Se sintió embriagada no solo por su aroma, si no también por su calor, se sentía como aquella vez que probó el yinfen por primera vez, como si su cuerpo flotara y de repente tuviera tanta energía como para derribar las torres de demonios.
Esa había sido la única vez, ya que si lo hacía de nuevo, su cuerpo jamás lo soltaría. Conocía la historia de Jem, y no podría hacerlo de nuevo, por él, después de aquella vez un mechón de su cabello se había tornado en color plata, la marca de aquel veneno, entonces ella lo había cortado.
Pero no quería recordar eso.
— ¿Cómo sabías que era él?— le pregunto Steve. Su mirada era suave, concentrada en ella. Él siempre la escuchaba, él siempre estaba ahí para ella.
— Como olvidar a mi padre, fue como si mi alma supiera que era él. Lo sentí...— de pronto Anna pudo recordar aquella vez que Steve le contó sobre sus padres, después de un tiempo que se habían conocido. Su padre había muerto cuando él tenía diez años y su madre murió cuando tenía dieciséis. Después de eso, él jamás había vuelto a hablar de sus padres y ella no había preguntado de nuevo. Sintió una desesperación en su corazón de tocarlo, poder sentír su calor tan completamente. Se sentía mareada, como si hubiera bebido una botella completa de Brandy. Tomó las manos de él, sus manos más grandes que las de ella, sintió el calor de su toqué. Parecía que sus manos juntas podían encajar. Como si siempre hubieran sido hechas para estar juntas, a la medida, encajaban correctamente.
Ella musitó como un aleteo de ave. Pero fue interrumpida por la puerta del deván abriéndose, se separó de él como si hubiera despertado de un sueño.
— ¿No sabes tocar?— le espetó Anna, irritada.
Violette estaba en el umbral de la puerta.
Anna sintió la ausencia de Steve cuando se levantó hacía Violette.
— Lo encontré, lo que me pediste...— le dijo Violette sin mirar a Anna. Ella le estaba extendiendo un sobre blanco.
Anna los miraba con curiosidad, estaba cruzada de piernas aún sentada. A Steve pareció iluminarse el rostro cuando abrió el sobre y saco una hoja, la estaba leyendo. Violette miraba a Steve, Anna se dió cuenta que estaba mirando algo más intenso que sólo la cara de él leyendo la carta.
— Es Hypatia!— dijo él, cuando terminó de leer la carta.
Anna se levantó bruscamente hacia ellos.
— Ayer, mientras estuviste en Idris...— le estaba explicando Steve a Anna, — Encontramos, rastros de magía negra, en el Puente de la Torre, intentamos contactar a Hypatia...— le extendió la carta a Violette. — Ella nos verá hoy, por la tarde.— continuó él.
— ¿Por qué no me habías contado nada hasta ahora?— le replicó ella.
— Puedes quedarte aquí redimiendote del por qué no te había dicho, o podemos ir con Hypatia...— le dijo él.
Anna se sentía un poco excluida, Steve y Violette habían pasado el día anterior, descubriendo misterios e iniciando aventuras. Se recordó a ella misma, cuando había rechazado el amor de él, aún le dolía. Pero después de todo, ya era demasiado tarde para decir algo más sobre ese asunto.
Anna no dijo nada, solo asintió, ya no había más esa intimidad mágica entre ellos, Violette los había interrumpido, pero se sintió parte agradecida. Tal vez las palabras que mencionaría harían que él se enojara con ella, después de todo, ella había tomado un decisión.
El apartamento de Hypatia estaba sobre una florería, cientos de flores con distintos aromas y colores. Steve alguna vez, en lo recóndito de su mente, se veía en una pequeña ilusión de él, llevándole flores a Anna, ellos ciertamente estarían enamorados, como en las cientos de películas mundanas, normalmente pensaba que los cazadores de sombras le llevaban un ramo lleno de cabezas de demonios a sus chicas , y probablemente de demonios Halphas, pero Anna estaría horrorizada, no por la parte de las cabezas de demonios, ella creería que era extrañan peculiar aquel gesto, si no que estaría horrorizada por la parte en la que Anna le desagradanban cualquier cosa con pico, ciertamente los patos, pero se horrorizaría por las cabezas de demonios paloma.
Violette parecía estar estornudando delicadamente, pensaba que Violette parecía una muñeca de porcelana, así se veía su belleza. No era como Anna, quién parecía haber sido tallada por adamas y bañada por fuego celestial, a veces su belleza podía cortar tu corazón como el filo de una daga, tenía puesto un vestido de color naranja, los delicados tirantes se apoyaban sobre sus hombros, Steve pudo ver la cicatriz en forma de estrella sobre su clavícula, el iratze que había trazado cerca de ahí hace apenas unos días, ya se había desvanecido.
Violette saco otro estornudo pero más fuerte.
— Es solo que soy alérgica a los lirios...— dijo Violette, cubriendoce la nariz.
Anna la volteo a ver con una sonrisa.
— Es una lástima, amó los lirios.— le dijo ella.
Steve no pudo evitar reír, Anna solo molestaba a Violette, no le agradaban los lirios, de hecho ella amaba las rosas, pero no las rosas ordinarias, si no las rosas mágicas, aquellas que en sus pétalos parecías ver las estrellas del universo sobre el profundo oscuro del cielo, auque las rosas comunes también las apreciaba.
Anna fue la primera en subir las escaleras de madera y tocar la puerta de Hypatia. Ella salio unos segundos después. Miró a Anna con una sonrisa y los invito a pasar sin tanta amabilidad como la que le había dado a Anna. Ella llevaba un vestido dorado que hacía contrastar su piel. Steve pensó que cualquier color contrastaba la piel de Anna, ella siempre hacía a todo lo demás lucir hermoso.
Las paredes estaban pintadas de un rojo intenso como la sangre, los muebles eran de madera, pintados de negro.
— Muy bien cazadores de sombras...— estaba diciendo Hypatia mientras se sentaba sobre un sofá, frente de un inmenso ventanal, con rosas rojas sobre el marco. — Saben que no doy mi trabajo sin nada a cambio.—
— Podemos pagarte.— le dijo Steve, Anna se había sentado al lado de Hypatia.
Hypatia comenzó a juguetear con el cabello de Anna. — Creó que Anna conoce muy bien mi método de pago...— dijo Hypatia. Anna a su lado comenzó a ruborizarse.
Anna quién jamás se ruborizaba por nada ni nadie.
Anna tomo las manos de la bruja y dándole palmaditas, mientras las alejaba.
— ¿Y quién es este bombón?— preguntó Hypatia viendo a Violette, los ojos de la bruja parecían estrellas.
— Violette es amiga de Steve...— contesto Anna, había sacado su daga y estaba jugando con ella, entre sus manos.
— Violette Ashbow.— se presentó ella.
— ¿Entonces nos dirás sobre lo que acordamos?— dijo Anna.
Hypatia se tomó un segundo. — Está bien, solo por qué no me resisto a una cazadora de sombras llamada Anna quién es altamente atractiva.— le dijo Hypatia, guiñandole un ojo.
Steve comenzó a sentir un crecimiento extraño en su pecho, alguna sospecha...
— Como ya les había dicho, esos chicos solo aparecieron en mi puerta, tenían túnicas y no mostraban su rostro ni alguna señal de lo que pudieran ser... Tal vez mundanos. Ellos me dijeron que si quería hacer una especie de adopción, por su puesto creí que me estaban tomando el pelo, pero la chica comenzó a decir que era un bebé demoníaco.—
— Espera, ¿Dijiste chicos? ¿De qué edad? Hypatia.— le pregunto Anna.
— Tal vez como de la edad de ustedes. No tan mayores.— contesto Hypatia. — También traían una canasta negra, parecía que llevaban el mismísimo hijo de Lucifer.
— ¿Cómo es eso posible?— preguntó Violette.
— No lo sé...— dijo Hypatia. — La canasta, de ella caía sangre de demonio. —
— ¿No viste al bebé?— preguntó de nuevo Violette.
Hypatia se veía un poco molesta y estresada, comenzó a tocarse las cienes.
— No, decline su oferta y les cerré la puerta en la cara. Después los llamé a ustedes. Eso es todo.— dijo Hypatia.
Anna se levantó para acercarse a la chimenea de roca negra, a veces mirar el fuego ayudaba a pensar bien a las personas.
— Supondre que ya no tienen nada que hacer aquí y se retiraran...— comenzó a decir Hypatia.
Violette estaba estornudando de nuevo. Steve había dicho que se fueran, pero Anna no quería irse aún, tenía algo que decirle a Hypatia. Mientras Steve ayudaba a Violette al salir.
— Los alcanzaré en un segundo.— les dijo Anna. Y Steve solo asintió, cerrando la puerta se Hypatia. Dejándola sola con ella.
— Se que viste algo más Hypatia, ¿Que era?— Anna se volvió hacía la bruja. Los ojos de estrella de Hypatia parecían pensativos.
— No estoy segura... Pero debajo de esas túnicas, pude ver una marca de Nefilim en uno de ellos, tenía una cicatriz sobre el dorso de su mano derecha, algo escrito en ella. Pero tampoco puedo asegurarte que eran hijos del Ángel.— dijo la bruja.
Anna se volvió a mirar el fuego. Si estás personas parecían ser nefilims, los únicos hijos del Ángel, tan corrompidos debía haber sido Valentine y su estrepitoso Círculo.
— Ah, si...— comenzó a decir Hypatia. — Te pareces a ella...
Anna se giró para verla, sus ojos como estrellas reflejaban una llama en ellos.
— Tu madre. Celine Montclaire.
El corazón de Anna había comenzado a palpitar pesadamente, sentía un miedo agudo creciendo en su pecho.
— ¿Tu... la conociste?— le pregunto Anna. Se había llevado la mano en el pecho para evitar sentir el dolor, pero persistía.
— Ella vino una vez a mí. Una alma tan desolada, su corazón podría ser similar a la dura textura del marfil. Tan delicado pero a la vez tan firme. — dijo Hypatia. — Ella vino a mí, pidiendo una posión de amor.
No quería que Hypatia le dijera algo más, su corazón no quería. Lo sabía, sabía que su padre jamás había amado a su madre. Y Valentine tenía razón cuando había dicho que ella estuvo tan desesperada por el amor de su padre. Y no quería que él tuviera razón. Pero apesar de que su corazón quería estallar en furia, intento calmarse.
— Gracias por la información Hypatia...— fue lo único que Anna contesto y comenzó a salir del departamento de la bruja. Sintió su pies pesados al bajar las escaleras, como si sus botas se aferran a los escalones de madera. Sintió una brasa de aroma a cientos de flores y después el aroma de la ciudad.
Por alguna razón, Anna se había desconectado de su mente, no escucho lo que Violette y Steve le habían dicho en todo el camino hacía el Instituto.
Primero fue a su habitación, por él mechón de cabello que Valentine no se había dado cuenta que le había quitado hace tiempo. Lo había guardado sobre un pañuelo de tela. Entonces cuando tomó aquel mechón en sus manos y trazó la runa de seguimiento sobre ambas palmas de sus manos, y mientras una mano sostenía el mechón, y otra estaba sobre la marca que le pertenecía a él y se la había dado a ella, la marca de su promesa, invisible para todos los demás pero tan visible con el cielo de noche para ella. Y entonces lo encontró al cerrar sus ojos, la calle tan clara, el número que marcaba, los alrededores.
Mientras recorría los pasillos largos, hasta llegar a la cripta, los escalones de piedra, el lugar era oscuro, solo unas lámparas alumbran un camino para llegar hasta el portal.
Parecía un cuadro en la pared, tan normal pero con un centro sin fin. Tocó con ligereza él portal para fijar su destinó. Y la imagen del portal se cambió a la imagen de su cabeza, como una imagen de agua. Una calle de granito, con el cielo de un anaranjado similar al rojo. Entonces comenzó a adentrarse a través del portal.
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